The Deep Blue Sea (Terence Davies, 2011): No, no es una peli de tiburones

Hoy en un alarde de intrepidez sin parangón me he aventurado a localizar en algún cine madrileño esta peli que tenía ganas de ver desde su estreno este verano, más que nada porque a mí un melodrama y  un amor imposible me van tope de gama desde que leí “Mujercitas” allá por la pre-pubertad (esto lo combinábamos con el porno de rigor que se ponía al alcance, que yo era una niña muy normal…).
El caso es que me ha tocado irme sola como en las épocas de filmoteca de mis veinte (ahí ya iba combinado con hentai, que nos habíamos sofisticado algo…) y aventurarme al centro porque apenas había cuatro cines en los que la pusieran, casi todos en V.O.S.E.
Pues una cosa le voy a decir al tal Davies: me debe Ud. nueve eurazos del alma (más párking, que no veáis como las gastan por la zona) de lágrimas, sollozos, hipidos y sofocos. Que yo a esta peli había ido a llorar y a partirme la camisa, y me he quedado más fría que un fletán en el Atlántico. Nada oye, ni medio nudo en la garganta, ni un “ay qué me privo” ni nada de nada. Decepción total: he tenido padrastros que han hecho más pupa.
Me ha faltado verla preparando un gazpacho con barbitúricos como a Pepa la de MABDUADN!!
Ojo que igual había ido yo a verla con la armadura del Amadís de Gaula y no me había fijado, pero la historia prometía mucho con la encantadora Rachel Weisz haciendo de la mujer de un juez en el Londres de 1950 aquejada de mal de amores por un tercero y para nada cumple las expectativas (vamos, que algún tiburón sanguinario habría animado algo el cotarro…).
Pero al final resulta que es todo bastante lugar común: pues sí, chica, que te has colado por un tío de esos de “te quiero” fácil y que después ha resultado ser un bluff? Nos ha pasado a todas alguna vez en la vida: deja de hypearlo y a otra cosa mariposa (yo es que el tema del suicidio –no es spoiler!!- lo respeto en los existencialistas que deciden librarse del absurdo de la vida, pero por amor me da vergüenza ajena –si se tienen huevos para hacer el ridículo por amor, se apechuga-). Que como dice la gran Susan: caer está permitido, pero levantarse es obligatorio. Bueno, en la sociedad de los ‘50 era bastante más complicado, pero aún así no encuentro qué aporta esta peli que no hayamos visto ya en otras historias de triángulos (hasta de pentágonos las hemos tenido…).
El amor eterno yo calculo que  viene durando lo que dura una pinta de Guinness, más/menos…
A nivel cinematográfico seguramente esté muy bien hecha: la ambientación muy buena, las interpretaciones fantásticas (Rachel Weisz llora muy bien, las cosas conforme son…), la fotografía preciosa, la música estupenda (un poco hasta los huevos de gente cantando pero oye, que supongo que está muy bonito eso de cómo fue la guerra y la posguerra en Inglaterra y como se hermanaba la gente y tal…).
Pero que como la historia me ha parecido fría, los personajes (salvando un poco a la protagonista que es una de esas abanderadas de la pasión a las que nos va un drama, pero con la que tampoco he terminado de sentirme identificada porque no he podido entender de qué se había enamorado; quizá más que amor fuese una reacción exagerada al aburrimiento) bastante planos y poco interesantes (bueno, la suegra me ha gustado: era para cogerla del cuello…) y la historia muy manida y sin mucha originalidad ni en su planteamiento ni en su resolución, pues lo puramente fílmico acaba por resultarme intrascendente.

Segunda Edición del Atlántida Film Fest

Atlantida Film Fest

Hoy da comienzo el Atlántida Film Fest, un festival online en el que a través de la página de Filmin, se proyectan 26 películas (12 en Sección Oficinal y 14 en la Sección Atlas) que ya han sido proyectadas en festivales pero que no han tenido estreno comercial. Las ganadoras del Premio del Jurado y del Premio del Público serán estrenadas en salas y saldrán en dvd.

El abono para el festival completo cuesta 15€ (7€ para los usuarios Premium de Filmin) y las pelis se podrán ver desde hoy y hasta el día 4 de mayo.

Me parece una iniciativa estupenda para poder ver cine que se sale de la norma mainstream y para disfrutar de un festival sin moverse de casa, para aquellos que ya lo tenemos logísticamente complicado por aquello de los críos y tal. Ya tengo mi abono y hoy mismo empezaré a ver pelis. No os pongo la lista, pero podéis acceder a ella y a toda la información en este dossier. No sé si tendré tiempo de comentar las pelis que vea, pero si alguna merece especialmente la pena, os avisaré (también se pueden “alquilar” individualmente por 1,95€).

