Cosas de chicas

Gil Elvgren

Aviso: Me ha quedado una entrada muy “girly”. A los tíos igual les horroriza pero oye, es lo que tocaba hoy… Por cierto, las pin-ups son todas del increíble pintor e ilustrador Gil Elvgren (sólo espero que sus herederos no me denuncien!!)

Todas las tías a partir de “cierta” edad estamos de acuerdo en que ahora nos gustamos mucho más que cuando éramos más jóvenes. Supongo que es una cuestión de confianza, de seguridad en una misma una vez aceptados tus defectos y tus virtudes. Te conoces más a ti misma, ya no te flagelas tanto, dejas de pensar que los demás son mejores y más felices porque ya sabes que están tan jodidos como tú, etc.

Pero hay otro factor importante en el hecho de gustarse más y estar más a gusto con una misma: Y es que con el tiempo se descubre el aparentemente insondable secreto oculto tras esa expresión tan de madre como es lo de ”sacarse partido”. Aprendes (a base de prueba y error, claro, que los estilistas son muy caros) a usar aquello que te sienta bien, o por lo menos a desechar todo lo que exacerba las taras genéticas que te han sido legadas.

He aquí diez de los más habituales fallos que comenten algunas mujeres durante su juventud (y otras toda la vida, que hay cada espantajo suelto que es de no creer…):

1. Creer que la juventud durará por siempre y no cuidar su cutis (otro palabro del Antiguo Régimen…): Dejemos las cosas claras: no utilizar crema hidratante es absolutamente Neanderthal! Incluso si eres un hombre, ¿o es que los hombres no tienen piel?? ¿Es que están lacados o qué?

Yo no soy de las que se gastan un pastizal el productos de marca, de hecho tengo una amiga que se burla de mis cremas de supermercado, pero un mínimo es necesario: limpiadora, tónico, hidratante (y un sérum, claro), nutritiva, contorno de ojos y exfoliante. De esto al bótox no hay más que un paso. [Que digo yo que a ver cuando lo subvenciona la Seguridad Social, coño, que la edad media de los españoles está subiendo y tal y como están las cosas no es país para viejos…]

Y ya puestos: una limpieza facial de vez en cuando tampoco mata a nadie, que hay algunos que se pasean por la vida con unos puntos negros del tamaño de los Túneles del Pardo que parece que se piensan que son talismanes y que si se los quitan les atacarán los vampiros…

2. Confiar demasiado en “tu belleza natural” y no maquilarse: Mira, no hay que confiar en la Naturaleza. La Naturaleza es una hija de puta que crea gente con joroba así que no seamos inocentes. Busca una buena base de maquillaje que vaya con tu tono de piel y embadúrnate con ella como si no hubiera un mañana porque, ¡sorpresa!, no hay un mañana: sólo hay un hoy (bueno, uno al día, se entiende…) y más vale que estés mona por si llega La Oportunidad, porque eso de que “la suerte de la fea la guapa la desea” es un cuento chino filipino.

Lipstick

Y en cuanto a lo demás, no soy de las que se pintan los labios para sacar la basura, pero, por Dios, con ponerse un poco de rímel, colorete y brillo se deja de ser una seglar predicando la palabra del Señor para convertirse en una chica con potencial sexy. Y eso… no tiene precio, amigos!

Además, es que no hemos visto ya suficientes fotos de famosas sin maquillar???!!!!

3. Dejarse las cejas en plan “wild style”: No, no, no, no, no. Llevar un gato acostao entre las piernas es mucho menos delito que eso!!! No me malinterpretéis, no estoy predicando el rollito cejas-hilo: personalmente tengo unas cejas pobladas y estaría ridícula si me las depilara a lo Gloria Swanson, pero las cejas son el marco de la cara y han de estar definidas y libres de pelos superfluos.

Lo considero tan importante que la Guardia Civil debería hacer controles de cejas en las rotondas los sábados por la noche. Claro que no pillarían nada porque las tías que andan sueltan los sábados por la noche llevan las cejas brasileñas… Deberían pasarse mejor por los sofás donde se apoltronan las cuarentonas de este país, que todavía se piensan que sus cejas a lo Madonna-Who’s-That-Girl?-(pues-Madonna-ya-te-lo-he-dicho…) les hacen parecerse a Jennifer Conelly cuando en realidad se parecen al bisoñé de Sean Connery.

