¿27 Vestidos? 27 collejas le daba yo a la tía esta, así, una detrás de otra y en to’l colodrillo…
Que empiece una peli y el punto de partida te parezca más improbable que uno conmigo comulgando, a día de hoy, con las cosas que hemos visto (no sé, viejos que se bañan en una piscina con crisálidas de aliens y se revitalizan -joer, que eso sí que es un spa guapo y no las chufas que nos venden…-, por poner un ejemplo a bote pronto ), es que tiene delito…
Y es que resulta, para el que no lo sepa, que la protagonista (una tal Jane, encarnada por la últimamente ubicua Katherine Heigl) es una pirada de las bodas que está asistiendo como dama de honor a dos de dichos acontecimientos a la vez (Jesús, María y José, la burra y el buey, si que te inviten a una boda ya me parece un mal rollo inhumano -claro, te invitan a que te pagues la cena -y algo más con lo que poder irse a Cancún- en el hortera-restaurante que los novios escogen para degustar un menú sintético compuesto de un déjà vu de entrante, con una carne -por llamarlo de alguna manera- y un pescado -pero ¿qué absurdez proteica es ésta?- de plato principal, para terminar con un postre a base de la típica tarta nupcial reseca e insípida que, eso sí, baja del techo mientras se escucha la predecible «I will always love you» versión «mi pobre Whitney Houston»), una por el rito hindú y otra más tradicional (hablábamos de la Heigl, por si os habéis perdido, que no me extrañaría…) pero ambas igualmente aborrecibles e intercambiables.
El armario de la vergüenza…
Si ese estúpido frenesí por el tema «bodorrio» no explica per se el porqué nadie ha llevado al altar a la moza de marras, explicaros que la muy ilusa está enamorada en secreto de su jefe (Edward Burns, un señor que prometía mucho en los 90 pero que hay que ver en lo poco que se ha quedado…) que, no sólo no se entera, sino que mantiene con ella una relación de lo más fraterna. Y hablando de fraternidades, pronto conoceremos a su hermanita menor (la de la pánfila), una fresca y caradura de tomo y lomo a la que se le pone entre ceja y ceja casarse con el amor platónico de nuestra pequeña y collejeable Jane.
Por otra parte, ésta entabla relación sin saberlo (ya sabéis, la típica confusión de identidades que no puede faltar en una comedia de este tipo…) con un periodista (a ver: ¿a quién se le ha ocurrido emparejar a la Heigl, que es una jaca jerezana, con este pony chiquilicuátrico del Marsden? Que no sabía yo quien era hasta que dice no sé qué de unas gafas y ya me di cuenta de que es Scott, también conocido como el pesao de Cíclope, hay que ver cómo engañan los trajes de neopreno esos con relleno de los X-Men, cagüentó…) encargado de cubrir la sección de sociedad (vamos, que es de la BBC) del periódico: un cínico que se carcajea del matrimonio pero que acaba encontrando interesante el asunto de la ONG que parece que ha creado nuestra protagonista: Damas de Honor Sin Fronteras (ni Pudor).
«Eres una giganta con los pies como un canguro, pero me gustas…»
Dicho todo lo cual, pensaréis que la peli es un mierdón. Pues no os diré yo que no, pero la verdad es que me entretuvo bastante y que hay alguna que otra escena divertida (en especial me gustó el papel de la mejor amiga de la prota, aunque es un prototipo del que ya hablaremos…). En cualquier caso es un vehículo de lucimiento para la Heigl, ya que parece que alguien en Hollywood se le puso en las pelotas hacer de esta chica una estrella y por empeño que no quede…!
Después de aquello de Killers (creo que todavía tengo secuelas, lo digo en serio…) imaginaos mis reticencias hacia esta peli anterior de Robert Luketic con esta chiquita tan mona (que es un eufemismo envidioso para “tía buena que te cagas”), la Heigl (yo es que como no he visto Anatomía de Grey no le tengo cariño, qué le vamos a hacer…). Pero recordé que a mi queridísima Uma le gustaba y decidí que tenía que darle una oportunidad.
Por desgracia, en el comienzo de esta cinta todo se estaba desarrollando por los mismos derroteros: mujer joven y atractiva de brillante carrera (productora televisiva en este caso) y que, sin embargo, parece subnormal cuando se relaciona con los hombres y no para de comportarse como si, en el fondo, lo que quisiera fuese morir sola y rodeada de apestosos gatos. Vamos, que estaba yo al borde de la limpieza de cutis.
“Mamá, mamá, me han vuelto a dar el papel de Pava Total!!! La verdad es que lo bordo…
Pero de pronto, ¿qué ven mis ojos? Mmmm… [Léase con voz cantarina de zorrilla de alterne] Gerard Butler en todo su esplendor de macho Alfa… Y ¿qué me creo? Si encima es un cabestro, un energúmeno machistoide y deslenguado que utiliza a las mujeres y se burla del amor y el romanticismo… La cosa promete!
