Los ilusos (Jonás Trueba, 2013)

Hay que ser muy iluso para seguir queriendo hacer cine en estos tiempos. ¿O es en este entretiempo, este tiempo de nadie,  de generaciones descolgadas y de sueños casi olvidados? Vivimos el momento del «no hay presupuesto» y la cultura parece relegada al final de una lista cada vez más larga de carencias.

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Todas las canciones hablan de mí (Jonás Trueba, 2010)

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Me da la impresión de que Jonás Trueba es uno de esos chavales-viejunos al estilo de Juan Manuel de Prada y que le pesa mucho el pertenecer a una familia de rancio abolengo en eso de la “culturetalidad”. A pesar de que su primera película tiene atisbos de capacidad para el cine, está demasiado lastrada por la nostalgia de cosas que no ha vivido y por una cierta pretensión de hacer un film a lo Nouvelle Vague y que acaba pareciendo un remake de “Alta Fidelidad” rodado por Garci.

La peli es una especie de “romantic dramedy” que tiene por protagonista a otro viejoven de esos que llevan jerséis horrendos, zapatos de jubileta y ¡trenca! Ramiro (Oriol Vila) es un filólogo de unos veintitantos al que recientemente ha abandonado su novia y le ha dejado con una cara de lelo que no veas. Alternando el tiempo presente con flasbacks, Trueba nos va contando la (casi nula) evolución del triste éste por ver si supera lo de su ex, si echa algún que otro polvete y si se decide por cambiar una vida bastante sosa que transcurre entre la librería (rancia, como todo lo que sale en la peli) que regenta con su tío y el tiempo que pasa con sus amigos (uno que es todavía mas soso que él si cabe, y el otro que habla raro y siempre lleva algún sombrero para que sepamos que es el excéntrico y el que tiene miedo a crecer.

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“Esta camisa es infumable, pero yo me la pongo porque soy un rebelde…”

Varias cosas me han chirriado especialmente:

· La voz en off. No sé si es el actor o el propio director, pero ese sonido inexpresivo se hace bastante molesto.

· Los diálogos pomposos en los que los actores deben hacer un esfuerzo sobre humano para resultar naturales. En particular el momento “carta” de la ex (Barbara Lennie) es físicamente desagradable para el espectador por cursi y ajeno a la realidad actual.

· Las citas cultísimas y las alusiones pedantes del tipo “la paradoja matemática de la nostalgia” (aunque el concepto en sí pueda tener validez) que en The Big Bang Theory tienen gracia pero que aquí carecen de ironía. Todo resulta muy artificial y engolado. Lo dicho, este es un viejoven.

· La música extradiegética del año la polka que además no pega nada con la escena. Especialmente en la última (y bastante ridícula) secuencia ¿de qué va eso??

· La niña esa que hace el papel de jovencita-revulsivo para el protagonista (Miriam Giovanelli). Repelente e insoportable. Sus memeces sobre filología (y morfosintaxis… vamos, no me jodas) también me han parecido superpedantes.

· No me había dado cuenta, pero el cartel es alusivo a “Manhattan” de Allen a más no poder: lo siento, Jonás pero te falta mucho sentido del humor…

A ver si en próximos trabajos decide hacer una peli sin tantas pretensiones porque la verdad es que con la cámara no lo hace mal. Seguro que si se relaja y no quiere parecer un chico muy leído (que lo será) que sabe mucho de cine (que seguro que también) y decide hacer su película y no la de otros, le saldrá algo mas auténtico. Y espero que menos plomizo.

Ojo, que por otra parte se agradece una peli española en la que Mario Casas sin camiseta no tenga cabida… ;p