Con esta adaptación faraónica del archipopular cómic de Hergé me ha pasado como con los mismísimos álbumes del historietista belga: que hay que reconocer que están muy bonitos, muy currados, hay aventura, misterio, Tintín es de lo más fabuloso… pero a mí, no me dicen gran cosa. Desde luego, si no fuera porque era lo único tolerado que había disponible en las salas, no se me habría ocurrido pasar a verla, pero tenía mono de cine y algo de tiempo y… bueno, pues supongo que ya tocaba la ración semestral (¿qué pasa? soy una chica…) de tiroteos, explosiones, persecuciones y testosterona en vena (nunca mejor dicho), pues eso…(lo que no me esperaba es encontrarme en el cine con el amigo J.C., que no sólo sospecho que es fan del rollo, sino que además hasta se parece un poco al protagonista… ;p)
De niña los tebeos de Tintín me daban más pereza que el reglamento del fútbol sala (me gustaban más Purita Campos para mi lado girly y Carlos Giménez para el otro, el que no sé muy bien cómo denominar), y sólo de bastante adulta (todo lo adulta que se puede ser pasados los treinta) me obligué a adentrarme en alguna de sus aventuras (de hecho me leí todas hasta llegar a ese sopor lunar que dicen es una de las mejores –que sí, que ya sé que son dos partes, pero no llegué a la segunda-, lo siento, si es así debe de ser que no lo pillo) por una mezcla de necesidad de cubrir una laguna de culturilla popular y de curiosidad por saber si el tema era tan “fascistoide” como se comentaba por los mentideros.
Mi conclusión fue que el tema no era para mí. Yo era, clarísimamente, una no-Tintinófila (la línea clara está muy bien, pero lo siento, yo soy más de Peter Bagge), aunque fuera capaz de apreciar el trabajo, sobre todo a nivel gráfico, que tenía ante mí. En cuanto a la ideología del autor, creo que se trata más de una mera “simplificación” de razas y nacionalidades muy común en su época que un racismo o xenofobia reales. De todas formas, creo recordar que todo el tema empezó a ganar puntos para mí a partir de la aparición del Capitán Haddock, que es un personaje muy divertido que rompía un poco la exasperante perfección del joven periodista o la imbecilidad patológica de Hernández y Fernández.
¿Un alcohólico con el Síndrome de Tourette? ¡Pues me pone todo!
Pero hablemos de la peli… Spielberg está empeñado en hacernos sentir el target de todas sus obras, ya sea él el director como en este caso, ya lo deje en manos de otros como pasaba con “Super 8” (sí, la vi, pero francamente no me apeteció comentar nada aunque ya os podéis imaginar lo que habría dicho: bla bla bla “Los Goonies”, bla bla bla “E.T.”. Tampoco es que haya mucho más que decir, es muy entretenida y tal pero es un déjà vu de los gordos para que treintañeros y cuarentañeros de pro se sientan rejuvenecer a base de referencias a aquella infancia feliz de bocatas de chorizo y Tang (y no sé si porque ya me pillan lejos aquellas meriendas o porque no está tan conseguida, me ha parecido mucho menos emocionante –en todos los sentidos del término-).
El hombre estaba con ganas de llevar a la gran pantalla las aventuras del reportero del tupé y por fin ha encontrado la tecnología para hacerlo como quería: jodiendo la estética de los cómics que, supuestamente, admiraba. Y no es que a mí me importe, pero la peli de este señor que se comió una paella con la Obregón tiene de línea clara lo que yo de monja clarisa: en realidad es bastante recargada y saturada y se nota a la legua que muchos planos están pensando más en las 3D que en su entintado pasado.
Por otra parte, es cierto que Spielberg le aporta a la historia toda la epicidad que se intuía en el cómic pero que se quedaba algo descafeinada antes de sustituir viñetas por fotogramas. En realidad la película me ha gustado, es trepidante (quizá demasiado, hasta me agotó un poco; si es que ya no estoy para esos trotes yo, que lo que me gusta que “trepide” son los diálogos), divertida (pocas risas se oyeron en la sala pero alguna hubo y más de tres o cuatro sonrisas cómplices) y desde luego no aburre. Por lo que se refiere a la tecnología, impresionante: la verdad es que no se puede poner pegas en ese sentido.
Y, sin embargo, yo no puedo calificarla más que de “pchi-pcha”. “El tesoro de Rackham el Rojo” creo que ya la veré en casita…
Hay días en los que parece que la vida te la está jugando: cuanto más te esfuerzas y más luchas por las cosas en las que crees, más se alejan de ti tus objetivos y peor te sale todo. Supongo que eso es porque vamos a contracorriente. Entonces hay que detenerse y dejar de buscar alrededor, simplemente sentarse y escuchar lo que el Universo trata de decirnos (no, no me refiero a esas voces que oyes en tu cabeza, eso es otra cosa… ;p).