“El Hombre Deseado ahora trae como complemento dos guarrillas para ponerlas a planchar o lo que se te ocurra.”
La verdad es que he acabado divirtiéndome mucho con ese tío tirándonos a las tías a la cara lo absurdas y predecibles que somos y lo sumamente equivocadas que podemos llegar a estar con respecto a las relaciones. Me he reído mucho con las verdades absolutas acerca de los hombres que se subrayan en la peli y creo que los chicos que vean la peli estarán de acuerdo en que no se les puede definir con más claridad y sencillez (y certeza). Me ha gustado el estilo de esta “guerra de sexos” y su utilización del lenguaje soez: qué le voy a hacer, debo de ser muy primaria, pero me divierte escuchar determinadas palabras en una peli americana convencional, aunque soy muy consciente de que la subversión termina ahí.
No nos olvidemos de que se trata de una comedia romántica y tiene sus convenciones (os las voy a intentar desgranar con detalle en mis próximos posts, pero todos las conocemos en realidad…) y con todas las que hemos visto ya podemos predecir lo que irá pasado hasta llegar el inevitable final. Pero no por ello deja de ser divertida la forma como lo han contado esta vez ni los personajes dejan de ser entrañables o simpáticos. Y estos los son (aunque los pobres bailan los dos fatal…).
Es que si además de guapos, altos, estrellas de cine y millonarios bailaran bien ya sería una ofensa para el común de los mortales…
Incluso la Heigl empieza a caerme mejor. Y después de haberme tragado hoy “27 Vestidos” en canal, os diré que ya la cuento entre mis mejores amigas… ^_^ Dios mío, este proyecto puede llegar a ser peligroso!!!!
¿Queréis saber la cruda realidad? ¿La descarnada, sin adornos (bueno, puede que algunos, que este blog vive a base de retórica…) ni falacias, dura y pura realidad??
La realidad es que casi todas las mujeres que conozco son atractivas, listas, están preparadas y son muy divertidas. Son profesionales muy capaces que realizan trabajos sofisticados y sobreviven en esta jauría humana postmoderna con una desenvoltura que sorprende. Pagan sus facturas y se proporcionan sus propios orgasmos. Lo mismo viajan solas, que cocinan y algunas, incluso, son capaces de instalarse unos códecs cuando es preciso …
Pero prácticamente todas son unas obsesas del control, unas neuróticas inseguras y absurdamente condicionadas por el montón de patrañas con las que se han criado. Por lo que respecta a los hombres, todavía creen en los príncipes azules, en los Mr. Right y las almas gemelas. Y es curioso, porque la mayoría son intensamente agnósticas, lo que quiere decir que no creen en Dios pero tienen una fe ciega en los cuentos de hadas… Curioso, cuando menos.
“Oye, no es la primera vez que me enfrento a uno como tú en un ascensor así que….¡qué corra el aire!!”
Son fácilmente manipulables en lo que respecta a su ideal amoroso y francamente patéticas en sus relaciones idealizando con facilidad la mas mínima chorrada intrascendente porque todavía aspiran a disfrutar de ese concepto etéreo (e inexistente) denominado “el novio perfecto” (también conocido en el pasado como “marido ideal”). Y eso se traduce en la pretensión gilipollesca de tratar de convertir a los hombres de su vida en una versión plastificada de lo que eran. Se juzgan duramente a sí mismas por lo que tienen, y no por lo que son, y se frustran permanentemente porque es inevitable cuando sueñan lo imposible.
Los hombres, por otra parte, son simples. Ah sí, y les asustan las relaciones…. ellos son más de felaciones!
Pero qué poquito me ha interesado el romance de estos dos en esta historia sobre una pareja, a priori imposible, en el contexto de la guerra de las farmacéuticas a finales del siglo pasado…
Y el caso es que la cosa no empieza mal del todo: Jamie Randall (un Jake Gyllenhaal que no me ha atraído nunca como hombre con esa cara de bueno rollo permanente –antes me tiraría a su hermana Maggie, que me da el triple de morbo- pero que hay que reconocer que se ha currado un cuerpecito de impresión, y muy bien que ha hecho habida cuenta de que se pasa media peli en bolas…) es un ligón y médico frustrado proveniente de una familia de histéricos que empieza a ganarse la vida como visitador médico (dentro de la profesión comercial, es un paso previo a ser representante de Satanás para vender multipropiedad en el Averno).
En una de las mejores escenas de la película, conoce a Maggie Murdock (encarnada con mucha frescura por Anne Hathaway y sus respectivas y “deliciosas” mamellas), una joven enferma de Párkinson con la que entabla una relación, en principio sexual (y venga la burra al trigo con pensarse la gente que se puede folletear sin consecuencias, ains, bendita inocencia…) pero que se acaba complicando.
