No Strings Attached (Ivan Reitman, 2011)

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Por empezar de alguna manera, os confirmo lo que ya sospechaba: a día de hoy me dan más miedo las comedias románticas que las pelis de terror. Y esto por diferentes razones, pero la principal es que la mayoría de las que he visto últimamente son tan malas que me han dado ganas de clavarme un destornillador en el ojo hasta taladrarme el cerebro para no seguir sufriendo.

Además, “mi experiencia” con Kutcher (un señor que, por razones obvias y otras no tanto, me gusta bastante…) en este género es especialmente nefasta: “Just Married” es una bobada intrascendente; “What Happens In Vegas…” no estuvo del todo mal, pero…; “Valentine’s Day es lo peor que puede ser una comedia romántica: aburrida; y “Killers” es tan, pero taaaaaaaaaaaaaan mala que casi debería ser punible (pero bueno, ya me explayé lo suficiente aquí).

En la peli de hoy lo encontramos emparejado con la ubicua Portman para tratar dos temas candentes en el panorama amoroso-sexual actual: el follamiguismo y la muerte del romanticismo, en estos tiempos en que lo más romántico que puede hacer un chico por ti es instalarte un antivirus en tu PC.

Dígaselo con carrots!

Si obviamos el freudiano simbolismo fálico, la cosa tiene su gracia…

Emma y Adam son dos jóvenes profesionales con una relación amistosa que un día se acuestan juntos y a partir de ese momento deciden mantener una relación puramente sexual sin ningún tipo de compromiso y tratando de eliminar de la ecuación cualquier clase de gesto o momento que pueda oler a romántico o que les haga implicarse emocionalmente.

A priori suena bastante sencillo, ¿verdad? Sí, pues como diría una gran amiga: sencillo, mis cojones (es que mi “amiga” tiene un par). De todas formas es que entran ganas de decirles: a lo mejor os pensabais que sois los primeros que creen que es una buena idea, o cuando menos, una idea mínimamente factible, sobre todo cuando el grado de atracción es “alto” tirando a “ofú, cómo me pone”… Pero bueno, el ser humano y su supuesta inteligencia, you know

A mí la verdad es que el planteamiento inicial de la película me ha resultado de comedia romántica de ciencia ficción porque claro, resulta que la chica es la fría y pragmática y el chico es el romántico de verdad (y no de boquilla, porque yo también puedo decir que soy Shaquille O’Neal y eso no me convierte en un ex pivot de los Lakers afroameriano…) y entregado. Bueno, supongo que puede ocurrir. No es que yo lo haya visto nunca, pero admito que cabe la remota posibilidad.

Momento chicas

“Yes, we blood!” (Claro, hay momentos para pasarse la gramática por las trompas de Falopio) El mix se podría llamar “In Utero”…

Ni que decir tiene que el análisis que hace la película sobre el tema de fondo es simplista y predecible, pero eso no significa que la peli sea un completo fail. Me ha parecido que tiene unos diálogos bastante buenos, con algunos toques de ingenio; no es aburrida y, aunque las tramas y la mayoría de los actores secundarios son bastante olvidables, sí que podemos disfrutar del estupendo Kevin Kline (y de un irreconocible Cary Elwes, no lo supe hasta los créditos!!) que además se guarda la frase que resume el film: ese “no elegimos de quien nos enamoramos y casi nunca es como debería ser”.

Las interpretaciones de los propios Kutcher y Portman están bastante bien: él es realmente adorable y ella se ve que tiene algún problema serio de incapacidad para relacionarse, la pobre…

Sin ser demasiado original, tiene momentos agradables y realmente simpáticos y, aún sin grandes sorpresas, el final tiene su buena carga de emoción y disfrute para aquellos amantes del género (el resto no os molestéis, no es de esas comedias románticas que hacen afición…).

Una recomendación clara: verla en V.O. He vuelto a ver una parte en castellano y, además de que la traducción es pésima, las voces de los protas son horribles!!!

El amor y otras cosas imposibles (Don Roos, 2009)

The Other Woman

Por si el título os confunde, ya os advierto que ésta no es una comedia romántica de esas de chico conoce chica (o viceversa, que tanto monta, aunque la segunda variante suele ser ligeramente más cursi y edulcorada; un día ya hablaremos de ello que hoy no tengo el cuerpo…). Tampoco una comedia amable con personajes entrañables y diálogos llenos de frases ingeniosas que nos hacen asentir con la cabeza mientras esbozamos una sonrisa. Ni siquiera es una tragicomedia en la que la risa y el llanto compartan mesa y mantel. No. Esto es un dramón en toda regla que por momentos (muchos) raya con el dolor de ovarios (me parece que la historia va bastante de cómo las mujeres nos tomamos la maternidad, así que…).

