Jane Eyre (Cary Joji Fukunaga, 2011)

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Seguramente hoy, que sigo malísima (a saber que me habrán inoculado en Tierra Hostil…) y estoy como poseída por el espíritu de Violetta Valery y al borde mismo de la muerte, era un día óptimo para ver esta enésima versión del imprescindible clásico de Charlotte Brontë, “Jane Eyre” (lo de que a Mr. Rochester lo interprete Fassbender no ha tenido absolutamente nada que ver y me indigna que penséis eso de mí!).

Mia Wasikowska
Jane Eyre: el discreto (pero demoledor) encanto de la falsa insignificancia.

Me ha parecido una adaptación estupenda de una novela que leí ya hace unos cuantos años (la prefiero a “Cumbres Borrascosas” de su hermana Emily –a cuyos personajes no termino de entender- aunque pierde contra “Orgullo y Prejuicio” de Austen –su sentido del humor va más conmigo- en mi Top Literatura Romántica) pero que tengo bastante fresca en la memoria por otras versiones, en particular la de Zeffirelli del ‘96 que pude ver hace no tanto. En la de Fukunaga me da la impresión de que se pierde un poco es parte de pseudo terror gótico y el siniestro personaje de la Sra. Poole desaparece prácticamente, probablemente en el montaje. También se han cargado el momento “gitana adivinadora” que a mí me encanta, pero claro, es lógico que haya que meter mucha tijera para hacer un producto que se pueda ver en cines…

Mia Wasikowska está genial como la austera institutriz: tiene esa mezcla de indefensión y arrojo que la proto-feminista de Eyre necesita.  Judi Dench es Judi Dench con lo que no os tengo que contar y aquí ha sabido dejar a un lado ese porte regio que parece que no se quitaba de encima últimamente. Jamie Bell (el niño Billy Elliot que ya crecío) también me ha gustado como St. John Rivers pasando de solidario a mezquino como debe de ser. Y Fassbender, ains, Fassbender… Pues de entrada no lo veía yo demasiado apropiado como el señor de Thornfield House, que se supone que no es el colmo de la belleza… Pero yo creo que está muy bien: torturado, misterioso, críptico.

Michael Fassbender
Mr. Rochester oteando Cuenca. No seré yo quien califique.

La de mujeres que nos habremos enamorado de Edward Fairfax y, a pesar de eso, siempre he creído que su personaje (aún siendo un esclavo de sus circunstancias), no tiene derecho a pretender apropiarse de la pureza, la honestidad y la valentía de Eyre. En esta adaptación no queda tan claro, pero no olvidemos que Rochester se ha convertido en un libertino pernicioso (que poco se usa esa expresión hoy día en que la corrupción moral es casi obligatoria –y no me estoy quejando-…) y ha estado disfrutando de la libertad que le dan su posición y privilegio para montarse un “Living Las Vegas” a la victoriana, mientras que ella ha pasado prácticamente toda su vida de huérfana pobre estudiando en un espantoso internado para valerse por sí misma. Imaginaos lo que hubiera podido ser de esa mujer (esas mujeres) de haber tenido las oportunidades de hoy (sí, es cierto que siempre me quejo de que todavía existen ciertas cadenas invisibles pero son más mentales que otra cosa). Vamos, que Eyre le da mil vueltas a este ricacho decadente, lo que hace que el final de la peli sea bastante justo y no habría sido tal de no haberlo escrito una mujer.

ZONA SPOILER HORRENDEN



Al final es él el que ha perdido totalmente su autonomía (aunque ha ganado la viudedad) al perder gran parte de su fortuna e incluso padecer una minusvalía mientras que ella ha recuperado su orgullo y su independencia tanto moral (viene de reafirmarse al negarse a un matrimonio ridículo) como económica. Si bien el hecho de su (des)igualdad había sido clave en la relación, ahora se han vuelto las tornas pero, paradójicamente, es a partir de entonces cuando pueden estar juntos. 

X-Men: First Class (Matthew Vaughn, 2011)

X-Men First Class

Me encantaría poder replicar ahora la sensación que tenía anoche, en la lujosa sala Premium del cine (nunca había visto una peli en clase Business…) durante los últimos títulos de crédito, esos que nadie ve, los de la ficha del doblaje, mientras me debatía entre ir a un oriental cercano a hacerles El Gran Roto a base de asaltar la cinta transportadora de sushi de su más que competitivo “all you can eat” o quedarme justo donde estaba porque los espectadores de la siguiente sesión ya estaban llegando y aquello sería lo más cercano a la difunta “sesión continua” que tendré nunca.

El sentimiento era justo el idóneo para optimizar los poderes, ese lugar intermedio entre la ira y la serenidad: la alegría; y si hubiera escrito esto entonces podría haber sido un post clamoroso. Os tendréis que conformar con mi yo habitual. Se siente.