“¿Ves esta? Pues tengo dos. Porque no soy ningún monstruo…”
Todo es bastante entretenido al principio, cuando la pareja se deja llevar por una lujuria de lo más espontánea y nosotros disfrutamos de escenas subiditas de tono y de los cuerpos turgentes de estos dos mozalbetes, aderezados por algunos diálogos bastante interesantes entre estos prototipos de “listilla” y “chulito cabrón”. El problema es que en cuanto la cosa se pone “seria” a mi me entraron ganas de hacerme una limpieza de cutis, y eso es muy mala señal…
La peli, para mi gusto, no termina de encontrar su tono: ¿es comedia? Pues a veces se pasa de slapstick con ese Gyllenhaal correteando en cueros con un cojín en la entrepierna… ¿Es drama? También. Y la verdad es que por momentos se pone moñoide y lacrimógeno de palo.
Por otra parte tenemos la crítica contra las farmacéuticas (me gustaría saber qué opina Pfizer de la peli, aunque supongo que habrán tenido que ceder los derechos de imagen de la marca y hasta da que pensar que no les importe y crean que la publicidad les beneficia…) y contra el sistema sanitario en general y los médicos egoístas e interesados por otro, que se pasan el juramento hipocrático por donde se pasan la esponja en cuanto alguien les pone un orgiástico Congreso a tiro.
“Pero qué cómodos y qué fresquitos estamos, oye…”
Resumiendo, que me parece prescindible a pesar de que las interpretaciones de los protagonistas no son malas. Ahora, eso sí, al hermano del protagonista me lo cargaba con mis propias manos sino fuera porque, en el fondo, es el que tiene las mejores líneas de la peli…
Dios me libre de ponerme en plan erudito, y mucho menos con este tema, que de lo que se trata precisamente es de hacernos el verano más pasable; pero todo tiene un principio, y el de las comedias románticas lo podemos encontrar plasmado en la literatura de Shakespeare (aunque ya desde la Edad Media se venía hablando del “amor cortés”, pero en términos más idealizados…) en obras como “Mucho ruido y pocas nueces” o “La fierecilla domada” (ambas versionadas en cine hasta la saciedad, of course, porque el teatro es sin duda el padre del séptimo arte…), en las que se promueve el clásico paradigma de la relación amor-odio: esas parejas protagonistas que aparentemente se caen antipatiquísimas aunque por dentro están deseando arrancarse la ropa aunque sea a bocaos.
Más que “La Fierecilla Domada” yo la llamaría “La Fiera Corrupia”, pero es que estos dos no eran ni medio normales…
En el Imperio no nos quedábamos atrás durante el Barroco (a.k.a. Siglo de Oro), y gente como Lope de Vega (“El perro del hortelano” es un pozo de sabiduría amorosa) o Calderón de la Barca (“No hay burlas con el amor” está, a pesar de las particularidades obvias, de plena actualidad hoy día) se curraban unas comedias de enredos amorosos que eran las delicias de la cristiandad.
Ahora ya no nos va el verso, somos más pragmáticos:
Quinn Harris: If it makes you feel any better you’re not my type. Robin Monroe: Oh good, why? Quinn Harris: Why? Robin Monroe: Yeah, you know, I’m making conversation. Why? Quinn Harris: You talk too much. You’re opinionated. You’re stubborn, sarcastic, and stuck up! Your ass is too narrow and your tits are too small. Robin Monroe: Hey, you wanna know why you’re not my type? Quinn Harris: Nope.
“Six days and sevennights”, Ivan Reitman (1998)
Si el Bardo es el padre del romanticismo, la madre no puede ser otra que Jane Austen. En contra de lo que creen muchos, sus novelas no son cursis ni remilgadas (bueno, no vayáis por allí buscando sexo desenfrenado porque la inglesa era hija de su época y además, para eso ya están las noveluchas de Danielle Steel que, yo no he leído ninguna, pero tengo entendido que producen unas lubricidades de no te menees) sino que hay una gran carga de crítica social y feminismo, así como un humorismo muy marcado del que son herederas las Helen Fildings (“El diario de Briget Jones” no es sino una versión actualizada de “Orgullo y Prejuicio”) y las Marian Keyes (los “hombres de verdad” de “Rachel se va de viaje” -novela hilarante y a la vez muy cruda y que recomiendo para leer en la playita mientras uno se tuesta vuelta y vuelta- están basados en la integra caballerosidad de los Darcy y los Knightley de turno, pero con pantalón de cuero marca-paquete) de hoy día (salvando las distancias porque en la época de Regencia no existía el DIU y oye, eso se nota…).