La película tiene como título original “The Other Woman” (pero la versión en castellano toma su nombre de la novela de Ayelet Waldman en la que se basa: “Love and Other Impossible Pursuits”) y, aunque estaba lista en 2009 y se presentó incluso a algún festival, no se estrenó comercialmente en EEUU hasta febrero de este año, no me preguntéis porqué, pero algunos sospechan que se retrasó su distribución para aprovechar el más que probable rebufo de la Portman y su estatuilla dorada…

Portman sobre hielo

Aquí pensé que se ponía a hacer piruetas en plan Odile. Dios, qué paranoia!!

Nos cuenta la historia de Emilia (como siempre guapísima Natalie, eso no te lo quita nadie…), una abogada licenciada en Harvard y proveniente de una familia tan bien (como si con lo de Harvard fuera necesario añadir más…) que su padre es juez y casada con el que fue su jefe (Scott Cohen) en el prestigiosísimo bufete de Nueva York en el que trabajaba. La complicada relación con el hijo del primer matrimonio de él (y con su ex mujer, una odiosa Lusa Kudrow, aunque reconozco que el hecho de que tu marido te deje por la Portman debe de cabrear lo suyo…) y la pérdida de su bebé (no cuento nada que no aparezca en lal sinopsis y que no se sepa prácticamente desde la primera secuencia) marcan este melodrama bastante frío y aséptico y más amargo que un yogur de soja, y que yo subtitularía como “Los pijos del Upper East Side también lloran”.

Y es que casi todos en la película caen antipáticos desde el primer momento: la protagonista es fría y borde (otra “muerta por dentro” de esas que pululan por ahí) y parece que no puede hacer nada que no acabe sacando de quicio a alguien; el marido es más soso que el humus (que hay que ver qué mierdas comen los ricos…); la ex mujer está con el síndrome premenstrual permanente; y hasta el niño de la peli es repelente, rancio y viejuno y dan ganas de darle collejas cuando no nos miran.

Portman y niño collejeable

Los niños de Park Avenue tienen una infancia más triste que los de las fabelas: en vez de jugar al fútbol les obligan a tocar el violonchelo, y encima tampoco comen chuches…

El film se plantea como un millón de preguntas. Demasiadas, porque uno termina por no saber bien de qué va: ¿Acabamos repitiendo los modelos de pareja de nuestros progenitores? ¿Las mujeres nos casamos con nuestros padres? ¿Desde cuándo podemos considerar que una nueva vida es una persona? ¿A qué podemos llamar “familia”? ¿Sobreprotegemos y presionamos demasiado a los niños? ¿Se puede ser malo en uno de nuestros roles familiares pero bueno en otro? ¿Las cosas ocurren por alguna razón? ¿Por qué mueren los bebés? Y sobre todo: el helado de tofu, ¿de verdad es helado?

A pesar de su frialdad aséptica y su corrección formal (a mí me ha recordado a “La tormenta de hielo” de Ang Lee, aunque es una peli que tenía olvidadísima…; y también me he acordado alguna vez de Sofia Coppola, no sé por qué), una cruel dosificación de la información y la utilización de ciertos resortes de que disponemos especialmente las madres la pueden convertir en una experiencia lacrimógena donde las haya.

Kudrow

¿Os acordáis de cuándo Phoebe se enfadaba? Pues eso, pero todo el rato…

No digo que la peli sea mala, y Natalie Portman está bien (aunque tampoco empecemos a creernos ahora que es la nueva Meryl Streep, ¿eh?), pero desde luego ni pienso esperar con ansia su salida en DVD ni os la recomiendo especialmente, a no ser que os apetezca una sesión de esas de acabar rodeados de kleenex usados alrededor (pero ojo porque no acabas en plan “qué a gusto me he quedao”, sino más bien con mal cuerpo), y si sois hombres igual ni para eso os sirve (porque las escenas de cama de la Portman, que algo hay, están gestionadas también en el mismo modo frígido que el resto).

