Monidala en el Ritz

Sí, ya sé que estoy en un plan que lo comento todo (lo próximo va a ser hacer la crítica de la paella de los domingos de mi madre), pero es que no todos los días entra una a un sitio como el Ritz a consumir… Así que a ponerse de punta en blanco, que la ocasión lo merece: cocktail de trabajo.

La llegada bien, fácil, aparcando en semiesquina la puerta del mismísimo, donde el portero de librea me indica el camino, no sin antes mirarme con cara de «tú no eres de por aquí, no?…» (se nota que tengo pinta más de NH). Dentro, recepción victoriana con columnas de lo más jóricas (;p), mármol por doquier, alfombras añejas… vamos, una divinidad si naciste antes de 1800.

Si lo queréis ver, os pongo el link a su web. No hice fotos por el qué dirán y tampoco las pongo de la red, no sea me crujan viva…

De ahí paso al lobby, más alfombras, cortinones y mobiliario de peli de Poe. Están dando el té de la tarde, así que el personal, más bien de la vieja guardia (por no decir que parecía un centro de día venido a más). Entro en la sala Alfonso XIII que tiene toda la pinta de haber hospedado el velatorio de Sisí emperatriz… Mucho tapiz en las paredes pero no me fijo mucho porque lo que quiero ver es la terraza y el jardín.

Una pasada: todo de mármol blanco, mesas y sillas de anea de esas estilo «Emmanuel«, fuentecilla borboteante, ¡un piano de cola! Vamos, lo normal… Una pena el frío, porque no se podía estar más de 10 minutos sin empezar a sentir síntomas de congelación, y no era plan empezar a perder miembros por mucho glamour que hubiera.

Además, una música muy chula porque eran canciones poprock pero con arreglos «de ascensor». Tengo que averiguar qué era aquello…

Eso sí, la comida regulera. Canapés raros de esos que no te queda muy claro si era animal, vegetal o mineral (incluso después de comértelos) y marejada con rachas de marejadilla cada vez que un camarero sacaba una bandeja.

Impresionante el baño. Tocadores de mármol (media cantera de Carrara estaba allí) frente a unos espejos de cine con sillas para sentarse en frente y creerse Margot Channing… Y bueno, el papel higiénico tenía toda la pinta de que lo hubieran tejido unas monjas ciegas holandesas, una cosa tremenda.

En lo social, charla animada, gente a la que no veía hace tiempo y una conclusión clara: tenemos que quedar más.

Lo más de la noche: el reencuentro con David Tight, el «vintage» de Concha y la corbata verde de Rodrigo. Ah! y mi tocado de plumas.

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