El martes pasado estaba yo teniendo uno de esos días infames, uno de los que parece que van a terminar con mal sabor de boca porque te sientes al cincuenta por ciento culpable y víctima de todos tus infortunios. Me encontraba derrotada y triste. Pero se ve que algo/alguien allá por el limbo cósmico se sintió compasivo y quiso compartir conmigo “un momento”. Casi por casualidad me encontré con una película de esas que según las presenta la Cayetana Guillén Cuervo (utilizo el artículo determinado para demostraros “sutilmente” mis desdén hacia esa señora) piensas: “Uf, qué pereza me da… “: una peli mexicana (como si eso no fuera bastante rollo en sí mismo, que Dios me perdone…) de 1991 (pero con una ambientación que te hacía pensar que pretendía recrear los 60’ en los 80’) relacionada con un baile y una música que me eran por completo ajenos. Pero por suerte me dio tantísima pereza que ni siquiera tuve fuerzas para cambiar de canal. Me quedé allí, contemplando, al principio casi en estado comatoso…
La película empieza con un primer plano de los engalanados pies de una mujer (medias negras, sandalias plata inenarrables) para recorrer en plano-secuencia los del resto de bailarines en una sala deslizándose al ritmo del danzón de marras, una danza criolla de origen cubano y sensualidad y ritmo africanos pero que tiene mucho de tango. Os juro que desde el arranque de “Europa” de von Trier (qué casualidad, ambas son del mismo año…) no había presenciado nada tan hipnótico.
Si alguien sabe donde puedo hacerme con unas sandalias como estas, que me lo comunique a la mayor brevedad: se recompensará.
Y así dejo que me arrastre la marea y me cuelo en la vida de Julia (María Rojo: actriz prodigiosa, mujer de belleza fascinante), una telefonista del D.F. que ha criado a su hija sola, que empieza a dejar de ser joven y que vuelca todas sus ilusiones en el danzón. Por ello cuando desaparece Carmelo, su pareja de baile, no puede seguir con su vida y decide ir a Veracruz a buscarle. De esa forma comienza un viaje que la lleva a descubrirse a sí misma a través de unos personajes de una humanidad desbordante.
No os cuento más porque es mejor así: que la película os vaya llevando a terrenos totalmente desconocidos y que os sorprenda y, como dice un amigo mío, os pellizque el corazón. Sólo os diré que Julia deja de ser una mujer, se convierte en todas nosotras. Y la historia ya no es mexicana, o veracruzana o como puñetas se diga (carajo me importa): es absoluta y completamente universal. El momento deja de ser el que es: se torna intemporal. Es ayer, hoy y para siempre.
Una mujer: todas las mujeres.
Cinematográficamente es una película de una grandísima calidad. Me ha impresionado muchísimo (soy consciente del excesivo uso de superlativos, es que me ha gustado una barbaridad y no sé expresarlo de otra forma…) la puesta en escena de María Novaro (en el fondo y en la forma esto es un musical, y de los buenos: no, no todos los musicales son superficiales expresiones de alegría impostada; algunos son capaces de reflejar sentimientos humanos y verdaderos y mostrarnos todas esas cosas por las que la vida merece la pena, de esa forma en la que sólo la música puede), su sensibilidad, los muchos hallazgos de su mirada…
Pero además de todo ello, nos enseña el mundo femenino de una forma nueva y libre de estereotipos. Un soplo de aire fresco que abre de golpe una puerta por la que podemos escapar a aquellos que pretenden etiquetarnos, clasificarnos, encasillarnos y así, bien empaquetaditas y envueltitas para regalo, hacernos suyas. Las mujeres somos y debemos ser libres para soñar nuestras vidas. Para perseguirlas y para arriesgarnos a encontrarnos con el éxito o con el fracaso porque, en este trayecto poco importa llegar a buen o mal puerto, lo que realmente cuenta es el camino. El tuyo.
Buen viaje!
[La verdad es que no sé si es fácil o difícil hacerse con una copia de este film, considerado el número 45# en la lista de las 100 mejores películas del (para mi gusto) excesivamente melodramático cine mexicano (no, a mí esto tampoco me dice gran cosa, sobre todo porque entre las diez primeras hay tres de Buñuel… ), pero aunque no sea la mejor manera de disfrutarlo, aquí tenéis un link a la película. Como amiga, os la recomiendo: yo pienso volver a ella cada vez que necesite quitarme ese regusto amargo que a veces la vida se empeña en dejarnos.]
Aviso: Me ha quedado una entrada muy “girly”. A los tíos igual les horroriza pero oye, es lo que tocaba hoy… Por cierto, las pin-ups son todas del increíble pintor e ilustrador Gil Elvgren (sólo espero que sus herederos no me denuncien!!)
Todas las tías a partir de “cierta” edad estamos de acuerdo en que ahora nos gustamos mucho más que cuando éramos más jóvenes. Supongo que es una cuestión de confianza, de seguridad en una misma una vez aceptados tus defectos y tus virtudes. Te conoces más a ti misma, ya no te flagelas tanto, dejas de pensar que los demás son mejores y más felices porque ya sabes que están tan jodidos como tú, etc.
Pero hay otro factor importante en el hecho de gustarse más y estar más a gusto con una misma: Y es que con el tiempo se descubre el aparentemente insondable secreto oculto tras esa expresión tan de madre como es lo de ”sacarse partido”. Aprendes (a base de prueba y error, claro, que los estilistas son muy caros) a usar aquello que te sienta bien, o por lo menos a desechar todo lo que exacerba las taras genéticas que te han sido legadas.
He aquí diez de los más habituales fallos que comenten algunas mujeres durante su juventud (y otras toda la vida, que hay cada espantajo suelto que es de no creer…):
1. Creer que la juventud durará por siempre y no cuidar su cutis (otro palabro del Antiguo Régimen…): Dejemos las cosas claras: no utilizar crema hidratante es absolutamente Neanderthal! Incluso si eres un hombre, ¿o es que los hombres no tienen piel?? ¿Es que están lacados o qué?