Ojo: Mi bigote ni tocarlo, que me gusta tenerlo así, largo y rubio a lo Schuster, por si alguna vez empieza a llevarse el look Frida Khalo y entonces me partiré la caja a costa de todas esas tías con el labio calvo a golpe de láser.

4. Ir todo el verano disimulando y no hacerse la pedicura (como si colara…): A pesar de lo que piensen los fetichistas de los pies, nuestras extremidades inferiores son más bien feas. Y no hay forma más cutre de fastidiar unas sandalias monísimas que con las uñas al natural.

the_finishing_touch

Sólo está permitido ir con las uñas de los pies sin pintar si eres militante de Batasuna o una lesbiana con permiso de conducir clase D. En los dos casos lo puedes acompañar de un peinado mullet y en lugar de bolso llevar una mochila North Face…. Un horror.

[Sólo espero que no me seáis gilipollas y me acuséis de ófoba (sí, ahora se dice así, ¿qué pasa?) por el comentario anterior, porque como me ponga en plan lesbiano-que-lo-flipas me lio a partir caras y no me gana nadie.]

Otra cosa importante es pasarse de vez en cuando una piedra pómez por los talones y ponerse una cremita, que ahora las hay bien buenas, que eliminan las grietas. Porque ¿qué chica que se precie quiere tener las plantas de los pies como Mowgli el del Libro de la Selva, por el amor de Dios???

5. Ser tan ilusa como para pensar que puedes cortarte tu propio pelo: No sé qué nos da a las tías de repente una tarde de domingo de esas en las que medio estamos aburridas, medio sabemos que tenemos unos pelos fatales, que cogemos unas tijeras y empezamos a experimentar. No, si en nuestra cabeza la idea de lo que queremos está clarísima, pero es como si nos pusiéramos a diseñar nuestra casa cuando no tenemos ni idea de arquitectura (que también lo he hecho, no sé vosotras…): que la cosa no se sostiene por ningún lado y acabas reclamando a gritos que se impongan por decreto las peluquerías de guardia.

Hair

En mi caso fue en 1997. Me hice una coleta lo más alta que pude y corté al ras de la goma con la que la sujetaba. El resultado fueron unas capas ochentiles más cutres que la madre que las parió, parecía una gruppie alcarreña de los Europe. El caso es que me quedé encantada y salí a la calle toda feliz a que me vieran mis amigos. Hasta que mi hermano me dijo: “No entiendo ese corte de pelo.” Joder, pues para mí el mensaje estaba claro: soy super creativa y mazo grunge!!

La importancia de un buen corte de pelo es imponderable: no sólo estaréis guapas y pulcras sino que tardareis menos en peinaros, os lo digo yo. Así que dejaos de experimentos e invertid en vuestras cabezas.

Atención, peligro de muerte!!!: Dejarse las canas sin teñir no es nada guay a no ser que seáis una sueca ex modelo que vive diseñando bolsos en Ibiza amancebada con un gurú del peyote, anormales!!

6. Prescindir del sujetador, cualquiera que sea la razón por la que se haga: La importancia de llevar un buen brasier debería ser inculcada desde la tierna infancia en el Kindergarten (y a los niños enseñarles a desabrocharlos, que algunos parecen Houdini forcejeando de mala manera…Yo creo que a los tíos se les daría mejor desabrochar sostenes si llevaran tornillos e hiciera falta una llave Allen), para que a ninguna le pase como a mí: que he descubierto mi talla de sujetador a los treinta y tantos…

En mi adolescencia no me hacía falta, a los 20 no lo llevaba por pereza (y por un pseudo orgullo de amazona de las llanuras) y a los treinta descubrí el Wonderbra: la madre de todos los descubrimientos, la quintaesencia de los postizos, el amigo de las planas… mi salvador!!!

La braga faja

Con la llegada de los push ups y (ahora que no nos oyen ellos) hasta de esas almohadillas de silicona que han desbancado para siempre a los calcetines enrollaos, las mujeres que no hemos sido agraciadas con imponentes mamellas podemos llevar escotes y escuchar el, hasta ahora improbable piropo, “las tienes muy bien puestas” (inocentes…).

