Concierto de los Black Keys 28/11/2012 (Palacio de los Deportes)

Parecía que no iba a llegar nunca, pero si el invierno llega aunque no quieras, también llegan las cosas buenas de la vida, así que anoche por fin pudimos disfrutar de este conciertazo largo tiempo esperado y que fue estupendo (aunque no fuera perfecto…).

No sé si debería hablaros de lo que significan los Black Keys para mí. Ya os he contado antes lo mucho que me gustan, que me parece que tienen el mejor nombre de banda ever (yo también soy una tecla negra!) o que su música es, definitivamente, la mejor para el sexo que se ha compuesto jamás, incluso mejor que la de los Beastie Boys (ains… es que ya no tenemos veinte años…)

…aunque aquí no lo parezca!

Tenía entradas guays porque ya estaba harta de dejarme el cuello  disfrutando de una panorámica perfecta del trasero de los asistentes (además de lo cansino que resulta estar tantas horas de pie y no tener un sitio para dejar tus cosas, o lo que es lo mismo, soy oficialmente vieja…). Así que esta vez me había decantado por asientos en la quinta fila de los extensibles frente al escenario, unos metros por detrás de los técnicos de sonido. Aún así, y como tengo un imán para la gente incordio, se me puso al lado un flipado de esos que están todo el rato molando por encima de sus posibilidades y le tuve que echar varias miradas a lo Sheldon que decían «respeta mi espacio vital que si quisiera que me tocaran desconocidos estaría a cuatro patas en el Parque del Oeste» hasta que lo ahuyenté de mi lado para que se fuera a «molar» a otra parte (pues bonita soy yo…).

Como teloneros tuvimos a los Maccabees, un grupo indie bastante lloroncete para mi gusto que tienen algunos temillas medio conocidos («Toothpaste Kisses» me suena de un anuncio -sí, de dentifríco, no te jode…- y se puede decir que está bonita; «Pelican» también me sonaba pero no la ubico; y «Ayla» más o menos lo mismo, porque se prestan ambas mucho a promos de la tele y cosas así…). Los chicos tenían bastante claro que nadie había ido allí a verles… (aunque por mi zona había una tía que lo estaba flipando bastante pero para mí que iba hasta las trancas de algo porque las canciones de esta gente no dan para tanto entusiasmo, aunque quien soy yo para juzgar).

Con diez minutos de retraso sobre la hora anunciada aparecieron Dan Auerbach y Patrick Carney en el escenario y empezaron el concierto a latigazos con la contundencia de «Howlin’ for you».

«I must admit
I can’t explain
Any of these thoughts racing
Through my brain

It’s true
Baby I’m howlin’ for you»

Desde el principio quedó claro que el hecho de que sólo fueran dos (en determinados momentos se apoyaron en un bajista y un teclista/guitarrista), no nos iba a hacer echar de menos nada en lo que respecta a la potencia y calidad de su sonido.

Para seguir con los preliminares de calentamiento se lanzaron, para mi gusto demasiado pronto (vamos, que no estaba yo todavía preparada para que bajaran al pilón…) con «Next Girl».

«I wanted love                                                                                                                                                     But not for myself                                                                                                                                                      But for the girl, so she could                                                                                                                                           So she could love herself»

Pronto me di cuenta de que era cierto lo que ya se sospechaba: que gran parte de la audiencia no había  salido de «El Camino» (pocos corearon estas canciones pese a ser de las mejores de «Brothers»), pero que peor para ellos…

La primera canción que tocaron de su último trabajo fue «Run Right Back», a la que siguió «Same Old Thing» de «Attack & Release», el álbum que tengo menos oído (bien, todavía queda mucho por descubrir… ;p) para volver a «El Camino con «Dead and Gone» y bueno… la verdad es que creo que habían empezado un poco fuerte así que hubo un pequeño bajoncillo durante estos tres temas y yo no terminaba de coger el ritmo que esperaba.

Pero otra vez se caldeó bastante el ambiente con «Gold in the Ceiling» y su riff penetraitor. Las cosas como son, es un temazo, y además uno de los más esperados de la noche por la gente, también conocida como el vulgar populacho.

«Down in the waves
She screams again
Roar at the door
My mind can’t take much more
I could never drown in»

Con «Thikfreakness» (también la única que tocaron de su álbum homónimo) ya estaba yo en mi salsa y los contoneos empezaron a fluir como es debido, poseída por la música de los de Akron.

«And I’ll hold you near                                                                                                                                                     and I’ll whisper in your ear»

Así que con el  «Girl is on my mind» («Rubber Factory») se me activó el modo «Auerbach, hazme lo que quieras»…

El paroxismo me llega (vamos, que me corro…) cuando tocan: «Your Touch», la única que podemos disfrutar de «Magic Potion» (que debe de ser su álbum más hipster porque ni siquiera está en Spoti, cosa que siempre me ha molestado tanto que me iba a Youtube a por él, pero renegando…). Mi orgasmo no resulta ser nada simultáneo con los que tengo alrededor, aparentemente impasibles, y sólo me siento hermanada con aquellos que botan como locos cerca del escenario… ains…

«A little naughty naw
I got a saw to naw
Please rush
I need
Your touch»

Pero como el común de los mortales deja de serlo corriéndose a la francesa con los primeros acordes de «Little Black Submarine», yo me reengancho demostrando mi versatilidad multiorgásmico-musical en el paso de acústico a eléctrico (lo estoy escuchando ahora y se me pone la piel de gallina…) de este temazo oscuro que brota de las entrañas como el reverso tenebroso del «Starway to Heaven»…

«You know me, I had plans
But they just disappeared
To the back of my mind»

A modo de postdata de placer, el enganche con «Money Maker» me alarga las últimas convulsiones para dejarme lo que se suele decir, la mar de a gustito y dispuesta a disfrutar de otra de «Attack and Release»: «Strange Times» (y que lo digas!) con una sonrisa en los labios.

