Pucela, mon amour: no sólo de cine vive una bloguera

Catedral de Nuestra Señora de la Asunción de Valladolid

He tardado en contaros mi experiencia en la Seminci, pero es que he estado un poco ocupada desintoxicándome, a caballo entre la Betty Ford y la Buchinger, despues del Leaving Pucela…

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Monidala en Abu Dhabi (aboebe) (07-12/05/2012)

Cielo sobre Arabia

He vuelto totalmente fascinada por la capital de este pequeño pero rico país (Emiratos Árabes Unidos, conocido internacionalmente por sus siglas en inglés: UAE) situado a orillas del Golfo Pérsico, al este de la Península Arábiga (por cierto que quién me lo iba a decir a mí cuando hace un tiempo comentaba yo «Sex and the City 2»…)

Esto no tiene que ver pero se me ha pegao!

Su rápido desarrollo en los últimos cincuenta años gracias a los petrodólares lo convierten en una gran bizarrada con una metrópoli monstruosamente ostentosa en mitad de un absoluto desierto.

vista ciudad

Desde luego es una tierra de contrastes, sobre todo por la temperatura exterior vs. el aire acondicionado! Cuando permaneces en al aire libre más de 30 segundos te entran ganas de exclamar esto a voz en grito (con deciros que el agua de la piscina del hotel estaba climatizada, pero para refrescarla, os lo digo todo…).

Allí el que manda es el Khalifa bin Zayed Al Nahyan. Y como la gente es muy de su líder, había fotos por todas partes. Pero más que de éste, de su padre, que estaba el hombre de mucho mejor ver.

Zayed

“Aquí el líder, aquí unos lectores.”

Nos alojamos en el hotel Fairmont Bab Al Bhar, un auténtico templo de lujo y esplendor… Las habitaciones standard tenían esta pinta tan “modesta”:

Fairmont Bab Al Bahr room

Y se podía disfrutar de esta vista tan anodina:

Mezquita Sheikh Zayed

Sólo en el lobby del hotel ya te podías quedar encandilado y no pudimos evitar hacernos fotos en este sofá con cristales de Swarovski.

Hotel Fairmont Bab Al Bahr

“Es como estar en Studio 54 pero sin drogas!!”

Nada más llegar nos fuimos a visitar la Mezquita Sheikh Zayed que se veía desde nuestra habitación, y como podéis ver que yo iba hecha una fresca, me tuve que ataviar con una indumentaria mucho más discreta desde los mismísimos jardines (las que no iban tan frescas sólo se tuvieron que poner esta prenda llamada “abaya” y la “shela” -pañuelo que se lleva en la cabeza- dentro de la mezquita).

Jardines Mezquita Sheikh Zayed

“Ay que caló, que caló tengo… Qué güena estoy y qué tipo tengo (aunque no se note)”

Punto a favor: los “outfits” estaba totalmente limpios. En contra: en cuanto se te resbalaba el pañuelo de marras, los Guardianes de la Moral te llamaban la atención por descocada. Punto super-en-contra: el calor que da el negro a 40º a las sombra es una cosa inhumana. Tampoco tenían muy en cuenta las tallas y a mí me iba arrastrando la sotana all over the place…Pero la Mezquita merece la pena verse a pesar de todo. Estas fotillos como muestra…

Mezquita Sheikh Zayed patio

Mezquita Sheik Zayed vidriera

Mezquita Sheikh Zayed interior

Siempre que se va al desierto, no debe de faltar una foto con camello.

Camello

Yo soy la del medio.

Además de las interminables interesantísimas reuniones de rigor, hemos podido disfrutar de algún tiempo de descanso para disfrutar con nuestros compañeros de todos los países del mundo, que siempre es enriquecedor (sobre todo cuando es en los jardines del hotel, con música en directo y con una barbacoa in progress…)

Como actividades de Team Building, nos llevaron por un lado a la Etihad Academy, que es donde hacen prácticas los empleados.

Simulador de Vuelo Etihad

Esto no es el Nostromo, sino un simulador. Hay a quien le interesan estas cosas, no os vayáis a creer…

Simulador lancha Etihad

Los futuros “azafatos” pillados en plena práctica.

