El lago de los cisnes (Ballet Imperial Ruso)

BalletImperialRuso

No os había contado (aunque no lo parezca hay algunas cositas que me las callo) que estuve la semana pasada en el ballet, que es una cosa que quería hacer desde siempre, pero que me daba miedo ir y que luego me aburriera y quedara como una taruga de campeonato.

Pues para nada. Disfruté como una enana de principio a fin. Es una auténtica gozada de espectáculo y os lo recomiendo fervientemente a los que no hayáis acudido nunca a una representación de danza clásica.

De todas formas, igual deberíais consultar una segunda opinión porque yo seguramente estoy condicionada por mi pasado en un Estudio de Danza durante muchos años, concretamente hasta los 14 y hasta un mes antes de la fecha de mi examen de Primero del Conservatorio, pero me rilé, con el consiguiente cabreo de mi profesora que veía en mí una de sus mejores bazas de la promoción. Pero, como siempre, era ya demasiado mayor y tenía demasiadas ganas de salir de marcha y conocer chicos…

El caso es que el Hombre Tecnológico y yo pasamos una velada estupenda (además del espectáculo –y las cañas&tapas previas-, nos estuvimos riendo a base de bien con las pintas de algunos de los asiduos al clásico; si pensáis “eres mala, Muriel” es porque no os imagináis lo que allí había…») en el Teatro Compac Gran Vía a cuenta de “El Lago de los Cisnes”, el ballet ruso por excelencia.

Se trata de un montaje del Ballet Imperial Ruso, compañía creada en 1994 por iniciativa de Maya Plisetskaya. La maravillosa música de Chaikovsky sirve de marco para contar la historia del Príncipe Sigfrido (en este caso representado por Nariman Bekzhanov, un bailarín portentoso, pero con una cara de rata que tiraba para atrás…), un jovenzuelo al que su madre le dice: “Hasta aquí hemos llegao. Te me echas una novia y te me casas.” Entonces Cara de Rata se pone muy tristón, y sus colegas se lo llevan de botellón al campo, donde después, con tó su pedo el tío, decide ponerse a cazar con una ballesta.

Momentazo

En estas que de un lago ve salir a un montón de jóvenes-cisne que están encantadísimas por el malvado brujo Rothbart (mucho más sexy que el principito, donde va a dar…) y se queda prendadito de la Princesa Odette, interpretada por una increíble María Sokolnikova. Tengo que decir que esta extraordinaria mujer me pareció sosa cuando interpretaba a Odette, pero después me di cuenta de que estaba hecho a posta, porque en los momentos “cisne negro” era absolutamente seductora y hasta lujuriosamente perversa…

El caso es que el Principe invieta a Odette al baile del día siguiente, en el que se supone que le jurará amor eterno, única forma de romper el sortilegio que la hace convertirse en cisne. El problema es que Rothbart, que es muy listo, lleva al baile a su hija Odile con la apariencia de Odette (el cisne negro que os comentaba) y allí, Cara de Rata cae en la trampa y se compromete con la impostora incluyéndola en su contrato Mi Gente de Movistar.

Danza Napolitana

La pobre Odette, por lo tanto, ya no podrá salir del conjuro y aletea la muy desdichada, toda pena y desesperación. A partir de aquí os cuento que existen varios finales para el ballet: hay uno trágico en el que Odette se acaba suicidando (muy bonito, pero poco acorde con los tiempos que corren en los que el suicidio por amor está mal visto y queda ya muy ridículo) y otro feliz en el que tras una lucha entre el roedor Sigfrido y Rothbart, el brujo muere y el principoide consigue deshacer el sortilegio y la pareja acaban juntos y felices (bueno, lo que pase después con el tiempo no nos lo han contado, pero yo estoy segura de que Odette acaba hasta las plumas del sosainas del Cara de Rata y termina echando de menos a Rothbart, que tiene pinta de tirar muchísimo más.

Cisne negro

El ballet tiene momentos de dejar con la boca abierta, pero por desgracia no he encontrado videos de este montaje en concreto, por lo que los que os pongo pertenecen a otros con escenarios mucho más espectaculares, porque el Compac es bastante pequeño y a veces las evoluciones de los bailarines quedan algo deslucidas, la verdad.

Después de esto, volví a ver “Black Swan” y la disfruté muchísimo más, apreciando mejor los momentos en los que disfrutamos de la clasiquísima coreografía.

“I left my head and my heart on the dance floor”: Concierto de Lady Gaga (Madrid, 12/12/2010)

monster ball tour

Supongo que lo primero que hay que decir (para los morbosos que ya pueden dejar de leer y ahorrarse tiempo, porque además esto es lo más petardo que he escrito desde que dejé de tener un diario, aviso…) es que no hubo disfraz (al menos no más de lo habitual…). Una combinación de falta de tiempo, ineptitud y algo de sentido del ridículo (que pensé que ya no me quedaba) impidió que recorriese en metro medio Madrid arriesgando mi integra dignidad. ¡Siento haber creado una expectación interrupta!

Sí que me pinté los ojos “Gaga style” y ya me pareció una hazaña sin par (que el ojo no pare de temblar dificulta enormemente el trazo de una línea recta) y llegué tarde media hora a mi cita, yo que SIEMPRE soy puntual. Además, toda esa pintura extra ya me tuvo bastante incómoda toda la noche y con una sensación de “de ésta pillo conjuntivitis” que no pienso repetir…

Y el resultado encima ni siquiera se aprecia en la única foto que tengo del evento porque como soy tan previsora, me llevé la cámara de fotos sin batería (por no hablar de que se me olvidó llevar un papel y tuve que apuntar la lista de canciones en un ticket de compra del Caprabo…)

La cámara me daba miedo que me la quitaran en la puerta y la metí debajo del vestido (o lo que sea eso, que no está muy claro…) y justo cuando me tocó el turno del cacheo se cayó al suelo a los píes del Señor Intimidante que tenía en frente. Qué sería de mi vida sin estos “momentos Briget Jones” que tanto me caracterizan… Menos mal que el hombre hizo como que no se daba cuenta y me soltó un “Nada de nervios” (muñeca, añadí yo en mi cabeza…)

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Al final me decidí por el look “Lore-Lore Macu-Macu”.