La extremadamente turbia «Sinister Kid» («I got a tortured mind/And my blade is sharp/A bad combination/In the dark» ainsssssssssssssssssssss) me sirvió de descanso para volver a renacer de nuevo con «Nova Baby» (otra que, a pesar de formar parte de su último trabajo, no ha tenido la repercusión que merece y que habría sido un hit de cualquier otro grupo más mediocre de los muchos que pueblan el territorio musical…

«All this love of mine                                                                                                                                                                All my precious time                                                                                                                                       You waste it cause you                                                                                                                                            Don’t know what you want                                                                                                                                         You don’t know what you want»

 «Ten Cent Pistol» es una delicatessen sinuosa y sofisticada pero no apta para cualquier paladar y la cosa estaba decayendo otra vez entre el respetable que estaba necesitado de éxitos más populares. (Yo me hubiera quedado horas escuchado hasta la última cara B y rareza que estos dos hubieran tenido ganas de ofrecer, pero allí habíamos 15.000 personas y había que contentar a la mayoría…). Por eso quizá «She’s Long Gone» se hizo un poco larga a los impacientes, aunque al final les llegaría la recompensa en forma de éxtasis con los dos temas más sobados (sin que esto les reste un ápice de calidad, pero jo, es que los han usado para todo!) de la banda: «Tighten Up» y «Lonely Boy».

A pesar de que Auerbach y Carney se fueron del escenario tras esta última, las dos bolas de espejo que aparecieron en el recinto nos dejaban bastante claro que iban a volver para los bises. Lo que no esperábamos es que al encenderse las luces, el Palacio de los Deportes se convirtiera de pronto en una bóveda celeste dejando el escenario perfecto para «Everlasting Light» («Brothers») en uno de los espectáculos más adorablemente bello que he vivido en mi vida (soy muy consciente de la cursilada, ya meteré luego algún «polla» para compensar… ;p).

«Oh baby, can’t you see
It’s shinin’ just for you
Loneliness is over
Dark days are through
They’re through»

El segundo y último bis fue la apisonadora de «I Got Mine» («Attack & Release») y desde luego que nos quedamos con ganas de más. Al final fue como una hora cuarenta de concierto, y yo creo que se podrían haber estirado perfectamente hasta las dos horas porque para mí se quedaron en el backstage temazos que me encantan y que dan mucho juego como «Stop Stop» (que os juro que si me la pongo en el MP3 cuando voy andando por la calle me convierto en una diosa y me elevo por encima del mundo y os perdono la vida pero porque me dais pena, tristes criaturas terrenales…) o «Hell of a Season» (supercañera!!!) de «El Camino» o «The Only One» (sublime y sexy), «Too afraid to Love» (quizá algo lenta para un concierto pero que te atraviesa el corazón y está hecha de bourbon y humo, lo mismo que «Never Gonna Give You Up»; joder, es que el «Brothers» entero es una joya insuperable y da para una vida de drogas y  lapdance…) o «Set You Free» de «Thickfreakness» (que es otro clasicazo) por decir sólo unas cuantas y no abrasaros con el tema.

Es cierto que The Black Keys es la clase de banda que se disfrutaría mucho más en una sala pequeña y muy cerquita, pero en fin, eso ya no será posible hasta que venda los derechos de mi libro para hacer una peli y pueda contratarles para mi fiesta de Drogas & Chulazos. No os preocupéis que estaréis en lista.

Espectáculo de percusión “ReciclART” de TOOM PAK (Madrid, 29 de Septiembre 2011)

toom_pak

Lo bueno de llevar (entre otras muchas cosas, claro) la relación con proveedores en una agencia de viajes es que, además de que recibes un montón de pequeños “sobornos” (no os emocionéis, me refiero a regalitos en forma de merchandising de las aerolíneas o las cadenas hoteleras e invitaciones a desayunar o comer con la excusa de mostrarte un hotel, etc.) es que te invitan a eventos que algunas veces resultan muy interesantes.

El jueves por la noche pudimos asistir a uno de ellos en el hotel Meliá Castilla. Tras la parte rollo de autobombo de los organizadores, disfrutamos de un cóctel de esos de ponerse morado de paella, canapés, cervecitas y pasteles y para culminar la noche, pasamos al auditorio que tiene el hotel para presenciar este espectáculo de percusión que nos dejó sorprendidos.

reciclart

TOOM PAK es un grupo de fanáticos de la percusión capaces de hacer música con elementos reciclados como bolsas, botellas, cubos, llantas de coche, tubos… También utilizan balones, radiales y, por supuesto, sus propios cuerpos y los de los espectadores a los que animan a participar.

El espectáculo, basado en el ritmo, no sólo es sorprendente por la variedad de sonidos que llegan a conseguir (con deciros que tocan el “Misirlou” de Dick Dale& His Del Tones, de la banda sonora de “Pulp Fiction” y hasta un homenaje a Michel Jackson se marcan los tíos…) y muy ameno ya que, a pesar de lo que se pudiera pensar, en ningún momento se hace monótono o repetitivo; sino que además es tremendamente divertido por la forma en que los integrantes del grupo utilizan siempre el sentido del humor y están provistos de una energía desbordante.

toompak1

Desde luego os lo recomiendo y si tenéis la oportunidad de acudir a uno de sus espectáculos seguro que pasaréis un rato estupendo disfrutando de la música de una forma diferente.

Concierto de Raimundo Amador (San Fernando de Henares, 20/05/2011)

RaimundoPues no me hagáis mucho caso, pero tiene toda la pinta de ser una Strato de las que Fender re-editó en los 90’ a imagen y semejanza del modelo clásico de los 60’ en acabado Shell Pink… una preciosidad!!

Debía de estar la municipalidad muy entregada a sus labores de campaña electoral y se les olvidó que habían contratado a este guitarrista y su banda para amenizar la noche del pasado jueves pre-festivo. Y esto porque parece que casi nadie sabía nada (me comentan que todavía hay gente que escucha la radio aunque resulten bastante poco intuitivos los replies…) y yo me di de bruces esa misma mañana y por casualidad con un cartel que lo anunciaba que os juro por la democracia que el día antes no estaba allí.

Curiosamente tampoco sabía casi nadie nada del lugar en el que se celebraba el evento (menos los que viven allí, claro…): la Plaza de los Paños resulta que es un brand new espacio público detrás del flamante Ayuntamiento que estaría muy propio para acampamientos reivindicativos si no fuera porque ese suelo tiene pinta de quemar lo suyo en llegando la canícula.

La banda al completo

Como dice el gran M1G: Tranquilos, que aquí hay pa’ tós!

Al final conseguimos reclutar a unos cuantos indómitos guerreros y hasta Harvey se pasó, ya empezado el recital. Ni que decir tiene que es un gustazo irse de prospección de baños para encontrarse con Estela y que te diga con todo su candor: “Moni, ¡vas al revés!” [Es la historia de mi vida, pequeña…].

