Ichimei (Hara-kiri: Muerte de un Samurai, Takashi Miike, 2011)
3 septiembre, 2012 8 comentarios
Me ha sorprendido que ya estuviera disponible en Filmin esta peli que se estrenó en España en agosto. Había leído buenas críticas así que me ha apetecido verla. La próxima vez me meteré las apetencias por donde me quepan porque, Jesús, ¡qué mal rato he pasado!
Y no porque no sea buena, que me ha parecido un peliculón, sino porque es un drama sin concesiones que no deja títere con cabeza y no estaba yo preparada ni de lejos para enfrentarme a esta catarsis de amor, dolor, honor y venganza un día en el que no me he levantado muy fina que se diga…
Claro, eso me pasa por inculta. Porque si hubiera visto el film original de Kobayashi que aquí “versiona” Miike, no me habría pillado de susto. Y mira que había tenido tiempo, porque data de 1962 nada menos. Tampoco me extraña porque ni soy yo de samuráis, ni he visto mucho cine japonés que se diga, aunque casualmente hace unos días también vi “Koseki (Milagro)” de Kore-eda y bien bonita que me pareció (y mucho más gratificante que esta orgía de katanas, dicho sea de paso).
La historia empieza cuando Hanshiro, un ronin [un samurái sin amo (y por lo tanto, empobrecido)], se presenta ante la casa de un gran clan a solicitar llevar a cabo un suicidio ritual en dicho lugar (esto, desde la perspectiva de un occidental, no hay por dónde cogerlo, pero es que para esta gente el tema de la honra era más importante que para una moza virgen en el Valladolid de los 60′). Entonces le narran la cruel historia de Motome, otro joven que acudió al mismo sitio con la misma pretensión. Vamos, que la peli es, como dirían mis padres, “contada” (que no sé qué prejuicio tienen con esto de los flashbacks pero ya de entrada siempre les parece un handicap, cuando en este caso de todas-todas enriquece la narración y la convierte en mucho más emotiva y orgánica).
Como os he dicho la historia es dura, pero es preciosa y no se la han de perder vuesas mercedes. Está contada con gran lirismo y, a pesar de lo mucho que se sufre, es de ese dolor que gusta, sobre todo para los buenos amantes del drama personal y social (que haberlo, haylo). Los que vayan buscando mucha acción, igual se deberían buscar otro título, aunque de los pacientes es el reino de los cielos…
Inenarrables los últimos quince minutos, que constituyen una de las mayores y más emocionantes demostraciones de Honor que se han visto en el cine.