Café de Flore (Jean Marc Vallée, 2011)

No me ha entusiasmado demasiado esta película formada de dos historias tan diferentes (¿o no?) ni su resolución final a lo new age: me ha sobrado metraje por todas partes y supongo que no me he terminado de identificar ni con la madre abnegada y proletaria de niño Down, ni con el molón DJ pequeño burgués que ha abandonado a la madre de sus hijas, su «novia de toda la vida», porque ha encontrado un nuevo amor. Yo debo de estar en algún lugar intermedio entre ambos…

Tampoco es que me haya epatado la alabada interpretación de Vanessa Paradis y tendré que ver «C.R.A.Z.Y.» para saber si tanto bombo por el canadiense Vallée realmente merece la pena (porque «La reina Victoria»… en fin… a mí me gusta, pero reconozco que es un folletín regio).

Aunque como me ha hecho plantearme dos reflexiones, su visionado no ha sido baladí (ahí queda la pedanti-frase topiquera del día), a saber:

En primer lugar que de las películas, como de la vida, acabamos extrayendo el mensaje que nos conviene en cada momento. Supongo que vamos por la vida más perdidos que el Dalai Lama en el Club de la Lucha y cualquier atisbo de luz nos sirve: «coño, a ver si al final sí que van a existir las almas gemelas y yo ahí, follándome a todo perro pichi…» o todo lo contrario «me parece que va a seguir esperando su media naranja Rita la pollera, que yo me voy a poner a follisquear como si los mayas tuvieran razón…» .

¿Y si la broma cósmica es que nos estemos enamorando una y otra vez de la misma persona…?

Y puestos en ese plan, decido quedarme con el otro mensaje que yo he captado (o querido captar) de «Café de Flore» (porque sobre el tema de las almas gemelas os diré que opino que son como las abducciones extraterrestres, que todo el mundo duda de ellas y el que dice haberlas vivido es tomado por un loco; aunque en el fondo a todos nos de envidia y nos apetezca que nos ocurra porque confiamos en que con nosotros funcionaría y no acabaríamos siendo sodomizados, literal o metafóricamente): el de que la música es un vehículo casi místico que nos evoca recuerdos, provoca sensaciones o nos conecta a los demás.

En este caso además, los ejemplos para ilustrarlo están escogidos con un buen gusto que asusta, y a mí eso me gana y me seduce como casi nada en el mundo… Debe de ser mi particular perversión.

La conciencia social me hace llagas

El sábado durante la manifestación de protesta por el ignominioso ERE de Telemadrid, la insigne Mila y yo (Monidala, hija de Harvey) tomamos una decisión: queremos que nos extirpen la conciencia social. Para empezar, esta temporada no se lleva, pero es que además, ¡qué felices y despreocupadas viviríamos entonces sin que nos incomodara más que aquello que nos afectase directamente…!

Para los que no tengáis muy claro lo que está haciendo el gobierno regional de la Comunidad de Madrid con la televisión pública que se paga con nuestros impuestos

¿Qué le cuesta a los gobiernos, ya que están tomando las decisiones de espaldas a la población y en contubernio con sus bolsillos, practicar unas cuantas lobotomías a diestro y siniestro (bueno, en este caso más bien a todos los siniestros, rojos y ácratas que estamos sufriendo lo indecible con esta situación) para que así las pobres gentes de este país se puedan aborregar convenientemente y puedan ser felices aunque eso suponga un retroceso en nuestros derechos hasta la pre Revolución Industrial? ¡Cuán terso estaría nuestro cutis de ideólogas de polígono sin las cuitas que nos afligen… !

Unas cuantas sesiones de terapia inversa como en «La naranja mecánica», mostrándonos non-stop imágenes de decadente lucha obrera (esa gentuza insolidaria a la que no se le ocurre otra cosa que ir a la huelga para luchar por lo que ellos llaman «sus derechos»… cuando en realidad deberían estar agradecidos de que se les permita seguir viviendo con lo feos y mal vestidos que van por lo general…), y de un plumazo podríamos pasar nuestro voto de un extremo a otro del espectro electoral sin traumas.

