X-Men: First Class (Matthew Vaughn, 2011)
1 julio, 2011 7 comentarios
Me encantaría poder replicar ahora la sensación que tenía anoche, en la lujosa sala Premium del cine (nunca había visto una peli en clase Business…) durante los últimos títulos de crédito, esos que nadie ve, los de la ficha del doblaje, mientras me debatía entre ir a un oriental cercano a hacerles El Gran Roto a base de asaltar la cinta transportadora de sushi de su más que competitivo “all you can eat” o quedarme justo donde estaba porque los espectadores de la siguiente sesión ya estaban llegando y aquello sería lo más cercano a la difunta “sesión continua” que tendré nunca.
El sentimiento era justo el idóneo para optimizar los poderes, ese lugar intermedio entre la ira y la serenidad: la alegría; y si hubiera escrito esto entonces podría haber sido un post clamoroso. Os tendréis que conformar con mi yo habitual. Se siente.
En cualquier caso, sigo conservando cierto grado de gratitud por haber tenido la suerte (que digo suerte, el privilegio) de ver esta película en pantalla grande (que digo grande, enorme) a las alturas que estamos desde su estreno y en estos tiempos que corren de inmediatez en los que las cosas caducan antes que el amor eterno. Durante toda la proyección había una palabra que se repetía sin cesar en mi cabeza y desde luego no es de extrañar: wunderbar.
Mutante… ¡y a mucha honra!
Que la Patrulla X es la franquicia de Marvel que mejor parada ha salido de sus adaptaciones al cine no es algo que os descubra yo. Que además esto la convierte en la crème de la crème de las pelis de superhéroes, tampoco. Pero es que además tengo la sensación (y no soy yo experta en el tema pero también tengo mi opinión) que la saga en general y esta entrega muy en particular, entran por pleno derecho en el Olimpo de las pelis de acción desde la única categoría que aguanto: aquellas en las que la acción está justificada por el argumento (entiendo a aquellos que detestan el musical alegando que la gente se pone a cantar y bailar sin razón aparente –como si hiciera falta una razón, pero en fin…- así que entonces ellos entenderán que a mí me parezca superfluo hacer estallar coches y aviones como si el objetivo final de todo ello no fuera otro que el de arruinar a las aseguradoras).
Como todos sabréis ya a estas alturas, la película nos cuenta el nacimiento de los X-Men allá por los años ‘60, inspirándose en la serie de cómics del mismo título y supongo que también en “Los hijos del átomo” (las pelis de la franquicia siempre se han pasado bastante por el forro la verdadera historia de la Patrulla X tal y como se relató en sus cómics, algo que podríamos decir que es lo más parecido que tienen los americanos a su propia mitología). En plena guerra fría y en el contexto de la Crisis de los Misiles de Cuba, Charles Xavier (James McAvoy) y Erik Lehnsherr (Michael Fassbender), dos mutantes con orígenes y vivencias muy diferentes, inician una colaboración que se vuelve amistad antes de acabar convertidos en los archienemigos Profesor X y Magneto.
Por Dios, que alguien le de un Spidifen a este chico…
Ya esperaba un argumento complejo (como en todas las anteriores) en el que siempre hay, además del enfrentamiento mutante, un claro mensaje acerca de lo intolerante, violenta e ignorante que es la raza humana. Pero además también tenía puestas mis esperanzas en la subtrama emocional y psicológica entre los personajes principales y desde luego no me decepcionó lo más mínimo: la relación entre Charles y Erik me ha proporcionado alguno de los momentos más emocionantes de mi vida de espectadora y la disección del personaje de Raven (una fascinante mutante que, ya con el nombre de Mística, había estado desdibujada en las anteriores ediciones aunque se intuía el gran potencial) me ha aportado un placer indescriptible.
Sí que hay, sin embargo, algo que me ha decepcionado (además del casi nimio detalle de que Bestia parezca un Furby, claro…) pero que tengo la esperanza de ver remediado en la secuela que ya estamos esperando: el tratamiento que se ha hecho de mi admirada Reina Blanca, la poderosísima mutante psíquica Emma Frost. No me quejo de su interprete, la guapísima pero ligeramente inexpresiva January Jones (perfecta de cintura para arriba pero a la que yo obligaría a entrenar los cuádriceps porque esos muslitos no se ajustan nada a la iconografía de esta gélida pero fabulosa mujer), a la que no culpo de su cara de pasmo permanente porque es que la pobre no tenía donde agarrarse dado lo sumamente plano que es el personaje, del que no tenemos la más mínima pista sobre sus motivaciones y a la que lo único que salva es el hecho de convertirse de esa forma en bastante misteriosa y que nos quedemos con ganas de más.
“Oye, tú, piernas de pollo: o te pones a hacer sentadillas como si no hubiera un tomorrow o te la monto.”
El resto de las interpretaciones principales me han gustado (especialmente las masculinas): McAvoy está lo suficientemente repelente y poco morboso (todo lo contrario de lo que me resulta habitualmente) como para encarnar al telépata; Kevin Bacon, como Armageddon, está inquietante y sádico a la par que sorprendentemente joven a sus 52 años ¡!; pero la sorpresa (bueno, no tanto, que Susan me lo advirtió aunque yo me resistía…) es un Michael Fassbender que no sólo se ha aupado a mi Top 5 de Hombres de Verdad (porque tiene un tipazo, unos ojos para perderse en ellos y una pinta de canalla con gracia que no se puede aguantar) sino que me ha encantado su presencia escénica y su manera de emocionarse/me.
Si hay alguno que todavía no la ha visto y tiene la oportunidad, que no se la pierda, no se arrepentirá. A mí sólo me queda esperar a su salida en DVD para hacerme con ella en versión original y volver a disfrutarla. Mientras, es más que posible que caiga una sesión maratón con las cuatro anteriores y los muchos cómics con sus peripecias que tengo pendientes…
Das Aussehen einer echten Mann