El caso es que sí que estaba bastante nerviosa porque, gracias a uno de los decididos efebos con los que iba, nos aventuramos a intentar entrar por la zona para las localidades de grada sin esperar la interminable cola que recorría sin piedad el Cortylandia y suponía que que nos dirían en algún momento que “verdes las habían segao”, pero vamos, que si luego entraron sopotocientas personas con entradas falsas, pues lo nuestro fue como de chiste.

Una vez dentro, Herr Brühl y yo nos ponemos en modo “Susan y Geena ” (vamos, insoportables en grado sumo para todo aquel ajeno a nuestro rollo…) y ya es un no parar…

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Yo soy la guapa y Susan es la lista…

Como Susan es más bien pequeña (lo eres, nena, has sido toda la vida un retaco así que ahora no te pongas digna y no me digas que yo soy una fresca y no me lo restriegas…; no como yo, que me caracterizo por unas piernas interminables…), decidimos no meternos en todo el mogollón donde no verá, la pobre, más que las etiquetas de los vaqueros de los miles y miles de gays que abarrotan el recinto.

Sorpresa-sorpresa, que hay teloneros: Semi precious weapons resultan ser esta loca descocada y sus amigas chonis de New York City (bueno, eso dicen ellas, pero Susan, que desde que lo dejó con Tim sale más que la Linsay dice que “no way”, que esas bitches son de Jersey, si lo sabrá ella…). El caso es que hacen un trash rock que no está del todo mal, pero que como estamos en plan “la Gaga manque pierda”, no nos interesa nada y no podemos hacer otra cosa que partirnos con los exhibicionismos de la vocalista (todo el mundo era en femenino ayer…) y alabar su buen gusto para los botines, la muy perraca.

Semi precious weapons

Hay que decir que el concierto del Monster Ball Tour empezó de lo más puntual, así que mira, por lo menos la Stefani no se puso en plan diva. Cuando se apagan las luces, nos volvemos todos locos, como podéis ver en este video. Una de las cosas que me encantó fue el musicón que nos ponían cada vez que Gaga no estaba en escena, aquello parecía una macro rave…

Como habéis podido escuchar los que tengáis orejas y hayáis llegado al final del video, empezamos por todo lo alto con “Dance in the Dark” con nuestra protagonista muy quietecita y a la vista de todos en un escenario que imitaba una calle de los bajos fondos. Con la segunda canción, que ni Susan ni yo logramos identificar (es que tampoco somos tan fans, ¿sabéis?), ya comenzaron las coreografías salvajes y el despliegue de bailarines por el escenario.

gaga primer vestuario

Continuamos el bailicidio con la maravillosa “Just Dance” que se enlaza con la no menos estupenda “Beautiful, Dirty, Rich”. La voz bien, como se la escucha en los discos (Susan y yo, pérfidas como somos, puntualizamos que quizá le falla un poco cuando baila, pero hay que reconocer que cantar mientras hace esos movimientos, para nosotras sería imposible sin respiración asistida). También hay que decir en su favor que la chica va muy limpia y muy bien depilada (el tinte amarillo pollo con raíces profundas entendemos que es on purpose).

De repente se nos presenta con una capa roja francamente horrorosa para interpretar “The Fame”. Yo es que no entiendo esa obsesión por las hombreras (que diga esto tiene tela con lo que yo he sido, que las llevaba hasta con el chándal a clase de gimnasia, pero ¿es que no hemos aprendido nada?).

look espanto rojo

Tras un pequeño interludio maquinero, vuelve vestida de monja transparentosa y nos canta “Love Game”, para después marcarse un discurso de los que hacen época con el que explicarnos “What’s the Monster Ball Tour all about”. Hay que ver lo bien que pronuncia y lo bien que se la entiende, que nosotras vale, que somos las dos nativas de Nueva Inglaterra, pero allí había mucha chusma y se notaba que comprendían…

El caso es que “la niña”, que es tan lista, y sin perder un segundo esa actitud tan divina que la caracteriza, nos habló de lo humano y lo divino y de la autoestima y de lo mal que se pasa en el insti. Vamos, que se metió a todo el mundo en el bolsillo y nos hizo sentir Superstars.

la monja

La actuación se reanuda con “Boys Boys Boys”, no sin antes ganarse con sus palabras a todos los gays del recinto (como si no estuvieran ya rendidos a sus píes). Y tras otro cambio de vestuario (del que regresa con un pulpo negro en la cara, que menos mal que se lo quita en seguida porque me estaba agobiando), nos canta “Money Honey” y después, la inigualable “Telephone”.

Entonces se sienta en un piano en llamas y realiza una interpretación de “Speechless” (mi favorita últimamente, aunque sea una moñada de momentazo en ciclo 1, yo me entiendo…) que a mí me deja con la boca abierta. Está claro que sentadita canta mucho mejor, y además aquí se le notan sus orígenes jazzísticos. También podemos disfrutar de “You and I”, un adelanto de su próximo trabajo “Born This Way”, y “la niña” me pone un poco de los nervios tocando el piano encima del asiento y encorvada como un siete: siento que le va a dar una lumbalgia en cualquier momento y se nos va a fastidiar medio concierto.

Para cantar “So Happy I Could Die” se nos pone un traje blanco maravilloso y me la suben en una peana, en uno de los momentos más bonitos de la actuación.

so happy i could die

Esta foto tan divina me la ha «prestado» Verobe de su también divinísimo blog. Gracias!

