Monidala en “Rooom”: Espectáculo de Standstill basado en Adelante Bonaparte (Círculo de Bellas Artes, 09/03/2011)
11 marzo, 2011 13 comentarios
Pues sí, estoy standstillizada… (que no es una forma pija de decir que se me está poniendo un cuerpazo, que también, que la otra noche mientras corría cual gacela Gran Vía abajo, tras haberme encomendado a Mother Monster para no matarme con los tacones entre los turistas, me vi reflejada en un escaparate melena al viento, toda de negro con mallas, botas altas imposibles y una chupa muy macarra que me he pillado en el Bershka –por Dios, cuando empiece a parecer la Obregón pegadme un tiro…- y pensé: mira, Catwoman!)
El caso es que el miércoles entré oficialmente a formar parte de la secta de los tíos barbudos y por todo lo alto. [Está claro que el hombre de esta temporada viene hirsuto, ya sea en Chueca o en territorios gafapastiles…] Tras mi sprint nocturno y alevoso en los 1.500 metros petardos, llegué al Teatro Fernando de Rojas del Círculo de Bellas Artes a tiempo de encontrarme con JmRod (a la sazón cronista de la banda a golpe de cámara, pero que anoche estaba allí en calidad de fan) y Luar (todos a cuadrarse que hablamos de la autoridad!) y comentar la gran expectación por el momento, antes de que empezara el espectáculo.
Cuando por fin se apagan las luces, el grupo aparece en el escenario en el que ya estaban esperando los instrumentos y las tres pantallas listas para la proyección. Enric nos da la bienvenida a “su casa” y las gracias por estar allí y espera que pasemos todos una noche tan agradable como las dos precedentes (o más) antes de sentarse al teclado.
Así se ve “Rooom” desde el punto de vista del documentalista y realizador JmRod…
Empieza la primera parte: “Algunos recuerdos significativos de B.” (Totalmente de acuerdo con JmRod en que es la más abstracta) Y ¿quién es B.? Os preguntaréis… Pues B. es Bonaparte, el protagonista de esta historia (un perro, el propio Enric Montefusco –compositor y alma de la banda- o cualquiera de nosotros: porque ya sabéis que cuanto más particular y local es la historia que se cuenta más universal se vuelve).
“Todos de pié (Prefacio)” nos habla de la muerte de su padre y de cómo convertimos algo tan definitivamente trascendental y significativo en un cliché con nuestra torpeza y nuestras convenciones rancias y sin sentido. Para entonces yo ya estoy llorando, y ya no pararé hasta que acabe la primera parte (no os imagináis lo que ganan en emoción su voz y todos los sonidos que envuelven su música al escuchados en directo…), porque los que hemos sentido el cataclismo que implica una llamada en mitad de la noche que supone un antes y un después en la vida (propia o de la gente que nos importa) tenemos un botón que se activa solo al recordarlo y nos reiniciamos con facilidad para volver a ese momento de angustia, vacío, pérdida e impotencia.
La vida es domingo, canción sin fin
Noche de estrellas, y un rato en el jardín
Dije para mi.. allí
Y así me despedí
Con “Hombre Araña” seguimos recordando la infancia mientras la música nos va adentrando más y más en esa atmósfera íntima de confesiones y terapia colectiva. Seguimos con “La familia inventada”, con esos redobles tan solemnes y esa guitarra que se clava en el alma, combinados con imágenes setenteras que nos llenan de nostalgia…
¡Ay niña, que nos vaya bien!
¡Ay niña, que nos vaya bien!
Que Dios insiste.
Que Dios insiste
en probar con nosotros
y nuestra ilusión
En este punto, la emoción del público ya electriza el teatro y los aplausos se funden con los primeros sonidos de órgano de “Cosquillas No (Esta Niña Me Gusta)” y las risas de niño mientras en las pantallas empezamos un viaje para acabar volando con el mismísimo Astroboy. La banda está concentrada y tocan con energía frenética (aunque de forma mucho más acústica que en el original).