[Se me están yendo los paréntesis de las manos, lo asumo…]
Momento mítico de la historia de la televisión: Firth-Darcy en plan Mr. Camisa Mojada, saliendo directamente de la reprimida mente de una pobre solterona más virgen que la Paloma.
Otro que ha aportado su granito de arena en la creación de este género que hace que las mujeres del mundo occidental arrastren a sus resignados novios/maridos/amantes/lo-que-surja a los cines los domingos (y que algunos tíos hasta vaya solitos sin que nadie les obligue…), es Oscar Wilde. Obras como “La importancia de llamarse Ernesto” o “Un marido ideal” refuerzan las convenciones de un género que se estaba fraguando poco a poco y haciéndose fuerte en el imaginario colectivo: personajes femeninos carismáticos, nada sumisos y muy contestatarios, personajes masculinos atractivos que combinan cierta caballerosidad (y no me refiero a esa chorrada de abrir puertas, sino a una actitud vital basada en la honestidad, y que tiene más que ver con la utilización que del término se hacía en la Edad Media, los de CdHyF sabrán sin duda a qué me refiero…) con una socarronería descarada, diálogos chispeantes llenos de mordacidad, sexualidad soterrada (pero muy presente), divertidos enredos y malentendidos que mantienen alejada a la pareja hasta el final, etc.
Ya en celuloide sonoro (el género de la comedia romántica en versión muda no tenía mucho sentido, ya que como he dicho, se suele basar en la lucha dialéctica entre la pareja protagonista y se alimenta de las réplicas y cortes que el uno y la otra se propinan, cual bofetadas), los americanos se sacaron de la manga su enésimo invento revolucionario: la screw ball comedy. Pero dejadme que os lo cuente otro día…
“I hate the way you talk to me, and the way you cut your hair. I hate the way you drive my car. I hate it when you stare. I hate your big dumb combat boots, and the way you read my mind. I hate you so much it makes me sick; it even makes me rhyme. I hate it, I hate the way you’re always right. I hate it when you lie. I hate it when you make me laugh, even worse when you make me cry. I hate it when you’re not around, and the fact that you didn’t call. But mostly I hate the way I don’t hate you. Not even close, not even a little bit, not even at all.”
“10 things I hate about you”, Gil Junger (1999)
Ah, me olvidaba… Este es el video que prueba dos cosas: que “Star Wars” es una comedia romántica y que en una galaxia muy muy lejana es imposible morrearse sin que aparezca un pesado a molestar.
Si resulta que el falso documental (o mockumentary, para los listillos…) ya es un género en sí mismo, ¿por qué no voy a poder yo escribir aquí la tesis doctoral que hubiera redactado de haber estudiado cine?
[Para ser sinceros, seguro que me habría currado un tocho horripilante sobre la incidencia del neorrealismo italiano y la nouvellevague francesa en el nacimiento del cine independiente americano, porque yo a los veintipocos todavía no me había aceptado a mí misma y basaba los cimientos de mi personalidad en una intelectualidad mal entendida (eso o es que era una Fumelia sin remedio, no sé…) así que necesitaba reafirmarme hablando de cosas que nadie entendía (o a nadie le importaban).
“Madre mía, con la pinta tarugo que tengo y me he ligado a la sueca. Lo malo es que estoy condenado a hacerme el intelectual de por vida, con lo que me gustaría a mí hacer una buena peli de Jaimito…”
Pero ahora ya soy más normal (quien dice “normal” dice que me la trae al pairo lo que la humanidad, ya sea individualmente o en su conjunto, opinen sobre mí y mis circunstancias) y no me ha costado ni un duro en terapia, ahora eso sí, si los amigos cobraran, conmigo tendrían un chollo: aprovecho para dar las gracias, así en plan prefacio, a todos aquellos que me han aguantado la chapa.]
Siendo sincera conmigo misma, y como ya he comentado por aquí en diversas ocasiones, así como en los bares y terrazas que frecuento, uno de mis géneros cinematográficos favoritos es la comedia romántica. Y ese va a ser el tema de disertación ligero de este verano (soy consciente de que todavía tengo pendientes ciertas entradas, pero es que la femme fatale es para el invierno, así que…), lo que me servirá de excusa para ver y repasar películas de esas de las que uno no sale precisamente con ganas de hacer análisis sino más bien de otras cosas más propias de la estación calenturienta, lo que, por otra parte, no me diréis que no está la mar de bien…
Así pues, lo que toca es definir el objeto de estudio. ¿A qué llamamos “comedia romántica”? Es obvio que se trata de un doble subgénero: por un lado, de la comedia o pelis también llamadas vulgarmente “de risa” y por otro, de las películas románticas o “de amor” (vamos, de perogrullo…).