Esta chica pasa de lo sublime a lo grotesco sin solución de continuidad (y lo digo desde el cariño más profundo) y vuelve al escenario vestida de la mopa que usa mi madre para quitarle el polvo al parquet. No he encontrado foto y no me extraña, no creo que ningún fan quisiera inmortalizar ese momento. Así que el hecho de que esté interpretando “Monster” tampoco es raro. A esta le siguen “Teeth” y la muy jaleada “Alejandro”, que nosotras la bailamos, pero gustarnos, lo que se dice gustarnos, no nos gusta ;p.

Entonces llega otro de los platos fuertes, “Poker Face”, con la que disfrutamos de lo lindo. Y luego otro discursito de la Stefani que además se nos arranca el corazón en un momento de lo más gore.

Sabemos que ya queda poco para terminar (más que nada porque tampoco queda ya mucho repertorio), pero lo que no sabíamos era que íbamos a presenciar la lucha cuerpo a cuerpo de la Gaga con un Melanocetus Johnsonii (vamos, lo que viene a ser el pez abisal de Nemo) en versión XXL mientras las enfervorecidas hordas de fans de desgañitan al frenético ritmo de “Paparazzi”.



Y para terminar, un “Bad Romance” como una casa entre el delirio colectivo. No creo que haya nada más que añadir…

Después, todas a Chueca, una cenita tardía pero de lo más necesaria, y a darlo todo en los antros más selectos Down Town (y rodeadas de hombres, como a Susan y a mí nos gusta estar).

“We did it honey b! Now let’s go far far away from here”

“You promise we’ll never come back?”

“I promise.”

Las canciones del concierto (gracias a la inestimable colaboración del Especialista Mike:)

Comienza la cuenta atrás para el concierto de Lady Gaga…


El domingo es la gran noche… 

Haber tenido la cabeza en otro sitio no es excusa para no preparar debidamente semejante evento, así que por lo menos puedo decir no sin orgullo que empiezo a dominar la coreo de «Telephone» (aunque todavía tengo que practicar para añadir la NRG que requiere) y que tengo medio claro el estilismo.

Este será mi homenaje. En versión brunette, claro (qué Gaga me perdone…), porque tampoco es plan de rendirse totalmente a los salvajes impulsos de la crisis de los 40 anticipada (hay que ver qué precocidad la mía, algunas veces…) y someterme a un caos capilar (pasarme por la cabeza se me ha pasado, no creáis…)  que después sólo remediaría un rapado a lo Britney…(bueno, el tema peluca no está del todo descartado, pero es que eso luego da calor, pica y molesta cantidad, y no sé si me apetece pasarme el concierto como si tuviera la sarna). Ah, y de «total look» nada, sólo de cuello para arriba, pero únicamente porque estamos en Diciembre y en Madrid hace un frío que pela!


Con mi poca pericia en las artes de la peluquería y el maquillaje, es probable que me parezca más a Axl Rose de resaca que a la Stephani, pero todo sea por mantener alta la moral de las tropas…

Por cierto, críticas y comentarios sobre el concierto en Barcelona no he querido leer (ya me han llegado algunas cosas sin yo quererlo y me he rebotado bastante) para mantener puro el espíritu y enfrentarme «virgen» al momentazo del año. Ya comentaré por aquí mis impresiones, aunque muy objetiva no se puede ser cuando se acude a un concierto cuyas entradas compraste en el mes de junio (fecha, por cierto, en la que me rendí completamente a los encantos de esta fabulosa mujer…)

Así pues, últimos ensayos, prueba de maquillaje y sólo nos quedará encomendarnos a la Gaga.


Si la curiosidad morbosa no os deja vivir por saber cómo me convulsionaré al ritmo de la frenética música, a partir de 07:30. Ein… Zwei… Drei!

Monidala en la Ópera



Sí amigos, en un alarde de sibaritismo cultural y exclusividad sin precedentes en nuestras proletarias existencias, hemos estado en el Real «disfrutando» del bel canto. Dejadme que os cuente porque la cosa tiene guasa…


Andaba yo desde antiguo queriendo ir alguna vez a la Ópera que, aunque no estoy muy puesta, sí sé que la música de «La Traviata» me embriaga (el que entienda de historias de «perdidas» pillará la referencia) y disfruto como la que más de una buena opereta española (zarzuela para los amigos). Por un razón (pereza) u otra (pensar que el tema resulta más caro que un Birkin), nunca había hecho un intento serio de comprar entradas, pero una de esas mañanas en las que me sentía especialmente osada, me metí en la página del Teatro Real.

Confirmadas mis sospechas de que las entradas «buenas» cuestan la friolera de 164 eurípides del ala (294 si eres tan chulito como para querer ver la obra el día de su estreno), también quedo gratamente sorprendida cuando veo que, en función del tipo de localidad, las entradas van bajando de precio hasta unos más que asequibles 6 €. Y me digo: «Monidala (sí, yo ya hablo de mí en tercera persona como los chalaos, pero sólo cuando redacto para el blog, porque entro como en un trance ridículo y después me quedo como si tal cosa conservando mi dignidad y todo), a ver si por 6 € no vas a ir tú a la ópera, ¡faltaría más!».

Me pongo manos a la obra y decido que voy a probar suerte con «The Turn of the Screw» («Otra vuelta de tuerca», compuesta en 1954 por Benjamin Britten y con libreto de Myfanwy Piper), que era la próxima en la programación, es en inglés, y además basada en la conocida obra de Henry James que casualmente había leído este verano. Como quería ir en un día no laborable, resulta que entradas baratas quedaban pocas, y como no conozco el teatro le pido al sistema de reservas (a través de una opción habilitada al efecto, que todavía mis superpoderes, aunque no os lo creáis, no alcanzan a la comunicación mente-máquina) que escoja por mí las mejores localidades disponibles. En fiándome de la maquinola, las adquiero sin remilgos haciendo uso de mi maltrecha tarjeta de crédito.


