Di que sí (Juan Calvo, 2004)

Di-que-si

Poner dinero para filmar (rodar, grabar, que a saber en qué formato se habrá realizado esto) truños ignominiosos como este sí que debería estar perseguido por la Ley Sinde, porque esto es atentar contra la cultura con todas las letras. Y contra el buen gusto. Y contra la humanidad si me apuras (por el retroceso que supone a la evolución homínida). A la Corte Penal Internacional llevaba yo (pero a empujones a golpe de taser, claro) al tal Juan Calvo, a los productores, al elenco en pleno y a Telecinco porque aunque no estuvieran en el ajo, que lo están, se lo merecen también por tantas otras razones. Si encima nos ponemos a pensar que lo más probable es que este intento de astracanada (se han quedado tan abajo en el ránking que desde donde están se le ven los wevos a Esteso) habrá recibido dinero público (o sea, vuestro y mío) en forma de subvención, pues es como para levantarse en armas…

Podemos suponer que esta mierda en bote se engendró para mayor gloria de la todavía-por-comprobar vis cómica de Santi Millán y de las turgentes cachas de esta actriz del método Porque-Yo-Lo-Valgo (¿soy la única que cuando dice “mi pelo mediterráneo se encrespa” en realidad entiende “mi chocho moreno”? Nevermind…). Intentaban hacer una comedia romántica de corte clásico, que bebiera en las fuentes de Blake Edwards (los títulos de crédito, que son lo mejor de la peli, lo dicen todo), de la screwball comedy (una protagonista femenina extrovertida, acelerada y muy romántica que tiene su contrapunto en un partenaire conservador, tímido y algo pazguato que además no cree en el amor: si es que es de libro…) y de otras comedias románticas sofisticadas (hasta hay una referencia expresa a lo que creo que es “Sortilegio de amor” con Kim Novak y James Steward, que no he visto pero que utilizaré para quitarme el mal sabor de boca que me ha dejado la cosa esta). El problema es que no basta con buenas intenciones.

Paz Vega y su cuerpo serrano

Mía la Paz Vega… A ver si se cree esta que cuando llegue a mis años va a seguir gastando ese tipito… “Cinturita de avispa” me llamaban a mí en el pueblo y mírame ahora! Ains…”

Para empezar, el guión (dentro de que tampoco es que sea de un original que asusta) está sin desarrollar con lo principal en una película de este tipo que son unos diálogos con ritmo y chispa, sobre todo entre los protagonistas. En lugar de eso se ve que los han debido de copiar de la etiqueta trasera de un champú porque no he visto en mi vida cosa más aburrida. Todo acaba siendo más ñoño y predecible que en un capítulo de “Ana y los siete”. Con deciros que lo único que me hizo gracia es que ganen en un concurso una estancia en Marina D’Or (tu ciudad de vacaciones y este año la de la familia Pickwick…).

Las interpretaciones son pésimas: Paz Vega en su peor registro televisivo y con to’ su acento; Santi Millán que parece que está haciendo una obra de teatro en el instituto; Santiago Segura da vergüenza ajena… Es que ni Chus Lampreave (que no sé qué le han hecho que sale clavadita a Pilar Rahola) ni Luis Cuenca están bien, y mira que les debió costar a los pobres actuar mal… Para colmo me incluyen a la muerta-viviente Ornela Muti (Diocito, a santo de qué???) y a Constantino Romero con peluquín. Ah sí, que me olvidaba de Pepe Viyuela, que a mí me cae muy bien en “Aida” pero que aquí está fatal. Joder, es que vaya palmarés!

Constantino y Santiago

“Santiago, macho, recuérdame lo que nos pagan por esto porque estoy al borde del colapso nervioso…”

Resumiendo: Un rollazo totalmente fallido que si lo llegan a ver los de la Columbia antes de que seleccionaran a Paz Vega para “Spanglish” iba a haber hecho pelis en Hollywood su chocho moreno.

