“D’you know where you are…? You’re in the jungle, baby!” (Concierto de Guns N’ Roses Madrid 09/10/2010)

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Anoche las 8.000 personas que presenciamos el espectacular concierto de Guns N’ Roses fuimos testigo de que W. Axl Rose no sólo tiene todavía mucho que aportar al hard rock, sino que se sigue ganando con cada actuación el titulo de leyenda viva a base de carisma, entusiasmo y una tremenda voz, aunque algunos pretendan eclipsar esto con la excusa de sus reiterados retrasos, las polémicas con ex compañeros de armas, un estado de forma física deficiente y divismos varios.

Es cierto que, aunque la apertura de puertas del Palacio de Vistalegre estaba prevista para las 18:30, no fue hasta las 20:30 que Sebastian Bach y su banda (teloneros del de Indiana –no, Axl no es californiano sino que nació y se crió en el medio oeste y no se trasladó a L.A. hasta los 21 años-) comenzaron su actuación, pero eso sí, de manera espectacular a pesar de lo austero de la escenografía, con un Bach muy en su papel de telonero-animador (a la par que BFF de “la divina Rose”) que estaba realmente encantado con su mayor actuación hasta la fecha en nuestro país, y tremendamente orgulloso de sus 25 años de profesión.

A golpe de melena y a pesar de los daños irreparables que debe de tener en sus vértebras cervicales, el canadiense lo dio todo durante la hora larga que estuvo en el escenario interpretando tanto temas propios (incluyendo su último sencillo) como ajenos, acompañado de buenos músicos también en su papel (no debe de ser fácil tocar mientras el vocalista estrella agarra el micro por el cable y lo hace girar a centímetros de tu cabeza hasta alcanzar los 100 Gs de fuerza) y con una voz que a veces daba la sensación de flaquear en los gritos.

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Sebastian Bach en su época dorada: “¡Qué pelazo, nena!”

Me quedé sorprendida de lo bien que se conserva físicamente el otrora guaperas del hair metal, pero con un poco de investigación he descubierto que no siempre ha estado así de juncal y que cuando recientemente participó en el reallity americano Celebrity Fit Club pesaba más de 100 kilos (ahora no me extraña tanto ese ligeramente vergonzante colofón con exhibicionismo de torso que nos brindó el vocalista de Skid Row…).

Tras el paso de los teloneros, Axl & Cía. nos hicieron esperar hasta las 10:45, pero cuando ya empezábamos a desesperar, se apagaron las luces y comenzó uno de los mejores conciertos que he visto en mi vida. La silueta recortada del guitarrista D.J. Ashba (que no creo que por casualidad llevaba un sombrero muy parecido a los que solía lucir Slash) y el riff de Chinese Democracy fueron la intro y dieron paso a un Axl Rose que, entre los kilos de más, el botox en la cara y un pelo que da la sensación de escasear, más se parecía al Mickey Rourke de “El luchador” que al sex symbol que fue en los 80’ y 90’.

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Sweet Fat O’ Mine…

Por suerte su voz, que es lo importante, sigue intacta (en el amplio espectro que va de tenor hasta falsetto de soprano y que le ha llevado a ser considerado por la revista Rolling Stone como el número 64 en su lista “100 Greatest Singers of All Time”). Con sus clásicos de Appetite for Destruction Welcome to the Jungle, Its so Easy y Mr. Brownstone el palacio se venía abajo con un público que estaba ansioso por dejarse la garganta en cada tema. Entonces llegó la primera balada, Sorry, a la que siguió Shackler’s Revenge para volver a la caña, ambos dos de los mejores temas de su último trabajo.

Mientras Rose hacía una de sus escapadas (la verdad es que no paraba de entrar y salir del escenario a la carrera, ya fuera para cambios de vestuario, ya para otros misteriosos menesteres), la banda se marcó una versión del tema principal de James Bond (el solo de guitarra de Richard Fortus, impresionante).

Aunque el espectáculo de luces y fuegos artificiales ya llevaba un rato en marcha, es con Live and Let Die (una de las tres canciones que pudimos disfrutar de Use Your Illusion I) cuando el fuego entra en escena para dar énfasis (un énfasis que ralentizaba ligeramente el estribillo de la canción, eso sí) a una canción que GN’R hicieron suya y, para mi gusto, mejorando la versión de McCartney.

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Tal como éramos…

De nuevo una balada, esta vez This I Love, también del Chinese Democracy, y a la vuelta tenemos a Axl ataviado con su clásico pañuelo rojo en la cabeza para volver a su primer LP con Roquet Queen. Es entonces cuando Dizzy Reed (único miembro que permanece de los Guns N’ Roses de la época gloriosa) se quedó solo en el escenario y demostró su virtuosismo al piano realizando una versión del Ziggy Stardust de Bowie.

Con You could be mine (primero de los dos temas de Use Your Illusion II) el concierto alcanzó cotas muy altas de intensidad, que DJ Ashba aprovechó para hacer un solo genial con una Les Paul negra con destellos brillantes (¿será una de las famosas customizaciones del de Monticello?) que encadenó con el riff de Sweet Child O’ Mine, ni que decir tiene que con un público totalmente enfervorecido (¡y una Monidala emocionada de poder cantar su canción favorita con el mismísimo Axl Rose!).

Tras otra versión de la banda (una sorprendente Another Brick in the Wall de Pink Floyd), tocaron Madagascar y el tercer guitarrista, Ron “Bumblefoot” Thal, nos divirtió con su particular versión de La Pantera Rosa.

Cuando pensaba que nos acercábamos sin remedio al final, me sorprendieron con Don’t Cry y otro medio tiempo de Chinese Democracy que no he podido identificar (sorry, si alguien sabe cúal fue, que me lo diga!). Después Axl se sentó al piano para interpretar memorablemente November Rain (la apoteosis final de la canción nos puso a todos en éxtasis).

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Axl Rose con un sombrero que heredó de su tatarabuela, peregrina del Mayflower.

Otro momento para no olvidar fue el despliegue de simpatía y buen rollo de Rose durante Knockin’ on Heaven’s Door (¿alguien se acuerda ya de que lo compuso Dylan? Vale, es una pregunta retórica porque nos acordamos todos, pero ya me entendéis…) que, como buen maestro de ceremonias, nos hizo entonar la frase hasta que se nos cayó la campanilla en un intento, según sus palabras, de que se nos oyera en todo el barrio.

Nos puso a botar de nuevo con Night Train y con una cañerísima versión del Whole lotta Rosie de AC/DC para terminar por todo lo alto con Paradise City.

Un pedazo de concierto de dos horas y cuarenta minutos que Axl Rose rubricó saliendo a saludar con todos sus músicos (sin esa aborrecible espantada final a la que nos tienen acostumbrados muchos de los grandes) en una demostración de que se encuentra de lo más a gusto con ellos. Y yo que me alegro.