Jodaeiye Nader az Simin (Asghar Farhadi, 2011)

Nader and Simin

En un momento en el que Irán está en el punto de mira con Ahmadineyad fanfarroneando (¿o no?) sobre su poderío nuclear y poniendo negro a Obama un día sí y otro también, una película iraní está de, como diría un Pequeño Colibrí, “rabiante actualidad”: “Nader y Simin, una separación” acumula ya 44 premios en certámenes en oriente y occidente, entre ellos el Oso de Oro de Berlín y el Globo de Oro a mejor película en lengua extranjera (hace unos días “La piel que habito” le arrebató el BAFTA), y otras 20 nominaciones pendientes, entre ellas las de dos Oscar (mejor película de habla no inglesa y mejor guión original del propio Farhadi).

A pesar de estar permanentemente en los telediarios (la guerra que mantuvieron con Irak en los ‘80 era la guarnición con la que comíamos todos los días), yo apenas sabía nada de esta enorme nación hasta hace unos años cuando leí “Persépolis”, la novela autobio(gráfica) de Marjane Satrapi que os recomiendo vivamente si no la conocéis. Allí me enteré de que los iranís no son árabes, aunque hayan abrazado al Islam, sino persas, y que este pueblo luchó para derrocar el régimen dictatorial del Sha para acabar cayendo en manos de los fundamentalistas que, como bien sabemos, son unos señores casi siempre con bigote o barba que parecen muy enfadados, que creen que todo es pecado y que están tan aterrorizados por la enorme capacidad de las mujeres que las anulan y ocultan bajo velos de diferente intensidad de barbarie según la región.

Persépolis

No nos engañemos: ser rebelde es más fácil en unos sitios que en otros…

La historia de esta película tiene mucho que ver con la realidad actual persa puesto que comienza con la demanda de divorcio en Teherán de una pareja de clase media debida a que ella, Simin (Leila Hatami), quiere que emigren mientras que su marido, Nader (Peyman Moaadi), no tiene intención de dejar Irán y abandonar a su padre (Ali-Asghar Shahbazi), enfermo de Alzheimer. El problema es que ambos son padres de una niña de 11 años (Termeh, interpretada por Sarina Farhadi, la hija del director) y ninguno está dispuesto a renunciar a ella.

Cuando Simin abandona el hogar familiar, Naser tiene que contratar a una mujer, Razieh (Sareh Bayat), para que cuide de su padre mientras trabaja. Pero Razieh, que está embarazada y tiene una niña de 4 años (Somayeh, Kimia Hosseini), le oculta a su extremista y perturbado marido Houjat (Shahab Hosseini) que tiene este empleo por considerarse inapropiado que una mujer esté a solas con un hombre que no es de su familia.

Separación

El mundo de los mayores es un misterio…

Me he esforzado en poner el nombre de todos los actores principales a modo de homenaje porque sus interpretaciones son tan auténticas (incluidas las dos niñas), que se podría pensar que SON los personajes que interpretan.

La película es pura verdad y, a pesar (o gracias a) ser tan localista, es de esas historias universales que retratan al ser humano y sus múltiples facetas. Todos los personajes se encuentran en medio de terribles dilemas morales y lo que está bien o mal parece cada vez menos claro en un mundo lleno de radicalismos donde la integridad está en serio riesgo de desaparecer.

Con un manejo del tiempo muy moderno en las transiciones (y un uso de la elipsis algo desconcertante, todo hay que decirlo) pero típicamente iraní en esas secuencias muy largas con cámara fija, o heredero del realismo social europeo siguiendo a los personajes cámara al hombro, la acción avanza inexorablemente y todas las escenas están llenas de significado. Además, su puesta en escena potencia toda esa ambigüedad moral en la que se encuentran los personajes. Especialmente cuando se desarrolla en el piso de la pareja, un lugar lleno de puertas de cristal que se abren y se cierran, que unas veces son transparentes mostrando la realidad tal y como es, otras translúcidas y deforman a los personajes que las atraviesan, y en algunos casos son directamente opacas y no nos dejan ver lo que ocurre al otro lado, nos censuran.

Una película imprescindible para todos aquellos a los que interese el buen cine en el que se narran historias en apariencia sencillas, pero que suelen ser las más grandes y auténticas.