Según parece, este tipo de tratamientos se vienen efectuando de manera más o menos subliminal desde tiempos inmemoriales… Cómo sino se explica el caso de sujetos sin retraso mental aparente que han votado a partidos socialistas en algún momento de su vida (y no me refiero a híbridos mainstream para  admiradoras eternas del felipismo) para acabar incrustando en la urna una papeleta con la dichosa gaviotilla… Estos respetables especímenes constituyen una raza de superhombres y supermujeres que dominan el mundo actual: son los Sin Ideología. Nadie se adapta mejor a las circunstancias para sobrevivir. A mí me provocan la envidia más insana a la par que una pena por momentos teñida de desprecio (pero sólo cuando no logro controlar mis ancestrales impulsos con las democráticas riendas de lo políticamente correcto, no os vayáis a pensar…).

Sin ideología y sin conciencia social seríamos más felices y quién sabe si no podríamos incluso medrar en la política. Aunque para eso hay un par de cosas más de la que nos deberíamos desprender: los escrúpulos y la vergüenza. Y yo de eso último, a juzgar por lo roja (y venga la burra al trigo) que me pongo cuando me veo en este video, tengo demasiada…

Mira Luismi, no sé cuándo, cómo ni dónde, pero… ¡mi venganza será TERRIBLE!!!!

Si alguien, por lo tanto, sabe dónde podemos acudir para que nos conviertan en dos zombies desnortadas de esas que repiten como loros «Son todos iguales» o «Para que voy a votar a la izquierda si no van a ganar», que haga el favor de informarnos a la mayor brevedad que nos urge dejar de sufrir y de ir a manifestaciones, firmar peticiones y compartir indignantes descubrimientos sobre la desfachatez de los que nos (des)gobiernan en las redes sociales. ¡Nosotras lo que queremos ser es tronistas! Ahora eso sí, siempre que nos garanticen que no van a dejar de gustarnos Eduard Fernández y Sergi López en beneficio de Mario Casas y similares… ¡Hasta ahí podíamos llegar!

Confessions of a Dangerous Mind (George Clooney, 2002)

Hasta hace un par de meses sólo había visto una película dirigida por Clooney y me había parecido regulera: eso de «Ella es el partido» (en honor a la verdad, el título original -«Leatherheads»- no es tan infame…), que me resultó una comedia romántica algo aburrida, aunque eso sí, estilosa.

Después de haber visto recientemente «Buenas noches y buena suerte» y «Los idus de marzo», dos pelis que me han parecido estupendas (me gustó más la primera que la segunda) pero que no he comentado porque pertenecen a ese tipo de films que siempre he considerado demasiado adultos para mí y no sé muy bien qué decir sobre ellos (demasiado políticos para una adolescente superficial como yo), lo que hasta yo he pillado es la vocación de Clooney por hacer un cine comprometido y demócrata, pero tratando de evitar los maniqueísmos y aceptando que entre los del burro hay tanta podredumbre como entre los elefantes.

Y que es un director elegante con buen gusto para la imagen y los encuadres, para la música, para los temas que escoge y el tipo de historias que le gusta filmar.

«¿Tomas algo?  Si quieres te hago una tortilla que tengo unos huevos fresquísimos…»

En su primera película además contó con Charlie Kaufman para la adaptación al cine de la biografía no autorizada del productor de tv Chuck Barris (creador de algunos de los formatos más horteras y exitosos que conocemos). Lo mío con Kaufman ya lo intenté explicar cuando hablé sobre su única película como director (Synedoche, New York»; en 2014 está previsto el estreno de la segunda, «Frank or Fancis») pero me reafirmo en que es uno de los escritores con más talento del Hollywood actual. En este trabajo y pese a ser una adaptación (la historia de por sí ya tiene miga: un productor de telebasura de gran éxito que a la vez podría haber trabajado como asesino a sueldo para la CIA), hay mucho de su mundo siniestro y surreal y su sentido del humor negro y retorcido, de sus personajes siempre bordeando los límites del reverso tenebroso de la mente, de su forma de estructurar las historias como si el tiempo se doblara sobre sí mismo…

No tengo ni idea de cuánto de lo que me ha gustado de «Confesiones de una mente peligrosa» (la peli está molona y tiene musicón, por si se me olvida decirlo…) es de Kaufman y cuánto es de Clooney. O cuánto es de agradecer directamente a las conseguidas interpretaciones de Sam Rockwell, Drew Barrymore, Rutger Hauer, Julia Roberts (me ha sorprendido mucho y para nada estoy entre sus fans) o él mismo, que se reserva un papel muy a su medida.

