Monidala Jones en el Templo Sudadito: El regreso
28 junio, 2011 6 comentarios
Supongo que ya sabréis que por mucho pulgar opositor, mucho uso de herramientas, mucho lenguaje y mucho sistema binario que nos hayamos montado no dejamos de ser animalillos, por momentos, asilvestraos. Eso se nota bastante en lo que tiene que ver con la reproducción y el apareamiento (que hay cada bestia suelto, que…), pero sobre todo en los momentos de peligro en los que las respuestas de ataque o huida originados por la parte primitiva de nuestros cerebros nos juega, a veces, malas pasadas (a mí no tanto porque formo parte de esa parte de la población que ya ha subido un peldaño más en la escala evolutiva: soy madre y las madres ya se sabe que son seres superiores…).
Cuando nuestro cuerpo se enfrenta a esas situaciones de peligro genera un montón de adrenalina, una hormona que prepara nuestro organismo para la acción, ya sea esta una pelea o una carrera (aumenta la concentración de glucosa en sangre, la tensión arterial y el ritmo cardiaco, dilata las pupilas, aumenta la respiración y estimula el cerebro) . A día de hoy no es fácil que os tengáis que enfrentar con un depredador, pero para nuestro cuerpo la fecha de entrega de un proyecto o una discusión con otro conductor o con el jefe pueden ser entendidas de la misma forma, y por tanto segregando este vasoactivo que, si no se quema, se acumula en el organismo provocando el estrés, que es cosa muy mala que nos impide ser felices y disfrutar de la vida como debe ser.
La evolución: nadie dijo que fuera “a mejor”…
Para deshacernos del estrés, no hay nada mejor que el ejercicio físico, así que después de un día malo malo malo en la oficina (el Excel es una herramienta acojonante pero ¿cuándo van a inventar implantes de memoria con sus fórmulas? Si “Steve Jobs ha podido crear el iPhone, y por lo tanto si no se queda embarazado es porque no quiere” (Nacho Canut dixit), ¿cómo es que no existen ya unas píldoras que te las tomas y de pronto hablas chino? La ciencia no está enfocada en lo importante, creo yo…) he decidido volver al gimnasio porque entre pitos y flautas llevaba casi un mes sin pisarlo. ¡Qué gustazo! Ya no me acordaba de lo bien que me encuentro yo en ese sitio (a pesar de lo malos que fueron mis comienzos).
No os voy a hablar hoy de las disciplinas aeróbicas, que son mis favoritas. Sin paños calientes: soy la reina del Aeróbic, del Step y la Batuka, es lo que hay. No es sólo que el hecho de decir que tengo ritmo es un denigrante eufemismo, o que sea capaz de coger con facilidad los pasos y recordarlos (vale, los años de ballet clásico y español de los cojones ayudan…), es que tengo un estilazo que te mueres. Podría tirar de falsa modestia, pero sinceramente creo que cuando alguien es bueno en algo es una estupidez negarlo.
Tampoco os hablaré de los entrenamientos más musculares como el GAP, el mejoramiento físico o el Body Pump, que son muy efectivos pero que se podrían considerar torturas en toda regla y que no sé como los de la Convención de Ginebra no han tomado ya cartas en el asunto…
A ver si lo estoy haciendo mal…
Hoy os voy a hablar de ese sucedáneo del ciclismo que es el Spinning. Se trata de dar pedales en unas bicicletas estáticas siguiendo el ritmo de la música. Para meteros en esta secta necesitareis al menos la siguiente equipación: un culote (que para distinguirlo de un culo de proporciones bíblicas lo solemos llamar en francés, aunque no tengamos ni puta idea de francés: culotte). Vamos, un pantalón de ciclista, que es una cosa que a priori parece de lo más ridícula, pero luego cuando te lo pones flipas del cuerpo que hacen (por lo menos a mí) y yo estuve a punto de ponérmelos en mi última salida nocturna porque pensé que combinados con unos buenos tacones podrían triunfar, hasta que me di la vuelta en el espejo y me di cuenta de lo mal que queda el mondongo ese extraño que tiene en la entrepierna y que te hace el mismo trasero que a un babuino. Lo que pasa es que el refuerzo ese es bueno para evitar el dolor de cu-cu que provoca el sillín al principio (y lo que no es el cu-cu, nena, que yo me sentí un poco mancillada…).
También son recomendables unas zapatillas de ciclismo porque sino te haces polvo los pies y “tu pedalada” (nunca pensé que diría esto) acaba como un churro. A mí me encantan mis zapatillas de Spinning porque ponértelas y sentirte Indurain es todo uno (que parece que van a aparecer dos macizas con sendos ramos de flores a acurrucarse bajo tus sobaqueras). Enganchar las calas en los pedales ya es más complicado, y sé que si tuviera que hacer eso en una bici de verdad en movimiento ya me habría matado treinta veces, pero molan.
Lo más curioso de la clase de Spinning son los monitores. Yo ya he tenido tres y cada uno tiene su estilo: está el buenorro con sus micrófono a lo Madonna y que se trae un portátil a la clase, Dios sabrá para qué, al que yo llamo la Ciber Águila de Toledo y que se monta la sesión como si fuera real y te cuenta hasta lo que vas viendo en las cunetas y al llegar al final se flipa y te pone sonido de aplausos y ovaciones…; está el más easy going que te da pocas indicaciones y te deja disfrutar de la música, aunque se pone un poco pesao con el tema de las pulsaciones (pero tío, ¿es que no sabes que yo no tengo corazón, que me lo dejé en la pista de baile?); y por último tenemos al show man que se tira toda la clase haciendo gracias y exigiendo la participación de la audiencia: me he reído, pero he acabado hasta los huevos de tener que sonreír todo el rato por pelotas a pesar de lo mucho que me ardían los muslos. Lo que tienen todos en común es que a partir de la segunda sesión se me acercan y me preguntan: ¿eres la hija de Harvey? (Es que Harvey es un ciclista de pro y además, asiduo de ese gimnasio. Que al principio notaba que me miraban los tíos y se sonreían entre ellos y yo toda rayada que no sabía si había ligao o se me había roto el culotte, hasta que le leí los labios a uno y decía: ¡Cómo se parece!).
El culote que os comentaba.
Luego están los compañeros. Imposible no fijarse porque hay espejos, no porque yo sea una mirona sin escrúpulos. Es curioso que hay varios estilos definidos: por un lado están los que al pedalear efectúan un acompasado balanceo con todo el cuerpo acompañado de un ligero cabeceo al lado contrario (tipo ave gallinácea) que resulta de lo más chulesco (ojo, porque al principio les ves y te partes el culotte, pero como no tengas cuidado se te acaba pegando y acaba toda la clase igual, así, en plan Fragel Rock); luego están las que brincan un montón (es que suelen ser chicas) sobre la bici. De hecho brincan tanto que me recuerdan a Sharon Stone a punto de sacar un picahielos….; y por último están los que casi no se mueven. Yo intento imitar este último estilo porque Harvey me dijo que así debe ser.
El Spinning es duro, pero luego llega la doble recompensa: en primer lugar ese punto en el que las endorfinas se empiezan a adueñar de tu cerebro y una placidez pasmosa asoma a tu cara en forma de estúpida sonrisa. Después, el momento ducha. Que digo yo una cosa, la gente ¿se cuece o se enriquece? Porque alucino con la temperatura a la que pone la gente el agua… Y una vez limpita, un poco de crema hidratante y salgo de allí fresquita y más suave que una malva. Os lo recomiendo plenamente. Vuestra salud mental y vuestro trasero os lo agradecerán.