Resulta que ninguno éramos especialmente fanses de Amador, un gitano simpático que toca la guitarra con pasión y virtuosismo (mis conocimientos no me dan para tanto como para saber si sale o no sale de la pentatónica, pero desde luego lo que hace no tiene pinta de fácil) y al que acompañan un puñado de músicos con pinta de haberse pateado las españas y parte de los extranjeros (especialmente el teclista, que era un sosias de Joe Cocker con las patillas definitivas).

El teclista y la negra“Mira La Negra como se desgüeva de mis patillas… No sabe ella lo que opino yo de su turbante!”

Pudimos escuchar algunas canciones de su último disco “Medio hombre medio guitarra”, de la que me gusta especialmente “Me vi caer”, fruto de una colaboración con Santiago Auserón.

También de su último trabajo es “Sal de najas”, con música de su amigo Antonio Vega para el que tuvo unas palabras de recuerdo porque, en palabras de Raimundo, nos se fue.

Además pudimos escuchar algunas blueslerías de la época de Pata Negra (banda que formara Raimundo con su hermano Rafael cuando se separó su anterior grupo Veneno, en el que componían nada más y nada menos que con Kiko Veneno) como “Pata palo” o “Camarón”.

Pero la verdad es que con las que más disfrutamos fue con las archipopulares “Ay que gustito pa mis orejas” (pues no, yo tampoco había caído en la letra, pero ahora que lo dices… ¡me estoy poniendo roja!) o “Bolleré” (ains no, esa noche no vino B.B. King…) cuya letra también esconde un pequeño misterio que os hará gracia a los miembros de la hermandad del cáñamo (claro, claro, “Bolleré, te quita las penas…”). También con unas fabulosas versiones del «Smoke on the Water» de Deep Purple o del «Are you gonna go my way» de Lenny Kravitz.

Canciones todas ellas alargadas con los impresionantes solos del sevillano que estuvo en todo momento arropado por unos músicos estupendos y por los espectaculares coros de dos mujeres con voces muy distintas que enriquecían cada tema.

la gitana guapa

Te creías que ya no la iba a poner ¿eh? ;p

Una pena que hubiera tan poquita gente que, cuando nos se fueron los músicos, apenas quedábamos unos pocos para pedir los bises. No me extraña que el famoso guitarrista nos llamara moñas… Perdona Raimundo, pero es que somos payos y cobardes!! Pero que conste que los que quedábamos lo dimos todo hasta el final…

El caso es que nos quedamos con las ganas de un concierto de Raimundo con su público, para verlo de verdad en su salsa darlo todo…

Fotos by Muffy (en el de los Judas no lo vas a tener tan fácil, a ver cómo te lo montas… XDD)

Monidala en “Rooom”: Espectáculo de Standstill basado en Adelante Bonaparte (Círculo de Bellas Artes, 09/03/2011)

Standstill (1)

Pues sí, estoy standstillizada… (que no es una forma pija de decir que se me está poniendo un cuerpazo, que también, que la otra noche mientras corría cual gacela Gran Vía abajo, tras haberme encomendado a Mother Monster para no matarme con los tacones entre los turistas, me vi reflejada en un escaparate melena al viento, toda de negro con mallas, botas altas imposibles y una chupa muy macarra que me he pillado en el Bershka –por Dios, cuando empiece a parecer la Obregón pegadme un tiro…- y pensé: mira, Catwoman!)

El caso es que el miércoles entré oficialmente a formar parte de la secta de los tíos barbudos y por todo lo alto. [Está claro que el hombre de esta temporada viene hirsuto, ya sea en Chueca o en territorios gafapastiles…] Tras mi sprint nocturno y alevoso en los 1.500 metros petardos, llegué al Teatro Fernando de Rojas del Círculo de Bellas Artes a tiempo de encontrarme con JmRod (a la sazón cronista de la banda a golpe de cámara, pero que anoche estaba allí en calidad de fan) y Luar (todos a cuadrarse que hablamos de la autoridad!) y comentar la gran expectación por el momento, antes de que empezara el espectáculo.

Cuando por fin se apagan las luces, el grupo aparece en el escenario en el que ya estaban esperando los instrumentos y las tres pantallas listas para la proyección. Enric nos da la bienvenida a “su casa” y las gracias por estar allí y espera que pasemos todos una noche tan agradable como las dos precedentes (o más) antes de sentarse al teclado.

Stanstill Rooom

Así se ve “Rooom” desde el punto de vista del documentalista y realizador JmRod…

Empieza la primera parte: “Algunos recuerdos significativos de B.” (Totalmente de acuerdo con JmRod en que es la más abstracta) Y ¿quién es B.? Os preguntaréis… Pues B. es Bonaparte, el protagonista de esta historia (un perro, el propio Enric Montefusco –compositor y alma de la banda- o cualquiera de nosotros: porque ya sabéis que cuanto más particular y local es la historia que se cuenta más universal se vuelve).

“Todos de pié (Prefacio)” nos habla de la muerte de su padre y de cómo convertimos algo tan definitivamente trascendental y significativo en un cliché con nuestra torpeza y nuestras convenciones rancias y sin sentido. Para entonces yo ya estoy llorando, y ya no pararé hasta que acabe la primera parte (no os imagináis lo que ganan en emoción su voz y todos los sonidos que envuelven su música al escuchados en directo…), porque los que hemos sentido el cataclismo que implica una llamada en mitad de la noche que supone un antes y un después en la vida (propia o de la gente que nos importa) tenemos un botón que se activa solo al recordarlo y nos reiniciamos con facilidad para volver a ese momento de angustia, vacío, pérdida e impotencia.

La vida es domingo, canción sin fin
Noche de estrellas, y un rato en el jardín
Dije para mi.. allí
Y así me despedí

Con “Hombre Araña” seguimos recordando la infancia mientras la música nos va adentrando más y más en esa atmósfera íntima de confesiones y terapia colectiva. Seguimos con “La familia inventada”, con esos redobles tan solemnes y esa guitarra que se clava en el alma, combinados con imágenes setenteras que nos llenan de nostalgia…

¡Ay niña, que nos vaya bien!
¡Ay niña, que nos vaya bien!
Que Dios insiste.
Que Dios insiste
en probar con nosotros
y nuestra ilusión

En este punto, la emoción del público ya electriza el teatro y los aplausos se funden con los primeros sonidos de órgano de “Cosquillas No (Esta Niña Me Gusta)” y las risas de niño mientras en las pantallas empezamos un viaje para acabar volando con el mismísimo Astroboy. La banda está concentrada y tocan con energía frenética (aunque de forma mucho más acústica que en el original).