Cuando por fin sale la descripción de la opción elegida (una vez realizada la compra), leo lo siguiente: Pupitre de Tribuna Extremo (lo de «tribuna» no suena mal, pero lo de «extremo» no auguraba nada bueno y sobre lo de «pupitre» no sabía ni qué pensar) y para rematar la jugada, el detalle añadía esta frase desasosegante hasta la paranoia: Visibilidad muy reducida o nula… (WTF??).

Entonces me percato de que hay un botoncico que te permite comprobar la visibilidad virtual de tu butaca, cosa que la gente de mundo suele hacer antes de adquirir las entradas y no cuando ya las has pagado (y sin haberme dado cuenta de la hijoputesca leyenda de «No se admiten devoluciones»), incluyendo los abusivos gastos de gestión (vamos, que al final la broma me salío por 17 €) y supuestamente para ver esto:


No me digáis que no es para llamar a los responsables del Teatro (y hasta a la Ministra de Cultura si se tercia) descendientes bastardos de las meretrices de Babilonia...

Imaginaos mi decepción al pensar que iba a ver la ópera sólo por el ángulo superior izquierdo del escenario, y a algo así como a 13.000 metros de altura (que ya me empezaba a preguntar si la silla -porque no era ni una butaca- tendría cabina de despresurizacion). Y lo que faltaba para el duro: mi acompañante no iba a ser otro que el insigne y «sufrido» Hombre Tecnológico; sí, ese ser humano que en las exposiciones de arte contemporáneo se queda mirando las piezas con una cara mezcla de incredulidad e impaciencia para afirmar: «Pues yo a esto no le pillo el hilo….».

Investigando un poco descubro que, efectivamente, al restaurar el Teatro sobre el edificio existente, se tuvieron que mantener las localidades con visibilidad reducida que tenía en su versión original, y que para mi sorpresa, no son pocas. Entre eso, y que hay abonados de por vida que tienen derecho privilegiado a adquirir entradas en cada representación, resulta que quedan muy pocas opciones para que el común de los corrientes disfrute de la música clásica, al menos en la Plaza de Oriente.


Nosotros viendo la ópera en escorzo y el palco real vacío: ¡Un desalojo, otra okupación!

Estuve a punto de no acudir a la función, pero dijimos que bueno, que a lo mejor merecía la pena «escuchar» y si nos rayábamos de no ver nada, nos iríamos en el descanso. Entramos en el Teatro y la verdad es que es precioso y muy espectacular. Empezamos a subir y subir escaleras hasta llegar a la cuarta planta, y una vez allí, todavía tuvimos que subir más hasta nuestros maravillosos Pupitres de Tribuna Extrema. Entonces lo entendimos: resulta que los asientos son como los de la Facultad (pero en versión mullida) y tienen una mesita para coger apuntes, y hasta una lamparita hay, que la descubrimos por un listillo que llegó y la encendió y todavía no sé para qué. Se ve que son entradas para estudiantes (y añado: incautos sin experiencia o jubilados con poca paga, que éramos las categorías que allí habíamos).

Menos mal que al sentarnos descubrimos que la vista virtual que os he mostrado era lo que se veía recostado en el asiento, pero que si te inclinabas sobre el pupitre (dejando la zona lumbar expuesta a los depredadores), se veía bastante más trozo de escenario, algo así como hasta la mitad. Además es cierto que hay unas pantallas desde las que se puede ver también la obra y los subtítulos se leían perfectamente. Cuando muy puntualmente se apagaron las luces, y como no se habían llenado el resto de asientos, pudimos «mejorar» sentándonos más centrado y al final se puede decir que «vimos» la ópera, aunque era digno de ver como todo el mundo se inclinaba tanto para poder tener más perspectiva del escenario que parecía que algunos se iban a caer al patio de butacas…

Por lo que respecta a «The Turn of the Screw», no es como para hacer afición (vamos, que no es «La Revoltosa», precisamente…): para empezar es una ópera de cámara, es decir, que está interpretada por menos músicos que una tradicional, lo que la hace menos espectacular; además, la obra de la que procede es bastante oscura (bueno, ya sabéis, es una historia victoriana de fantasmas…) y la composición musical también va en esa onda; sólo tiene seis personajes (aunque uno de ellos es un niño y eso me pareció interesante); y la escenografía era bastante escueta: una cama, una mesa, un escritorio, un caballo de juguete que iban siendo trasladados por el escenario en función de las necesidades por los figurantes.

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Las institutrices victorianas tenían todas un rictus como de virgen y los niños les cantaban «a la lima y al limón, te vas a quedar soltera».



La ópera es tan o más inquietante que la novela, y juega a la ambigüedad como su predecesora: para los que no la conozcáis, no es ningún spoiler decir que se trata de la historia de una institutriz (cuyo nombre no se menciona en toda la obra) que entra a trabajar en la mansión de Bly donde tiene a su cargo a dos niños huérfanos (Miles y Flora) cuyo tutor la contrató, aunque él no habita en la casa. Todo es idílico ya que los niños son encantadores, hasta que la institutriz comienza a presenciar las apariciones de dos antiguos sirvientes de la casa, nada raro si no fuera porque están ya fallecidos.

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Aquí Quint, el fantasma de Bly y un molesta niños sin remedio, aquí unos lectores de blog.

La ambigüedad se da en dos vertientes: en si las apariciones son reales o fruto de la imaginación de la institutriz (aunque si en el obra original sólo escuchamos «la voz» de la protagonista, en la ópera también cantan los fantasmas) y en el pasado turbio de los criados muertos y su perturbadora relación con los niños (al no especificarse nada claramente, hace que nos pongamos en lo peor…)

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La srta. Jessel, antigua institutriz, alma en pena por no morirse virgen como está mandado.

El final es verdaderamente emocionante y los cantantes (sobre todo la protagonista) fueron muy aplaudidos (hasta «bravo» gritaban algunos…).