Otro día fuimos al Yas Marina Circuit, casa del Gran Premio de Abu Dhabi (yo no tenía ni idea…), donde también está el parque temático de Ferrari (menos).

Ferrari

Marina Yas Circuit

Formula 1

Karts

Pues sí, amigos, estuvimos echando unas carreritas de karts. La velocidad no es lo mío, yo soy más de conducir como la negra de Loca Academia de Policía, pero reconozco que se pica uno y es bastante divertido. Aunque yo lo tenía el doble de difícil porque no llegaba nada bien a los pedales. Me pusieron un cojín en la espalda para acercarme pero ni por esas!

También hay que decir que con el mono y el casco hace mucho calor y se echaban a faltar las muchachas con sombrilla, si es por quejarse de algo…

Por la noche tuvimos la cena de gala con sus bailarinas de danza del vientre y eso. Muy halal todo…

Gala Dinner

Entre un sueco y un portugués. Adivinad cuál es cuál…

Danza del vientre

dos chicas de revista

Dos chicas… de revista!

Pues nada, que hemos visto cosas sorprendentes, hemos aprendido mucho y hemos hecho amistades entrañables!

Señal de Stop árabe

…In the name of love!

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En el centro comercial…

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… cena con nuestros BFF antes de volver cada uno a su país!

Fairmont Bab Al Bahr playa

Ains…

Monidala en la Pérfida Albión (08-12/02/2012)

Westminster

Londres es una ciudad que me fascina, quizá porque he pasado poco tiempo en ella (he estado en dos ocasiones pero siempre por trabajo y nunca he podido disfrutarla más allá de unas horas contadas y apuradas lo máximo posible) y siempre me quedan ganas de volver y explorarla a fondo.

Esta vez ha habido una combinación de trabajo y diversión a la que se le ha unido la particularidad de una nevada de las que en Madrid tenemos pocas…

Después de las jornadas de trabajo interminables/encerronas (en sala de hotel en el culo del mundo, allende Heathrow) en las que estábamos todos los representantes de los diversos países que invitados a la Convención), por la noche nos llevaron de cena a Windsor, una pequeña ciudad del condado de Berkshire donde se encuentra una de las residencias de la familia real británica, que como os podéis imaginar, no es un pareadito apañao, no…

Castillo de Windsor

Buscando el portero automático para picar: “¿Baja el Harry? Que nos vamos de juerga!!”

Yo con bus

Qué me gusta un double-decker bus, mientras que no crashes into us, claro…)!

Nieva!

Según salimos del bus empezaron a caer unos encantadores copitos de nieve que nos hicieron toda la ilusión de un mediterráneo de pro…

Lo que no esperábamos es que la cosa acabara así:

casitas nevadas

Nos llevaron a un restaurante de lo más pintoresco y bucólico a la orillita del río…

riverhouserestaurantandbarwindsor2

The River House, una cosa divina, oigan

barco

Por todos es sabido que el Támesis es un sitio de lo más acogedor para vivir…

tan  monas!

La cena no estuvo mal del todo (para ser Inglaterra), aunque el vino chileno que nos dieron tenía retrogusto a sal fuman… El postre lo mejor: Stiky Toffe with Ice! Riquísimo y ni la mitad de empalagoso de lo que prometía.

El domingo, ya por libre, nos fuimos downtown aunque hacía un frío tan del carajo que los grajos patinaban sobre hielo…

qué frío

…y tras un periplo transportístico considerable (bus del hotel al aeropuerto donde dejamos el equipaje en el Left Luggage), tren London Connect (25 minutos hasta Padddington Station, pero también tenéis el London Express que tarda 15, aunque es mucho más caro), otro bus (el 27, no creo que se me olvide en la vida) para el que, por cierto, tuvimos que correr los 100 metros lisos pulverizando nuestra mejor plusmarca personal y oye, ya no estamos para esos trotes) que nos llevó, dejando a su paso la mítica Baker Street de mi querido Holmes, hasta Camden Market…

Camden Market

Mira: una moderna!

…donde nos reímos un montón, disfrutamos del ambientazo, comimos y, por supuesto, nos gastamos unas pounds en trapitos ideales, no sin antes regatear como es de ley en este sitio.

camdem market

Mira: una turista!