Enlazamos con “Vida Normal”, en uno de esos momentos de doble percusión que se repetirán en todo el show y que resultan espectaculares. En las pantallas, imágenes de tecnología obsoleta y publicidad añeja que acaba con la pirotecnia de “Observa los fuegos artificiales”, y la delicada y brevemente minimalista “Madre Ternura” (sin que falte la voz de Balbín presentándonos “La Clave” con esa sintonía tan inquietante, sí, esa que cuando la oíamos nos daba todo el bajón porque sabíamos que esa noche nos íbamos a perder el “Un, dos, tres”; aunque luego reconoceremos que algunas de las mejores películas que vimos en nuestra infancia son de aquellas noches de viernes…).

Termina la primera parte con “Adelante Bonaparte (I)” en todo su esplendor y con un Ricky Lavado pletórico y disfrutando de su batería como un enano. En serio, no he visto nunca a un músico tan feliz de hacer lo que hace…

Me voy a inventar un plan para escapar hacia adelante
Me voy a inventar un plan para escapar hacia adelante

Tras unos segundos de pausa dramática, entramos en la segunda parte (mi favorita): “Pasa de querer comerse el mundo a esconderse en una pequeña parcela”. Ya no hay lugar para la ternura de la infancia así que nos vamos despojando de la inocencia porque empieza la vida de verdad, esa de la que nos quisieron proteger y lo que consiguieron es que no estuviéramos preparados para ella…

Con Enric a la acústica y sus compañeros marcando el ritmo con palmas, arranca “Adelante Bonaparte (II)” para poco después meter la batería atronadora como un martillo neumático que contrasta con la dulzura de los coros. Para mí esta canción (las dos, en realidad) simboliza la necesidad de tener en la vida el coraje para hacer aquello que sea preciso para ser feliz, aunque cueste, aunque duela y le pese a quien le pese…

Aunque no lleguemos a ninguna parte
Sabes que esto es lo único importante

De nuevo las propias manos empiezan marcando el ritmo y, como en el original, el ukelele lleva el peso de “Cobarde Pecador”, mientras en las pantallas vemos unas imágenes tan siniestras como es la propia canción. Y siniestra porque trata sobre la inmovilidad que nos paraliza y nos coarta y nos impide ser aquello para lo que estamos llamados.

No me escuchas.
Y lo que es peor,
no te escuchas

Rooom (David Ruano)
Foto por David Ruano

Con “El Resplandor” vuelve la emoción profunda y no puede ser de otra manera con un temazo tan intenso y onírico y que empieza de esta forma tan demoledora:

Una vez al año
Algo me empuja a pensar en dejarlo todo
Otro desengaño más
Y me voy a lanzar al New Age
Y a tomar por culo

¿Habéis estado alguna vez en la casa de “El Resplandor” durmiendo con una hacha en el pecho? Pues yo sí. Y no es agradable. Se te quitan las ganas de volver a bajar la guardia…

Por cierto, para aquellos que en alguna ocasión sintáis que necesitáis cariño, respeto o atención, pasaos por la web de la banda y colaborad en su mapa sonoro. ¿Qué creíais, que os lo iba a ofrecer yo? No, no, como bien dice la canción “habrá que buscar en otro lugar”, aquí de momento no nos quedan hasta que nos llegue el próximo pedido…

“La hora del acuario” es otra canción minimalista y aparentemente dulce en su primera parte, pero que a mí me lleva a lugares demasiado nihilistas de vacío e irrealidad.

Ok. Si nada es nada,
nada vamos a perder.
Y al mirar atrás,
todo será un sueño.

En la segunda parte, esa guitarra acústica potente y el oleaje hacen que su mensaje me resulte contradictorio y desasosegante, como si fuera el canto de una sirena cuya misión no es otra que hacer que nos estrellemos contra las rocas:

Venid aquí que aquí se está bien.

Y así llegamos a “Moriréis todos los jóvenes”, que marca el inicio de la apoteosis de esta segunda parte… La canción empieza con una gran melancolía para ir sufriendo una progresión constante hasta llegar al delirio (ganas de bailar y saltar y gritar ese “Vayan Pasando”…), mientras la letra disecciona los diferentes roles que vamos acumulando y superponiendo como capas hasta dificultarnos el conocimiento de nuestra propia y auténtica personalidad. Hasta que nuestro yo íntimo y verdadero queda tan diluido que ya no se escucha su voz.

El niño de mi dice hola
La madre de mi dice no te acerques
El joven de mi no sabe donde ir
El peatón de mi es una hormiguita
El señor de mi dice a trabajar
El motor de mi solo quiere bailar

Me sorprendió especialmente la versión que hacen en directo de “Sálveme Quien Pueda”, mucho más épica y apocalíptica, operística. Brutal.

Llegamos a la tercera parte: “El corazón de B. despierta”, en la que se trata el amor y su reverso, la pareja. (Esto parece contradictorio, pero si lo pensáis un poco he dado en el puto clavo…).

“Cuando ella toca el piano” es una declaración de amor. No convencional, claro, son Standstill… En las pantallas un fuego de hoguera, el símbolo de aquello que podríamos estar contemplando siempre sin cansarnos y, por primera vez, podemos ver la cara de Enric, así que, yo que soy muy lista y vosotros que no sois tontos ;p, deducimos que esta canción es muy importante para él.

Continuamos con “Ayer soñé contigo”, tema de arreglos dulces que transmite muy bien esa pureza del amor, del de verdad.

Y llegamos a otra de mis favoritas: “Hay que parar”, en la que los xilófonos del original pierden protagonismo en el directo en favor de las baterías sincopadas y con un punto marcial. Toda la letra es maravillosamente ambigua y explícita a la vez (me contradigo de nuevo, sí, y albergo multitudes, me duele la boca de decirlo…), imposible que no te llegue porque ¿quién puede decir que no lo ha intentado, pero no puede parar?

Esta historia empieza en un final feliz.
Esta historia no tenía que ocurrir.
Dime que no es así.

Nos ponemos serios con la llegada de “El Elefante” y su tuba de ritmo circense. “La vida es como un elefante que sólo sabe ir hacia delante”, y cuando una pareja ha acumulado unos años de convivencia suelen quedar muy pocas alternativas: o romper o tener un hijo. La mayoría se decanta por lo segundo: es lo que tiene la continuidad de la especie (y la extinción del individuo como tal, aviso para navegantes).

