El irlandés (John Michael McDonagh, 2011)

Pedazo western-trhiller se ha marcado este tío.. Y eso que a mí estos géneros tan viriles no me van nada, pero ésta se la tengo que recomendar a Harvey porque es de las que le gustan.

Para empezar se desarrolla en Galway, que es una pequeña ciudad del oeste de Irlanda que no es demasiado conocida en el mundo. Y eso que es un sitio muy bonito. Yo estuve una vez allí. Fui desde Limerick en autobús y fue uno de los peores viajes de mi vida porque a mi lado iba sentado el tipo más apestoso que os podáis imaginar. Tenía pinta de marino escapado del Pequod y el olor que desprendía a alcohol y a Dios sabe qué más me pareció gloria bendita cuando de repente el hijoputa se saca del bolsillo una cebolla cruda y se lía a bocados con ella. Si no vomité ese día es que tengo el estómago de un cirujano maxilofacial… Es un país peculiar, pero la gente es encantadora. Sólo una vez me hablaron en gaélico y fue una señora de la fábrica a la que teníamos hasta las pelotas de oír hablar en español. No se lo reprocho.

Por dónde iba… sí, el prota es un sargento de la policía de Galway, inconmensurablemente interpretado (Dios, qué pedante puedo llegar a ser, me patearía el culo a mí misma; de hecho lo hago…) por Brendan Gleeson. Un putero vicioso y socarrón que sería la versión postmoderna y torrentiniana de John Wayne pasado de ácido (¿en serio la gente sigue consumiendo drogas lisérgicas? ¿Es que todavía no se han dado cuenta de que eso te caga el cerebro?). A mí me ha parecido que también tenía algo del Bruce Robertson del «Filth» de Welsh en versión simpática (pero claro, yo siempre tengo que meter a Welsh, es una parafilia mía muy cansina…).

¿Cómo es que algunas putas de las películas parecen estar más motivadas en su trabajo que un consultor de Michael Page?

Una trama de tráfico de drogas (joder, los narcos existencialistas y verborréicos a lo Tarantino me han encantado) es la excusa de todo el tinglado y de que llegue al pueblo (pueblo… ciudad… en Irlanda esos conceptos se confunden…) un (afro)americano del FBI (Don Cheedle) a poner el contrapunto cultural. La relación entre él y el Sargento Boyle es lo mejor de la película y tienen diálogos realmente descojonantes (perdonad, pero es que acabas de ver esta peli y no puedes dejar de decir palabrotas, es jodidamente inevitable!!).

El toque gafapaster lo pone el score compuesto por Calexico ¿? La hostia.

Una peli divertida y muy entretenida de las que apetece siempre ver. Y de las que casi ya no se hacen, por desgracia.

Ahí os quedáis con John Denver… Por cierto, si alguno la ha visto, ¿podríamos comentar el final? ¿Por favor, por favor, por favor?? Esta noche no duermo…

Moonrise Kingdom (Wes Anderson, 2012)

Hacía mucho tiempo que no entraba una película en la lista de «Pelis de culto personal y familiar». También hacía un millón de años que no disfrutaba de verdad una de Wes Anderson, de hecho creo que desde «Bottle Rocket» (por cierto, ¿por qué no hace más películas Luke Wilson?? ¿Esto es como cuándo me hice super fan de Emilio Estévez?) que fue para mí como esos flechazos que surgen al conocer a alguien y que haya una química genial pero por alguna extraña e incomprensible razón, en seguida queda claro que había sido un espejismo, un bluff de la vida…

El caso es que sus posteriores trabajos (y los he visto casi todos) no les he pillado nunca el hilo y me parecía que, a pesar del muy atractivo envoltorio, no había mucho mensaje y que Anderson no tenía derecho a reunir esos impresionantes elencos para que después los actores parecieran zombies todo el rato… Si, como comentaba con mi cinéfilo amigo Steppenwolf, ahora tengo que volver a verlas todas otra vez para saber si a la Monidala de hoy (también conocida como Mrs. Jones: «Señora, ¿tiene hora?» Sí, es la hora de cagarme en tu puta madre, niñato de mierrrrrrrrrrrrrrda…!) resulta que le divierte lo que antes le aburría, menuda trabajera me espera…

Pero «Moonrise Kingdom» nos ha encantado en casa (Victoria la ha seguido entera con mucho interés y riéndose bastante y eso que yo temía que en algún momento pudiera ocurrir algo traumático que no entendiera y que apareciera Tilda Swinton a quitarnos la custodia porque seguro que no es tolerada…). Su estética preciosista y retro, la ternura de la pareja protagonista (empiezo a creer que sólo en la infancia el amor verdadero tiene sentido…), su sentido del humor entre estoico y surrealista,  Eduard Norton vestido de Boy Scoutt, una banda sonora chulísima…  Vamos, que nos lo hemos pasado en grande!

Tranquila Monidala, que lo de La Pianista de Haneke sigue siendo mucho peor…

También me ha gustado el triángulo entre mi idolatrado Bill Murray, la siempre eficaz Frances McDormand y Bruce Willis (cada día mejor Bruce, me encanta como vas sembrando tu carrera de personajes memorables en películas de culto mientras sigues siendo John McClane y un Expendable sin prejuicios,  eres grande!). Hay mucha verdad en esa historia…

Pero sobre todo, admira lo bien reflejado que está ese momento de la preadolescencia en el que todo va a empezar a hacerse muy raro y difícil y uno no puede evitar sublevarse contra todo y contra todos. Una suerte de síndrome premenstrual de varios años que, especialmente en las chicas (bueno, es de lo que yo puedo hablar…), es una alienación permanente y una impresión de que el mundo entero te está tres tallas más pequeño de lo adecuado. Creo que esto te dura hasta los cuarenta. Año arriba, año abajo.

Sin embargo esa sensación de ser demasiado adulto para ser tratado con condescendencia pero a la vez seguir esperando que alguien satisfaga nuestras infantiles necesidades de protección, no nos abandona nunca.