Mira la Julia como perrea…

En cualquier caso está claro que George Clooney es un todo terreno que actúa con convicción, produce con rentabilidad, dirige con solvencia o te pone un café si se tercia..

La delicadeza (David y Stéphane Foenkinos, 2011)

No sé si será porque estuve otra vez sumida en una desasosegante agonía de muerte por mocos (me tengo que hacer un chequeo porque no se puede ser tan floja) y encima atravesando una horrible monstruación (sí, es cosa de Victoria, no sé de qué voy intentando escribir nada si esta niña, que lleva cuatro días hablando bien, ya me da un millón de vueltas en neologismos…), pero me acabó emocionando esta película.

Y empezó, porque la historia tiene un punto de partida de esos hijoputesco donde los haya: Audrey Tautou (esa chica que para siempre será Amélie Poulain) interpreta a una mujer que pierde a su amor verdadero. No es que se lo deje olvidado en el metro o que un día no se acuerde de dónde lo puso, claro, es que se muere (qué me gusta una perogrullada…). ¿Es o no es para cabrearse con el mundo? Ya ves, como si un amor verdadero fuera tan fácil de encontrar, como si no costara coincidir en el espacio/tiempo con otro sujeto del que ni siquiera te importe el balance  final de su cuenta de virtudes/defectos. Encima ese ser mitológico tiene que opinar lo mismo de ti. Ahí es nada… una entelequia. Y todo ello así, sin racionalizar, a lo vivo, en plan magia!

Normal que la pobre mujer se quede hecha polvo y se refugie en el trabajo, sumergiéndose en una especie de hivernación emocional. El punto de ruptura llega con Markus, un compañero de trabajo sueco con el que establece una relación peculiar. El tal Markus es un tipo aparentemente corriente, tirando a «del montón pa’bajo», pero tras su desgarbada pinta de hombre-oso despeluchado hay ingentes cantidades de sutil sensibilidad (ains, cuánta falta les hace un poquito de eso a más de uno y a más de mil…) y un sentido del humor y una personalidad… #No. Vamos, que tampoco es para tanto. Para mí que el hombre simplemente no es un mastuerzo, que Francia debe de estar llena…

Pues a mí me recuerda a alguien…

Y a pesar de todo, y de que una no tenga muy claro a dónde quieren ir los directores a parar, la historia se hace bonita y al final se me cayó la lágrima. Claro que yo soy la personificación de la moñada y un público facilón para los momentos voz en off, musiquilla sentimentaloide y mensaje romántico-existencial.

No me hagáis mucho caso, por favor os lo pido…

El irlandés (John Michael McDonagh, 2011)

Pedazo western-trhiller se ha marcado este tío.. Y eso que a mí estos géneros tan viriles no me van nada, pero ésta se la tengo que recomendar a Harvey porque es de las que le gustan.

Para empezar se desarrolla en Galway, que es una pequeña ciudad del oeste de Irlanda que no es demasiado conocida en el mundo. Y eso que es un sitio muy bonito. Yo estuve una vez allí. Fui desde Limerick en autobús y fue uno de los peores viajes de mi vida porque a mi lado iba sentado el tipo más apestoso que os podáis imaginar. Tenía pinta de marino escapado del Pequod y el olor que desprendía a alcohol y a Dios sabe qué más me pareció gloria bendita cuando de repente el hijoputa se saca del bolsillo una cebolla cruda y se lía a bocados con ella. Si no vomité ese día es que tengo el estómago de un cirujano maxilofacial… Es un país peculiar, pero la gente es encantadora. Sólo una vez me hablaron en gaélico y fue una señora de la fábrica a la que teníamos hasta las pelotas de oír hablar en español. No se lo reprocho.

Por dónde iba… sí, el prota es un sargento de la policía de Galway, inconmensurablemente interpretado (Dios, qué pedante puedo llegar a ser, me patearía el culo a mí misma; de hecho lo hago…) por Brendan Gleeson. Un putero vicioso y socarrón que sería la versión postmoderna y torrentiniana de John Wayne pasado de ácido (¿en serio la gente sigue consumiendo drogas lisérgicas? ¿Es que todavía no se han dado cuenta de que eso te caga el cerebro?). A mí me ha parecido que también tenía algo del Bruce Robertson del «Filth» de Welsh en versión simpática (pero claro, yo siempre tengo que meter a Welsh, es una parafilia mía muy cansina…).