Yo no soy de las que se gastan un pastizal el productos de marca, de hecho tengo una amiga que se burla de mis cremas de supermercado, pero un mínimo es necesario: limpiadora, tónico, hidratante (y un sérum, claro), nutritiva, contorno de ojos y exfoliante. De esto al bótox no hay más que un paso. [Que digo yo que a ver cuando lo subvenciona la Seguridad Social, coño, que la edad media de los españoles está subiendo y tal y como están las cosas no es país para viejos…]
Y ya puestos: una limpieza facial de vez en cuando tampoco mata a nadie, que hay algunos que se pasean por la vida con unos puntos negros del tamaño de los Túneles del Pardo que parece que se piensan que son talismanes y que si se los quitan les atacarán los vampiros…
2. Confiar demasiado en “tu belleza natural” y no maquilarse: Mira, no hay que confiar en la Naturaleza. La Naturaleza es una hija de puta que crea gente con joroba así que no seamos inocentes. Busca una buena base de maquillaje que vaya con tu tono de piel y embadúrnate con ella como si no hubiera un mañana porque, ¡sorpresa!, no hay un mañana: sólo hay un hoy (bueno, uno al día, se entiende…) y más vale que estés mona por si llega La Oportunidad, porque eso de que “la suerte de la fea la guapa la desea” es un cuento chino filipino.
Y en cuanto a lo demás, no soy de las que se pintan los labios para sacar la basura, pero, por Dios, con ponerse un poco de rímel, colorete y brillo se deja de ser una seglar predicando la palabra del Señor para convertirse en una chica con potencial sexy. Y eso… no tiene precio, amigos!
Además, es que no hemos visto ya suficientes fotos de famosas sin maquillar???!!!!
3. Dejarse las cejas en plan “wild style”: No, no, no, no, no. Llevar un gato acostao entre las piernas es mucho menos delito que eso!!! No me malinterpretéis, no estoy predicando el rollito cejas-hilo: personalmente tengo unas cejas pobladas y estaría ridícula si me las depilara a lo Gloria Swanson, pero las cejas son el marco de la cara y han de estar definidas y libres de pelos superfluos.
Lo considero tan importante que la Guardia Civil debería hacer controles de cejas en las rotondas los sábados por la noche. Claro que no pillarían nada porque las tías que andan sueltan los sábados por la noche llevan las cejas brasileñas… Deberían pasarse mejor por los sofás donde se apoltronan las cuarentonas de este país, que todavía se piensan que sus cejas a lo Madonna-Who’s-That-Girl?-(pues-Madonna-ya-te-lo-he-dicho…) les hacen parecerse a Jennifer Conelly cuando en realidad se parecen al bisoñé de Sean Connery.
Ojo: Mi bigote ni tocarlo, que me gusta tenerlo así, largo y rubio a lo Schuster, por si alguna vez empieza a llevarse el look Frida Khalo y entonces me partiré la caja a costa de todas esas tías con el labio calvo a golpe de láser.
4. Ir todo el verano disimulando y no hacerse la pedicura (como si colara…): A pesar de lo que piensen los fetichistas de los pies, nuestras extremidades inferiores son más bien feas. Y no hay forma más cutre de fastidiar unas sandalias monísimas que con las uñas al natural.
Sólo está permitido ir con las uñas de los pies sin pintar si eres militante de Batasuna o una lesbiana con permiso de conducir clase D. En los dos casos lo puedes acompañar de un peinado mullet y en lugar de bolso llevar una mochila North Face…. Un horror.
[Sólo espero que no me seáis gilipollas y me acuséis de ófoba (sí, ahora se dice así, ¿qué pasa?) por el comentario anterior, porque como me ponga en plan lesbiano-que-lo-flipas me lio a partir caras y no me gana nadie.]
Otra cosa importante es pasarse de vez en cuando una piedra pómez por los talones y ponerse una cremita, que ahora las hay bien buenas, que eliminan las grietas. Porque ¿qué chica que se precie quiere tener las plantas de los pies como Mowgli el del Libro de la Selva, por el amor de Dios???
5. Ser tan ilusa como para pensar que puedes cortarte tu propio pelo: No sé qué nos da a las tías de repente una tarde de domingo de esas en las que medio estamos aburridas, medio sabemos que tenemos unos pelos fatales, que cogemos unas tijeras y empezamos a experimentar. No, si en nuestra cabeza la idea de lo que queremos está clarísima, pero es como si nos pusiéramos a diseñar nuestra casa cuando no tenemos ni idea de arquitectura (que también lo he hecho, no sé vosotras…): que la cosa no se sostiene por ningún lado y acabas reclamando a gritos que se impongan por decreto las peluquerías de guardia.
En mi caso fue en 1997. Me hice una coleta lo más alta que pude y corté al ras de la goma con la que la sujetaba. El resultado fueron unas capas ochentiles más cutres que la madre que las parió, parecía una gruppie alcarreña de los Europe. El caso es que me quedé encantada y salí a la calle toda feliz a que me vieran mis amigos. Hasta que mi hermano me dijo: “No entiendo ese corte de pelo.” Joder, pues para mí el mensaje estaba claro: soy super creativa y mazo grunge!!
