True Blood? True Bluff!!
22 septiembre, 2010 13 comentarios
No sabéis la rabia que me da tener que decir que los dos primeros capítulos de la serie “True Blood” me han decepcionado totalmente.
He tardado mucho tiempo en hincarle el diente a este enésimo acercamiento al mundo vampiril que tanto me atrae, precisamente porque quería poder verla (y creía yo, disfrutarla) desde el primer capítulo y en su versión original, debido al buen feedback recibido de ella por parte de gente “de buen criterio”. Pues bien, cada vez me queda más claro que las opiniones ajenas me son poco útiles y que no hay nada como el empirismo en el campo de la crítica.
Y eso que el comienzo de la nueva creación de Alan Ball es de lo más prometedor: la primera secuencia tiene su gracia, y la cabecera es fantástica con unas imágenes que evocan el decadente sur de los ‘60 y una música soberbia e inquietante que parecen presagiar la antesala del infierno.
Pero en cuanto acaban los créditos empiezan los despropósitos:
La protagonista, Sookie Stackhouse, es una camarera white trash telépata(na) con la linda carita de Anna Paquin. Pero ¿qué coño le ha pasado a esta chica que parece que está involucionando como actriz? De niña prodigo en “El Piano”, que le llevó a ganar un Óscar con 11 años (vale, es verdad que eso ya no significa nada, pero…) a prodigiosa X-Woman, siempre me había parecido que improntaba a sus personajes de “un algo más”, de una madurez con un trasfondo similar al que destilaba la propia Natalie Portman… Aquí no. Aquí sólo parece lerda hasta cuando se la supone interesantísima debido a su “habilidad”.
Tiene un hermanito, Jason, interpretado por un tal Ryan Kwanten (un australiano criado a los pechos de la telenovela, mira como la Kylie…) al que hay que reconocerle un cuerpo de escándalo (los guionistas también se han debido de dar cuenta porque rara es la secuencia en la que aparece con algo de ropa encima…). El hermano de marras es otro oligofrénico de no te menees y más obseso sexual que Pajares.
Hay que reconocer que su publicidad es muy chula!!
Luego está la “amigaparasiempre”, Tara (con la cara de una actriz llamada Rutina Wesley, que manda huevos…), que es un cliché con patas: es la típica negra con muy mala leche que habla cabeceando como una gallina clueca y que se supone va dando a los tíos un cortes que los vuelve transexuales, pero a mí lo que me provoca es un aburrimiento mortífero y cada vez que sale en pantalla me entran unas ganas irreprimibles de leerme algún libro de Sánchez Dragó, cómo será la cosa… Para ser más patética, la negra está enamorada del hermanísimo, que parece no percatarse de que la moza está también de toma pan y moja (estos acaban pegándole, y sino al tiempo…).
Como los hermanos Simplones son huerfanitos (los padres seguro que no murieron, sino que pusieron tierra de por medio al descubrir el estrepitoso fracaso de su herencia genética), viven con su abuela, una vieja chocha que parece que se acaba de caer de la última nave espacial que la abdujo, porque tiene toda la pinta de ser titular del Abono Tercera Edad de Ovnis de la zona B3…
Hay algún personaje principal más (en los dos capítulos que he visto todavía no ha salido Alexander Skarsgard, al que conozco por “Paparazzi” y que estoy deseando ver en acción), pero tan anodinos y estereotipados o directamente absurdos que no hay por donde cogerlos (lo del cocinero gay taleguero no lo voy a comentar, que se me enciende la sangre…)
Este elenco de personas tan apasionante y atractivo tienen su hábitat natural en Luisiana, pero no en una Luisiana cualquiera con su rollito cajún y su vudú y tal, no, en la Luisiana en la que los vampiros acaban de salir del armario e intentan integrarse en la sociedad a base de chutes de sangre sintética, mientras que la propia sangre vampírica se ha conviertido en droga de culto por sus propiedades, digamos, “vigorizantes”.
Hasta aquí todo es muy aburrido, pero por lo menos tiene una ligera originalidad y coherencia. Hete aquí que aparece el vampiro protagonista, un sieso llamado Bill Compton (el actor inglés Stephen Moyer, a la sazón, legítimo de la Paquin) que además es un escarnio para los de su clase porque desde el primer momento cae de la forma más tonta en las garras de dos malotes (de esos que cantan por soleares) y le tiene que salvar la camarera emulando a Pícara en una escena que es de vergüenza ajena.
“ More pathetic TV moment ever”
El guión todo parece estar escrito en un “rato tonto” y no me extraña nada leer que la creación de la serie coincidió con la huelga de guionistas de Hollywood, porque la gente que pergeñó este engendro tenía que estar muy descontenta con su sueldo o algo de eso…
Como el vampiro sieso sólo tiene como 150 años (y ha vivido hasta la Guerra Civil americana), no ha caído en que los malos malísimos se van a vengar de la camarera lerda (ella no lo ve venir porque ya hemos dicho que es muy, pero que muy lerda), así que la apalizan pero a base de bien y el lumbrera ha de salvarla con su propia sangre (pero la pánfila no se convierte, sólo se intensifican sus sentidos y su líbido; no, si a todos los tontos les da por lo mismo…)
A partir de ese momento, se establece un vínculo entre ellos, aunque yo lo que creo es que van los dos muy calientes (ella es virgen, porque su habilidad telepática le ha provocado unas taras emocionales tremendas, además de darse cuenta enseguida de que todos los tíos van a lo que van –cosa que todas sabemos, pero nos podemos hacer las tontas si nos conviene- y él…, él no sé que excusa tendrá pero con lo soso que es, pues cualquier cosa es posible).
“True Blood” está basada en la serie de novelas de Charlaine Harris, “The Southern Vampire Mysteries”, publicadas por primera vez en 2001. Como no las he leído, no sé si el aburrimiento procede ya de la versión literaria o lo ha añadido Alan Ball (no en vano es autor de la también soporífera, pretenciosa y sobrestimada “A dos metros bajo tierra”, que es como los documentales de la 2, que todos decimos que la veíamos y nos encantaba, pero que nos quedábamos sobaos a los 10 minutos porque había capítulos en los que el tiempo se ralentizaba hasta casi detenerse; sí que le reconozco el mérito de escribir “American Beauty”, que me parece una de las grandes películas americanas, que ya es decir).
-“Pero tío, ¿qué rollo es este?”
-“Tú calla que ya queda menos para que acabe… Por cierto, ¿tú no eres Dexter?”
Tampoco sé si ya estaba toda la trama amorosa y todo ese rollo de que la tía lea la mente de todo el mundo pero que no pueda hacerlo con los vampiros, que es algo que es muy parecido en la saga Crepúsculo (que curiosamente es como el “Gran Hermano”, que todos dicen que no lo ven y que es espantoso, pero después no se lo pierde nadie, aunque sólo sea para criticarlo, lo que me parece de un snobismo pedante que ya no engaña a nadie…).
La historia del bello Cullen y la bestia Bella puede ser muy moñas y romanticona, pero al menos no se esconde tras un disfraz de porno softcore (sólo un poquito de “heavy peating aquí y allá para mantener la tensión sexual no resuelta) y sangre en bote sensacionalista…
Y, por cierto, si al sieso Compton le cogen los Vulturis por banda lo hacen tiras.
[No me apetece mucho, pero es probable que continúe viendo la serie, aunque sólo sea porque hice al Hombre Tecnológico localizarla. Si cambio de idea sobre el True Sopor que me provoca, seréis los primeros en saberlo.]