“El Caminet” nos hace de breve interludio para llegar al final con “Canción sin fin (Epílogo)”. Se cierra el círculo que comenzara con “Todos de píe”, pero esta vez, por suerte, es un canto alegre por la llegada de una nueva vida. (Y sí, también es emocionante porque también tengo ese botón que me traslada de inmediato a aquella tarde de agosto en la que vi por primera vez ese “algo que respira, algo que me mira”. El que no sienta nunca esa sensación será un individuo como tal, pero estará incompleto de alguna manera, aviso para navegantes).

Y mientras repiten una y otra vez el estribillo (si podemos llamarlo así ya que las canciones de “Adelante Bonaparte” no suelen tener una estructura clásica) vuelvo a tener la sensación que me ha acompañado en varios momentos durante el espectáculo de haberme colado en el local de ensayo de un grupo que disfruta con lo que hace, sin mayores pretensiones que el mero placer de tocar juntos. De hacer música. Les envidio profundamente.

La vida es domingo, canción sin fin
Noche de estrellas, y un rato en el jardín
Dije para mi.. allí
Y esa fue la bienvenida.

Cuando por fin termina, la ovación es clamorosa. Varios minutos de aplausos de píe para estos señores a los que ya les tengo mucho que agradecer. Ha sido un pedazo de experiencia que recomiendo a todos aquellos que estén dispuestos a abrir su alma y dejar que les inunde todo aquello que, por lo general, ocultamos. Aunque sea por un par de horas merecerá la pena.

Tengo unas ganas terribles de poder disfrutar de las imágenes que JmRod ha grabado durante estas sesiones tan especiales para poder rememorar como es debido todas las sensaciones y placeres sentidos.

Y ansío ver a Standstill en un concierto más convencional donde poder cantar, saltar, bailar y sentir (de otra manera), su música.

Ahora a por “Viva la Guerra” y “1, 2, 3… Standstill”. Ya me estoy frotando las manos.

Si os apetece leer mis impresiones de la primera escucha de Adelante Bonaparte, haced click aquí.

“I left my head and my heart on the dance floor”: Concierto de Lady Gaga (Madrid, 12/12/2010)

monster ball tour

Supongo que lo primero que hay que decir (para los morbosos que ya pueden dejar de leer y ahorrarse tiempo, porque además esto es lo más petardo que he escrito desde que dejé de tener un diario, aviso…) es que no hubo disfraz (al menos no más de lo habitual…). Una combinación de falta de tiempo, ineptitud y algo de sentido del ridículo (que pensé que ya no me quedaba) impidió que recorriese en metro medio Madrid arriesgando mi integra dignidad. ¡Siento haber creado una expectación interrupta!

Sí que me pinté los ojos “Gaga style” y ya me pareció una hazaña sin par (que el ojo no pare de temblar dificulta enormemente el trazo de una línea recta) y llegué tarde media hora a mi cita, yo que SIEMPRE soy puntual. Además, toda esa pintura extra ya me tuvo bastante incómoda toda la noche y con una sensación de “de ésta pillo conjuntivitis” que no pienso repetir…

Y el resultado encima ni siquiera se aprecia en la única foto que tengo del evento porque como soy tan previsora, me llevé la cámara de fotos sin batería (por no hablar de que se me olvidó llevar un papel y tuve que apuntar la lista de canciones en un ticket de compra del Caprabo…)

La cámara me daba miedo que me la quitaran en la puerta y la metí debajo del vestido (o lo que sea eso, que no está muy claro…) y justo cuando me tocó el turno del cacheo se cayó al suelo a los píes del Señor Intimidante que tenía en frente. Qué sería de mi vida sin estos “momentos Briget Jones” que tanto me caracterizan… Menos mal que el hombre hizo como que no se daba cuenta y me soltó un “Nada de nervios” (muñeca, añadí yo en mi cabeza…)

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Al final me decidí por el look “Lore-Lore Macu-Macu”.

El caso es que sí que estaba bastante nerviosa porque, gracias a uno de los decididos efebos con los que iba, nos aventuramos a intentar entrar por la zona para las localidades de grada sin esperar la interminable cola que recorría sin piedad el Cortylandia y suponía que que nos dirían en algún momento que “verdes las habían segao”, pero vamos, que si luego entraron sopotocientas personas con entradas falsas, pues lo nuestro fue como de chiste.

Una vez dentro, Herr Brühl y yo nos ponemos en modo “Susan y Geena ” (vamos, insoportables en grado sumo para todo aquel ajeno a nuestro rollo…) y ya es un no parar…

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Yo soy la guapa y Susan es la lista…

Como Susan es más bien pequeña (lo eres, nena, has sido toda la vida un retaco así que ahora no te pongas digna y no me digas que yo soy una fresca y no me lo restriegas…; no como yo, que me caracterizo por unas piernas interminables…), decidimos no meternos en todo el mogollón donde no verá, la pobre, más que las etiquetas de los vaqueros de los miles y miles de gays que abarrotan el recinto.

Sorpresa-sorpresa, que hay teloneros: Semi precious weapons resultan ser esta loca descocada y sus amigas chonis de New York City (bueno, eso dicen ellas, pero Susan, que desde que lo dejó con Tim sale más que la Linsay dice que “no way”, que esas bitches son de Jersey, si lo sabrá ella…). El caso es que hacen un trash rock que no está del todo mal, pero que como estamos en plan “la Gaga manque pierda”, no nos interesa nada y no podemos hacer otra cosa que partirnos con los exhibicionismos de la vocalista (todo el mundo era en femenino ayer…) y alabar su buen gusto para los botines, la muy perraca.

Semi precious weapons

Hay que decir que el concierto del Monster Ball Tour empezó de lo más puntual, así que mira, por lo menos la Stefani no se puso en plan diva. Cuando se apagan las luces, nos volvemos todos locos, como podéis ver en este video. Una de las cosas que me encantó fue el musicón que nos ponían cada vez que Gaga no estaba en escena, aquello parecía una macro rave…

Como habéis podido escuchar los que tengáis orejas y hayáis llegado al final del video, empezamos por todo lo alto con “Dance in the Dark” con nuestra protagonista muy quietecita y a la vista de todos en un escenario que imitaba una calle de los bajos fondos. Con la segunda canción, que ni Susan ni yo logramos identificar (es que tampoco somos tan fans, ¿sabéis?), ya comenzaron las coreografías salvajes y el despliegue de bailarines por el escenario.

gaga primer vestuario

Continuamos el bailicidio con la maravillosa “Just Dance” que se enlaza con la no menos estupenda “Beautiful, Dirty, Rich”. La voz bien, como se la escucha en los discos (Susan y yo, pérfidas como somos, puntualizamos que quizá le falla un poco cuando baila, pero hay que reconocer que cantar mientras hace esos movimientos, para nosotras sería imposible sin respiración asistida). También hay que decir en su favor que la chica va muy limpia y muy bien depilada (el tinte amarillo pollo con raíces profundas entendemos que es on purpose).