Y por la tarde vuelta al aeropuerto y a casita… ains, ha sido breve pero intenso. A ver si con un poco de suerte en mayo os puedo contar mis andanzas en un destino mucho más exótico (aunque no tendrá porqué ser mejor…).

en moto

“Yo sólo lo hago en mi moto”.

Si tenéis planeado viajar a Gran Bretaña en general o Londres en particular, no os olvidéis de estos detalles de suma importancia:

  • No se puede pagar en euros. Ya sé que lo sabéis, pero que no se os olvide porque a mí me pasó cuando fui hace como un mes para una reunión y tuve que cambiar dinerito de verdad por retratos de Isabel II en el aeropuerto, mayormente porque no llevaba mi cartera con las tarjetas, bueno, ya os lo conté… Un euro vale 0,83 libras (aprox.) así que no os confiéis con los precios, que luego vienen las sorpresas.
  • Aunque estéis en Europa, no es un país Shengen. Si bien es suficiente con el DNI para pasar la frontera, tendréis que atravesar un control de pasaportes antes de embarcar en el avión y a vuestra llegada al aeropuerto. Un coñazo más, pero en fin…
  • También deberíais llevar un adaptador para vuestro aparatos eléctricos ya que ellos utilizan unas clavija con esta pinta:

Enchufe inglés

La verdad es que cuando estuve viviendo en Irlanda no lo llevé y sin adaptador funcionaba, pero por si acaso yo esta vez pedí uno a la recepción del hotel y me lo prestaron sin problema pagando una fianza de 10 pounds.

  • No os olvidéis de que estos señores tan raros conducen por el lado contrario de la carretera. Cuando estéis allí daos cuenta de esto al mirar para cruzar o podríais ser atropellados por un cab, que es como ellos llaman a los taxis.
  • En lo culinario, no os vayáis sin probar el Fish & Chips. Es buenísimo y barato y para una cosa que tienen los pobrecicos, no les hagáis el feo… ;p

See you soon!

Monidala In The Air (II)

Si no es que yo lo diga, es que soy un desastre! A mí me gustaría ser una de esas mujeres que se meten en un taxi y dicen: “A Gran Vía con Alcalá, pero evite la Castellana que a esta hora estará imposible, mejor vaya por…” Yo, en cambio me encomiendo a mi TomTom confiando en que seré capaz de interpretar las, a veces, crípticas indicaciones y haciendo como que no me doy cuenta de que parece que me regaña: “Gire a la derecha. ¡Gire a la derecha!” Yo por eso le he puesto la voz de mujer, porque no hay nada peor que conducir con un señor dándote indicaciones: acabaría discutiendo con él! (Pero por lo menos ahora ya no me pasan cosas como esta!)

También envidio a todos aquellos que van por el aeropuerto con su trolley de cabina lleno de suficiencia, a paso ligero y sin mirar las indicaciones, sabiendo a donde van, vamos. Aunque he volado ya unas cuantas veces (44 round trips a 18 aeropuertos diferentes en 11 países, según un cálculo que me entretuvo mientras despegaba el dichoso avión…), sigo pareciendo Paco Martínez Soria en “La ciudad no es para mí”. La canasta con los huevos tenía hoy la forma de tarjeta de embarque móvil en la Blackberry para el acceso a mi vuelo con destino a Heathrow (que, por cierto, como ha cambiado desde que no voy por allí, que antes había una moqueta monísima todo retro años ‘70 y ahora es todo tan blanco y aséptico que parece que estas en una nave nodriza…).

La verdad es que es fácil de obtener y después resulta muy práctico saltarse la a menudo desesperante cola del control de seguridad como si fueras Paris Hilton o uno de sus yorkshires pijos para llegar directamente al momento: “Desnúdese. Es por su seguridad” (hoy casi me dejo la americana del traje y la pierna ortopédica en la máquina de ultrarrayos esa…) Pero como era la primera vez, iba yo BB en ristre por toda la terminal como si fuera la abanderada olímpica y no sabía a dónde apuntar con el chisme. Eso por no hablar del momento pánico cuando al ir a abrir la tarjeta desde el móvil me ha fallado la conexión…

Paris con el chichi a media asta

“Ya, ya sé que no viene a cuento, pero no me digáis que esta foto de Paris Hilton con el chichi a media asta no es un must see…”

