La Femme Fatale en el Cine (IV)
14 marzo, 2011 7 comentarios
Pequeños míos:
Creo (la certeza es un don que brilla por su ausencia últimamente, así que…) que ésta será la penúltima entrega de esta gloriosa recopilación sobre mujeres fatales y malas, malas, más malas que el veneno. Parece ser que con ella he destapado algún rincón del subconsciente de más de uno (y de alguna otra, ains, cómo estamos de lesbianas últimamente, hijasmías…) así que ahora me toca cumplir y, como vuestros deseos son órdenes, intentar no dejarme ninguna de vuestras perversiones inconfesables.
Oye ¿por qué al releer este párrafo me parece que o: a) está escrito para que lo pronuncie Sam Elliot; o: b) lo he escrito bajo los efectos de enormes cantidades de Jack Daniels? Ah, ya sé, es porque mientras lo escribía estaba escuchando “Black Mud” de The Black Keys, mi último flechazo musical. Mirad, si dais al play y volvéis a leer el párrafo anterior notaréis ese cambio de tono que os decía… No lo haréis, es por eso que no triunfará el Experimental Blogging… (cuando queráis me podéis dar en la cabeza con el ladrillo que venía de regalo con este post, eh?)
No os olvidéis de que a partir de aquí os puede apuñalar un spoiler a traición.
Lola Lola en “El Ángel Azul” (“Der Blaue Engel”, Josef von Sternberg, 1930)
Qué la hace fatal: Tener la cara (y los muslos) de Marlene Dietrich ya fataliza bastante de por sí, pero esta cabaretera de extraordinario nombre (Lola es per se un gran nombre, pero dos veces ya raya lo divino; Monidala Monidala no queda igual, de hecho, resulta ligeramente oligofrénico) no estaba satisfecha con ello y, para demostrar lo tóxica que puede llegar a ser, se casa con el Profesor Rath (Emmil Jannings), obsesionado con ella. Lo arruina, lo humilla y finalmente lo abandona.
Cómo acaba: Pues tan ricamente. El Profesor no, él acaba muriendo miserablemente, pero ella sigue su vida sin inmutarse, que para eso es “Die fesche Lola” (la “salada” Lola).
“¿Tú ves esta pose enseñando cachamen con ligueros y sombrero de copa, Compañera Fea y Bigotuda? Pues esto no lo van a superar en 100 años, y si no, al tiempo…”
Dolores Haze (Lolita) en “Lolita” (Stanley Kubrick –uy mirad que cosa graciosilla he encontrado sobre sus pelis-, 1962)
Qué la hace fatal: Otra con nombre estupendo (Monidalita ya sí que suena a boba sin remedio…) que consiguió además que pasase a la historia como el apelativo genérico para estas adolescentes sexys y un poco frescas que gustan tanto a los hombres, sobre todo a partir de cierto rijoso momento de sus vidas (bueno, o por lo menos a partir de ese momento no se cortan en decirlo…). Aunque el personaje original de Nabokov tenía 12 años, en la peli lo subieron a 14 y Sue Lyon tenía 16 (así que os podéis relajar, que no sois tan pervertidos XDD).
Lo que la hace fatal es seducir a James Mason (interpretando al novelista Humbert Humbert, otro con nombre doble pero este no queda tan guay) y volverle loco de remate de celos y lujuria. Se casa con su madre para estar cerca de ella y casi la mata. Al final acaba liquidando al tipo con el que Lolita se escapa y acaba siendo condenado a muerte (la pena de muerte me parece atroz, pero hay que reconocer que como final para una peli es bastante impactante…) pero muere antes de trombosis coronaria, irónicamente.
Cómo acaba: Embarazada de un tercero pero con 13.000 dólares en el bolsillo que le da su “padrastro” Humbert (bis), que quizá la ayuden a esquivar un destino de white trash como una casa…
“Mira que es aburrida la adolescencia en los ‘60 sin móvil, Tuenti ni una mísera Nuevo Vale…”
Matty Walker (a.k.a. Mary Ann Simpson) en “Fuego en el Cuerpo” (“Body Heat”, Lawrence Kasdan, 1981)
Qué la hace fatal: Kathleen Turner es la Mantis Definitiva en este thriller altamente erótico (madre mía, esto es un calentón y los demás somos putos aficionados…) en el que seduce al abogado Ned Racine (un William Hurt con unos biceps más que aceptables ;p) para que asesine a su rico esposo y la ayude con ciertos problemas con el testamento.
Cómo acaba: Al final se sale con la suya y deja al tonto de Ned con un palmo de narices y cargando con la culpa mientras a ella la dan por muerta y se escapa con todo el pastizal a algún lugar exótico, lo que siempre soñó desde que era la “vamp” del instituto.
“No deberías llevar esa ropa.” “¿Por qué? Sólo es una blusa y una falda.» “Entonces no deberías llevar ese cuerpo”. El mejor cumplido de la historia de la humanidad.