De repente se nos presenta con una capa roja francamente horrorosa para interpretar “The Fame”. Yo es que no entiendo esa obsesión por las hombreras (que diga esto tiene tela con lo que yo he sido, que las llevaba hasta con el chándal a clase de gimnasia, pero ¿es que no hemos aprendido nada?).

look espanto rojo

Tras un pequeño interludio maquinero, vuelve vestida de monja transparentosa y nos canta “Love Game”, para después marcarse un discurso de los que hacen época con el que explicarnos “What’s the Monster Ball Tour all about”. Hay que ver lo bien que pronuncia y lo bien que se la entiende, que nosotras vale, que somos las dos nativas de Nueva Inglaterra, pero allí había mucha chusma y se notaba que comprendían…

El caso es que “la niña”, que es tan lista, y sin perder un segundo esa actitud tan divina que la caracteriza, nos habló de lo humano y lo divino y de la autoestima y de lo mal que se pasa en el insti. Vamos, que se metió a todo el mundo en el bolsillo y nos hizo sentir Superstars.

la monja

La actuación se reanuda con “Boys Boys Boys”, no sin antes ganarse con sus palabras a todos los gays del recinto (como si no estuvieran ya rendidos a sus píes). Y tras otro cambio de vestuario (del que regresa con un pulpo negro en la cara, que menos mal que se lo quita en seguida porque me estaba agobiando), nos canta “Money Honey” y después, la inigualable “Telephone”.

Entonces se sienta en un piano en llamas y realiza una interpretación de “Speechless” (mi favorita últimamente, aunque sea una moñada de momentazo en ciclo 1, yo me entiendo…) que a mí me deja con la boca abierta. Está claro que sentadita canta mucho mejor, y además aquí se le notan sus orígenes jazzísticos. También podemos disfrutar de “You and I”, un adelanto de su próximo trabajo “Born This Way”, y “la niña” me pone un poco de los nervios tocando el piano encima del asiento y encorvada como un siete: siento que le va a dar una lumbalgia en cualquier momento y se nos va a fastidiar medio concierto.

Para cantar “So Happy I Could Die” se nos pone un traje blanco maravilloso y me la suben en una peana, en uno de los momentos más bonitos de la actuación.

so happy i could die

Esta foto tan divina me la ha «prestado» Verobe de su también divinísimo blog. Gracias!

Esta chica pasa de lo sublime a lo grotesco sin solución de continuidad (y lo digo desde el cariño más profundo) y vuelve al escenario vestida de la mopa que usa mi madre para quitarle el polvo al parquet. No he encontrado foto y no me extraña, no creo que ningún fan quisiera inmortalizar ese momento. Así que el hecho de que esté interpretando “Monster” tampoco es raro. A esta le siguen “Teeth” y la muy jaleada “Alejandro”, que nosotras la bailamos, pero gustarnos, lo que se dice gustarnos, no nos gusta ;p.

Entonces llega otro de los platos fuertes, “Poker Face”, con la que disfrutamos de lo lindo. Y luego otro discursito de la Stefani que además se nos arranca el corazón en un momento de lo más gore.

Sabemos que ya queda poco para terminar (más que nada porque tampoco queda ya mucho repertorio), pero lo que no sabíamos era que íbamos a presenciar la lucha cuerpo a cuerpo de la Gaga con un Melanocetus Johnsonii (vamos, lo que viene a ser el pez abisal de Nemo) en versión XXL mientras las enfervorecidas hordas de fans de desgañitan al frenético ritmo de “Paparazzi”.



Y para terminar, un “Bad Romance” como una casa entre el delirio colectivo. No creo que haya nada más que añadir…

Después, todas a Chueca, una cenita tardía pero de lo más necesaria, y a darlo todo en los antros más selectos Down Town (y rodeadas de hombres, como a Susan y a mí nos gusta estar).

“We did it honey b! Now let’s go far far away from here”

“You promise we’ll never come back?”

“I promise.”

Las canciones del concierto (gracias a la inestimable colaboración del Especialista Mike:)

Monidala en la Ópera



Sí amigos, en un alarde de sibaritismo cultural y exclusividad sin precedentes en nuestras proletarias existencias, hemos estado en el Real «disfrutando» del bel canto. Dejadme que os cuente porque la cosa tiene guasa…


Andaba yo desde antiguo queriendo ir alguna vez a la Ópera que, aunque no estoy muy puesta, sí sé que la música de «La Traviata» me embriaga (el que entienda de historias de «perdidas» pillará la referencia) y disfruto como la que más de una buena opereta española (zarzuela para los amigos). Por un razón (pereza) u otra (pensar que el tema resulta más caro que un Birkin), nunca había hecho un intento serio de comprar entradas, pero una de esas mañanas en las que me sentía especialmente osada, me metí en la página del Teatro Real.

Confirmadas mis sospechas de que las entradas «buenas» cuestan la friolera de 164 eurípides del ala (294 si eres tan chulito como para querer ver la obra el día de su estreno), también quedo gratamente sorprendida cuando veo que, en función del tipo de localidad, las entradas van bajando de precio hasta unos más que asequibles 6 €. Y me digo: «Monidala (sí, yo ya hablo de mí en tercera persona como los chalaos, pero sólo cuando redacto para el blog, porque entro como en un trance ridículo y después me quedo como si tal cosa conservando mi dignidad y todo), a ver si por 6 € no vas a ir tú a la ópera, ¡faltaría más!».

Me pongo manos a la obra y decido que voy a probar suerte con «The Turn of the Screw» («Otra vuelta de tuerca», compuesta en 1954 por Benjamin Britten y con libreto de Myfanwy Piper), que era la próxima en la programación, es en inglés, y además basada en la conocida obra de Henry James que casualmente había leído este verano. Como quería ir en un día no laborable, resulta que entradas baratas quedaban pocas, y como no conozco el teatro le pido al sistema de reservas (a través de una opción habilitada al efecto, que todavía mis superpoderes, aunque no os lo creáis, no alcanzan a la comunicación mente-máquina) que escoja por mí las mejores localidades disponibles. En fiándome de la maquinola, las adquiero sin remilgos haciendo uso de mi maltrecha tarjeta de crédito.