Once (John Carney, 2006)

Once póster

Es una pena que películas de tanta calidad, tan conmovedoras y realmente interesantes como esta pasen desapercibidas para el gran público (también conocido como aborregada masa). Yo me siento afortunada por haberla descubierto y disfrutado (sí, lo admito, también me hace sentir especial el haberlo hecho, a vosotros no os puedo ocultar nada…). Veamos sí soy capaz de comentarla.

“Once” es un musical independiente. [No! No salgáis corriendo!!! Olvidad los prejuicios!]. La historia es sencilla y los actores (en realidad los músicos Glen Hansard y Markéta Irglová), apenas interpretan a un cantautor y artista callejero irlandés y a una vendedora de flores inmigrante checa que comparten su amor por la música mientras tratan de recomponer, además de canciones, los pedazos de sus corazones rotos.

Es esta clase de musical…

Ser testigos de una bonita y sincera historia de amor-amistad-what if… en las calles de Dublín, mientras escuchamos estupendas y emotivas canciones de poéticas letras (sin mariconadas, lo juro sobre las ruinas de Invernalia), puede hacer que nos reconciliemos con la vida, aunque sólo sea durante 88 minutos.

De lo mejor que he visto en mucho tiempo. Si tenéis la más mínima oportunidad de verla, ni lo penséis. Y si la queréis disfrutar de verdad: a solas y en versión original.

Os dejo con la banda sonora que es absolutamente maravillosa.

Du Levande (Roy Andersson, 2007)

Du Levande

Mira que he visto pelis raras, pero esta («La comedia de la vida» es su título en España) desde luego, es que no hay por donde cogerla… Con deciros que la frase sobre ella que me impulsó a verla fue “el cruce imposible entre el cine de los Monty Python y el de Ingmar Bergman”, os lo he dicho todo. Porque eso, aunque yo creo que ni sé explicar en qué consiste, es total y absolutamente cierto!!

A ver cómo me lo monto para que os hagáis una remota idea:

1. Se cogen unos decorados fríos, desangelados y anacrónicos que parecen todos sacados de más allá del telón de acero en los años ‘70, así con unos tonos verde post-stalinista o vainilla pre-Kruschev y se pone la cámara fija, eso sí, teniendo muy pensado el encuadre para que sean los personajes al moverse (cuando se muevan, claro…) los que le den dinamismo (algo, tampoco nos pasemos) a la escena.

Ideas de casquero... Se entenderá la escena o no se entenderá, pero la calidad de la composición quasi-pictórica es indiscutible…

2. En lugar de un argumento lineal, se escriben 50 sketches a priori totalmente independientes unos de otros aunque con algunos personajes que se cuelan a lo largo del metraje en distintos lugares.

3. Se contratan actores de todas las edades y condiciones y se les hace aparecer en situaciones a veces cotidianas, a veces disparatadas. En ocasiones se presencian conversaciones o monólogos interminables y aparentemente sin interés alguno. En otras se comparten los momentos más patéticos de la vida de esos personajes sacando a relucir la miseria inevitable del ser humano.

4. Pero sobre todo, que cuando más bergmaniano esté el tema (ya sabéis, esa profundidad sueca que no se caracteriza precisamente por un ritmo brasileiro) se sorprenda al respetable con un detalle surrealista que le haga despertar del soporcillo trascendente y le provoque una sonrisa y un WTF.

Paseando al perro nordic-style

Estos cócteles insólitos suelen encantar en los festivales de cine y este no fue una excepción. Se estrenó en la sección oficial de Cannes y tiene un montón de premios en su haber. A mí me parece una marcianada, pero prefiero haberla visto a que me la cuenten, como con “El árbol de la vida”, vamos…

The Future (Miranda July, 2011)

the future

¿Qué harías si pensaseis que sólo os queda un mes para conseguir hacer todo aquello que siempre soñasteis? No un mes de vida, sino que sólo durante los siguientes 30 días tuvierais la oportunidad de conseguir vuestras aspiraciones, aquello para lo que estáis llamados, lo único que os podría hacer felices el resto de vuestra vida?

Pues cagarla. Fijo.

Los protagonistas del segundo largometraje dirigido por Miranda July son una pareja de treintañeros formada por la propia July y Harnish Linklater que, ante la decisión que han tomado de adoptar un gato enfermo que requerirá multitud de cuidados (que veo yo claramente como sucedáneo de la elección vital de muchas parejas de tener un hijo cuando ya han llegado a un punto en el que parece necesario aparearse o romper) y que les será entregado en un mes, caen en la cuenta de que apenas les queda ese tiempo para hacer las cosas que querían hacer antes de estar acabados (en el sentido de terminados, sin posibilidad de evolución).

el hastio en la pareja

-¿Chino o pizza? -No, mejor adoptamos un gato…

Lo primero que hacen, por tanto, es dejar sus respectivos empleos y empezar a hacer cosas de lo más absurdas, pero claro, supongo que cada uno tendrá en su cabeza una idea de lo que querría ser y no es: ella, profesora de baile, decide grabarse realizando una coreografía distinta (pero de esas raras, raras, raras) cada día y colgándola en Youtube; él (operador de servicio técnico) empieza a trabajar en una organización protectora del medio ambiente vendiendo árboles a puerta fría; deciden quitar la conexión a Internet (WTF?? Aunque pensándolo bien…); etc. Vamos, que lo que están es absolutamente desesperados por encontrar algo que dé sentido a sus vidas (y quien no?).

