El martes se presentó en Madrid «Alacrán enamorado», que se estrena hoy día 12 de abril en cines de toda España. La rueda de prensa posterior al pase estaba hasta la bandera: la verdad es que pocas veces se tienen juntas a personalidades tan mediáticas del star system patrio: tanto Javier Bardem (que colabora con un personaje pequeño pero importante para la trama) como Alex González (protagonista del film) y Miguel Ángel Silvestre (antagonista) estaban presentes, si bien es cierto que se mantuvieron en segundo plano dejando el peso de las respuestas al director de la película, Santiago Zannou, y al autor de la novela en que se basa, Carlos Bardem.
Hace ya un par de semanas que presencié esta peliculilla con la que nos «deleitó» Woody Allen en 2008, pero es que todavía no salgo de mi asombro y no sé si podré reunir las fuerzas suficientes para acometer este comentario con un poco de claridad de juicio.
Ya de un tiempo a esta parte está claro que el judío más insigne de Manhattan va dando muestras de agotamiento y su ingenio no ha sido el que era en otros trabajos. Salvo alguna excepción («La Maldición del Escorpión de Jade» me gusta, y «Match Point» creo que es una buena película, aunque no me parezca de Woody Allen), la primera década del siglo XXI no está siendo muy propicia para Allen («Scoop», sin ir más lejos, me parece una sandez que sólo tiene «el arreglo» del torso de Hugh Jackman). Resumiendo: que Mr. Königsberg, utilizando una expresión de mi suegra, ultimamente no hace ná que sirva.
Me daba mucha pereza ver Vicky Cristina Barcelona (mira, sobre el título no digo nada pero no me digáis que no es raro de cojones….) porque me imaginaba lo peor. Pero se ve que no tengo tanta imaginación como pensaba, porque la cosa se queda corta: es un tostón aburridísimo sin sentido y sin historia (de la tensión argumental ni hablamos, claro), con todo lo peor (o al menos de lo más criticado) del neoyorquino (las neurosis obsesivas y las conversaciones pesadas) pero sin nada de su sentido del humor posmoderno, intelectualoide, sarcástico y nihilista (vamos, de lo que a mí me pone).
Casi todo en la película es cargante hasta la estomagación: al narrador, por plomizo y por cansino, lo ponía yo a leer en voz alta «El Cantar del Mío Cid» hasta que se le desintegraran las cuerdas vocales, plasta de tío.
La fotografía de Aguirresarobe, aunque no se puede negar que es preciosa, parece de guía turística, con ese solecillo permanente como sacado de lo que creemos que debe de ser La Toscana y me puso de un mal humor de perros porque a mí, que me encanta Barcelona, me parecía que nos la estaban disfrazando de una cosa que no es.
Los personajes estereotipados: la americana racional vs. la visceral, la española racial e histérica, el artista bohemio a la par que latin lover. Vamos, que era todo de manual de Erasmus en España…
Pero lo que ya se llevaba la palma era la banda sonora: la canción «Barcelona» de Giullia y los Tellarini me gustó, aunque se acaba repitiendo más que el chorizo criollo; por no hablar de «Entre dos aguas», pero claro, resulta que ahora van los americanos y descubren a Paco de Lucía, y ya la hemos liado. Pero tengo una pregunta que le haría al ex de Diane Keaton agarrándole de la pechera mientras zarandeo su esmirriado cuerpezucho: ¡¿es que en cada secuencia tenía que sonar una guitarra española?! ¡¡Si es que no hay nada que pegue menos con el modernismo de Gaudí que la guitarrita de los huevos, señor mío!!
Para colmo es una de esas pelis que mi madre (hoy estoy tirando de sabiduría familiar) diría «que no saben como acabarla», y yo estoy de acuerdo: creo que le sobra metraje por todas partes.
En cuanto a las interpretaciones, debo decir que la peli la vi doblada, por lo que sólo puedo juzgar la mitad de sus trabajos (esto no me lo plantearía de no ser porque hay dos españoles entre los personajes principales, y nada menos que los Sres. Bardem).
Scarlett Johansson es una preciosidad, pero para ser justos hay que decir que sale perdiendo en su comparación con la salvaje voluptuosidad de Pe, aunque ambas me resultaron tan abofeteables en sus composiciones como el, en mi opinión, sobre valorado Javier Bardem, que no me ha gustado nada en ninguna de sus interpretaciones hasta el momento en la la Meca del cine.
En cuanto al criterio seguido por la Academia para premiar la interpretación de la de Alcobendas, creo que debe de tener más que ver con el arduo trabajo de «coderas y rodilleras» del agente de la actriz y con una campaña de márketing que ha calado hondo en el corazón provinciano de unos yanquis que lo siguen flipando con el exotismo mediterraneo (cosa que me parece positiva, por otra parte, pero que implica que cualquier día le van a dar el Óscar a la mejor película extranjera al salmorejo o al ajo arriero.)
A Penélope le sale el barrio.
Si tuviera que señalar algo positivo en la película sería el rollo bollo que se traen las protagonistas, lo que pasa es que para cuando llega, uno está ya tan aburrido y tan deseando que acabe todo, mal o bien, pero que se acabe, por Dios santo, que ya no se puede aguantar, que resulta hasta insípido. Y mira que es triste decir eso.
Según Virginia Woolf, una mujer que quisiera escribir ficción necesitaría dinero y una habitación propia. Esto no va a dar dinero, pero tiene que servir como habitación...