Conclusión: Que pienso volver a ver algo más típico, por ejemplo «Tosca», que también está programada, pero cogeré (si puedo) asientos más centrados aunque sea más caro. Ante esto el Hombre Tecnológico exclamó: ¡Conmigo no cuentes!

“D’you know where you are…? You’re in the jungle, baby!” (Concierto de Guns N’ Roses Madrid 09/10/2010)

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Anoche las 8.000 personas que presenciamos el espectacular concierto de Guns N’ Roses fuimos testigo de que W. Axl Rose no sólo tiene todavía mucho que aportar al hard rock, sino que se sigue ganando con cada actuación el titulo de leyenda viva a base de carisma, entusiasmo y una tremenda voz, aunque algunos pretendan eclipsar esto con la excusa de sus reiterados retrasos, las polémicas con ex compañeros de armas, un estado de forma física deficiente y divismos varios.

Es cierto que, aunque la apertura de puertas del Palacio de Vistalegre estaba prevista para las 18:30, no fue hasta las 20:30 que Sebastian Bach y su banda (teloneros del de Indiana –no, Axl no es californiano sino que nació y se crió en el medio oeste y no se trasladó a L.A. hasta los 21 años-) comenzaron su actuación, pero eso sí, de manera espectacular a pesar de lo austero de la escenografía, con un Bach muy en su papel de telonero-animador (a la par que BFF de “la divina Rose”) que estaba realmente encantado con su mayor actuación hasta la fecha en nuestro país, y tremendamente orgulloso de sus 25 años de profesión.

A golpe de melena y a pesar de los daños irreparables que debe de tener en sus vértebras cervicales, el canadiense lo dio todo durante la hora larga que estuvo en el escenario interpretando tanto temas propios (incluyendo su último sencillo) como ajenos, acompañado de buenos músicos también en su papel (no debe de ser fácil tocar mientras el vocalista estrella agarra el micro por el cable y lo hace girar a centímetros de tu cabeza hasta alcanzar los 100 Gs de fuerza) y con una voz que a veces daba la sensación de flaquear en los gritos.

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Sebastian Bach en su época dorada: “¡Qué pelazo, nena!”

Me quedé sorprendida de lo bien que se conserva físicamente el otrora guaperas del hair metal, pero con un poco de investigación he descubierto que no siempre ha estado así de juncal y que cuando recientemente participó en el reallity americano Celebrity Fit Club pesaba más de 100 kilos (ahora no me extraña tanto ese ligeramente vergonzante colofón con exhibicionismo de torso que nos brindó el vocalista de Skid Row…).

Tras el paso de los teloneros, Axl & Cía. nos hicieron esperar hasta las 10:45, pero cuando ya empezábamos a desesperar, se apagaron las luces y comenzó uno de los mejores conciertos que he visto en mi vida. La silueta recortada del guitarrista D.J. Ashba (que no creo que por casualidad llevaba un sombrero muy parecido a los que solía lucir Slash) y el riff de Chinese Democracy fueron la intro y dieron paso a un Axl Rose que, entre los kilos de más, el botox en la cara y un pelo que da la sensación de escasear, más se parecía al Mickey Rourke de “El luchador” que al sex symbol que fue en los 80’ y 90’.

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Sweet Fat O’ Mine…

Por suerte su voz, que es lo importante, sigue intacta (en el amplio espectro que va de tenor hasta falsetto de soprano y que le ha llevado a ser considerado por la revista Rolling Stone como el número 64 en su lista “100 Greatest Singers of All Time”). Con sus clásicos de Appetite for Destruction Welcome to the Jungle, Its so Easy y Mr. Brownstone el palacio se venía abajo con un público que estaba ansioso por dejarse la garganta en cada tema. Entonces llegó la primera balada, Sorry, a la que siguió Shackler’s Revenge para volver a la caña, ambos dos de los mejores temas de su último trabajo.

Mientras Rose hacía una de sus escapadas (la verdad es que no paraba de entrar y salir del escenario a la carrera, ya fuera para cambios de vestuario, ya para otros misteriosos menesteres), la banda se marcó una versión del tema principal de James Bond (el solo de guitarra de Richard Fortus, impresionante).

Aunque el espectáculo de luces y fuegos artificiales ya llevaba un rato en marcha, es con Live and Let Die (una de las tres canciones que pudimos disfrutar de Use Your Illusion I) cuando el fuego entra en escena para dar énfasis (un énfasis que ralentizaba ligeramente el estribillo de la canción, eso sí) a una canción que GN’R hicieron suya y, para mi gusto, mejorando la versión de McCartney.

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Tal como éramos…

De nuevo una balada, esta vez This I Love, también del Chinese Democracy, y a la vuelta tenemos a Axl ataviado con su clásico pañuelo rojo en la cabeza para volver a su primer LP con Roquet Queen. Es entonces cuando Dizzy Reed (único miembro que permanece de los Guns N’ Roses de la época gloriosa) se quedó solo en el escenario y demostró su virtuosismo al piano realizando una versión del Ziggy Stardust de Bowie.

Con You could be mine (primero de los dos temas de Use Your Illusion II) el concierto alcanzó cotas muy altas de intensidad, que DJ Ashba aprovechó para hacer un solo genial con una Les Paul negra con destellos brillantes (¿será una de las famosas customizaciones del de Monticello?) que encadenó con el riff de Sweet Child O’ Mine, ni que decir tiene que con un público totalmente enfervorecido (¡y una Monidala emocionada de poder cantar su canción favorita con el mismísimo Axl Rose!).

Tras otra versión de la banda (una sorprendente Another Brick in the Wall de Pink Floyd), tocaron Madagascar y el tercer guitarrista, Ron “Bumblefoot” Thal, nos divirtió con su particular versión de La Pantera Rosa.