Cómo no sentirse identificado con estos elementos inseguros, frustrados, huérfanos de una conexión espiritual, que no saben aceptar lo inevitable, tan paralizados por la necesidad de asumir la responsabilidad como por el temor a quedarse atrás si no lo hacen, y, en definitiva, dominados por su miedo a crecer, como lo estamos todos (o la mayoría) de los jóvenes maduros de nuestra generación. Menuda panda de peterpanes con tecnología que estamos hechos…

Además de la identificación (dentro de su enrevesamiento algo amanerado, esta escena no incluida en la peli sobre la procrastinación me ha llegado al alma) , me ha gustado la comicidad sutil pero, en mi opinión, inteligente que destila “The Future”. El problema es que la película tiene una manera de contar las cosas que se te hace eterna en ciertos momentos, otros que se pasan de alegóricos (como éste, por ejemplo…) y un defecto insuperable, al menos para mí: las apariciones del gato Paw-Paw y su parlamentos (con la voz de Miranda July) me resultan insoportablemente ridículos y de un moñas acojonante.

the-future-paw-paw (1)

“En realidad prefiero mil veces vivir en un mugriento callejón a que me adopten ese par de tarados memos”.

Ah sí, esta peli también obtuvo premios en Sundance y Berlín, por si eso hace que os guste más. Allá cada cual.

Me and You and Everyone We Know (Miranda July, 2005)

me_and_you_and_everyone_we_know

Miranda July es una fumelia de cuidado. Artista, músico, escritora, actriz y directora de cine, en 2004 fue nombrada por la revista Filmmaker Magazine como la número uno de las “25 New Faces of Indie Film”. Y ya sabéis lo que pasa con estas películas independientes: que lo mismo que a algunos les encantan, otros las detestan. Yo soy de las que, a priori, les atrae este tipo de cine. Quiero decir que me gusta ver estas películas. Aunque después de verlas muchas veces se me queda una cara de póker que tarda varios días en desaparecer porque, la verdad, creo que mi gafapastismo no llega a tanto como para entenderlas. O sí. O qué se yo…

En este caso estamos ante una comedia a medio camino entre la mordacidad cruenta de Tod Solonz (que mira que es retorcido el tío…) y el gamberro cinismo (pero con esa chispa de lucidez tan refrescante) del Show de Sarah Silverman. Vamos, que en todo momento está uno esperando que pase algo realmente precioso y emocionante o tan espantosamente horrible que nos traumatice para siempre. Pero por suerte (y por desgracia) no ocurre nunca ninguna de las dos cosas…

forever

Esto, aquí donde lo veis, es una marranada degeneradísima y sin embargo, una cosa muy tierna a la vez…

La historia, aunque es coral, está más o menos protagonizada por una video-artista algo flipada (bueno, mazo de flipada, pero de buen corazón) que un día conoce a/tiene un crash on un vendedor de zapatos recién separado y padre de dos hijos (John Hawkes) de seis y catorce años, que pasan el rato practicando el fake-cybersexo en Internet. También tenemos a dos adolescentes que van de precoces y a una niña de, no sé, ¿nueve años? obsesionada con el menaje del hogar y esos trastos que todos juntos conforman el horror de la Sección Femenina denominado “el ajuar”. Así, por contaros un poco la variopinta fauna que puebla el film.

Sin que sea rompedora (ya os digo que en muchos momentos roza la subversión pero no termina de caer en ella) ni emocionante (pese a tener hallazgos y escenas que te enternecen, como esta), es una película bonita y esperanzadora sobre la forma de relacionarnos hoy día, que además es entretenida y tiene momentos divertidos. Lo que teniendo en cuenta como está el patio, está bastante bien.

Me and You

Porque las mujeres nunca tenemos suficientes zapatos…

Creo que ganó el Premio Especial del Jurado en el Festival de Sundance de 2005 y se llevó también la Cámara de Oro en Cannes, por si eso significa algo para vosotros…