Una nueva vida (o eso que llaman el abismo)

Aunque algunos de mis lectores más o menos habituales ya lo saben, ya ha llegado el momento de compartir con vosotros un hito importante en la vida de la mujer detrás de Monidala. Ha sido una decisión aparentemente repentina, pero no por ello poco meditada: He dejado mi trabajo.

Igual pensáis que estoy fatal de la cabeza por dejar un trabajo cualificado, estable y razonablemente bien pagado en una empresa solvente que podía llevar a cabo desde la comodidad de mi salón (escrito así suena infinitamente mejor de lo que es…), sobre todo teniendo en cuenta la coyuntura económica actual, pero en la vida uno debe hacer lo que debe hacer, sobre todo si aspira a cierta coherencia personal.

Sin entrar en detalle de las razones que me han llevado a esta, aparentemente irresponsable, decisión, os diré que, aunque un abismo se abre ante mí inexorable e incierto, también siento que me he liberado de una carga largo tiempo soportada que se iba haciendo más y más pesada cada día que pasaba. Que a punto de cumplirse una semana de ese momento, y con el miedo en el cuerpo ante la inseguridad a la que me deberé enfrentar, creo firmemente que he tomado la decisión correcta y que lo que el futuro nos depare se afrontará con valentía y con ilusión.

No os mentiré, el momento de la despedida fue duro, muy duro. Dejar una empresa en la que he trabajado en los últimos seis años, en la que «me he hecho mayor» profesionalmente, en la que he conocido a algunos de los que hoy día son mis mejores amigos y con los que he vivido tantas cosas, no es un trago agradable. Es cierto que ya había habido antes tantas despedidas, que apenas quedaba ya nadie para decirme adiós. Pero todavía me dejo un puñado de grandes amigos y estupendos colegas en la empresa a los que desearles lo mejor y a los que dedicar ese último mail desde mi dirección corporativa, el que más me ha costado escribir.

Si os preguntáis a qué pienso dedicar ahora mis lunes al sol, os diré que por suerte la búsqueda de un nuevo empleo no me resulta de vital urgencia (aunque desde luego no se despreciarán posibles oportunidades que pudieran surgir), por lo que me gustaría dedicar un tiempo a reflexionar y valorar mis opciones, aunque en realidad tengo claro que lo más útil que podría hacer por mí misma es dedicarme a perseguir el sueño que hace tiempo está cogiendo polvo en un cajón: el de ser escritora (o más bien a que me paguen por ello). Hasta a mí misma me suena pretencioso, pero es lo que suele pasar con los sueños, que se disfrazan de absurdos e inalcanzables y por eso pronto renunciamos a ellos acuciados por la grosera y vil realidad y el pago de las facturas.

Por lo demás, dedicar más tiempo a mi familia (y en especial a mi pequeña) o invertir más tiempo en este blog que tantas satisfacciones me está dando y que también ha sido la puerta de entrada a un mundo desconocido pero muy estimulante, serán mis prioridades.

Sólo el tiempo dirá si la decisión que he tomado es o no la correcta, si es posible que todavía tenga tiempo de encauzar mi vida y mi carrera por derroteros más acordes con mis aspiraciones, si a alguien le podrá interesar lo que tenga que contar o si por el contrario acabaré sucumbiendo a la voz de la razón que me recomienda encontrar un trabajo serio lo antes posible y dejarme de ilusiones.

En cualquier caso, la suerte está echada.