¿Cómo es que algunas putas de las películas parecen estar más motivadas en su trabajo que un consultor de Michael Page?

Una trama de tráfico de drogas (joder, los narcos existencialistas y verborréicos a lo Tarantino me han encantado) es la excusa de todo el tinglado y de que llegue al pueblo (pueblo… ciudad… en Irlanda esos conceptos se confunden…) un (afro)americano del FBI (Don Cheedle) a poner el contrapunto cultural. La relación entre él y el Sargento Boyle es lo mejor de la película y tienen diálogos realmente descojonantes (perdonad, pero es que acabas de ver esta peli y no puedes dejar de decir palabrotas, es jodidamente inevitable!!).

El toque gafapaster lo pone el score compuesto por Calexico ¿? La hostia.

Una peli divertida y muy entretenida de las que apetece siempre ver. Y de las que casi ya no se hacen, por desgracia.

Ahí os quedáis con John Denver… Por cierto, si alguno la ha visto, ¿podríamos comentar el final? ¿Por favor, por favor, por favor?? Esta noche no duermo…

Moonrise Kingdom (Wes Anderson, 2012)

Hacía mucho tiempo que no entraba una película en la lista de «Pelis de culto personal y familiar». También hacía un millón de años que no disfrutaba de verdad una de Wes Anderson, de hecho creo que desde «Bottle Rocket» (por cierto, ¿por qué no hace más películas Luke Wilson?? ¿Esto es como cuándo me hice super fan de Emilio Estévez?) que fue para mí como esos flechazos que surgen al conocer a alguien y que haya una química genial pero por alguna extraña e incomprensible razón, en seguida queda claro que había sido un espejismo, un bluff de la vida…

El caso es que sus posteriores trabajos (y los he visto casi todos) no les he pillado nunca el hilo y me parecía que, a pesar del muy atractivo envoltorio, no había mucho mensaje y que Anderson no tenía derecho a reunir esos impresionantes elencos para que después los actores parecieran zombies todo el rato… Si, como comentaba con mi cinéfilo amigo Steppenwolf, ahora tengo que volver a verlas todas otra vez para saber si a la Monidala de hoy (también conocida como Mrs. Jones: «Señora, ¿tiene hora?» Sí, es la hora de cagarme en tu puta madre, niñato de mierrrrrrrrrrrrrrda…!) resulta que le divierte lo que antes le aburría, menuda trabajera me espera…

Pero «Moonrise Kingdom» nos ha encantado en casa (Victoria la ha seguido entera con mucho interés y riéndose bastante y eso que yo temía que en algún momento pudiera ocurrir algo traumático que no entendiera y que apareciera Tilda Swinton a quitarnos la custodia porque seguro que no es tolerada…). Su estética preciosista y retro, la ternura de la pareja protagonista (empiezo a creer que sólo en la infancia el amor verdadero tiene sentido…), su sentido del humor entre estoico y surrealista,  Eduard Norton vestido de Boy Scoutt, una banda sonora chulísima…  Vamos, que nos lo hemos pasado en grande!

Tranquila Monidala, que lo de La Pianista de Haneke sigue siendo mucho peor…

También me ha gustado el triángulo entre mi idolatrado Bill Murray, la siempre eficaz Frances McDormand y Bruce Willis (cada día mejor Bruce, me encanta como vas sembrando tu carrera de personajes memorables en películas de culto mientras sigues siendo John McClane y un Expendable sin prejuicios,  eres grande!). Hay mucha verdad en esa historia…

Pero sobre todo, admira lo bien reflejado que está ese momento de la preadolescencia en el que todo va a empezar a hacerse muy raro y difícil y uno no puede evitar sublevarse contra todo y contra todos. Una suerte de síndrome premenstrual de varios años que, especialmente en las chicas (bueno, es de lo que yo puedo hablar…), es una alienación permanente y una impresión de que el mundo entero te está tres tallas más pequeño de lo adecuado. Creo que esto te dura hasta los cuarenta. Año arriba, año abajo.

Sin embargo esa sensación de ser demasiado adulto para ser tratado con condescendencia pero a la vez seguir esperando que alguien satisfaga nuestras infantiles necesidades de protección, no nos abandona nunca.