Enlazamos con “Vida Normal”, en uno de esos momentos de doble percusión que se repetirán en todo el show y que resultan espectaculares. En las pantallas, imágenes de tecnología obsoleta y publicidad añeja que acaba con la pirotecnia de “Observa los fuegos artificiales”, y la delicada y brevemente minimalista “Madre Ternura” (sin que falte la voz de Balbín presentándonos “La Clave” con esa sintonía tan inquietante, sí, esa que cuando la oíamos nos daba todo el bajón porque sabíamos que esa noche nos íbamos a perder el “Un, dos, tres”; aunque luego reconoceremos que algunas de las mejores películas que vimos en nuestra infancia son de aquellas noches de viernes…).
Termina la primera parte con “Adelante Bonaparte (I)” en todo su esplendor y con un Ricky Lavado pletórico y disfrutando de su batería como un enano. En serio, no he visto nunca a un músico tan feliz de hacer lo que hace…
Me voy a inventar un plan para escapar hacia adelante
Me voy a inventar un plan para escapar hacia adelante
Tras unos segundos de pausa dramática, entramos en la segunda parte (mi favorita): “Pasa de querer comerse el mundo a esconderse en una pequeña parcela”. Ya no hay lugar para la ternura de la infancia así que nos vamos despojando de la inocencia porque empieza la vida de verdad, esa de la que nos quisieron proteger y lo que consiguieron es que no estuviéramos preparados para ella…
Con Enric a la acústica y sus compañeros marcando el ritmo con palmas, arranca “Adelante Bonaparte (II)” para poco después meter la batería atronadora como un martillo neumático que contrasta con la dulzura de los coros. Para mí esta canción (las dos, en realidad) simboliza la necesidad de tener en la vida el coraje para hacer aquello que sea preciso para ser feliz, aunque cueste, aunque duela y le pese a quien le pese…
Aunque no lleguemos a ninguna parte
Sabes que esto es lo único importante
De nuevo las propias manos empiezan marcando el ritmo y, como en el original, el ukelele lleva el peso de “Cobarde Pecador”, mientras en las pantallas vemos unas imágenes tan siniestras como es la propia canción. Y siniestra porque trata sobre la inmovilidad que nos paraliza y nos coarta y nos impide ser aquello para lo que estamos llamados.
No me escuchas.
Y lo que es peor,
no te escuchas
Con “El Resplandor” vuelve la emoción profunda y no puede ser de otra manera con un temazo tan intenso y onírico y que empieza de esta forma tan demoledora:
Una vez al año
Algo me empuja a pensar en dejarlo todo
Otro desengaño más
Y me voy a lanzar al New Age
Y a tomar por culo
¿Habéis estado alguna vez en la casa de “El Resplandor” durmiendo con una hacha en el pecho? Pues yo sí. Y no es agradable. Se te quitan las ganas de volver a bajar la guardia…
Por cierto, para aquellos que en alguna ocasión sintáis que necesitáis cariño, respeto o atención, pasaos por la web de la banda y colaborad en su mapa sonoro. ¿Qué creíais, que os lo iba a ofrecer yo? No, no, como bien dice la canción “habrá que buscar en otro lugar”, aquí de momento no nos quedan hasta que nos llegue el próximo pedido…
“La hora del acuario” es otra canción minimalista y aparentemente dulce en su primera parte, pero que a mí me lleva a lugares demasiado nihilistas de vacío e irrealidad.
Ok. Si nada es nada,
nada vamos a perder.
Y al mirar atrás,
todo será un sueño.
En la segunda parte, esa guitarra acústica potente y el oleaje hacen que su mensaje me resulte contradictorio y desasosegante, como si fuera el canto de una sirena cuya misión no es otra que hacer que nos estrellemos contra las rocas:
Venid aquí que aquí se está bien.
Y así llegamos a “Moriréis todos los jóvenes”, que marca el inicio de la apoteosis de esta segunda parte… La canción empieza con una gran melancolía para ir sufriendo una progresión constante hasta llegar al delirio (ganas de bailar y saltar y gritar ese “Vayan Pasando”…), mientras la letra disecciona los diferentes roles que vamos acumulando y superponiendo como capas hasta dificultarnos el conocimiento de nuestra propia y auténtica personalidad. Hasta que nuestro yo íntimo y verdadero queda tan diluido que ya no se escucha su voz.