Cuando por fin sale la descripción de la opción elegida (una vez realizada la compra), leo lo siguiente: Pupitre de Tribuna Extremo (lo de «tribuna» no suena mal, pero lo de «extremo» no auguraba nada bueno y sobre lo de «pupitre» no sabía ni qué pensar) y para rematar la jugada, el detalle añadía esta frase desasosegante hasta la paranoia: Visibilidad muy reducida o nula… (WTF??).

Entonces me percato de que hay un botoncico que te permite comprobar la visibilidad virtual de tu butaca, cosa que la gente de mundo suele hacer antes de adquirir las entradas y no cuando ya las has pagado (y sin haberme dado cuenta de la hijoputesca leyenda de «No se admiten devoluciones»), incluyendo los abusivos gastos de gestión (vamos, que al final la broma me salío por 17 €) y supuestamente para ver esto:


No me digáis que no es para llamar a los responsables del Teatro (y hasta a la Ministra de Cultura si se tercia) descendientes bastardos de las meretrices de Babilonia...

Imaginaos mi decepción al pensar que iba a ver la ópera sólo por el ángulo superior izquierdo del escenario, y a algo así como a 13.000 metros de altura (que ya me empezaba a preguntar si la silla -porque no era ni una butaca- tendría cabina de despresurizacion). Y lo que faltaba para el duro: mi acompañante no iba a ser otro que el insigne y «sufrido» Hombre Tecnológico; sí, ese ser humano que en las exposiciones de arte contemporáneo se queda mirando las piezas con una cara mezcla de incredulidad e impaciencia para afirmar: «Pues yo a esto no le pillo el hilo….».

Investigando un poco descubro que, efectivamente, al restaurar el Teatro sobre el edificio existente, se tuvieron que mantener las localidades con visibilidad reducida que tenía en su versión original, y que para mi sorpresa, no son pocas. Entre eso, y que hay abonados de por vida que tienen derecho privilegiado a adquirir entradas en cada representación, resulta que quedan muy pocas opciones para que el común de los corrientes disfrute de la música clásica, al menos en la Plaza de Oriente.


Nosotros viendo la ópera en escorzo y el palco real vacío: ¡Un desalojo, otra okupación!

Estuve a punto de no acudir a la función, pero dijimos que bueno, que a lo mejor merecía la pena «escuchar» y si nos rayábamos de no ver nada, nos iríamos en el descanso. Entramos en el Teatro y la verdad es que es precioso y muy espectacular. Empezamos a subir y subir escaleras hasta llegar a la cuarta planta, y una vez allí, todavía tuvimos que subir más hasta nuestros maravillosos Pupitres de Tribuna Extrema. Entonces lo entendimos: resulta que los asientos son como los de la Facultad (pero en versión mullida) y tienen una mesita para coger apuntes, y hasta una lamparita hay, que la descubrimos por un listillo que llegó y la encendió y todavía no sé para qué. Se ve que son entradas para estudiantes (y añado: incautos sin experiencia o jubilados con poca paga, que éramos las categorías que allí habíamos).

Menos mal que al sentarnos descubrimos que la vista virtual que os he mostrado era lo que se veía recostado en el asiento, pero que si te inclinabas sobre el pupitre (dejando la zona lumbar expuesta a los depredadores), se veía bastante más trozo de escenario, algo así como hasta la mitad. Además es cierto que hay unas pantallas desde las que se puede ver también la obra y los subtítulos se leían perfectamente. Cuando muy puntualmente se apagaron las luces, y como no se habían llenado el resto de asientos, pudimos «mejorar» sentándonos más centrado y al final se puede decir que «vimos» la ópera, aunque era digno de ver como todo el mundo se inclinaba tanto para poder tener más perspectiva del escenario que parecía que algunos se iban a caer al patio de butacas…

Por lo que respecta a «The Turn of the Screw», no es como para hacer afición (vamos, que no es «La Revoltosa», precisamente…): para empezar es una ópera de cámara, es decir, que está interpretada por menos músicos que una tradicional, lo que la hace menos espectacular; además, la obra de la que procede es bastante oscura (bueno, ya sabéis, es una historia victoriana de fantasmas…) y la composición musical también va en esa onda; sólo tiene seis personajes (aunque uno de ellos es un niño y eso me pareció interesante); y la escenografía era bastante escueta: una cama, una mesa, un escritorio, un caballo de juguete que iban siendo trasladados por el escenario en función de las necesidades por los figurantes.

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Las institutrices victorianas tenían todas un rictus como de virgen y los niños les cantaban «a la lima y al limón, te vas a quedar soltera».



La ópera es tan o más inquietante que la novela, y juega a la ambigüedad como su predecesora: para los que no la conozcáis, no es ningún spoiler decir que se trata de la historia de una institutriz (cuyo nombre no se menciona en toda la obra) que entra a trabajar en la mansión de Bly donde tiene a su cargo a dos niños huérfanos (Miles y Flora) cuyo tutor la contrató, aunque él no habita en la casa. Todo es idílico ya que los niños son encantadores, hasta que la institutriz comienza a presenciar las apariciones de dos antiguos sirvientes de la casa, nada raro si no fuera porque están ya fallecidos.

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Aquí Quint, el fantasma de Bly y un molesta niños sin remedio, aquí unos lectores de blog.

La ambigüedad se da en dos vertientes: en si las apariciones son reales o fruto de la imaginación de la institutriz (aunque si en el obra original sólo escuchamos «la voz» de la protagonista, en la ópera también cantan los fantasmas) y en el pasado turbio de los criados muertos y su perturbadora relación con los niños (al no especificarse nada claramente, hace que nos pongamos en lo peor…)

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La srta. Jessel, antigua institutriz, alma en pena por no morirse virgen como está mandado.

El final es verdaderamente emocionante y los cantantes (sobre todo la protagonista) fueron muy aplaudidos (hasta «bravo» gritaban algunos…).

Conclusión: Que pienso volver a ver algo más típico, por ejemplo «Tosca», que también está programada, pero cogeré (si puedo) asientos más centrados aunque sea más caro. Ante esto el Hombre Tecnológico exclamó: ¡Conmigo no cuentes!

“D’you know where you are…? You’re in the jungle, baby!” (Concierto de Guns N’ Roses Madrid 09/10/2010)

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Anoche las 8.000 personas que presenciamos el espectacular concierto de Guns N’ Roses fuimos testigo de que W. Axl Rose no sólo tiene todavía mucho que aportar al hard rock, sino que se sigue ganando con cada actuación el titulo de leyenda viva a base de carisma, entusiasmo y una tremenda voz, aunque algunos pretendan eclipsar esto con la excusa de sus reiterados retrasos, las polémicas con ex compañeros de armas, un estado de forma física deficiente y divismos varios.