La importancia de un buen corte de pelo es imponderable: no sólo estaréis guapas y pulcras sino que tardareis menos en peinaros, os lo digo yo. Así que dejaos de experimentos e invertid en vuestras cabezas.
Atención, peligro de muerte!!!: Dejarse las canas sin teñir no es nada guay a no ser que seáis una sueca ex modelo que vive diseñando bolsos en Ibiza amancebada con un gurú del peyote, anormales!!
6. Prescindir del sujetador, cualquiera que sea la razón por la que se haga: La importancia de llevar un buen brasier debería ser inculcada desde la tierna infancia en el Kindergarten (y a los niños enseñarles a desabrocharlos, que algunos parecen Houdini forcejeando de mala manera…Yo creo que a los tíos se les daría mejor desabrochar sostenes si llevaran tornillos e hiciera falta una llave Allen), para que a ninguna le pase como a mí: que he descubierto mi talla de sujetador a los treinta y tantos…
En mi adolescencia no me hacía falta, a los 20 no lo llevaba por pereza (y por un pseudo orgullo de amazona de las llanuras) y a los treinta descubrí el Wonderbra: la madre de todos los descubrimientos, la quintaesencia de los postizos, el amigo de las planas… mi salvador!!!
Con la llegada de los push ups y (ahora que no nos oyen ellos) hasta de esas almohadillas de silicona que han desbancado para siempre a los calcetines enrollaos, las mujeres que no hemos sido agraciadas con imponentes mamellas podemos llevar escotes y escuchar el, hasta ahora improbable piropo, “las tienes muy bien puestas” (inocentes…).
7. Esto parece una tontería pero no lo es: No llevar pendientes: Los pendientes, sean del tipo que sean (aunque yo los prefiero pequeños y discretos aunque con una moderada cantidad de brilli-brilli), iluminan la cara y siempre hacen más guapa y femenina (bueno, siempre que sean de buen gusto y de una cierta calidad para evitar que se os pongan las orejas verdes).
En mi opinión, tampoco hay que pasarse y creerse que todo el monte es orégano y acabar poniéndose pendientes hasta en el titi, porque lo poco gusta y lo mucho cansa, pero eso ya es una opción personal y yo para ciertas cosas soy muy clásica…
8. Creerse por encima del bien y del mal eludiendo los tacones: Si hay una regla mandatory en este decálogo, es ésta. No es de recibo, sobre todo si no tienes unas piernas que te lleguen a los sobacos o en determinadas circunstancias de la vida social, el hecho de presentarse con la estatura que consta en tu hoja de reclutamiento.
Por ejemplo, a una boda. Hay una regla no escrita que dice que si vas a una boda sin llevar unos zapatos de tacón que te produzcan un dolor rayano en la tortura sufrirás alguna clase de maldición, no sé, como que te agarre el padrino borracho con un repugnante puro baboseado en la boca y te obligue a bailar Paquito El Chocolatero all over the place mientras tú no te das cuenta de que al muy capullo se le ha enganchado un gemelo (claro, como no está acostumbrao…) en tu falda y estás enseñando la braga-faja a todos tus primos segundos los del pueblo de tu padre (no digo que me haya pasado a mí porque yo ya sabéis que sólo enseño el culo en la oficina).
El tacón no sólo estiliza la pierna (esencial para las que “disfrutamos” de unas pantorrillas, digamos, poderosas) sino que también realza el trasero y, por descontado, cualquier prenda de ropa luce más (¿no os he contado ya la vez que estuve a punto de ponerme las mallas de spinning con unos taconazos que tengo a lo Betty Page? Fue un impulso casi irrefrenable, pero lo refrené).
9. Seguir las modas no matter what y no crearse un estilo personal: Con el tema de la ropa hay que encontrar un término medio entre pasar tanto de la moda que parezca que has estado haciendo de extra en Cuéntame o ser tan fashion victim que acabes por perder tu propia personalidad.
Es importante que te pongas aquellas cosas que te sienten bien y no te cuelgues el rabo de un borrico sólo porque Rihanna ha decidido (en un pedo de champán que se pilló la última vez que estuvo en Barbados fardando de su fama y su pasta delante de sus amigas las que no han triunfado) que esta temporada se van a llevar mogollón los complementos a base de piel de asno (y en H&M hayan llenado ya sus estanterías de sucedáneos horripilantes para chonis poligoneras de baja estofa, para horror de las empleadas del lugar que tienen que convivir con semejantes engendros).
[Aunque también tengo que decir que, disponer de alguna de esas prendas que se compraría Christina Aguilera si fuera cajera del Día, es un capricho que no debe faltar en tu fondo de armario por si la situación lo requiere, que una nunca sabe cuando tendrá que ir a una sesión de DJ Tiesto].
Una vez que tengas tu propio estilo, adopta aquellas prendas que, siendo tendencia, no desentonen con él. Vamos, que adaptes la moda a ti y no te adaptes tú a la moda. Y sobre todo, vístete, no te disfraces!
Otro error de juventud es vestirse como los tíos. No hace falta ser Barney Stinson para saber que eso no funciona para nada. A los únicos tíos que les ponen las personas que van como ellos es a los gays!! Así que olvídate de esos vaqueros baggy (a no ser que estén especialmente diseñados para chicas) y las camisetas holgadas porque lo que triunfa es precisamente todo aquello que “marque las diferencias”, es decir: pecho, cintura, cadera. Y eso es así.
