100% Marvel: Emma Frost

Enseñanza superior

Cuanto más leo sobre la Patrulla X más me interesa y atrae el personaje de Emma Frost. ¡Ya está bien con las neurastenias de la goody-goody de Jane Grey, su tensión sexual no resuelta con Lobezno (y el consiguiente sentimiento de culpa por el gafotas de Scott, uf, qué rollo todo) y su repelentísimo poder omnímodo…!

En esta serie en tres partes podemos profundizar en el pasado, hasta ahora sólo vislumbrado a través de unos pocos flasbacks, de la nunca suficientemente idolatrada Reina Blanca, una mujer que no sólo se dio un paseo por lado salvaje sino que se construyó un castillo en él (porque todo lo de el Club del Fuego Infernal… vaya tela! Allí llega el bobo de Tom Cruise con su capita y su caretita y lo siguiente que sabemos de él es que ha ganado la Carrera de Tacones en las fiestas de Chueca, no te digo más…).

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Vaya, vaya… Parece que yo no soy la única que estaba plana en el insti…

Lo único que me tiene un poco de aquella manera es que a la rubia de la piel de diamante le ha dado últimamente por emparejarse con el viudo Cíclope (pero hijo, ¿qué les das? A mí es que no me pone una m., pero en fin…).

A lo que vamos: en el primer tomo (“Enseñanza superior”), Emma es una bostoniana adolescente patito feo sometida por un padre tan tirano como millonario, humillada por sus compañeras de instituto y despreciada por las brujas de sus hermanas que sólo encuentra consuelo en un hermano que también tiene el armario llenito de monstruos, y nunca mejor dicho… Pronto descubrirá sus poderes telepáticos (y el poder del maquillaje) y las cosas empezarán a cambiar. Pero también se enamorará de su profesor, que es una cosa que, oye, pues como que marca.

Como papá Frost es más malo que un dolor, y debido a determinados acontecimientos muy terribles que no os cuento para no aguaros la fiesta por si os da por leerlo, nuestra pequeña Emma acaba el primer tomo abandonando a su familia y comenzando su carrera en solitario.

En la segunda parte (“Juegos mentales”), la telépata no da pie con bola: se ha quedado sin pasta, sin casa y sin trabajo. Además sus poderes todavía los controla más bien poco por lo que no le sirven más que para meterse en líos.

En una de estas conoce a un chico monísimo con el que se va a vivir (pero no os engañéis que a estas alturas, de sexo nada; las portadas son un poco engañifa porque yo me esperaba un despiporre –aunque hubiera sido en elipsis-, pero nanai…) pero que está peor de lo suyo que ella y le debe pasta a un mafioso mu chungo. A pesar de que Emma empieza a utilizar sus poderes para jugar al póker, no consiguen saldar la deuda y acaban en la guarida de los malos donde las cosas se ponen de todo menos bonitas.

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Tranquila pequeña, que ya se las haremos pagar a todos esos tíos que van de duros…

Como os podréis imaginar, Emma conseguirá salir de ésta para poder aparecer en el tercer tomo y en todas las peripecias posteriores. Y llegamos así a la parte final de esta historia (“Despertar”).

despertar

Reforzada tras la traumática aventura vivida (y por haber conseguido algo de pasta), Emma se va a Nueva York y allí se matricula en la universidad donde conocerá por fin la existencia de los mutantes y empezará a temer la discriminación, a la vez que entabla contacto por primera vez con uno de ellos y así comenzará el desarrollo consciente de sus tremendos poderes. También descubrirá lo difícil que le va a resultar mantener una relación (tampoco hay que ser homo superior para que las cosas no sean fáciles con los del otro sexo…).

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Hombre, un poquito de “acción mutante” nunca viene mal…

No esperéis muchas peleas, explosiones ni un gran despliegue de poderes mutantes. Esta historia en 3 tomos se parece más a una de esas novelas gráficas underground de Joe Matt sobre outsiders que un cómic de superhéroes, pero es bastante interesante, sobre todo si tenéis un espíritu cotilla y os gusta este personaje. Yo me esperaba algo más de sordidez en la tercera parte, que peca un poco de “sensación de vivir”, pero creo que en términos generales ha merecido la pena.