Pero lo que me ha hecho en este viaje seguir siendo el desastre que siempre seré, la “de Pepe” de turno, ese momento palm face, ha sido dejarme el día antes olvidada la cartera con el DNI y todas mis inseparables tarjetas de crédito en la oficina. Darme cuenta del olvido y sentirme desnuda fue todo uno. Menos mal que tengo el pasaporte en regla porque sino…

Pensaréis: “¿Monidala con el pasaporte en regla? Debe de ser cosa del diablo!” Y razón tendréis, porque aquí empieza la fabulosa historia de cómo tuve que hacerme cuatro pasaportes de urgencia en 6 años:

Bueno, mejor lo dejo para otro post que sino esto va a ser mu largo (y además así os doy la oportunidad de escapar de otra de mis historias ombligueras…;p)

Monidala In The Air

No os dejéis engañar por esta imagen de mujer cosmopolita, sofisticada y segura de sí misma con mucho mundo a sus espaldas (“sobre todo interior…” “¡Perra!” “Pues anda que tú…”) , ni por la grandilocuencia de un cargo que evoca grandes responsabilidades y eficiencia multinacional (“o pomposidad judeo-masónica, no te jode esta…” “¡O te callas o se acaba el post!” “Vale, vale…”). En el fondo sigo siendo esa chica de barrio pánfila y cursilona.

Esto, que he sabido siempre, se me hace más patente en cada uno de mis viajes, de los que parece que no aprendo nada y a los que me enfrento más virgen que Brienne de Tarth pero sin su habilidad con la espada (aunque ya me gustaría a mí ver a la moza pasando por el detector de metales con el acero valyrio…). Y es que tampoco importa que seas un físico nuclear de la NASA, la mayoría de los mortales nos aturullamos en el control de pasaportes mientras nos abren una maleta llena de intimidades y no fríen a preguntas cuando nos sentimos tremendamente vulnerables por estar descalzos. Que uno pasa por debajo del arco como si fuera a hacer el examen oral de unas oposiciones a notarías…

Y el caso es que yo siempre empiezo mis viajes creyéndome Vera Farmiga en “Up in the Air” pero en seguida me convierto en la Lina Morgan de “La tonta del bote”. Esta vez estreno maleta y llevo mi flamante portátil corporativo en mi funda personal porque a nadie de la oficina se le ha ocurrido que necesito algo donde ponerlo. Podría llevarlo bajo el brazo, pero entonces me entrarían ganas de pegarle unas fotos de Edward Cullen y no es plan. Cuando me miro resulta que llevo la siguiente equipación, digna de la mismísima Reese Whiterspoon, y todo ello sin “sonrosarme”:

Mami que será lo que tiene el rosa
Imaginaos esto remolcado por mi impresionante envergadura (ups!) de metro y medio y rodeada de Hombres de Negro…

Pero en cuanto el taxista para en la terminal, empezamos a flirtear con el desastre: no encuentro la tarjeta de embarque que tan diligentemente había impreso el día antes (que para eso soy agente de viajes). Resulta que me la he dejado en casa, así que el corazón empieza a bombear sangre violentamente y comienza el proceso de hiperventilación. Calma: puedo solicitar otra. Problema: que ahora tengo el tiempo justo para facturar. Y, como no podía ser de otra forma, en los mostradores de mi compañía hay una cola enorme de lo que en ese momento me resultan las personas más odiosas del planeta.

Después de lo que me parece una eternidad pero en posesión de mi segunda tarjeta de embarque, encuentro otra cola enorme (ups! ;p) en el control, aunque consigo pasarlo sin incidencias y con la dignidad intacta y los zapatos puestos. Llego derrapando en las curvas a la puerta asignada para descubrir, con todo mi estrés, que no han comenzado. El alivio se mezcla con la frustración cuando, al ponerme en la tercera fila del día, me indican que mi lindo y rosado trolley en el que llevo básicamente el ordenador y mi bolso porque en teoría sólo podía llevar una pieza de equipaje de mano (todo por no pagar la cuota de facturación de equipaje, claro…), tiene que ir en bodega porque el vuelo está lleno y no cabrá en los departamentos superiores. Tengo un momento de duda en el que me debato entre cagarme en todo lo que se menea o pasar y me decido por esto último, que son las siete de la mañana y no tengo el cuerpo para gaitas. Pero estaría gracioso que me perdieran/robaran el equipo nuevo, después de llevar un mes esperándolo y trabajando mientras tanto con un ordenador tan rápido como la momia de Lenin.