Cuando pensaba que nos acercábamos sin remedio al final, me sorprendieron con Don’t Cry y otro medio tiempo de Chinese Democracy que no he podido identificar (sorry, si alguien sabe cúal fue, que me lo diga!). Después Axl se sentó al piano para interpretar memorablemente November Rain (la apoteosis final de la canción nos puso a todos en éxtasis).

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Axl Rose con un sombrero que heredó de su tatarabuela, peregrina del Mayflower.

Otro momento para no olvidar fue el despliegue de simpatía y buen rollo de Rose durante Knockin’ on Heaven’s Door (¿alguien se acuerda ya de que lo compuso Dylan? Vale, es una pregunta retórica porque nos acordamos todos, pero ya me entendéis…) que, como buen maestro de ceremonias, nos hizo entonar la frase hasta que se nos cayó la campanilla en un intento, según sus palabras, de que se nos oyera en todo el barrio.

Nos puso a botar de nuevo con Night Train y con una cañerísima versión del Whole lotta Rosie de AC/DC para terminar por todo lo alto con Paradise City.

Un pedazo de concierto de dos horas y cuarenta minutos que Axl Rose rubricó saliendo a saludar con todos sus músicos (sin esa aborrecible espantada final a la que nos tienen acostumbrados muchos de los grandes) en una demostración de que se encuentra de lo más a gusto con ellos. Y yo que me alegro.

“La naranja completa”: vitamina C (de comedia) en vena para empezar el otoño

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“Lo bueno de las tías de treinta es que cuando quieren follarse a un tío no lo disimulan. Lo malo es que siempre tienen la esperanza de que ese tío se convierta en su novio.”

El jueves tuve la suerte de volver a ver “La naranja completa” en su flamante reestreno en el Pequeño Teatro Gran Vía ¡y me volví a reír como la primera vez!

[En realidad me reí más (y con más ganas), porque la primera vez su humor sin complejos que trata el sexo de la forma más natural me pilló un poco desprevenida (y eso que ya había visto otra obra de su autor) y tardé unas cuantas escenas en dejarme llevar y carcajearme sin pudor de cosas de las que, cuando te ríes, demuestras que las has vivido (sí, ¿qué pasa? yo también tengo mis inhibiciones…)]



Cuando comenté “…y estoy guapa”, ya os adelantaba este acontecimiento tan esperado tras el periplo que ha seguido la obra desde su preestreno hace ya dos años a través de muchas provincias españolas (y parte del extranjero, y no es coña que la han representado en Buenos Aires), donde ha tenido una acogida buenísima, y os contaba que “La naranja completa” era la segunda parte de una trilogía de obras escrita por Luis Felipe Blasco Vilches.

Qué cuenta: En la línea habitual de la compañía Tenemos gato, en el escenario tenemos sólo dos personajes (Él –Homero Rodríguez Soriano– y Ella – Cristina Rojas-). Treintañeros solteros heterosexuales del siglo XXI que se debaten, a mi modo de ver, entre el instinto de reproducción que les lleva a plantearse la necesidad de una pareja estable (sí, hasta los tíos tenéis de eso, lo que pasa es que lo llamáis “sentar la cabeza”) y el de supervivencia, que les hace huir de ello con todas sus ganas (y quién les puede culpar, sobre todo teniendo en cuenta determinados momentos de la azarosa vida conyugal…)

Mientras tanto, lo que sí que tienen clarísimo es que quieren disfrutar de su cuerpo (o sea, follar como locos) y para ello no les queda más remedio que interactuar con esos seres desconocidos (o demasiado conocidos) a los que denominamos “el sexo opuesto”.


la naranja


Cómo lo cuenta: En una línea de comedia muy ácida, en determinados momentos con pinceladas sangrantes (la relación que, ya como adultos, mantenemos con nuestros padres; los fracasos que cargamos a cuestas a modo de mochila existencial; un futuro, todavía incierto; el miedo a envejecer…), nos colamos en unas cuantas horas de la vida de dos de estos jóvenes maduros durante las que se fragua el comienzo de una relación (que puede ser un one off –polvo de una noche- o que puede ir más allá, en principio no lo sabemos como no lo sabemos nunca en la vida).

A través de unos flashbacks muy logrados conoceremos sus antecedentes (con los que nos sentiremos, tanto nosotras como ellos, identificados sin remedio) y entenderemos mejor sus reacciones (con las que nos reiremos por ser también propias).

Me sorprende cómo con una escenografía tan sencilla y prácticamente sin atrezo (hay que ver lo que da de sí un delantal…) nos pueden meter tan bien en situación (bueno, esto es marca de la casa), pero una de las cosas que más me gusta es cómo se lo montan (y nunca mejor dicho) para representar el sexo. Un desternillante polvo radiado que hace las delicias del público (las carcajadas eran clamorosas) y que es uno de los mayores alicientes de la función.


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Al volver a vivir la experiencia de “La naranja” me ha parecido que la obra está más madura y sus actores han ganado en seguridad (el saber que el material que manejas funciona debe de ser un gustazo) . Quizá por conocerla ya he podido dedicar más tiempo a fijarme en las interpretaciones, sobre todo en los momentos en que un actor está en segundo plano mientras su compañero dice su texto y he disfrutado muchísimo. Se intuye ahí el buen trabajo de dirección, que en este montaje corre a cargo de Juan Alberto Salvatierra.

Si en mi post sobre “…y estoy guapa” os comentaba lo mucho que me emocionó el trabajo de Cristina Rojas, el jueves fue Homero Rodríguez el que me “sedujo”. No me malinterpretéis, que Cristina está esplendida y no hay que perderse ni el más pequeño de sus gestos (aunque mi momento favorito es el de la pseudo intelectual amante del cunnilingus), pero Homero tiene en “La naranja” una presencia escénica brutal y una vis cómica de lo más refrescante.