Musical Friday: «Haunted» (Kelly Hogan)

¿En serio ya es viernes? Entre que ya no tengo obligaciones laborales, que los virus nos han impedido ir al cole casi toda la semana y que además ha habido fiesta y puente (algo me suena de un libro mágico lleno de leyendas urbanas que los políticos invocan con la boca pequeña a la más mínima ocasión…) la verdad es que me he levantado sin tener muy claro en qué día vivo. Es lo que tiene ser mujer florero y rica heredera: que los días se te confunden. Así no me extraña que la Paris Hilton esté como está de lo suyo porque no os imagináis lo duro que es amanecer sin estar ni que se te espere.

Sobre todo es fundamental mantenerse activo para que los demonios no nos ataquen y, si es posible, con música de fondo que nos ayude a espantar fantasmas y malos pensamientos que ya sabéis que las mentes ociosas son como las cabras, y a la que te descuidas tienes la tuya intentando escalar algún ochomil en mitad de una tormenta.

Esta canción (compuesta por Jon Langford) del último disco de Kelly Hogan (estupenda cantante folk, heredera legítima de Patsy Cline o Brenda Lee  que  me ha descubierto la app de Mondo Sonoro para Spoti, que supongo que como sois tan listos ya estaréis utilizando por lo que no es necesario alabar sus virtudes) es como un pentagrama invertido: te sientas cómodamente en ella y no hay malignidad que pueda penetrar su escudo protector.

Os la dejo un rato pero no me la sobéis mucho que yo la necesito más (lo siento, pero no había nada de más calidad disponible ni con todos sus maravillosos arreglos…). Feliz fin de semana (aunque para mí serán sólo dos días que me acercan un poco más a mis sueños  ;p).

«Haunted» (Kelly Hogan)

Haunted don’t talk so haunted
There’s things you wanted
and things you feel
Here is one for all the done for,
what have you come for
Why are you here?

Gaze into the ruins of your life,
draw what parallals you like
just don’t look down.
Marvel at the wonder of it all
Till it makes no sense at all
and we can’t talk you down.

Existence, needs persistence
I’m the extra guest at your party
Haunted, don’t talk so haunted
Cause there’s things you wanted
From me

Looking like your world’s about to end
Drop some money and some friends
While the night goes spinning round
Across your way they’ve built another wall
Swung your bat and hit a ball
That has not yet reached the ground

Morning came without warning
the crack of dawn
the breaking of the day
Shaking, your bodies aching
So crawl back inside
you scare the light away

Haunted, don’t talk so haunted
there’s things you wanted
and things you fear
Here is one for
All the done for
What have they come for
why are they here?

Gaze into the ruins of their life,
draw what parallals they like
to keep our eyes from looking down
Marvel at the wonders of it all
till your body snaps and falls
back to the ground.

Haunted, don’t talk so haunted
there’s things you wanted
and things you fear.

La pianista (Michael Haneke, 2001): Cualquier excusa es buena para teorizar sobre sexo…

La sexualidad de cada cual es un aspecto más de su personalidad. Dependiendo, no sólo de su experiencia, sino también de su carácter, gustos, educación… es posible tenerla alojada directamente en el vestíbulo de nuestro yo (a algunos es que solo les falta sacársela espontáneamente y meneársela all over the place… OH, WAIT!) o muchísimo más escondida, quizá hasta en algún oculto trastero en un desván,  semi tapiado y olvidado por el tiempo donde jamás entra nadie (pues tampoco lo veo plan…).

La salud mental y la sexual van de la mano, así que la cordura dicta que las personas razonablemente equilibradas mantengamos nuestras fantasías más o menos inconfesables fuera de la mirada de los curiosos, pero relativamente accesibles para cuando necesitemos utilizarlas (y compartirlas si se tercia…). Ya sabéis, en ese lugar donde guardamos nuestra intimidad cuando ésta no es tan vergonzosa que temamos que el hecho de que sea descubierta nos arroje al ostracismo de nuestros semejantes: la mesilla de noche.

