La vida de Pi (Ang Lee, 2012): un acto de fe
5 febrero, 2013 4 comentarios
Una de las Grandes Dudas de la Humanidad (y las tenemos a espuertas…) gira alrededor de un concepto abstracto e intangible donde los haya, pero fundamental para diferenciarnos de los animales: los asuntos de la fe, a saber, si la fe es algo que viene de serie, si se gana, porqué se pierde y si se puede recuperar, pero sobre todo cómo es esto último posible. Yo desde que soy madre (y de un tiempo a esta parte, con eso de que sufro de identidad difusa o versátil -que es un trastorno transitorio de la personalidad que me acabo de inventar-, es la única cosa cierta que sé sobre mí misma) vengo constatando que los críos tienen una mecánica de pensamiento compatible con la fe (¿acaso no es, en parte, un acto de imaginación contrario a todo realismo empírico?).
Como ejemplo de esto, la perla que me ha soltado hoy mi cachorro de humano mientras yo veía «La vida de Pi» y ella a ratos se interesaba, a ratos estaba a lo suyo, durante una de esas flipantes escenas que deben de ser gloria bendita en su versión 3D: Me ha preguntado que qué era aquello, a lo que yo he respondido que eran alucinaciones. La verdad es que no estaba muy segura de que ella supiera el significado de la palabra, aunque las imágenes aclaraban bastante la cuestión. Pero lo que me ha dejado helada (madrina) ha sido su siguiente pregunta: «¿Del chico o del tigre?». Que es un «pensar fuera de la caja» como la catedral de Burgos, vamos…
OMFG
Por desgracia (aunque a mí me consuele cosa mala) no soy yo sola la de la crisis de identidad. Y para más inri, la crisis ideológica está más extendida que la Nocilla en la merienda de un pobre y eso implica que ya no creamos en nada: Dios, el posible sentido de la existencia, la amistad, el amor, el modus vivendi occidental, aquellos que nos gobiernan o si el Blu-Ray es el formato audiovisual definitivo, están en tela de juicio permanente. Personalmente he sido siempre una descreída que ha oscilado entre el ateísmo, el agnosticismo y la apatía total con intensos momentos de «Dios, ¿por qué nos has abandonado?», aunque siempre fuera del ámbito de las religiones organizadas que yo para eso soy ácrata de pelotas.
Pero hace ya unos meses que vengo pensando en que la arrogancia de negar la posibilidad de que haya cosas que nos superen y trasciendan (así, un poco en plan Ross cerrándose a aceptar que haya una diminuta posibilidad de que la Teoría de la Evolución no esté en lo cierto) podría estar privándome de la llave de la felicidad. Y claro, que últimamente nos bombardeen con aquello de «No se trata de ver para creer sino de creer para ver» tampoco ayuda. Diréis que lo que me pasa es que soy carne de secta, pero no os preocupéis que hace poco vi de «The Master» así que la Cienciología está descartada (más que nada porque la peli me mató del aburrimiento).
«Mira Richard Parker, este naufragio se nos está yendo de las manos…»
No es eso. Pero la premisa de «La vida de Pi» viene a confirmar esa sensación que me acompaña desde hace un tiempo, alimentada también por la influencia del «Ordet» de Dreyer, que no me quito de la cabeza desde hace días (si de verdad os interesa el cine más allá de llevar a vuestra novia allí para, aprovechando la oscuridad, llegar a segunda base, no dejéis de verla). Al final la conclusión es esta: entre creer y no creer (y hablo de un creer de amplio espectro, no me seáis estrechos de miras y me imaginéis con mantilla y peineta en una audiencia papal por que yo soy mística más en plan X-Men), elijo creer porque, francamente, no hay color.
Que, hablando de todo un poco, os diré que la peli me ha parecido además un goce para los sentidos…
Creo que todos los de esta generación vivimos con ese escepticismo-ateísmo, la sociedad moderna y los avances de la ciencia han dejado al descubierto muchas de las mentiras de la Biblia y la iglesia, igual que las tecnologías de la información actuales dejan al descubierto las mentiras de los gobernantes que antes nos era imposible conocer si no nos lo contaban en la única cadena de TV que existía. Pero algo claro sí que hay: el Blu-Ray nació muerto. Y no va a resucitar.
Pingback: Valoración de las nominaciones y quiniela para los Oscar Vol. 1: Mejor película | Monidala Jones
Moni, la he visto ayer y me ha dejado como a la liebre que le dan las largas… He venido «ipso factor» a ver qué decías, y yo no sé si existe un Creador o Dios es Messi, como dice mi novillo… pero qué peli tan acojonante.
Jajajaja, tu mona también es de traca!
La peli es la hostia. A mí por lo menos me emocionó y me pareció visualmente flipante….