Pero se caracteriza principalmente porque los protagonistas (en la inmensa mayoría de las veces un hombre y una mujer) se conocen y, a pesar la química brutal y del tonteo espantoso, por circunstancias propias o ajenas la cosa no termina de cuajar. Después de diversos tira y afloja se separan para acabar reencontrándose al final porque en el fondo así debía ser, en aras del amor y de los happy endings (no, no me olvido de que también hay algunas comedias románticas que no acaban bien, o lo que es lo mismo, cuyos protagonistas no acaban juntos comiendo perdices, pero son rara avis y ya las mencionaré cuando se me ponga en las narices, que estoy muy macarra hoy…).
“Espero que no me tomes por una guarrilla, pero que estaba yo pensando que si nos dejamos de tonterías y pasamos directamente al follisqueo intensivo igual nos cargamos el género, pero oye, eso que se llevan nuestros cuerpos, que los guionistas son unos desaprensivos…”
En teoría todos lo tenemos clarísimo, pero luego nos encontraremos con algunos films fronterizos, así que seguramente habrá polémica, por ejemplo: “Mejor… Imposible”, ¿es una comedia romántica o es una comedia en la que los protagonistas se enamoran? Que Jack Nicholson esté ya más arcaico que el Maniac Mansion no es lo que me hace dudar, porque en “Cuando menos te lo esperas” está incluso más viejo y sin embargo no me cabe duda de que estamos ante una comedia romántica geriátrica. Creo que la primera no lo es porque el tema central del argumento no es la relación amorosa sino que ésta es sólo uno de los aspectos del film.
De todas formas ya voy adelantando que hablaré de lo que se me ponga en la peineta, como siempre, así que si me nace decir que “Star Wars” es una peli romántica, pues ya me conocéis, pero si queréis el libro de reclamaciones, para eso están los comentarios…
Por empezar de alguna manera, os confirmo lo que ya sospechaba: a día de hoy me dan más miedo las comedias románticas que las pelis de terror. Y esto por diferentes razones, pero la principal es que la mayoría de las que he visto últimamente son tan malas que me han dado ganas de clavarme un destornillador en el ojo hasta taladrarme el cerebro para no seguir sufriendo.
Además, “mi experiencia” con Kutcher (un señor que, por razones obvias y otras no tanto, me gusta bastante…) en este género es especialmente nefasta: “Just Married” es una bobada intrascendente; “What Happens In Vegas…” no estuvo del todo mal, pero…; “Valentine’s Day es lo peor que puede ser una comedia romántica: aburrida; y “Killers” es tan, pero taaaaaaaaaaaaaan mala que casi debería ser punible (pero bueno, ya me explayé lo suficiente aquí).
En la peli de hoy lo encontramos emparejado con la ubicua Portman para tratar dos temas candentes en el panorama amoroso-sexual actual: el follamiguismo y la muerte del romanticismo, en estos tiempos en que lo más romántico que puede hacer un chico por ti es instalarte un antivirus en tu PC.
Si obviamos el freudiano simbolismo fálico, la cosa tiene su gracia…
Emma y Adam son dos jóvenes profesionales con una relación amistosa que un día se acuestan juntos y a partir de ese momento deciden mantener una relación puramente sexual sin ningún tipo de compromiso y tratando de eliminar de la ecuación cualquier clase de gesto o momento que pueda oler a romántico o que les haga implicarse emocionalmente.
A priori suena bastante sencillo, ¿verdad? Sí, pues como diría una gran amiga: sencillo, mis cojones (es que mi “amiga” tiene un par). De todas formas es que entran ganas de decirles: a lo mejor os pensabais que sois los primeros que creen que es una buena idea, o cuando menos, una idea mínimamente factible, sobre todo cuando el grado de atracción es “alto” tirando a “ofú, cómo me pone”… Pero bueno, el ser humano y su supuesta inteligencia, you know…
A mí la verdad es que el planteamiento inicial de la película me ha resultado de comedia romántica de ciencia ficción porque claro, resulta que la chica es la fría y pragmática y el chico es el romántico de verdad (y no de boquilla, porque yo también puedo decir que soy Shaquille O’Neal y eso no me convierte en un ex pivot de los Lakers afroameriano…) y entregado. Bueno, supongo que puede ocurrir. No es que yo lo haya visto nunca, pero admito que cabe la remota posibilidad.
“Yes, we blood!” (Claro, hay momentos para pasarse la gramática por las trompas de Falopio) El mix se podría llamar “In Utero”…
Ni que decir tiene que el análisis que hace la película sobre el tema de fondo es simplista y predecible, pero eso no significa que la peli sea un completo fail. Me ha parecido que tiene unos diálogos bastante buenos, con algunos toques de ingenio; no es aburrida y, aunque las tramas y la mayoría de los actores secundarios son bastante olvidables, sí que podemos disfrutar del estupendo Kevin Kline (y de un irreconocible Cary Elwes, no lo supe hasta los créditos!!) que además se guarda la frase que resume el film: ese “no elegimos de quien nos enamoramos y casi nunca es como debería ser”.