Aún así siempre hay cosas que no le contaremos nunca ni a nuestra mejor amiga  (los siento infinito por los hombres heterosexuales que carecen de esta figura que hace las veces de madre, hermana y confesor y que sirve de desahogo de la conciencia así como de válvula de escape liberadora para ese sentimiento que es casi imposible de soportar: la incomprensión. Tener a alguien que no sólo no te juzga sino que además  te entiende y hasta comparte tu punto de vista, haciéndote sentir que no estás sólo en el mundo con tus «supuestamente» extrañas paranoias y comportamientos pseudo enfermizos es un alivio inenarrable). Pero aún así es probable que haya algunas facetas que sigas guardando para ti. Quizá porque son sentimientos demasiado sutiles en su perversión como para poder describirlos con palabras. Quizá porque incluso las mujeres (o precisamente más las mujeres) tenemos dobleces que preferimos no compartir…

Pues bien, todas esas dobleces mías, paranoias y comportamientos pseudo enfermizos, todas mis más inconfesables fantasías producto de las taras y traumas acumulados en mis 38 años de experiencia vital;  cualquier atisbo de degenerada desviación en mi comportamiento sexual (y no pienso dar la más mínima pista, no os frotéis las manos…) son de una blancura virginal y de una casta inocencia rayanas en lo místico comparadas con lo que tiene en la cabeza la protagonista de esta película.

Hija de la Deneuve de «Belle de Jour» y prima de la de «Repulsión» (con ese toque a «La extraña pasajera» pero sin remisión), esta mujer patológicamente incapaz de mantener una relación sana con su cuerpo y mucho menos con el de otras personas (parece una obviedad, pero el sexo implica permitir que otra persona traspase una barrera que va más allá de lo físico y permitirle que se asome a lugares de tu, vamos a llamarlo «alma» porque psique me hace pensar en Freud fumado en pipa, a los que, en fin, no todo el mundo tiene acceso y esa experiencia puede ser desde brutalmente íntima -cuando se hace bien ;p- hasta descorazonadoramente aséptica dependiendo del caso, así que conviene no frivolizar con ello) constituye el ejemplo de lo que, desgraciadamente, podría ser muy habitual en nuestros días: personas que en apariencia son absolutamente normales pero que esconden esas sombras que los sumen en lo asocial.

No sabemos, aunque podemos intuirlo (un padre ausente y enfermo mental, una madre excesivamente dominante y controladora, una carrera basada en la más férrea disciplina, cómo nos está recordando todo a «Black Swan»…), el porqué de su grave trastorno, pero escena a escena Haneke nos hace partícipes de su irrecuperabilidad y nos obliga a mirar con esa malsana fascinación que ejercen sobre nosotros las cosas que no podemos entender pero que adivinamos morbosamente humanas.

Las películas de este señor son casi siempre así. Por eso yo suelo tardar una eternidad en decidirme a verlas. Pero al final las veo. Y, si no se lo contáis a nadie os confesaré que, aunque sea con los ojos medio tapados, hasta las disfruto…

Qué esperar cuando estás esperando (Kirk Jones, 2012)

Jo, lo de los guionistas de Hollywood es taaaaaaaaaaaaan patético que lo próximo que van a utilizar para inspirarse es el prospecto del Frenadol: «una apasionante historia de amor y mocos…» Para esta comedieta se basan en el famoso libro que nos compramos todas las mujeres en cuanto  nos quedamos embarazadas (ahí lo tengo yo en mi «biblioteca», que no sabía si colocarlo en la sección de «Ciencias aplicadas» o en la de «Terror Gótico», así que si alguien lo necesita, me lo quito de encima con sumo gusto…) y que no es más que un FAQ de 600 páginas sobre el tema de la preñez (y sí, aunque no os lo creáis, hay cosas que no vienen, hijosdeputa…!!!!!).

Ya me imaginaba que la peli sería un mierdón severo, pero mira, un domingo después de comer, con toda la sangre en el estómago y un dolor de garganta que amenazaba trancazo tampoco estábamos para Dreyer así que… Lo que pasa es que es mu chuuuuuuuuuuuuuuuuuga, tío… Está llena de topicazos y lugarazos comunazos: las mujeres son unas histéricas delirantes, o unas obsesas enfermas del control, o unas sensibleras flipadas o inestables perdidas que no saben lo que quieren. Y, vale que igual yo cumplo todas las anteriores, pero me niego a pensar que las demás sean así…

Esta es la cara que tienen dos gilipollas antes de follar sin condón como si fueran Superman y Wonderwoman y la biología no fuera con ellos…

Las situaciones tienen poca gracia en general y están resueltas de manera absolutamente convencional y mil veces vista. Lo único que me hizo algo de gracia es la padilla de tíos padres que salen y especialmente algunos comentarios de Chris Rock y lo mal que cuida a sus hijos (bueno, con eso reconozco que hasta sufrí un poco…).