Teresa: El Cuerpo de Cristo (Ray Loriga, 2007)

Teresa el Cuerpo de Cristo

Está claro que la película que he visto esta noche vía “Versión Española” no es para todo el mundo: el biopic de la religiosa, mística y escritora (lo de santa, yo es que según lo escribo, me da la risa…) Teresa de Cepeda y Ahumada, firmado por uno de los próceres del Gafapastismo patrio, Ray Loriga, es un ejercicio de exceso barroco, pero de la forma más literal.

Y yo, como soy una muchacha sencilla a la que el exceso y lo barroco apenas le motivan, pues lo he disfrutado cada fotograma (a pesar de no ser una gran película).

Nos cuenta la historia de esta formidable mujer desde su entrada en el convento de la Encarnación de Ávila en 1533 hasta la fundación por su parte en 1562 de la Orden de las Carmelitas Descalzas de San José.

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“Vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero que muero porque no muero.” Que viene a ser «antes muerta que sencilla».

Las vicisitudes de esta monja del Siglo XVI, primero por no ser acusada de herejía o de poseída por los éxtasis que sufría (cosa que no era de extrañar con los tormentos que se provocaba a base de ayunos y cilicios, si yo como no desayune empiezo a tener unas alucinaciones que ni Morrison de peyote…) y, por tanto, para no acabar en la hoguera, que ya sabéis que a la Iglesia de entonces le iba una buena barbacoa más que a Homer Simpson; y más tarde por conseguir, pese a la oposición de las altas jerarquías civiles y religiosas de la época , su aspiración de fundar una orden religiosa que siguiera los preceptos de “la vieja regla” de austeridad, pobreza y clausura.

Por lo que se refiere a las interpretaciones, Paz Vega está aceptable (y no sé cuanto de obnubilación por su belleza hay en mi generosidad). Se nota que la actriz ha hecho un gran esfuerzo por meterse en la piel de Teresa, pero a mí me ha costado no dejar de oír ese acento tan impropio de una árida mesetaria castellana (hay cosas que se le graban a una a fuego…).

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“Vivir la vida de tal suerte que viva quede en la muerte.” Jo Tere, como eres, tía…

Hay un buen plantel de actores en la película (Leonor Watling, Eusebio Poncela, Geraldin Chaplin, etc.) pero ninguno destaca especialmente por sus trabajos, estando todos correctos.

Sin tener un guión destacable, sí que me han gustado los diálogos, con frases tremendas ya fueran pronunciadas por la Doctora de la Iglesia (“Todo me sobra, nada me basta” o “Lo que entiendo a medias lo siento entero”) o no (“Las mujeres son de mucha imaginación y poco orden” –ya estamos faltando…- o “Dudo que nadie quiera leer cosas de mujer si no es para usarlas en su contra” –que le dan ganas a una de cerrar el blog-).

Pero la principal baza del film y con lo que me ha ganado, es con su apartado visual y su puesta en escena: ya desde los títulos de crédito que son toda una declaración de amor a la pintura barroca con su iluminación tenebrista llena de claroscuros. Además a lo largo del metraje tiene unos encuadres sumamente pictóricos en los que a veces se representan directamente algunas obras maestras de la historia del arte.

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“Quien a Dios tiene, nada le falta. Sólo Dios basta.” En momentos como este, cómo jode ser ateo…

Ayuda muchísimo a este enfoque, además de la estupenda fotografía de José Luis Alcaine, el espectacular vestuario de Eiko Ishioka. Esta figurinista (es que me encanta esa palabra tan añeja…) japonesa que ganó un Oscar por sus diseños en el “Drácula” de Coppola, es una auténtica visionaria y ha creado un trabajo de arquitectura con sus trajes.

Hete aquí que en una película que no me ha parecido especialmente buena he encontrado aspectos brillantísimos, y por ello creo que se merecía hacerme trasnochar para escribir este post. Y me voy a dormir que mañana yo sí que voy a tener el cuerpo hecho un cristo…