Las interpretaciones de los propios Kutcher y Portman están bastante bien: él es realmente adorable y ella se ve que tiene algún problema serio de incapacidad para relacionarse, la pobre…
Sin ser demasiado original, tiene momentos agradables y realmente simpáticos y, aún sin grandes sorpresas, el final tiene su buena carga de emoción y disfrute para aquellos amantes del género (el resto no os molestéis, no es de esas comedias románticas que hacen afición…).
Una recomendación clara: verla en V.O. He vuelto a ver una parte en castellano y, además de que la traducción es pésima, las voces de los protas son horribles!!!
Todavía no me he recuperado de la indignación que sentí anoche viendo esta bazofia y supuesta comedia. Si me hubiera costado un duro verla, tened por seguro que el caso estaría ahora mismo en manos de mis abogados (mis abogados… un chimpancé con un maletín… qué más da…) para solicitar una indemnización. Quizá pueda pedirla todavía por daños y perjuicios (cerebrales), porque además tengo la sospecha de que algo tan malo no se ha podido hacer por error: aquí había dolo, una intención oculta de agilipollar a la población o algo, no me lo quita nadie de la cabeza…
El truño en cuestión se autocalifica bajo la etiqueta de “comedia romántica de acción”. Pues bien, ya os digo yo que el publicista es un embustero patológico: comedia poca (me hicieron gracia dos frases y una mirada), romance mínimo y anodino (¿os imagináis la típica historia en la que un chico y un chica se conocen y enseguida se gustan y surge mogollón de química y complicidad entre ellos y entonces inevitablemente se enamoran? Pues seguid imaginándolo porque, aunque es lo que se supone que pasa en la peli, no se ve por ningún lado…) y acción escasa y nada emocionante (de hecho para cuando llegan las peleas y las persecuciones, que es en el tercer rollo, yo ya estaba planificando esta crítica y con un estado de ánimo poco proclive al cambio de opinión).
“Sí, bueno, lo del Razzie es irrelevante, lo que importa es que también he ganado el Teen Choice Award y ya sabes que las adolescentes de hoy son las mujeres del mañana…”
Hasta pereza me da contar de qué va la vaina… Pero allá va, profesionalidad ante todo: Jen (Katherine Heigl), la pánfila protagonista (se supone que es una chica muy despistada y algo desastre y eso la convierte en adorable; a mí me pareció patética, una histérica absurda y un insulto para las mujeres en general y me apetecía taparle la boca con cinta americana para que dejase de decir bobadas y matarme de la vergüenza ajena), acaba de ser plantada por su novio, así que ni corto ni perezoso se embarca en un viaje a Niza con sus padres (un Tom Selleck al que le habían teñido hasta el alma y que, aún así, es de lo mejor de la película; y una Catherine O’Hara haciendo de madre borrachuza, más que nada porque si hiciera de madre a secas se tendrían que haber ahorrado el papel de lo poco que aporta a la historia) y allí conoce a Spenser (Ashton Kutcher, o mejor dicho, el torso de Ashton Kutcher porque el resto de él debía de estar en sus labores de Productor Ejecutivo del film, que lo es…), que no me quedó muy claro si es un agente de la CIA o un asesino a sueldo que está allí en una misión.
“Así que aquí es donde Demi lava la ropa, ¿eh? La expresión “tarde de colada” adquiere una nueva dimensión…”
El caso es que de la forma más tonta se conocen (y cuando digo de la forma más tonta me refiero a un ascensor –sí, sí, como lo oís, que no se les ha ocurrido nada más original, “para qué nos vamos a molestar”, pensarían los guionistas, ¡que son tres, nada menos!…-) y ella se queda embobada al momento porque el torso de Kutcher es irresistible (mira, ahí estoy de acuerdo, aunque no me parece muy verosímil que un caballero baje al lobby de un hotel de lujo en la Costa Azul en bañador sin nada encima, que es algo de una poca clase que asusta y por menos de eso en Francia te deportan, pero en fin…) y empieza a hacer el ridículo más espantoso (pero no a lo Briget Jones en plan “me parto con esta tía”, no, más bien en plan “que alguien le golpee la cara con una pala para que se calle”. Al Torso todo esto se ve que le atrae (no porque se note por su trabajada expresividad, sino porque según el guión acaban casados después de que él mismo abandone su trabajo de “trabajitos” para vivir su vida de tórtolos de clase media americana en suburbio estándar.
“No te preocupes que si lo de mi Torso va a ser un problema para ti ya me encargo yo de que tus Tetas también salgan en los títulos de crédito”.
