“La naranja completa”: vitamina C (de comedia) en vena para empezar el otoño
25 septiembre, 2010 3 comentarios
“Lo bueno de las tías de treinta es que cuando quieren follarse a un tío no lo disimulan. Lo malo es que siempre tienen la esperanza de que ese tío se convierta en su novio.”
El jueves tuve la suerte de volver a ver “La naranja completa” en su flamante reestreno en el Pequeño Teatro Gran Vía ¡y me volví a reír como la primera vez!
[En realidad me reí más (y con más ganas), porque la primera vez su humor sin complejos que trata el sexo de la forma más natural me pilló un poco desprevenida (y eso que ya había visto otra obra de su autor) y tardé unas cuantas escenas en dejarme llevar y carcajearme sin pudor de cosas de las que, cuando te ríes, demuestras que las has vivido (sí, ¿qué pasa? yo también tengo mis inhibiciones…)]
Cuando comenté “…y estoy guapa”, ya os adelantaba este acontecimiento tan esperado tras el periplo que ha seguido la obra desde su preestreno hace ya dos años a través de muchas provincias españolas (y parte del extranjero, y no es coña que la han representado en Buenos Aires), donde ha tenido una acogida buenísima, y os contaba que “La naranja completa” era la segunda parte de una trilogía de obras escrita por Luis Felipe Blasco Vilches.
Qué cuenta: En la línea habitual de la compañía Tenemos gato, en el escenario tenemos sólo dos personajes (Él –Homero Rodríguez Soriano– y Ella – Cristina Rojas-). Treintañeros solteros heterosexuales del siglo XXI que se debaten, a mi modo de ver, entre el instinto de reproducción que les lleva a plantearse la necesidad de una pareja estable (sí, hasta los tíos tenéis de eso, lo que pasa es que lo llamáis “sentar la cabeza”) y el de supervivencia, que les hace huir de ello con todas sus ganas (y quién les puede culpar, sobre todo teniendo en cuenta determinados momentos de la azarosa vida conyugal…)
Mientras tanto, lo que sí que tienen clarísimo es que quieren disfrutar de su cuerpo (o sea, follar como locos) y para ello no les queda más remedio que interactuar con esos seres desconocidos (o demasiado conocidos) a los que denominamos “el sexo opuesto”.
Cómo lo cuenta: En una línea de comedia muy ácida, en determinados momentos con pinceladas sangrantes (la relación que, ya como adultos, mantenemos con nuestros padres; los fracasos que cargamos a cuestas a modo de mochila existencial; un futuro, todavía incierto; el miedo a envejecer…), nos colamos en unas cuantas horas de la vida de dos de estos jóvenes maduros durante las que se fragua el comienzo de una relación (que puede ser un one off –polvo de una noche- o que puede ir más allá, en principio no lo sabemos como no lo sabemos nunca en la vida).
A través de unos flashbacks muy logrados conoceremos sus antecedentes (con los que nos sentiremos, tanto nosotras como ellos, identificados sin remedio) y entenderemos mejor sus reacciones (con las que nos reiremos por ser también propias).
Me sorprende cómo con una escenografía tan sencilla y prácticamente sin atrezo (hay que ver lo que da de sí un delantal…) nos pueden meter tan bien en situación (bueno, esto es marca de la casa), pero una de las cosas que más me gusta es cómo se lo montan (y nunca mejor dicho) para representar el sexo. Un desternillante polvo radiado que hace las delicias del público (las carcajadas eran clamorosas) y que es uno de los mayores alicientes de la función.
Al volver a vivir la experiencia de “La naranja” me ha parecido que la obra está más madura y sus actores han ganado en seguridad (el saber que el material que manejas funciona debe de ser un gustazo) . Quizá por conocerla ya he podido dedicar más tiempo a fijarme en las interpretaciones, sobre todo en los momentos en que un actor está en segundo plano mientras su compañero dice su texto y he disfrutado muchísimo. Se intuye ahí el buen trabajo de dirección, que en este montaje corre a cargo de Juan Alberto Salvatierra.
Si en mi post sobre “…y estoy guapa” os comentaba lo mucho que me emocionó el trabajo de Cristina Rojas, el jueves fue Homero Rodríguez el que me “sedujo”. No me malinterpretéis, que Cristina está esplendida y no hay que perderse ni el más pequeño de sus gestos (aunque mi momento favorito es el de la pseudo intelectual amante del cunnilingus), pero Homero tiene en “La naranja” una presencia escénica brutal y una vis cómica de lo más refrescante.
Recomendar “La naranja” es muy fácil porque es un valor seguro. Sé que todos los que vayáis a verla me lo vais a agradecer, y me encantaría que además lo comentéis y se la recomendéis a otros amigos que, deseándoles lo mejor, queráis que pasen un rato tan bueno como el que pasé yo el jueves. Y es que cerca de una hora de risas compartidas tiene que alargar la vida, a mí no me digáis…
“La naranja completa” se hospeda en el Pequeño Teatro Gran Vía (dentro del Teatro Compac) en Gran Vía, 66 (Madrid) hasta el 31 de octubre.
Consulta de horarios y compra de entradas.
Os dejo con el “Me cago en el amor” de Manu Chao y Tonino Carotone para que lo escuchéis mientras compráis las entradas y planeáis una noche divertida a la par que interesante.