El niño de mi dice hola
La madre de mi dice no te acerques
El joven de mi no sabe donde ir
El peatón de mi es una hormiguita
El señor de mi dice a trabajar
El motor de mi solo quiere bailar
Me sorprendió especialmente la versión que hacen en directo de “Sálveme Quien Pueda”, mucho más épica y apocalíptica, operística. Brutal.
Llegamos a la tercera parte: “El corazón de B. despierta”, en la que se trata el amor y su reverso, la pareja. (Esto parece contradictorio, pero si lo pensáis un poco he dado en el puto clavo…).
“Cuando ella toca el piano” es una declaración de amor. No convencional, claro, son Standstill… En las pantallas un fuego de hoguera, el símbolo de aquello que podríamos estar contemplando siempre sin cansarnos y, por primera vez, podemos ver la cara de Enric, así que, yo que soy muy lista y vosotros que no sois tontos ;p, deducimos que esta canción es muy importante para él.
Continuamos con “Ayer soñé contigo”, tema de arreglos dulces que transmite muy bien esa pureza del amor, del de verdad.
Y llegamos a otra de mis favoritas: “Hay que parar”, en la que los xilófonos del original pierden protagonismo en el directo en favor de las baterías sincopadas y con un punto marcial. Toda la letra es maravillosamente ambigua y explícita a la vez (me contradigo de nuevo, sí, y albergo multitudes, me duele la boca de decirlo…), imposible que no te llegue porque ¿quién puede decir que no lo ha intentado, pero no puede parar?
Esta historia empieza en un final feliz.
Esta historia no tenía que ocurrir.
Dime que no es así.
Nos ponemos serios con la llegada de “El Elefante” y su tuba de ritmo circense. “La vida es como un elefante que sólo sabe ir hacia delante”, y cuando una pareja ha acumulado unos años de convivencia suelen quedar muy pocas alternativas: o romper o tener un hijo. La mayoría se decanta por lo segundo: es lo que tiene la continuidad de la especie (y la extinción del individuo como tal, aviso para navegantes).
“El Caminet” nos hace de breve interludio para llegar al final con “Canción sin fin (Epílogo)”. Se cierra el círculo que comenzara con “Todos de píe”, pero esta vez, por suerte, es un canto alegre por la llegada de una nueva vida. (Y sí, también es emocionante porque también tengo ese botón que me traslada de inmediato a aquella tarde de agosto en la que vi por primera vez ese “algo que respira, algo que me mira”. El que no sienta nunca esa sensación será un individuo como tal, pero estará incompleto de alguna manera, aviso para navegantes).
Y mientras repiten una y otra vez el estribillo (si podemos llamarlo así ya que las canciones de “Adelante Bonaparte” no suelen tener una estructura clásica) vuelvo a tener la sensación que me ha acompañado en varios momentos durante el espectáculo de haberme colado en el local de ensayo de un grupo que disfruta con lo que hace, sin mayores pretensiones que el mero placer de tocar juntos. De hacer música. Les envidio profundamente.
La vida es domingo, canción sin fin
Noche de estrellas, y un rato en el jardín
Dije para mi.. allí
Y esa fue la bienvenida.
Cuando por fin termina, la ovación es clamorosa. Varios minutos de aplausos de píe para estos señores a los que ya les tengo mucho que agradecer. Ha sido un pedazo de experiencia que recomiendo a todos aquellos que estén dispuestos a abrir su alma y dejar que les inunde todo aquello que, por lo general, ocultamos. Aunque sea por un par de horas merecerá la pena.
Tengo unas ganas terribles de poder disfrutar de las imágenes que JmRod ha grabado durante estas sesiones tan especiales para poder rememorar como es debido todas las sensaciones y placeres sentidos.
Y ansío ver a Standstill en un concierto más convencional donde poder cantar, saltar, bailar y sentir (de otra manera), su música.
Ahora a por “Viva la Guerra” y “1, 2, 3… Standstill”. Ya me estoy frotando las manos.
Si os apetece leer mis impresiones de la primera escucha de Adelante Bonaparte, haced click aquí.