Cameron Díaz, que está hiper mazada de más, nos vuelve a deleitar con una interpretación paródica en la línea de otros bodrios infumables como «La cosa más dulce» o «Bad Teacher», no sé a qué aspira esta chica… Elizabeth Banks está para darle de bofetadas de lo pasada de rosca y Anna Kendrick, que creo que tiene muchísimo talento, parece que esté todo el rato pensando «¿qué coño hago yo aquí?». Al final resulta que la que está más comedida es J Lo (que la verdad es que está guapísima…), así que os lo digo todo…

«No entiendo cómo me han encasillado en el papel de rubia californiania vigoréxica y no me ofrecen papeles en obras de Henry James…»

Y hablando del tema de la maternidad: 10 Cosas que tienes que saber si piensas quedarte embarazada y que poca gente te dice (y menos el puto libro ese):

1. Todas las mujeres del mundo te intentarán contar su embarazo y, lo que es peor, su parto («…y dices tú de estrías?»). Huye, incluso de mí, porque yo estuve 18 horas dilatando y se me pasaron los efectos de la epidural y…

2. Todo el mundo va a opinar sobre tu embarazo y sobre tu bebé. Que les den a todos: «Nosotras parimos, nosotras decidimos». El padre sólo es un señor que pasaba por allí. Por mucho que te intente ayudar no pinta nada en la función excepto una vez que la criatura ha pasado por el canal del parto, claro…

3. El embarazo es, probablemente, una de las experiencias más extremas por las que atravesará tu cuerpo jamás. Todos los órganos se descolocan y eso no puede ser sano… Y el ultimo trimestre te sentirás tan como Moby Dick que no te extrañará nada que unos marineros malolientes de ron te ataquen con arpones. Se duerme de pena, se hinchan las piernas y hasta roncas! Te verás tan monstruosa que probablemente no te querrás mirar en los espejos. Menos mal que las hormonas ayudan bastante: a mí personalmente me la pelaba todo y jamás he estado de mejor humor ni me he reído con más ganas (ni me he tirado los pedos más horribles… ;p). Además mola bastante que te traten como una especie de receptáculo sagrado, el Santo Grial de la familia (en cuanto nace el bebé nadie te vuelve a hacer ni caso… :()

4. Parir duele que te cagas. Coge tu peor dolor de ovarios y multiplícalo por infinito y ni siquiera te acercarás. Así que no tengas miedo de pedir la epidural, nadie espera que sufras como en la Edad Media ni que des a luz sin emitir un sonido porque sino tu hijo no será un guerrero. Chorradas. Pide drogas.

5. Toda esa mierda del parto sin dolor y la respiración no sirven de nada. El único consejo bueno que que me dio la matrona fue el de los masajes con aceite de rosa mosqueta en la zona perineal: la ausencia de episotomía fue el mejor regalo (según dicen, los puntos son una ruina infernal!!!), pero oye, que igual a ti te apetece que te rajen en canal en salva sea la parte…

6. Lo de la lactancia es otro dolor de huevos y odiarás al padre de la criatura cada cuatro horas mientras tú te levantas para amamantar y él se queda en la camita tan agusto. Hazlo sólo si de verdad quieres hacerlo (y no porque creas que debes hacerlo) porque todo el amor de una madre no remedia la sensación de vaca lechera que se tiene ordeñándose el pecho (otrora conocido como sexy zona erógena) con un saca-leches a las cuatro de la mañana y con los pezones más agrietados que la piel de La Cosa.

