A Single Man (Tom Ford, 2009)

A Single Man poster

Sin que mi debilidad confesa por Colin Firth tenga que ver (bueno, puede que un poquito, igual…), pienso que sus capacidades interpretativas van in crescendo a medida que a nuestro otrora Darcy favorito (camisa mojada mediante) se le va descolgando la carita cual perrillo pachón. Ains… la juventud es un bien efímero, no la malgastemos sino quemándola en cada suspiro y en cada orgasmo y en cada… (uf, lo que se me va la olla estos domingos por la tarde melancólicos…).

Todavía no he visto “The King’s Speech” porque no quería hacerlo en su versión doblada y lo estoy deseando. Pero ya en esta “A Single Man” demuestra la cantidad de registros que el inglés es capaz de aportar a cualquier proyecto y personaje en que se embarque (además de que hay que ver lo bien que se conserva el señor a sus 51 años, que aquí se le ve casi todito y de cuello para abajo está la mar de en su sitio, vamos que ya quisieran muchos treintañeros…).

En cuanto a la peli de Tom Ford, yo creo que el desvirgamiento cinematográfico del diseñador es muy meritorio. Aunque es cierto que la cinta (no siempre, pero…) es algo fría y manierista (¿o quería decir amanerada?) y que gran parte del metraje parece un anuncio extended version de Gucci, esta historia sobre un profesor de literatura que ha perdido a su amor y tras él, el interés por la vida me ha parecido interesante y necesaria.

Tom Ford

“Ay Tomasa, cuando te vean en el pueblo… Ahora además de diseñadora, directora de cine, como la niña Coppola! Si es que soy una fenómena!!!

La acción se desarrolla en los coolest años ‘60 (con esa estética tan de moda ahora gracias a series como “Mad Men”), en plena guerra fría, en una América llena de miedos, prejuicios y cazas de brujas que estaba a punto de presenciar como toda su hipócrita way of life se venía abajo (el fin del segregacionismo, la muerte de Kennedy, Vietnam, la lucha por los derechos civiles, la explosión del flower power: esa felicidad fingida simbolizada por esposas de clase media preparando martinis en los suburbios ya no tendría cabida, sobre todo porque estas insignes señoras se estaban trincando todo el mueble bar de 09:00 a 15:00…). Por desgracia ahora estamos viviendo una época parecida: se acabaron las vacas gordas y los excesos del post yupismo mierdero y se nos empiezan a caer a todos las caretas de lo políticamente correcto aflorando de nuevo los miedos, las xenofobias, homofobias y demás inseguridades proyectadas.

El protagonista de esta historia es un hombre que no tiene nada que perder y en un día, acaso el último de su vida, puede llegar a recuperar a través de diversos encuentros con las pocas personas que conforman su entorno, las ganas de continuar con esta cosa extraña y misteriosa que llamamos vida. De imprescindible visionado para gayers y mariliendres, los fans de Julianne Moore también tendrán motivos para disfrutar porque está espléndida (“como siempre”, dirán ellos…).

Julianne y Colin

“Esta noche tengo cero ganas de cerdear por todo Chueca. Ains, con lo que hemos sido…”.

Pero para mi gusto, la película ha empezado a ponerse interesante a partir de la aparición del personaje de Carlos, un madrileño interpretado por Jon Kortajarena (me da que éste no nació precisamente en Lavapiés…) en una escena que roza el realismo mágico (y casi onírico, con ese primer plano de Janet Leigh en “Psicosis” presidiéndolo…) y que se me antoja (sí, es una cursilada esa expresión, pero no me ha quedado más remedio que usarla, es tut mir leid) el detonante de muchas cosas. Aunque con la banda sonora del genial Shigeru Umebayashi es que todo parece un sueño…