10. No ser vosotras mismas (pero en versión customizada): Ahora es cuando toca decir que lo importante está en el interior, y que si, a pesar de todo lo anterior, no habéis cultivado una personalidad interesante y en el fondo tenéis el encefalograma plano, vuestro esfuerzo será en vano. Pero tampoco es que me lo crea yo mucho esto…
En cualquier caso, llegadas a ese “cierto” momento de vuestras vidas, os será más fácil gustaros “tal y como sois”: ni más delgadas, ni más listas, ni más jóvenes. Es lo bueno que tiene la edad!
Perdonad que empiece con un topicazo, pero parafraseando la propia peli sobre la que quiero hablar, “a veces un tópico es la mejor manera de explicar algo”.
Sí, queridos, sí. Por fin Woody Allen ha vuelto a hacer una de “sus películas”. Una de las que me gustan. Y realmente no me había dado cuenta de lo mucho que lo echaba de menos… Por fin nos permite volver a su Manhattan del alma, con su personaje hipocondríaco, neurótico, depresivo, corrosivo, sarcástico y misántropo. Obsesionado con la enfermedad, la muerte, la fugacidad de la vida y del amor, la religión, el sexo… Sí, y ya sé que esto es lo que hace que muchos detesten su cine, bueno, qué le vamos a hacer: yo lo siento por ellos!
Esta vez su alter ego es Larry David, el cómico co-creador de la inimaginablemente perfecta “Seindfeld”. Interpreta a Boris Yelnikoff, un brillante físico sesentón que lo ha abandonado todo y que posee una particular filosofía de la vida: todo sirve si nos funciona, es decir, si nos aporta un poco de felicidad y alegría, teniendo en cuenta el sinsentido que supone la vida misma y el hecho de que todos dejaremos de existir tarde o temprano y con ello, nuestros anhelos y frustraciones.
La bata: el uniforme de aquellos a los que todo les da igual. Sólo hay que preocuparse cuando pretendan ir con ella puesta a la ópera…
El azar (me cago en su puta madre, por cierto…) le hace conocer a Melodie (Evan Rachel Wood, que no sabía yo que es la ex de Marilyn Manson y que protagonizaron juntos este polémico video…), una jovencita sureña tan atractiva como simplona, con la que entabla una relación típica de las pelis del neoyorquino (muy Allen todo, como diría Caótico). Los padres de la joven (Patricia Clarkson en el papel de la madre parece que ha nacido para ser un personaje de Allen) acabarán llegando a Nueva York en su busca pero en realidad se encontrarán a ellos mismos.
Por suerte para las mujeres como yo, no faltan los hombres como él…
No me ha sorprendido descubrir que el guión de esta película estaba escrito desde 1977 porque está totalmente en la onda de “Annie Hall” o “Manhattan” (pero sin la pesada de Diane Keaton, lo que es muy de agradecer…): esos parlamentos a cámara (habrá quien los encuentre cargantes pero a mí me encantan), las relaciones asimétricas, los personajes siempre relacionados con la intelectualidad, las galerías de arte, las situaciones improbables a ritmo de jazz… Pero sobre todo los hilarantes diálogos. Especialmente las frases que Allen le reserva un Larry David que me ha matado de la risa levantándose de madrugada al grito de: “¡Horror, horror!”. Y esa forma de insultar… desde luego es muy inspirador.
Y ¿el mensaje? Pues que ser un genio con una visión global suele dar muchas ganas de suicidarse así que somos afortunados de no ser tan listos y que hagamos todo cuanto podamos mientras podamos si la cosa funciona…
Fascinada me hayo después de haber disfrutado de este rockumentary sobre el bajista y fundador de la banda Motörhead, también conocido como El Dios del Rock’n’Roll, ahí es nada…
Este verano tuve el privilegio de verle en directo en el concierto que dieron en Leganés y ya entonces os conté cómo me impactó, incluso en la distancia, por su personalidad y su carisma además de por la música que hace.
En esta película nos acercamos a la vida del inglés, leyenda viva del rock, Ian Fraser Kilmister, que hace ya tiempo que pasó a la historia con el sobrenombre de “Lemmy”. Dónde y cómo vive cuando no está de gira (una vida bastante white trash en un piso de alquiler de 900 pavos al mes atestado de trastos –o tesoros, según se mire- a pocas manzanas de Sunset Boulevard -sí, claro, en L.A.-); lo que piensa sobre la vida, el amor, las drogas, el rock, etc.
Sin reventaros toda la peli (ésta no os la recomiendo, ésta la tenéis que ver aunque no os interese el heavy metal ya que, no sólo Lemmy trasciende a la propia música, sino que es realmente divertida e interesante…) os diré que me ha impresionado especialmente el saber cómo le influyó definitivamente el abandono por parte de un padre al que ni siquiera conoció. Me ha encantado oírle decir que “los duros” eran los Beatles y “las nenazas” los Stones (yo siempre lo he pensado pero ahora que tengo los argumentos de toda una autoridad –no os olvidéis que este señor se acuerda de cuándo no existía el rock’n’roll- no dejaré de proclamarlo…).
