Los ilusos (Jonás Trueba, 2013)

Hay que ser muy iluso para seguir queriendo hacer cine en estos tiempos. ¿O es en este entretiempo, este tiempo de nadie,  de generaciones descolgadas y de sueños casi olvidados? Vivimos el momento del «no hay presupuesto» y la cultura parece relegada al final de una lista cada vez más larga de carencias.

Pero si invertimos el orden del famoso inicio de «Historia de dos ciudades»: «era el peor de los tiempos, era el mejor de los tiempos», igual encontramos que no hay mal que por bien no venga. ¿Cómo sino podría haber sido posible hacer esta película? Actores y técnicos que normalmente deberían haber estado trabajando pero que no lo estaban. Un equipo de gente que ha puesto su talento al servicio de esta peculiar idea a cambio de nada. Bueno, a cambio de mucho: a cambio de ilusionarse en un proyecto del que ni siquiera tenían un guión claro. Un acto de fe basado en el convencimiento de que se estaba haciendo algo que merecía la pena y que se iba gestando día a día entre todos.

Jonás y algunos de los Ilusos

Con esa actitud DIY por bandera, Jonás Trueba y su troupe de in(conscientes) han vuelto, como otras generaciones antes, a diseccionar esa cosa que llamamos cine con una mirada nueva y a la vez vieja. «El cine ha muerto: larga vida al cine». Esta vez no es que la realidad y la ficción se mezclen, es que sólo queda verdad: la verdad y la circunstancia de un puñado de cineastas que buscan su lugar redefiniendo las reglas del arte cinematográfico y por el camino se encuentran (y saludan al pasar, que es gente muy educada) con otros importantes rupturistas como Goddard (esa insistente necesidad de preservar en celuloide un instante irrepetible) o con Cassavetes (el cine ES la vida y no se puede narrar de otra forma).

Al hablar de «Todas las canciones hablan de mí» yo decía que Jonás Trueba es un viejoven pero que si se decidía a rodar SU película, saldría algo mucho más auténtico. Esta vez, todo ese conocimiento sobre el cine, esa nostalgia de tiempos no vividos y ese amor por el Madrid sucio pero entrañable (incluso ese punto de afectación, por qué no decirlo…)  se han puesto al servicio de algo definitivamente más personal (y a la vez interesante y divertido). Y sin embargo,  la película no es sólo suya, es de un colectivo de personas que se han reunido para contar una historia y la historia les ha acabado contando a ellos.

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