Después de un vuelo sorprendentemente sin incidencias, llego por fin a mi destino, una de las capitales europeas más hermosas: Lisboa. En esta ocasión he acertado con el calzado (la última vez los tacones casi se convierten en un arma mortífera en su peligrosa combinación con los deslizantes e irregulares adoquines lusos y las empinadas cuestas del trazado de la ciudad), pero he cometido el fatal error de confiarme con el clima veraniego y no llevar una chaqueta: hace una brisita muy fresca que no es ni medio normal para el mes de julio.

Mis lindos pies
Menos mal que me he puesto las Adidas Khaleesi…

Al finalizar un duro día de reuniones y sobredosis de inglés, he decidido aventurarme por la ciudad de Pesoa, no sin antes aprovechar las rebajas para hacerme con una rebequita de lo más práctica. Como no llevo encima la navaja suiza, me limito a cortar el cartón pero llevo colgando el cordón de la etiqueta para ponerle el toque cutre salchichero que no puede faltar en todo lo que hago.

El metro de Lisboa se parece más al de Frankfurt (hablando de salchichero…) que al de Madrid: es muy chulo, pero el pudor me impide hacerle fotos tan lleno como está de gente en plena hora punta. Me bajo en Baixa-Chiado y empiezo a deambular por las calles sin rumbo fijo (vamos, que me falta la mochila para parecer Labordeta, pobre mío…). Me adentro en el Barrio Alto, de lo más castizo él con sus edificios antiguos con un gran encanto y que parece estar habitado por la “alternatividad” lugareña a juzgar por las veces que me apetecería exclamar: ¡Mira, una moderna!

Al cabo de un buen rato me doy cuenta de que no tengo ni pajolera idea de dónde me encuentro ni de cómo volver y de que las calles no parecen tener un sentido lógico por lo que me da la sensación de que es la ciudad la que me está llevando donde ella quiere y esa aleatoriedad me empieza a dar un poco de miedo, sobre todo cuando me percato de que está anocheciendo y de que, tras bajar dos millones de escaleras llego a una plaza en la que no veo más que mendigos borrachos. “Estupendo”, pienso, “voy a morir aquí por hacerme la aventurera urbana. Me cago en el Coronel Tapioca”. Pero no, nadie me molesta y acabo desembocando en la Avenida da Liberade donde encuentro un sitio muy típico para cenar.

Lisboa
Lisboa: una ciudad tan fotogénica que hasta yo le hago fotos medio resultonas.

A la salida del restaurante, la brisita fresca se ha convertido en un viento gélido y huracanado así que decido parar un taxi a cuyo conductor saludo con un “qué frío hace” que me sale del alma. Una cosa lleva a la otra y acabamos teniendo una conversación de lo más científica sobre el cambio climático y el futuro apocalíptico en perfecto portuñol (vamos, él en perfecto portugués y yo en perfecto español).
Al llegar al hotel y antes de dormirme, me doy un rulo por el Twitter donde un amigo y uno de mis gurús de las telecomunicaciones (al que me siento de lo más “obrigada”) me advierte de que si me estoy conectando con 3G me van a dar un palo de los gordos. Me entra un sudor frío cuando caigo en la cuenta de que durante todo el día no me ha funcionado la conexión wifi (pero no os perdáis que tampoco en el portátil y he ido cargando con él a Portugal para nada como si hubiera hecho una promesa…) y de que me he estado conectando a Internet con el móvil como si no hubiera un mañana!!

Señorita...
“Señorita, páseme con Google ¡CON GOO-GLE!”

Sí, amigos, soy una discapacitada tecnológica y el estado debería darme una pensión. O a lo mejor soy simplemente una cateta a babor… Pero soy una cateta con suerte. Aunque he dormido fatal y he tenido pesadillas con el tema toda la noche, por la mañana me han informado de que tengo una tarifa plana para esos casos en el extranjero así que la cosa no ha pasado a mayores. Uf, qué descanso (y eso que todavía estoy con el jet lag de una hora este…) ;p