7. Esto parece una tontería pero no lo es: No llevar pendientes: Los pendientes, sean del tipo que sean (aunque yo los prefiero pequeños y discretos aunque con una moderada cantidad de brilli-brilli), iluminan la cara y siempre hacen más guapa y femenina (bueno, siempre que sean de buen gusto y de una cierta calidad para evitar que se os pongan las orejas verdes).

En mi opinión, tampoco hay que pasarse y creerse que todo el monte es orégano y acabar poniéndose pendientes hasta en el titi, porque lo poco gusta y lo mucho cansa, pero eso ya es una opción personal y yo para ciertas cosas soy muy clásica…

8. Creerse por encima del bien y del mal eludiendo los tacones: Si hay una regla mandatory en este decálogo, es ésta. No es de recibo, sobre todo si no tienes unas piernas que te lleguen a los sobacos o en determinadas circunstancias de la vida social, el hecho de presentarse con la estatura que consta en tu hoja de reclutamiento.

Por ejemplo, a una boda. Hay una regla no escrita que dice que si vas a una boda sin llevar unos zapatos de tacón que te produzcan un dolor rayano en la tortura sufrirás alguna clase de maldición, no sé, como que te agarre el padrino borracho con un repugnante puro baboseado en la boca y te obligue a bailar Paquito El Chocolatero all over the place mientras tú no te das cuenta de que al muy capullo se le ha enganchado un gemelo (claro, como no está acostumbrao…) en tu falda y estás enseñando la braga-faja a todos tus primos segundos los del pueblo de tu padre (no digo que me haya pasado a mí porque yo ya sabéis que sólo enseño el culo en la oficina).

Zapatos

El tacón no sólo estiliza la pierna (esencial para las que “disfrutamos” de unas pantorrillas, digamos, poderosas) sino que también realza el trasero y, por descontado, cualquier prenda de ropa luce más (¿no os he contado ya la vez que estuve a punto de ponerme las mallas de spinning con unos taconazos que tengo a lo Betty Page? Fue un impulso casi irrefrenable, pero lo refrené).

9. Seguir las modas no matter what y no crearse un estilo personal: Con el tema de la ropa hay que encontrar un término medio entre pasar tanto de la moda que parezca que has estado haciendo de extra en Cuéntame o ser tan fashion victim que acabes por perder tu propia personalidad.

Es importante que te pongas aquellas cosas que te sienten bien y no te cuelgues el rabo de un borrico sólo porque Rihanna ha decidido (en un pedo de champán que se pilló la última vez que estuvo en Barbados fardando de su fama y su pasta delante de sus amigas las que no han triunfado) que esta temporada se van a llevar mogollón los complementos a base de piel de asno (y en H&M hayan llenado ya sus estanterías de sucedáneos horripilantes para chonis poligoneras de baja estofa, para horror de las empleadas del lugar que tienen que convivir con semejantes engendros).

Ups

[Aunque también tengo que decir que, disponer de alguna de esas prendas que se compraría Christina Aguilera si fuera cajera del Día, es un capricho que no debe faltar en tu fondo de armario por si la situación lo requiere, que una nunca sabe cuando tendrá que ir a una sesión de DJ Tiesto].

Una vez que tengas tu propio estilo, adopta aquellas prendas que, siendo tendencia, no desentonen con él. Vamos, que adaptes la moda a ti y no te adaptes tú a la moda. Y sobre todo, vístete, no te disfraces!

Otro error de juventud es vestirse como los tíos. No hace falta ser Barney Stinson para saber que eso no funciona para nada. A los únicos tíos que les ponen las personas que van como ellos es a los gays!! Así que olvídate de esos vaqueros baggy (a no ser que estén especialmente diseñados para chicas) y las camisetas holgadas porque lo que triunfa es precisamente todo aquello que “marque las diferencias”, es decir: pecho, cintura, cadera. Y eso es así.

10. No ser vosotras mismas (pero en versión customizada): Ahora es cuando toca decir que lo importante está en el interior, y que si, a pesar de todo lo anterior, no habéis cultivado una personalidad interesante y en el fondo tenéis el encefalograma plano, vuestro esfuerzo será en vano. Pero tampoco es que me lo crea yo mucho esto…

En cualquier caso, llegadas a ese “cierto” momento de vuestras vidas, os será más fácil gustaros “tal y como sois”: ni más delgadas, ni más listas, ni más jóvenes. Es lo bueno que tiene la edad!

The End

«All This And Brains Too!»