En cualquier caso, sigo conservando cierto grado de gratitud por haber tenido la suerte (que digo suerte, el privilegio) de ver esta película en pantalla grande (que digo grande, enorme) a las alturas que estamos desde su estreno y en estos tiempos que corren de inmediatez en los que las cosas caducan antes que el amor eterno. Durante toda la proyección había una palabra que se repetía sin cesar en mi cabeza y desde luego no es de extrañar: wunderbar.

Mística

Mutante… ¡y a mucha honra!

Que la Patrulla X es la franquicia de Marvel que mejor parada ha salido de sus adaptaciones al cine no es algo que os descubra yo. Que además esto la convierte en la crème de la crème de las pelis de superhéroes, tampoco. Pero es que además tengo la sensación (y no soy yo experta en el tema pero también tengo mi opinión) que la saga en general y esta entrega muy en particular, entran por pleno derecho en el Olimpo de las pelis de acción desde la única categoría que aguanto: aquellas en las que la acción está justificada por el argumento (entiendo a aquellos que detestan el musical alegando que la gente se pone a cantar y bailar sin razón aparente –como si hiciera falta una razón, pero en fin…- así que entonces ellos entenderán que a mí me parezca superfluo hacer estallar coches y aviones como si el objetivo final de todo ello no fuera otro que el de arruinar a las aseguradoras).

Como todos sabréis ya a estas alturas, la película nos cuenta el nacimiento de los X-Men allá por los años ‘60, inspirándose en la serie de cómics del mismo título y supongo que también en “Los hijos del átomo” (las pelis de la franquicia siempre se han pasado bastante por el forro la verdadera historia de la Patrulla X tal y como se relató en sus cómics, algo que podríamos decir que es lo más parecido que tienen los americanos a su propia mitología). En plena guerra fría y en el contexto de la Crisis de los Misiles de Cuba, Charles Xavier (James McAvoy) y Erik Lehnsherr (Michael Fassbender), dos mutantes con orígenes y vivencias muy diferentes, inician una colaboración que se vuelve amistad antes de acabar convertidos en los archienemigos Profesor X y Magneto.

Charles Xavier

Por Dios, que alguien le de un Spidifen a este chico…

Ya esperaba un argumento complejo (como en todas las anteriores) en el que siempre hay, además del enfrentamiento mutante, un claro mensaje acerca de lo intolerante, violenta e ignorante que es la raza humana. Pero además también tenía puestas mis esperanzas en la subtrama emocional y psicológica entre los personajes principales y desde luego no me decepcionó lo más mínimo: la relación entre Charles y Erik me ha proporcionado alguno de los momentos más emocionantes de mi vida de espectadora y la disección del personaje de Raven (una fascinante mutante que, ya con el nombre de Mística, había estado desdibujada en las anteriores ediciones aunque se intuía el gran potencial) me ha aportado un placer indescriptible.

Sí que hay, sin embargo, algo que me ha decepcionado (además del casi nimio detalle de que Bestia parezca un Furby, claro…) pero que tengo la esperanza de ver remediado en la secuela que ya estamos esperando: el tratamiento que se ha hecho de mi admirada Reina Blanca, la poderosísima mutante psíquica Emma Frost. No me quejo de su interprete, la guapísima pero ligeramente inexpresiva January Jones (perfecta de cintura para arriba pero a la que yo obligaría a entrenar los cuádriceps porque esos muslitos no se ajustan nada a la iconografía de esta gélida pero fabulosa mujer), a la que no culpo de su cara de pasmo permanente porque es que la pobre no tenía donde agarrarse dado lo sumamente plano que es el personaje, del que no tenemos la más mínima pista sobre sus motivaciones y a la que lo único que salva es el hecho de convertirse de esa forma en bastante misteriosa y que nos quedemos con ganas de más.

Popotitos y la Cacha de Emma

“Oye, tú, piernas de pollo: o te pones a hacer sentadillas como si no hubiera un tomorrow o te la monto.”

El resto de las interpretaciones principales me han gustado (especialmente las masculinas): McAvoy está lo suficientemente repelente y poco morboso (todo lo contrario de lo que me resulta habitualmente) como para encarnar al telépata; Kevin Bacon, como Armageddon, está inquietante y sádico a la par que sorprendentemente joven a sus 52 años ¡!; pero la sorpresa (bueno, no tanto, que Susan me lo advirtió aunque yo me resistía…) es un Michael Fassbender que no sólo se ha aupado a mi Top 5 de Hombres de Verdad (porque tiene un tipazo, unos ojos para perderse en ellos y una pinta de canalla con gracia que no se puede aguantar) sino que me ha encantado su presencia escénica y su manera de emocionarse/me.

Si hay alguno que todavía no la ha visto y tiene la oportunidad, que no se la pierda, no se arrepentirá. A mí sólo me queda esperar a su salida en DVD para hacerme con ella en versión original y volver a disfrutarla. Mientras, es más que posible que caiga una sesión maratón con las cuatro anteriores y los muchos cómics con sus peripecias que tengo pendientes…

Michael Fassbender Magneto

Das Aussehen einer echten Mann