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Recomendar “La naranja” es muy fácil porque es un valor seguro. Sé que todos los que vayáis a verla me lo vais a agradecer, y me encantaría que además lo comentéis y se la recomendéis a otros amigos que, deseándoles lo mejor, queráis que pasen un rato tan bueno como el que pasé yo el jueves. Y es que cerca de una hora de risas compartidas tiene que alargar la vida, a mí no me digáis…

“La naranja completa” se hospeda en el Pequeño Teatro Gran Vía (dentro del Teatro Compac) en Gran Vía, 66 (Madrid) hasta el 31 de octubre.

Consulta de horarios y compra de entradas.

Os dejo con el “Me cago en el amor” de Manu Chao y Tonino Carotone para que lo escuchéis mientras compráis las entradas y planeáis una noche divertida a la par que interesante.

…y estoy guapa

...y estoy guapa

No, yo no (bueno, yo tampoco estoy mal, ¿eh?), pero no se trata de que de repente mi autoestima haya alcanzado límites históricos, sino del título de la última obra del insigne dramaturgo (a mí me gusta más escritor de comedias, como Lope, porque dramaturgo suena a octogenario y como que no me pega), humorista, guionista, letrista, marionetista (todo pega con artista) y diseñador de videojuegos (sí, sí, el Hombre Tecnológico no es único en su especie), Luis Felipe Blasco Vilches. Seguro que me he dejado algo, porque en este caso el término multidisciplinar se nos queda un poco corto (¿pandisciplinar? bueno, tampoco nos pasemos…)

El montaje de «…y estoy guapa» nos llega por obra y gracia de la compañía teatral Tenemos gato, formada por el propio Blasco Vilches y los actores Cristina Rojas y Homero Rodríguez, cuyo propósito, según sus propias palabras, «es hacer teatro para que la gente sea feliz». Anoche yo desde luego lo fui (y creo que las otras cerca de 80 personas que presenciaron el preestreno también, pero quién soy yo para hablar en su nombre).

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La función la dirige Julio Fraga, un profesional con más de 40 espectáculos a sus espaldas y un currículum que no me cabe en este post, por lo que os recomiendo su página web, la que además ha tenido el exquisito gusto de ambientar con la maravillosa «Yumeji’s Theme», composición del recientemente fallecido Shigeru Umebayashi para la película de Wong Kar Wai «In the mood for love» (si os digo que sale en un anuncio de El Corte Inglés acabaríamos antes, pero entonces no sería yo).

Decir que la obra me gustó, sería como decir que la tortilla de patata de mi madre «quita el hambre». Quienes me conocen bien saben que mi capacidad crítica se encuentra situada en algún lugar de mi mal organizado cerebro que conecta directamente con el lagrimal, por lo que si una pieza artística de la disciplina que sea está tocando mi fibra sensible, no puedo evitar las lágrimas. Así tengo mi propia clasificación en función de cuanto me haya gustado, y a «…y estoy guapa» le concedo 4 kleenex (y no le doy 5 porque en el teatro da mucha vergüenza llorar y me tuve que contener en muchos momentos).

Los que hemos visto los anteriores montajes de la compañía vemos una clara evolución tanto en la temática como en la madurez de sus trabajos, aunque siempre desde ese estilo que mi querida Susan y yo llamamos «binólogos» y que cada vez más y más se intercalan y superponen de una forma que enfatiza al mensaje de los personajes:

«Con problemas de doblaje» era una comedia disparatada (interpretada por el propio autor con Cristina Rojas) sobre las primeras relaciones sexuales y sentimentales en la juventud con un montaje plagado de todos los recursos teatrales imaginables (marionetas, voces pregrabadas, sombras chinescas, creo recordar…?).

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En «La naranja completa» los personajes ya estaban atisbando la madurez y sus relaciones se volvían más complejas, el montaje más sobrio, más depurado, pero el género seguía siendo la comedia pura y dura (y nunca mejor dicho porque estaba plagada de chistes «de los que joden» con los que muchas veces no puedes evitar sentirte identificado, quizá demasiado…)

En «…y estoy guapa» ya no hay lugar para correr por el escenario con un plátano en la mano. La vida ya ha dado cuenta de unos personajes que, sin perder la comicidad (divertidísima, el momento «lista de la compra» es muy brillante y como en casi todas sus obras, de un conocimiento de la realidad femenina, por no decir de lo brujas que podemos llegar a ser, que asusta), tienen un poso de desengaño y amargura como el que tenemos (en determinados momentos, claro) los que ya le hemos visto las orejas al lobo. La pérdida de la inocencia, el olvido de los sueños de juventud, la rutina como antídoto para el romanticismo… Todo ello está plasmado con una gran sensibilidad que proporciona una experiencia muy conmovedora. Y sin embargo el mensaje de la obra, es optimista, es decir, que la vida, mientras se te escurre, hay que vivirla.


Homero Rodríguez y Cristina Rojas están estupendos. Y además son grandes actores ;p (se nota bastante el rodaje de la gira de «La naranja»). Homero está entrañablemente genial como ese «hombre corriente», aparentemente insensible pero muy sufrido y que dice las cosas como son.

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Y sobre Cristina, qué os voy a decir… Me encanta, es de una expresividad asombrosa (el «momento insomnio» es de traca), tiene una capacidad infinita para emocionar («no os asustéis que esto no es teatro interactivo», pero dan ganas de bajar al escenario a darle un abrazo, y lo haría si no fuera porque entones parecería una fan enloquecida de la Pantoja), canta y baila con una gracia tremenda,,, Qué más se puede pedir.

En resumen, es una función preciosa para reírse a gusto y emocionarse, llorar (opcional) y quedarse más a gusto todavía. Si tenéis la oportunidad no os la perdáis, aunque si la vida es justa, las cuatro representaciones del preestreno van a estar seguidas de una larga gira y de un reestreno por todo lo alto como con «La naranja». “Dios mediante”.

«…y estoy guapa» estará en la sala Tarambana de Madrid a las 21:00 horas todos los miércoles de septiembre. La entrada cuesta 8€ y os recomiendo que reservéis porque lo va a petar!!!