Después de una eternidad de sopor y lugares comunes, no sé muy bien por qué (y llegados a este punto, ni me importa…) al Torso le quieren hacer un encargo de los suyos y al final resulta que al que quieren matar es a él y a partir de ahí todos sus amigos, vecinos y compañeros de trabajo son asesinos que intentan conseguir la recompensa que han puesto por su cabeza. Y eso, señores y señoras, es la sinopsis oficial de la peli, ¡y la propia peli en sí misma! No hay más. Bueno, queda por dilucidar la irresistible intriga de si el Torso (y su patética mujercita) conseguirá salir con vida y el sempiterno doble giro final, predecible donde los haya… Sólo se me ocurre decir: PENITENTIAGITE!! Porque esto tiene que ser una señal de que el mundo se acaba.
Supongo que en pre-producción todo esto sonaba mejor de lo que es y lo que esperaban conseguir gastándose 75 millones de dólares de nada es algo parecido a “Mentiras Arriesgadas” (pues no tienen que tomar estos espinacas para llegar a Cameron, con sus defectos y sus virtudes…) o cuando menos, una peli para que la vean parejitas sin que uno de los dos acabe vomitando. Error: en este caso lo que yo recomiendo para que el aburrimiento no los mate a ambos (todavía no salgo de mi asombro sobre cómo es posible que contemplar a dos personas tan extremadamente atractivas como Heigl y Kutcher pueda ser tan soporífero como un documental sobre el Serengeti después de una fabada, si es que ni a posta lo consigues…) es que se pongan a meterse mano, no hay otra opción.
Así que que sepáis que si alguna vez alguien del otro sexo (o del mismo, que aquí somos Gay Friendly) os dice que “ha alquilado” “Killers” y que si queréis ir a verla a su casa, poneos ropa interior limpia porque vais a mojar. Es como la historia del viaje en plan mochilero por Europa Occidental…
Tampoco es tan de extrañar que la última película de Rob Reiner nos haya llegado directamente en DVD, eludiendo su estreno comercial en salas: su carrera es, cuando menos, irregular. Aunque puede atribuirse el mérito de haber dirigido un puñado de pelis que sin duda permanecen en la memoria colectiva de muchos, me da la sensación de que algunas otras han sido veneno para la taquilla, por lo menos en nuestro país…
Me quedo con las que me gustan, porque me gustan tanto que eclipsan cualquier desliz posterior que prefiero no nombrar y que cualquiera podrá saber si se asoma a su filmografía completa:
“Stand by Me” es una película iniciática que se convirtió inmediatamente en “de culto” en casa desde que la vimos por primera vez gracias al video comunitario (forma de pirateo primitiva y colectiva en boga durante los 80’, antes de que cada hijo de vecino se pudiera permitir el lujo de tener un reproductor de video en casa). Inolvidable la historia de cuatro preadolescentes (uno de ellos el ya mítico River Phoenix) a la búsqueda de un cadáver con todas sus incipientes inquietudes aflorando y una banda sonora con algunas de las mejores canciones de los 50’ de fondo.
“La Princesa Prometida” vista hoy puede que nos parezca ñoña y hasta un poco televisiva pero, en 1987 era LO MÁS. En mi cabeza adolescente no cabía historia de amor más perfecta, doncella más bella y valiente que Buttercup o joven más audaz que el paladín del amor verdadero, Westley (no os pongo una foto de la pinta que tiene hoy día Cary Elwes porque me siento compasiva…). De hecho, estoy deseando que mi niña tenga una edad para que la vea, seguro que le va a encantar…
El momento fake-orgasmo de Meg Ryan en “Cuando Harry encontró a Sally” ya es todo un icono del cine. Y para tres chicas que estaban a punto de terminar el instituto y que se reunieron para verla mientras devoraban una lasaña para cuya preparación se ensuciaron todos los cacharros de la cocina, era una auténtica revelación el hecho de que las mujeres (lo que nosotras nos creíamos entonces) pudiéramos hablar de todo eso abiertamente sin sonrojarnos.
Aunque anterior en el tiempo, no fue hasta hace pocos años que vi (y gocé) “This is Spinal Tap” (lo siento, es absolutamente imposible poner la diéresis encima de la letra “n”…), el mejor mockumentary de la historia (negaré haber dicho esto en el Juicio Final, sobre todo si está presente Woody Allen), porque además es rockumentary!! Absolutamente hilarante y con un musicón es, posiblemente, una de las pocas películas que me compraría original ahora mismo…
Y entonces llegamos a “Flipped”, una comedia dramática romántica soleada que comparte con “Stand by Me” la nostalgia cincuentera, el lirismo de las imágenes, el protagonismo de los adolescentes y el estilo de la banda sonora (también recuerda mucho a la serie “Aquellos Maravillosos Años” aunque está estuviera ambientada a finales de los 60’).