Me ha divertido mucho verle explicar que, si es un nazi (cosa de la que se le acusa por ser un fanático de su iconografía y estilismos –y quien le culpa, los nazis serían lo que fueran pero sabían vestir-), debe de ser el peor fucking nazi de la historia (habida cuenta de las novias negras que ha tenido, entre otras cosas…). Me ha conmovido su manera de contar cómo fue expulsado de los Hawkwind y decir con gran nostalgia que esa era la banda con la que le hubiera gustado tocar toda su vida… (eso por no hablar de cuando nos relata la historia de su primer y único gran amor).
Y es que Lemmy es un romántico, sin lugar a dudas. Es la autenticidad personificada, “un hombre de verdad”, el rock en estado puro. Destila tanta clase como whiskey y su carisma no tiene parangón. No es de extrañar que todos los que tienen algo que decir en la escena rock actual (desde Alice Cooper hasta James Hetfield, de Jarvis Cocker a David Grohl pasando por Slash -joder, si hasta el mismísimo Príncipe de las Tinieblas le tiene por ser de otro mundo por su aguante con la bebida…-) le rindan pleitesía y hablen de él tan bien que uno se podría pensar que ya está entrando en el Walhalla.
Muy al principio del documental veréis a Kat Von D. (la preciosa y talentosa tatuadora de Miami Ink y L.A. Ink) decir algo así como que Lemmy es su prototipo de hombre ideal. Sí, yo también me reí. Al acabar la película ya no me reía tanto. Mucho me temo que Lemmy es la clase de hombre que nos gusta a todas. Otra cosa es que lo podamos atrapar!
Con este post sólo quiero asegurarme de que ninguno os perdéis este documental que emitieron anoche en la 2 (bueno, que lo veáis si queréis, pero que si no lo habíais descubierto, que lo podáis ver).
Es una revisión estupenda de este interesantísimo periodo de nuestra historia que algunos no tuvimos la oportunidad de vivir por ser demasiado jóvenes, ains… Aunque ya se haya hablado hasta la saciedad de este rompedor momento social y cultural que comienza en Madrid pero al que se une España entera, siempre quedarán cosas por decir y yo, personalmente, he descubierto muchas.
Allá va una nueva entrega de búsquedas absurdas en Google que hacen llegar a los incautos hasta este blog, a mayor gloria del número de visitas (modesto aún así, tengo que pensar en alguna trampa…).
Empecemos:
“a mira yo soy la q susurraba a las cabras”: es un detalle que lo hayas confesado…
“como ablo el camboiano”: pues como lo hables como el castellano, ya te digo yo que de culo!
“beso verdad o atrevimiento”: beso, beso, de todas todas…
“no metas la pata”: me parece que ya es tarde, haber avisado antes, hombre!
“como empieza la sarna”: con picores?
“como espantar a una vieja petarda”: hablando de la sarna?
“concierto del sabado en la cubierta yo estube”: está guay, porque Google está linkeado con tus recuerdos y con eso ya le vale para darte lo que buscas… ¡flipao!
“cerveza sudadita”: qué cosa tan asquerosita!
“coomo hacel el amor unapetarda”: te lo voy a decir por ser tú, verás…
“donde puedo ver gigli (2003) de martin brest”: pues en las peores pantallas, que es un horror!!
“gente famosa que vive en san fernando de henares”: pues…. estoy yo! XD
“la amargura que me dejo tu amor”: pues ya lo siento…
“madonna guarrona”: ya estamos faltandooooooooo
“que medicamento hizo mella en axl rose?”: y hablando de faltar…
“rossy de palma no es fea solo su nariz”: en cambio éste, todo son cumplidos!
“las excusas de mario vaquerizo para beber cerveza”: pues básicamente existir, porque el tío se pone tierno mañana y noche…
“tengo pickwick como lo curo”: va a ser que yo también!! XD
“nena poltergeist hoy”: pobrecica, algo estropeada debe de estar…
“película q un niño se convierte en enano x culpa de una hierba”: una hierba? deja tú la hierba y verás que bien!
“el 7 del 007 con licencia para matar”: oye, pues me pica la curiosidad…
“en q cuadro hay mas personas ,nacimiento venus o jardin delicias”: no era más fácil buscarlos y contarlas tú??
“ya sabia yo, ya sabia q esto iba a ser un problema. –entonces si ya sabias.”: muy inquietanteeeeeeeee
“yo no prometo nada”: ni yo, ni yo…
Os cuento que sigo teniendo muchas visitas relacionadas con “Canción de Hielo y Fuego”, la mayoría normales, algunas tan delirantes como estas:
“amor de Jon Nieve”: sí, es la clase de tatuaje taleguero que se lleva por Westeros…
“cabalgara brandon stark un dragon”: eso sólo lo sabe R.R. Martín, pero si queréis hacer una porra, yo apuesto a que sí!
“dale al play game of thrones escenas lesbicas”: no sé de qué me extraño, la verdad…
“el niño de coca cola targaryen”: esto sí que me ha matao!
“fotos desnudos masculinos trono de hierro”: uy, con lo frío que debe de estar…
“que quiere decir “no sabes nada jon nieve” juego de tronos”: que algún desaprensivo te va a spoilear, es lo que suele ocurrir…
“sandor esta enamorado de sansa”: yo también lo creo, amiga Sagitario ^_^
“soy un stark o targaryen”: qué disyuntiva, verdad?
