Nocturna Dark Visions: «Charm» (Ashley Cahill, 2013)

Charm (2013) Poster

Una de las películas que más éxito tuvo en en la Sala 2 del Nocturna, y desde luego, la que no me gustaría dejar de recomendaros por nada del mundo, es esta comedia negra negrísima claro reflejo de esta sociedad post Pirámide de Maslow en la que estamos (quién sabe si por poco tiempo…).

Malcolm es un joven neoyorquino (estos, como otros que yo me sé, nacen dónde les sale de la penca…) contemporáneo a la par que moderno, obsesionado con el cine de Samuel Fuller, la obra de Shakespeare y los poemas de Sylvia Plath entre otras finuras y cuya intelectualidad mal entendida le lleva (y este es un juicio que pongo totalmente de mi cosecha) a considerarse superior a la mayoría de la flora y fauna que pulula por Manhattan en la actualidad.

Como su amor a la Gran Manzana es bigger than life, no soporta que ya no sea el antro de pecado que era unos años atrás y que todo se haya vuelto tan boho chic, macrobiótico y seguro. Decide comenzar una revolución para acabar con tal insensatez y para ello se erige en una especie de Travis Bickle a la inversa, que masacra sin piedad a todo aquel que no se ajusta a sus, cada vez más estrictos, controles de calidad.

Practicando el «aquí te pillo aquí te mato» sin control…

Inevitablemente estaréis de acuerdo con él en que hay mucha gente que se merece ser sacrificada en aras de la convivencia común (muchos aplausos en la sala cuando la toma con los que, no sólo se niegan a apagar el móvil en el cine, sino que hasta se permiten el lujo de contestar una llamada en medio de una película: en esos momentos vendría muy bien que en el reposabrazos de la butaca hubiera unos botones para activar lanzamisiles, a mí no me digáis…), pero también aterra la forma en que la vida humana empieza a tener cada vez menos sentido para él.

Es en ese punto cuando la cosa, que hasta entonces se movía por los cómplices derroteros que nos marcaba John Waters en  «Serial Mom», con una Beverly R. Suphin desbocada (o lo que es lo mismo, Kathleen Turner asesinando a una mujer por llevar zapatos blancos después del Día del Trabajo…), empieza a adentrarse en el horror del sinsentido por el que transitaban Patrick Bateman o Alex DeLarge en sus respectivas pesadillas.

«…Y hoy debatiremos sobre quién se merece una muerte más cruel, si los que llegan tarde por sistema o los que cancelan planes en el último minuto…»

Conjugando violencia brutal, ironía salvaje y diálogos muy agudos y divertidos, entrar en el mundo de Malcom permite una cierta reflexión sobre quiénes somos los occidentales a día de hoy, a la vez que nos obliga a distanciarnos de nosotros mismos porque en la identificación está la penitencia. Su puesta en escena de falso documental rodado cámara al hombro y su look independiente le otorga esa inmediatez y frescura que, en otra película, yo misma habría llamado «mareante uso del manido recurso de la cámara en mano a lo Nouvelle Vague con ínfulas indies«. Otra de las contradicciones inherentes a la película que me hicieron disfrutarla tanto.

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