«La naranja completa» se reestrena el 23 de septiembre en el Pequeño Teatro de la Gran Vía, y si un Armagedón no lo impide, estaré allí para contarlo.
Entradas relacionadas (otras obras de Tenemos Gato):

Monidala en el Ritz

Sí, ya sé que estoy en un plan que lo comento todo (lo próximo va a ser hacer la crítica de la paella de los domingos de mi madre), pero es que no todos los días entra una a un sitio como el Ritz a consumir… Así que a ponerse de punta en blanco, que la ocasión lo merece: cocktail de trabajo.

La llegada bien, fácil, aparcando en semiesquina la puerta del mismísimo, donde el portero de librea me indica el camino, no sin antes mirarme con cara de «tú no eres de por aquí, no?…» (se nota que tengo pinta más de NH). Dentro, recepción victoriana con columnas de lo más jóricas (;p), mármol por doquier, alfombras añejas… vamos, una divinidad si naciste antes de 1800.

Si lo queréis ver, os pongo el link a su web. No hice fotos por el qué dirán y tampoco las pongo de la red, no sea me crujan viva…

De ahí paso al lobby, más alfombras, cortinones y mobiliario de peli de Poe. Están dando el té de la tarde, así que el personal, más bien de la vieja guardia (por no decir que parecía un centro de día venido a más). Entro en la sala Alfonso XIII que tiene toda la pinta de haber hospedado el velatorio de Sisí emperatriz… Mucho tapiz en las paredes pero no me fijo mucho porque lo que quiero ver es la terraza y el jardín.

Una pasada: todo de mármol blanco, mesas y sillas de anea de esas estilo «Emmanuel«, fuentecilla borboteante, ¡un piano de cola! Vamos, lo normal… Una pena el frío, porque no se podía estar más de 10 minutos sin empezar a sentir síntomas de congelación, y no era plan empezar a perder miembros por mucho glamour que hubiera.

Además, una música muy chula porque eran canciones poprock pero con arreglos «de ascensor». Tengo que averiguar qué era aquello…

Eso sí, la comida regulera. Canapés raros de esos que no te queda muy claro si era animal, vegetal o mineral (incluso después de comértelos) y marejada con rachas de marejadilla cada vez que un camarero sacaba una bandeja.

Impresionante el baño. Tocadores de mármol (media cantera de Carrara estaba allí) frente a unos espejos de cine con sillas para sentarse en frente y creerse Margot Channing… Y bueno, el papel higiénico tenía toda la pinta de que lo hubieran tejido unas monjas ciegas holandesas, una cosa tremenda.

En lo social, charla animada, gente a la que no veía hace tiempo y una conclusión clara: tenemos que quedar más.

Lo más de la noche: el reencuentro con David Tight, el «vintage» de Concha y la corbata verde de Rodrigo. Ah! y mi tocado de plumas.

Lady Gaga? I do go (go)!


Que me he hecho fan de la Lady Gaga. Pues sí, ha sido un flechazo, oye.

Resulta que me llama Charlie (aka Susan Sarandon) y me dice que tiene entradas para ir a ver a esta tía en el Palacio, y que va a ir con otros cinco elementos sorpresa, y disfrazaos para más inri. Aunque lo de los disfraces me da que va de farol, yo embido (menuda soy yo, que me apunto a un petardeo…)

Total, que me pongo a buscar entradas en la red y nada, por ningún sitio, y yo: «What‘s the buzz? Tell me what‘s happening?» hasta que averiguo (vamos, Lisbeth Salander es ya más referente para mí que La Pasionaria) que es que los elementos sorpresa habían comprado las entradas en la preventa que fue el día anterior y que hasta el día siguiente no empezaba la venta ordinaria (y tú japuta!). Joer, cúanto misterio marketiniano

Mientras espero al día siguiente me pongo una playlist de Goear. Sí, algunos temas ya los había escuchao, pero no sabía ni que eran suyos (necesito un refreshment musical de urgencia por lo visto porque estoy gagá, pero en plan senil) y parece que no están mal… Al rato ya me estaba empezando a obsesionar con «Bad Romance» y a los dos ratos montando coreos con «Boys boys boys» (si Sabrina Salerno levantara un pecho…)

Si pones en Google «Lady Gaga mamarracha» esto es de lo primero que te sale…

Una cosa llevó a la otra, y me busqué unos videos en Youtube: MUY FUERTE. Pero, ¿esto lo sabe la gente? Va a ser que sí, porque las entradas para el concierto de Barna se agotaron en 24 horas… Me entra la paranoia, seguro que no voy a conseguir entrada; lo que empezó en curiosidad se convierte en necesidad (bueno sí, soy obsesiva compulsiva, como si no lo supierais!!).

Llegan las 10:00 de la mañana de mañana y empiezan los nervios (todavía no! que eso son los cuartos! ah! qué susto!) y el mensajito de «Hay demasiados usuarios conectados, inténtalo más tarde (te jodes. En el siguiente intento consigo llegar al momento «medio de pago». Me fallan las tarjetas (me cagontó, ¿a qué les hago Suppression?), me hago un lío con los números y con el dígito de control (abuelita Whitechapel en acción!) y por fin: «Su reserva se ha realizado con éxito».



Mira que sombrero más apañao se ha hecho con una cigala que le sobró de la paella…

Uf, vaya alivio luto… Ahora sólo tengo que aprenderme las canciones del disco y medio, estudiarme todas las coreografías, partirme el culo con los diversos estilismos y por supuesto, pensar en qué me pondré para el evento: como quedan 6 meses me da tiempo, pero no hay que descuidarse

Os esperan 6 mesecitos de órdago porque pienso analizar todos los videos como si fueran pelis de Antonioni (un plasta ese tío, by the way…)

Por cierto, ¿tú vas a venir? ¿qué has pensado ponerte para la ocasión?