Hoy en Parejas Imposibles: Carrie Bradshaw y el post punk

No me voy a molestar en recomendar «The Carrie Diaries». Es, obviamente, la clase de producto audiovisual con un target definido y al que algunos no se acercarán, no sea que les contagie la peste bubónica o algo peor: el romanticismo pasteloso y facilón de tía petarda (no pasa nada, yo sé quien soy; ya os gustaría a la mayoría tenerlo tan claro…). Lo malo de eso es que también se están vacunando, por obra y gracia de sus prejuicios, contra otras cosas que la serie aporta como daños colaterales y que, en mi siempre inútil y desautorizada opinión, son acojonantes.

Sin entrar en el argumento de la serie, sólo os contaré que las peripecias de nuestra pequeña Bradshaw, aquella que un día nos ilustrará con sus columnas sobre el comportamiento sexual de los neoyorquinos contemporáneos (y por extensión, los humanos cosmopolitas del primer mundo), están aderezadas por una banda sonora de las de ponerse de rodillas (y no, ahora no estoy parafraseando a Samantha).

Por una parte están los temazos típicos de siempre, ya sabéis, las  Madonnas y Cyndi Laupers de turno, los Depeche, The Cure, Pretenders, Violent Femmes, Blondie… en fin, los ochenta más populares y admirados. Pero por otra parte, la inclusión del personaje de Dorrit, la hermana pequeña, traumatizada y algo siniestra de Carrie, nos descubre otras lindezas no tan chupeteadas que merecen nuestra atención, siquiera ahora, treinta años después.

«No sé si escucho a Joy Division porque estoy triste o si estoy triste porque escucho a Joy Division»

Personalmente he descubierto varias bandas muy interesantes esta semana gracias al empacho de «The Carrie Diaries» que me he pegado y me lo he pasado que te cagas (¡que se mueran los hipsters!) con cosas como este «Veil Like Calm» de Eyeless in Gazza. Igual soy una total ignorante por no conocerles ya, pero qué queréis que os diga, las cosas llegan cuando tienen que llegar, y este hipnótico y turbador envoltorio musical para una letra llena de enigmas me ha matado y resucitado: se ha convertido en un símbolo de mi imbecilidad e indestructibilidad. Ya, ya sé que no me entendéis, pero como canción es la hostia, ¿no?

Otra que tal baila es el «Amoeba» de Adolescents. Furia juvenil, que curiosamente, entiendo y siento más ahora que estoy en algún lugar indeterminado entre la postadolescencia y la premenopausia (técnicamente, así es…). Francamente, la rabia que sale de la frustración jode mil millones de veces más cuando dejas de pensar que tienes todo el tiempo del mundo y que las oportunidades lloverán sobre ti como el maná sobre los judíos… Llegar a los cuarenta sí que es «no future», no te digo…

Y otra que mola mil es este «Snake and Ladders» de TV21.

El caso es que he estado viendo la serie con el Spotify abierto y parando cada poco para descubrir estos y otros temas de distinta índole que me han abierto las puertas a la nueva banda sonora de este momento de mi vida: uno bastante bueno en el que no pienso dejar que los prejuicios me arruinen la posibilidad de descubrir cosas nuevas e importantes para mí. Sólo se es adolescente una vez: hagamos que dure para siempre.

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