7. Si piensas que el parto fue jodido, verás lo que viene después… El primer mes de vida de tu hijo será el más espantoso de la tuya (y de la del padre, de eso no se libran…). Espantoso nivel «matadme ya y dejad esta tortura que ningún genocidio la merece, mucho menos traer un hijo al mundo». La buena noticia es que a partir del primer mes la cosa mejora hasta hacerse soportarle. Ahora, eso sí, olvídate de dormir tranquila para el resto de tu vida…

8. A no ser que tengas veinte años o veinte millones de euros y un cocinero y un preparador personal, tu cuerpo jamás volverá a ser lo que era. Intenta no engordar mucho, en serio te lo digo, porque la grasa que se acumula durante el embarazo se adhiere como un simbionte celulítico a tu cuerpo y jamás te vuelve a abandonar… Lo de las estrías es una lotería pero yo no tengo ninguna en la tripa (del resto mejor no hablamos…) y me puse cantidades industriales de Nivea en mi enorme barrigón…

9. La verdad es que es de mucha utilidad que el padre se involucre. Déjale hacerlo y no le vigiles porque no le pone los pañales al crío como lo haces tú ni te agobies si vistiéndole le pone cosas que no pegan ni con cola. Es un tío. Hasta hace poco los hombres no se enteraban ni del nombre de sus hijos hasta que volvían del servicio militar . Relájate y disfrutad del siglo XXI y no quieras hacerlo todo porque te agotarás inútilmente… Ah, y eso incluye el rollo de preocuparse por la limpieza: que le vayan dando a que la casa esté limpia cuando llevas días sin dormir más de cuatro horas seguidas…!!

10. En conclusión: si quieres vivir feliz, olvídate de tener hijos. Pero si de verdad quieres SER FELIZ, no se te ocurra perdértelo!!! No hay nada que te proporcione un sentimiento de plenitud mayor, siempre y cuando superes el sueño… ;p La verdad es que muchas veces cuando achucho a mi hija pienso que debe de ser una putada no tener una cosita tan suave y tierna cerca…

Me encanta compartir mi sabiduría…

El exótico Hotel Marigold (John Madden, 2011)

Es curioso como en nuestra sociedad, cuanto más longevos nos hacemos, mayor es el desprecio que sentimos por los ancianos. No sé, como si al fin y al cabo no fuéramos a llegar todos a la eufemísticamente llamada «Edad Dorada» (¿se llamará así porque se relajan los esfínteres? Perdonad, chiste fácil…), siempre claro, en el mejor de los casos… Pero es cierto que, como decía Serrat en aquella canción, «a los viejos se les aparta después de habernos servido bien».

Teniendo en cuenta que pronto serán mayoría absoluta (a lo mejor lo son ya, es que soy una ignorante en materia de pirámides demográficas, como en tantas otras cosas…), al menos en los países occidentales y especialmente en el nuestro, deberíamos hacerles un poco más de caso a ellos en lugar de seguir los inconscientes dictados de unos adolescentes que ni siquiera saben hablar, mucho menos leer, y no hablemos de escribir («ola ke ase», pues invocar a Lázaro Carreter para que te corra a hostias, hijo de puta!).

Bueno, y ahora que la Abuela Cebolleta ya ha soltado sapos y culebras (joder, menos mal que no me gustan ni el jerez, ni los gatos, ni el ganchillo…), hablemos de esta película: «El exótico Hotel Marigold» es una película bonita de reír y de llorar.

Monidala, el futuro está muy negro…

¿Qué pasa? ¿Por qué seguís leyendo? La reseña ya se ha terminado. ¿Es que no os parece suficiente? ¿Es que ahora todas las películas tienen que traspasar lo fílmico y convertirse en símbolos de vida y muerte? ¿Es que no se puede ver una puta película para pasar el rato, que te deje un buen sabor de boca, que te haga reflexionar sólo de manera superficial sobre aspectos de la vida y a otra cosa mariposa?

¿Es que ahora lo sentimental tiene que ser siempre sinónimo de puta mierda? Me cago hasta en los Hermanos Lumiére, a ver si ahora no vamos a poder echar una lagrimilla a costa de personajes inventados porque entonces todo será un pastel! Y menos mal que salen no uno ni dos, sino SIETE actores formidables que nos dejan ver sin tapujos la enorme dignidad de su decrepitud…

En fin, que les den por culo a los pretenciosos (no offense) pero si no saben valorar que una película ponga el acento en que nunca es tarde para cambiar y que no estamos acabados hasta que nos morimos, sabrán mucho de cine, pero de humanismo ni idea.

En fin otra vez, me voy a dormir que estoy pedo. Pero yo de mayor quiero ser Judi Dench.