Es cierto que, aunque la apertura de puertas del Palacio de Vistalegre estaba prevista para las 18:30, no fue hasta las 20:30 que Sebastian Bach y su banda (teloneros del de Indiana –no, Axl no es californiano sino que nació y se crió en el medio oeste y no se trasladó a L.A. hasta los 21 años-) comenzaron su actuación, pero eso sí, de manera espectacular a pesar de lo austero de la escenografía, con un Bach muy en su papel de telonero-animador (a la par que BFF de “la divina Rose”) que estaba realmente encantado con su mayor actuación hasta la fecha en nuestro país, y tremendamente orgulloso de sus 25 años de profesión.

A golpe de melena y a pesar de los daños irreparables que debe de tener en sus vértebras cervicales, el canadiense lo dio todo durante la hora larga que estuvo en el escenario interpretando tanto temas propios (incluyendo su último sencillo) como ajenos, acompañado de buenos músicos también en su papel (no debe de ser fácil tocar mientras el vocalista estrella agarra el micro por el cable y lo hace girar a centímetros de tu cabeza hasta alcanzar los 100 Gs de fuerza) y con una voz que a veces daba la sensación de flaquear en los gritos.

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Sebastian Bach en su época dorada: “¡Qué pelazo, nena!”

Me quedé sorprendida de lo bien que se conserva físicamente el otrora guaperas del hair metal, pero con un poco de investigación he descubierto que no siempre ha estado así de juncal y que cuando recientemente participó en el reallity americano Celebrity Fit Club pesaba más de 100 kilos (ahora no me extraña tanto ese ligeramente vergonzante colofón con exhibicionismo de torso que nos brindó el vocalista de Skid Row…).

Tras el paso de los teloneros, Axl & Cía. nos hicieron esperar hasta las 10:45, pero cuando ya empezábamos a desesperar, se apagaron las luces y comenzó uno de los mejores conciertos que he visto en mi vida. La silueta recortada del guitarrista D.J. Ashba (que no creo que por casualidad llevaba un sombrero muy parecido a los que solía lucir Slash) y el riff de Chinese Democracy fueron la intro y dieron paso a un Axl Rose que, entre los kilos de más, el botox en la cara y un pelo que da la sensación de escasear, más se parecía al Mickey Rourke de “El luchador” que al sex symbol que fue en los 80’ y 90’.

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Sweet Fat O’ Mine…

Por suerte su voz, que es lo importante, sigue intacta (en el amplio espectro que va de tenor hasta falsetto de soprano y que le ha llevado a ser considerado por la revista Rolling Stone como el número 64 en su lista “100 Greatest Singers of All Time”). Con sus clásicos de Appetite for Destruction Welcome to the Jungle, Its so Easy y Mr. Brownstone el palacio se venía abajo con un público que estaba ansioso por dejarse la garganta en cada tema. Entonces llegó la primera balada, Sorry, a la que siguió Shackler’s Revenge para volver a la caña, ambos dos de los mejores temas de su último trabajo.

Mientras Rose hacía una de sus escapadas (la verdad es que no paraba de entrar y salir del escenario a la carrera, ya fuera para cambios de vestuario, ya para otros misteriosos menesteres), la banda se marcó una versión del tema principal de James Bond (el solo de guitarra de Richard Fortus, impresionante).

Aunque el espectáculo de luces y fuegos artificiales ya llevaba un rato en marcha, es con Live and Let Die (una de las tres canciones que pudimos disfrutar de Use Your Illusion I) cuando el fuego entra en escena para dar énfasis (un énfasis que ralentizaba ligeramente el estribillo de la canción, eso sí) a una canción que GN’R hicieron suya y, para mi gusto, mejorando la versión de McCartney.

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Tal como éramos…

De nuevo una balada, esta vez This I Love, también del Chinese Democracy, y a la vuelta tenemos a Axl ataviado con su clásico pañuelo rojo en la cabeza para volver a su primer LP con Roquet Queen. Es entonces cuando Dizzy Reed (único miembro que permanece de los Guns N’ Roses de la época gloriosa) se quedó solo en el escenario y demostró su virtuosismo al piano realizando una versión del Ziggy Stardust de Bowie.

Con You could be mine (primero de los dos temas de Use Your Illusion II) el concierto alcanzó cotas muy altas de intensidad, que DJ Ashba aprovechó para hacer un solo genial con una Les Paul negra con destellos brillantes (¿será una de las famosas customizaciones del de Monticello?) que encadenó con el riff de Sweet Child O’ Mine, ni que decir tiene que con un público totalmente enfervorecido (¡y una Monidala emocionada de poder cantar su canción favorita con el mismísimo Axl Rose!).

Tras otra versión de la banda (una sorprendente Another Brick in the Wall de Pink Floyd), tocaron Madagascar y el tercer guitarrista, Ron “Bumblefoot” Thal, nos divirtió con su particular versión de La Pantera Rosa.

Cuando pensaba que nos acercábamos sin remedio al final, me sorprendieron con Don’t Cry y otro medio tiempo de Chinese Democracy que no he podido identificar (sorry, si alguien sabe cúal fue, que me lo diga!). Después Axl se sentó al piano para interpretar memorablemente November Rain (la apoteosis final de la canción nos puso a todos en éxtasis).

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Axl Rose con un sombrero que heredó de su tatarabuela, peregrina del Mayflower.

Otro momento para no olvidar fue el despliegue de simpatía y buen rollo de Rose durante Knockin’ on Heaven’s Door (¿alguien se acuerda ya de que lo compuso Dylan? Vale, es una pregunta retórica porque nos acordamos todos, pero ya me entendéis…) que, como buen maestro de ceremonias, nos hizo entonar la frase hasta que se nos cayó la campanilla en un intento, según sus palabras, de que se nos oyera en todo el barrio.

Nos puso a botar de nuevo con Night Train y con una cañerísima versión del Whole lotta Rosie de AC/DC para terminar por todo lo alto con Paradise City.

Un pedazo de concierto de dos horas y cuarenta minutos que Axl Rose rubricó saliendo a saludar con todos sus músicos (sin esa aborrecible espantada final a la que nos tienen acostumbrados muchos de los grandes) en una demostración de que se encuentra de lo más a gusto con ellos. Y yo que me alegro.