Está claro que las chicas maduramos antes…
Juli (una muy sólida para ser tan joven Madeline Carroll) y Bryce (Callan McAuliffe) se conocen (son vecinos) cuando están en segundo grado (ni idea de qué significa eso, pero vamos, que son dos críos de siete años o así…) y ella se enamora de él al instante. El niño, por el contrario, siente cierta aversión por las chicas en general y por Juliana en particular. A lo largo de los siguientes seis años veremos cómo evoluciona esa relación, alternando el punto de vista entre los dos niños para que podamos saber cómo ve cada uno de ellos los diferentes acontecimientos que suceden. También nos damos cuenta en seguida de que mientras que Juli es una niña sensible, generosa y muy especial el tal Bryce es un cretinillo cuya cobardía le hace rozar peligrosamente la mezquindad (este es un juicio de valor totalmente personal, pero para eso estamos…).
Líbreme Dios de los acabados mate que de los iridiscentes ya me libro yo.
“Flipped” es una película bonita sobre el amor adolescente (no sé yo si lo hay de otra clase…), entretenida y bienintencionada que, a pesar de un casting interesante (Aidan Quinn, Penelope Ann Miller, Anthony Edwards, Rebecca de Mornay y John Mahoney) y una cuidada ambientación no creo que pase a la lista de películas imperecederas de Rob Reiner.
Te gustará si: eres un romántico sin remedio y/o estás en la edad del pavo. También si eres fan de la música vocal de los ‘50:
Aunque el devenir de la famosa escritora pertenece a la historia, el que no quiera saber cómo acaba esta peli que no siga leyendo (pero que la vea, que está bonita…)
No es ningún spoiler comentar que la novelista de ficción romántica más famosa de todos los tiempos no tuvo una vida amorosa lo que se dice feliz. Jamás se casó, lo que en determinadas épocas me temo que era una condena a morirse virgen, y en esta película que, aunque a mí me encanta, sólo me atrevo a recomendar a los amantes del amor (eso es de una peli de Truffaut, ¿no?) o del “cine sombrilla”, se recrea la supuesta relación interrupta que pudo haber mantenido con un tal Thomas Lefroy, que habría inspirado a la escritora el ya legendario personaje de Mr. Darcy.
Bueno, si además de tratar sobre Austen, le pones una historia de amor frustrado y la protagoniza James McAvoy, que para mí es irresistible a la par que inquietante (y me parece buen actor, me ha gustado también en “Expiación” o en “Wanted”, si bien es cierto que recuerda mucho a Eduard Norton, otra filia inconfesable…), pues yo me tengo que hacer follower a muerte…
Lo que venía siendo una rave en la época de regencia.
Yo no sé si la peli es mala, o cursi, o sentimental, pero a mí me emociona profundamente cada vez que la veo, y esta noche no ha sido menos. Se tratan tres temas que me resultan conmovedores per se. Uno de ellos es el tema de la escritura como oficio, en el que no ahondaré porque seguro que me llevo algún sermón y paso.
Por otra parte, la situación de la mujer en otras épocas: Austen vivió entre 1775 y 1817 (durante el llamado período de Regencia) y, en aquel entonces no se les permitía tener una profesión que les facilitara la independencia, tan sólo dinero (siempre y cuando fuera heredado), posición y decoro. La pérdida de alguna de estas tres cosas era una desgracia y terminaba con la destrucción absoluta. Mientras que los hombres, a priori parece que eran libres (lo que me gusta de esta película es que acaba por demostrar que no es el género el que hace libres, sino, en definitiva, el vil metal).
“El Windows Writer me va a pedales.”
Y por último, la fatalidad de las circunstancias, que condiciona la vida de las personas y dificulta la realización del amor. Este es un clásico de ayer, de hoy y de siempre. Admitámoslo, el amor no lo puede todo a pesar de lo que digan las canciones… Terrible, pero ¿no tiene su encanto el hecho de que así pueda permanecer para siempre libre de la banalidad que imponen la rutina y la decepción? ¿Qué es más deprimente: preguntarse toda la vida qué pudo ser o despejar esa duda para descubrir que no merecía la pena?
Momento “cuelga tú”.
En caso es que, si bien en el momento en que Jane decide abortar su pecaminosa huida con el efebo aguanto bien las lágrimas (mentira, es que esto lo tenía ya escrito de antes, he llorado como una perra), en la escena final en la que vemos a la autora ya ajada y solterona-sin-remedio volver a encontrarse con su único y gran amor, ese nudo se desata para convertirse en una avalancha de llanto estertóreo con sollozos e hipidos de primer orden.
Lo dicho: cursi y sentimental. Pero y lo a gusto que se queda una, ¿qué? Pues eso…
Según Virginia Woolf, una mujer que quisiera escribir ficción necesitaría dinero y una habitación propia. Esto no va a dar dinero, pero tiene que servir como habitación...