He dejado para el final a los pervertidos, porque dan cosica y, como algunas cosas me han parecido un poco fuertes y además me da miedo que si las incluyo en mi blog esto atraiga nuevas búsquedas de perturbados, lo pongo en un documento aparte y así el que quiera lo lee.
Lo bueno de llevar (entre otras muchas cosas, claro) la relación con proveedores en una agencia de viajes es que, además de que recibes un montón de pequeños “sobornos” (no os emocionéis, me refiero a regalitos en forma de merchandising de las aerolíneas o las cadenas hoteleras e invitaciones a desayunar o comer con la excusa de mostrarte un hotel, etc.) es que te invitan a eventos que algunas veces resultan muy interesantes.
El jueves por la noche pudimos asistir a uno de ellos en el hotel Meliá Castilla. Tras la parte rollo de autobombo de los organizadores, disfrutamos de un cóctel de esos de ponerse morado de paella, canapés, cervecitas y pasteles y para culminar la noche, pasamos al auditorio que tiene el hotel para presenciar este espectáculo de percusión que nos dejó sorprendidos.
TOOM PAK es un grupo de fanáticos de la percusión capaces de hacer música con elementos reciclados como bolsas, botellas, cubos, llantas de coche, tubos… También utilizan balones, radiales y, por supuesto, sus propios cuerpos y los de los espectadores a los que animan a participar.
El espectáculo, basado en el ritmo, no sólo es sorprendente por la variedad de sonidos que llegan a conseguir (con deciros que tocan el “Misirlou” de Dick Dale& His Del Tones, de la banda sonora de “Pulp Fiction” y hasta un homenaje a Michel Jackson se marcan los tíos…) y muy ameno ya que, a pesar de lo que se pudiera pensar, en ningún momento se hace monótono o repetitivo; sino que además es tremendamente divertido por la forma en que los integrantes del grupo utilizan siempre el sentido del humor y están provistos de una energía desbordante.
Desde luego os lo recomiendo y si tenéis la oportunidad de acudir a uno de sus espectáculos seguro que pasaréis un rato estupendo disfrutando de la música de una forma diferente.
Ya sabéis que Terrence Malick es un director de culto. Con sólo seis películas en su filmografía ya ha conseguido los más prestigiosos galardones y su cine tiene una reputación de obra de autor profunda y hermética. Pero vamos, que a mí no me la da. Sus historias no me parecen nunca tan profundas como las pinta y su formas me resultan espesas y retorcidas. Total, que desde mi punto de vista es un tío que aburre a las ovejas y epata a los snobs (y lo digo como Oveja Snob que soy, claro).
Con su nueva obra ya se lleva la palma, y nunca mejor dicho teniendo en cuenta que en Cannes triunfó por todo lo alto. No obstante, creo firmemente (y muchos están de acuerdo por lo que parece, así que hay gran división de opiniones) que está película no sólo es pretenciosa y grandilocuente sino que se trata de un ejercicio masturbatorio en toda regla para orgasmo de sus fans y de todos aquellos que van al cine a comprobar lo listos que son y a regodearse en su extremada sensibilidad (y que conste que sé de lo que hablo porque yo soy una de ellas, aunque no comulgue con el rollo del Texano).
Mi amiga Perse dice en su post sobre esta peli: “Ni voy a entrar a decir si es pretenciosa o no, por que esto solo es mi opinión”. Pues yo sí que lo digo. La peli es pretenciosa a más no poder. Y la pretenciosidad (aunque sea sublime, como en este caso) es un hecho objetivo y es nuestra percepción sobre ella la que es subjetiva y por lo tanto, opinable. Estas son las razones con las que argumento mi premisa.
1. El título (y el tema, por extensión): ¿El árbol de la vida? Pero por el amor de Dios, ¿es que puede haber algo más pretencioso que querer, con una película, captar la esencia misma de la vida? Ya en su día cuando me enteré de cómo había denominado Malick a su nueva peli empecé a resoplar, y no he parado hasta hoy. De hecho, cada vez que pienso o digo “El árbol de la vida”, lo acompaño de un resoplido con los ojos entornados a lo Belén Esteban y de un movimiento de negación con la cabeza.
“La iba a titular El sentido de la vida pero se me adelantaron los Monty Python, esos bastardos…”
[Por supuesto, considero que el cine puede captar la esencia misma de la vida, pero el hecho de plantearlo de manera tan expresa como lo hace Malick, como si al comprar una entrada para ver su película nos hubiéramos armado con la piedra filosofal, es una prueba de pretenciosidad mayúscula.]
2. El guión y la historia: Lo de empezar con una cita bíblica de Job es una provocación en toda regla teniendo en cuenta que nos esperan dos horas y pico de imágenes inconexas de un preciosismo vacuo y de silencios recargados. Terrence, si es que me lo pones a huevo…
Nos cuenta la historia de una familia desde el punto de vista del hijo mayor, comenzando con la muerte de su hermano cuando éste cuenta sólo 19 años de edad. Y entonces es como cuando estás contando una anécdota y dices: “Espera, espera… Voy a empezar desde el principio”. Sólo que Malick lo hace literalmente y se remonta A LA CREACIÓN DEL UNIVERSO!!! Yo creo que lo único que hubiera superado a esto en pretensión es poner una entrevista de Dios. Aunque no descartéis que aparezcan sus comentarios en la versión en Blue Ray… Todo esto convierte la película en una enorme sinécdoque al intentar contarnos, sin ningún disimulo, la parte por el todo.
