Dedicatoria de los viernes: “Don’t Stop Me Now”

Hace como un millón de años que no sentía pena al despedir un verano y es que este año, y tras esa primaverita existencial, escandinava y en blanco y negro que me comí, he vivido un verano plácidamente hedonista. Más propio de la adolescencia que de este momento borderline con el paso del Ecuador que andamos tratando de esquivar como si la cosa no fuera con nosotras (Girls Just Wanna Have Fun…).

Me lo he pasado en grande con la familia (familia de amplio espectro), amigos (del alma –y eso no lo cambia ni un ciclón que nos arrastre…-, ENPPP, colegas del barrio, amigos reciclados desde el remoto pasado…) y con gente nueva que llega a tu vida de la forma más improbable (ya sea desde miles de kilómetros o desde otra dimensión porque si no, no se explica…) y paseado palmito por toda clase de fiestas, bodas, happenings y otras circunstancias de diversión desde la mismísima Gran Vía hasta remotos pueblos manchegos, pasando por media Italia para acabar en la Grand Place de Bruselas tomando Geuze y disfrutando las vistas de nuestras antiguas colonias… ains…. con lo que nosotros hemos sido… (jo, qué imperialista ha sonado!).

Pero parece que la realidad se impone y no podemos ser “niños del verano” para siempre…. Así que aquí llega un otoño que se adivina de transición (ya os contaré, que en este mes de Septiembre también ha habido tiempo para tomar decisiones que abren abismos de incertidumbre y esperanza…) durante el que invocaremos a los dioses antiguos para que nos sean propicios en lo que podría ser el invierno más largo de esta era.

Que venga el frío no tiene porqué ser malo necesariamente, así que os deseo que tengáis un buen lugar en el que refugiaros y gente cerca que os de calor. ;p