Sí me ha llamado la atención para bien su banda sonora. Tanto el score como las canciones que aparecen están muy bien escogidas porque encajan perfectamente en el tono de la peli: esa sofisticación elegante con un tufillo intelectualoide a psicoanálisis. He recopilado las que he podido encontrar porque, bien pensado, no hay nada que apeste más a intelectualoide y a psicoanálisis que yo misma!! XD.

Black Swan, Darren Aronofsky (2010)

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¿No habéis sentido alguna vez un escalofrío al miraros a un espejo e intuir fugazmente que el reflejo que este os devolvía era el de la más oscura versión de vosotros mismos?
Claro, nos pasa a todos, eso sin necesidad de padecer un trastorno de personalidad disociativo…
“Black Swan” ha unido esto al sectario y extremo universo del ballet, un entorno donde sólo caben la más férrea disciplina, un estricto régimen alimenticio, la rivalidad más absoluta; un sitio donde el dolor extremo indica que lo estás haciendo bien. Una carrera en la que a los 30 estás acabado y ni aún entonces (y como diría la antítesis del clásico, mi idolatrada Briget Jones) te puedes sacar el palo que te metieron en el culo a los 4 años. Y, no lo olvidemos, un lugar lleno de espejos…
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Y en este territorio la pobre Nina (Natalie Portman), joven delicada y frágil (encarnación perfecta de Odette) y única hija de una madre soltera (Barbara Hershey) y sobreprotectora que proyecta en ella todas sus frustraciones, ha de enfrentarse principalmente a sí misma para poder desdoblarse en su reverso tenebroso y sensual y conseguir así ser, a la vez, el cisne negro (todo ello en una incesante y autodestructiva búsqueda de la perfección).
En su camino se cruzará, en la doble forma de obstáculo y ayuda, con Lily, el paradigma de Odile (Mila Kunis) y deberá lidiar con las exigencias del director de la compañía, el intimidante (¿no lo son todos los profesores de ballet? Todavía me pongo en primera posición cuando pienso en la mía…) Thomas Leroy (Vincent Cassel, al que admiro aunque sólo sea porque para ir a trabajar se tiene que separar de la Bellucci, y el tío va y lo hace…), que desde luego tiene mucho más de Rothbart que de Sigfrido.
Ah, y no nos olvidemos de Beth MacIntyre (me he alegrado de verte, Winona), un papel pequeño pero determinante, como reflejo ¿vivo? del “siempre hay otra más joven y guapa bajando detrás de ti la escalera”, frase que podía haber dicho la Bette Davis (o lo que es lo mismo, Margot Chaning) de “All about Eve”, pero que la dijo la Gena Gerson de “Showgirls” (si me equivoco me corriges, Susan, que es que es muy temprano…).
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Aronofsky ha creado una de sus pesadillas habituales en las que la forma se adapta al fondo y, muy a la manera de Polansky en “Repulsión”, nos obliga a sufrir los tormentos de la protagonista de una forma casi física introduciéndonos en un mundo de terror psicológico incómodo y terriblemente inquietante, aunque visualmente precioso. Y es esa belleza lo que la hace más perturbadora, casi hipnótica.
Gran parte de su encanto radica en la belleza exquisita de Portman, capturada por el director casi siempre en primer plano (no sé hasta que punto por las obvias necesidades técnicas, por las dramáticas o por el enamoramiento de Aronofsky por esa piel translúcida, esos rasgos perfectos y ese estilizado cuello de auténtica bailarina) y en una interpretación sorprendente, al estar acostumbrados a sus papeles de jovencita precoz y lenguaraz (aunque en “Closer” ya dio muestras de esa fragilidad que aquí se ha desbordado). El caso es que este es el papel en el que me ha parecido más niña y desamparada, estando como está cerca de la treintena.
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Tampoco desmerece la exótica belleza (ni la interpretación) de la ucraniana Mila Kunis (por cierto que me he quedado de piedra al descubrir que es la voz de Meg Griffin en “Family Guy”, así que a partir de ahora, en versión original…) que personaliza la sensualidad y la desinhibición más perversa (sólo por su pas de deux con la Portman ya merece todos mis respetos).
Con la excusa de que anoche la vi en versión original sin subtítulos, y por si me he perdido algo crucial en la historia, la volveré a ver en breve. En realidad sólo un ligero temor a quedar demasiado atrapada en su insana irrealidad evitó que volviera a dar al play al terminar los títulos de crédito.
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