“Esto no se sabe qué es, pero si lo miras fijamente se te queda impregnada en la retina una idea de infinitud de lo más trascendente”.
Después de un rato interminable de imágenes (espectaculares, eso sí) a lo “National Geographic meets IMAX”, llegamos al origen y evolución de esta familia formada por un padre autoritario y violento de esos de “haz lo que yo digo y no lo que yo hago” (Brad Pitt), una madre comprensiva, paciente y cariñosa (Jessica Chastain) y sus tres hijos varones.
No os creáis que porque no me haya gustado la película no he captado la metáfora: el padre simboliza a ese Dios implacable y cruel de la tradición judía del Antiguo Testamento y la madre es la Diosa Naturaleza, siempre justa y amorosa, el Dios cristiano que nos vendieron reformadito en el Nuevo Testamento.
Y es que a este Malick me parece que le pasa como a Almodóvar, que los curas lo debieron de dejar hecho polvo porque nos encontramos por todas partes, y de manera asfixiante, esa idea de la culpa tan judeo-cristiana que, a los que no hemos sufrido una educación religiosa, nos da hasta algo de risa. Y el hecho de sentirse culpable de existir no le da derecho a soltarnos un sermón de dos horas que parece una Atalaya filmada o un examen de la Universidad Pontificia.
3. La puesta en escena: Esto es lo más pretencioso de todo. Planos rupturistas que se pasan el rácord por el Arco del Triunfo (y hasta por la Victoria de Samotracia), un montaje absolutamente exasperante y una voz en off de las que cabrean (media peli me he pasado con los ojos en blanco, no digo más…), todo ello unido a las imágenes ultra poéticas (que yo compararía con un Góngora pero en HD, y habiendo yo sido siempre mucho más de Quevedo, pues ya me diréis…) acompañadas de música clásica nos envían un mensaje claro (o al menos a mí es el que me ha llegado): soy el Picasso del cine.
Y es que es cierto que esto no es una película, en realidad, es cine abstracto y/o surrealista. Recuerda mucho al Buñuel&Dalí de “Un perro andaluz” mezclado con los peores defectos (vaaaaaaaale, y alguna de sus virtudes…) de “2001: Una Odisea en el espacio” y sazonado con un poquito de la inquietante demencia onírica lynchiana para terminar de elaborar este indigesto pastel.
Luego le ha metido unas cortinillas con unos planos de una llamita o fuego fatuo para separar las partes que, no sé porqué, me han hecho pensar en la cunita de “Intolerancia” de Griffith y, espero que sean imaginaciones mías, porque el asunto me ha sentado fatal…
4. Las interpretaciones: a Brad Pitt no sé quien le habrá engañado, pero últimamente le ha dado por querer convertirse en un nuevo Brando o algo así (pretensión, pretensión, pretensión) y en este trabajo concretamente (y como en la espantosa –con sus momentos- “Inglorious Basterds”) está fatal: sigue poniendo esa cara con la que ya me horrorizó en la peli de Tarantino. Jessica Chastain me ha gustado más, aunque es verdad que está como ida (tampoco me extraña, debía de estar flipándolo en el rodaje con todo aquello…).
Pero lo que Malick ha hecho con Sean Penn no tiene nombre. Bueno, sí lo tiene: gran putada. O sea, me coges a uno de los mejores ACTORES del momento, me lo pones trajeado por un pedregal y le haces decir cuatro frases con cara de haba en una secuencia que parece fusilada del momento LSD de “Easy Rider”; luego cuatro frases más en off y te quedas tan fresco. No me extraña que el ex de Madonna esté algo decepcionado con el resultado…
Como imagen del infierno existencial me parece algo obvia, pero claro, qué sé yo de cine (y menos aún de la vida)…
5. El final y el mensaje: EN ESTE CASO PUEDE HABER ALGUN SPOILER (aunque no será grave ya que la peli no termina de contar absolutamente nada…).
Con una secuencia que parece inspirada en los criticados finales de “Lost” o “The Lovely Bones”, en una playa a lo “Inception” (pero infinitamente menos emotivo que ésta última; de hecho a mí “El árbol de la vida” no sólo no me ha arrancado ninguna lágrima sino que ni siquiera ha estado cerca de conseguirlo), y con un concepto más cercano a un anuncio de seguros de vida (el Hombre Tecnológico dixit), el final es una delirante pantomima más vista que el TBO en la que vuelve a subrayar el mensaje explícito de la película: Que la vida es dura y bella a la vez (aunque sigamos sin entender porqué hay niños con infancias infelices y padres que sobreviven a sus hijos). Pero no creo que para descubrir eso, que todos sabemos, haya que perder dos horas de tu vida con un ejercicio artístico que, si bien tiene momentos hermosos y alguna escena interesante (que conste que me ha gustado muchísimo la del ahogamiento, por ejemplo; también me ha intrigado sobremanera ese momento en que una silla se mueve sola, si alguien lo entiende que me lo explique, por favor!!!), peca demasiado de querer ser trascendente y que me ha resultado mortalmente aburrida.
Aunque una cosa es cierta: después de esas más de dos horas apreciarás mucho más la vida y tu libertad.
Según Virginia Woolf, una mujer que quisiera escribir ficción necesitaría dinero y una habitación propia. Esto no va a dar dinero, pero tiene que servir como habitación...