Superpersonal

Me parece que últimamente posteo por alusiones, pero hace unos días que mi Lector Más Querido (llamémosle Harvey) tuvo la osadía de decirme, en mi cara misma y a bocajarro que ¡soy una hortera! (Se refería a lo musical, aunque sé que también piensa lo mismo de mis estilismos, pero una se acostumbra a que le pregunten de qué se ha disfrazado cada vez que va a poner un pie en la calle desde los 14 años…)
Sr. Lobo
“Estoy a veinte minutos de allí. Llegaré en diez. …Y entonces me enseñas las notas.” (Ups!)
Yo no tuve el valor de discutirlo porque, admitámoslo, lo de las hermanas Goggi del otro día no hay por donde cogerlo (¡y porque a un padre no se le discute!), pero supongo que me dolió en el orgullo y no me ha quedado más remedio que demostrar que mi lado frívolo y superficial no lo está copando todo (aunque últimamente lo parezca) y que mis intereses musicales no son todo gloss y purpurina.
Así que, dear Harvey, te voy a dedicar las 10 canciones-no-petardas que más me gustan de la historia de la música (o al menos de las que más he quemado en mi vida…).
Aviso que es una sesión muy dispersa…
10. Pride (In the name of love), U2

De esta gente podría haber escogido cualquiera, pero no en vano el primer vinilo que compré con mis pagas ahorradas (y escuché hasta rallarlo en la cadena que compramos en la calle Barquillo para jubilar el toca-discos, lo recuerdo como si fuera hoy…) fue el Rattle and Hum.
Elegí esta porque de aquel conciertazo en el Calderón en el ‘97 es la que más emocionó y es que una, aunque no se crea, además de plataformas tiene conciencia social (y siempre llevaré con orgullo el que seamos “los nietos de los que perdieron la guerra civil”, pero esa ya es otra canción…).
9. Nutshell, Alice in Chains

Pues resulta que sin comerlo ni beberlo, su álbum “Dirt” andaba por casa (como tantos otros CD’s de la época, jeje), así que mientras el mundo se flipaba con Cobain (ojo, que a mí Nirvana también me molaban y mucho), yo estaba sin saberlo en el lado más oscuro del Grunge.
Luego me pillé este famoso Unplugged de la MTV en Madrid Rock (R.I.P.) y se convirtió en uno de mis fetiches. Confieso que lo escuchaba en lugar de estudiar Mercantil, pero me da que no engañaba a nadie…
Elijo esta canción por Susan Brühl, mi melliza separada al nacer…
8. Sucede, Extremoduro

Me ha costado decidir, porque me he puesto a escuchar y me he perdido entre tantos recuerdos de viajes en un Kadett coupé negro con el capó blanco (¿somos punkis o no somos punkis?), lleno de melenudos con pinta de bakalas pero con el corazón de metal
7. Roads, Portishead

Para mí el Trip hop (o sonido Bristol, para los más clásicos) fue un descubrimiento alucinante (creo que desde entonces colecciono “etiquetas”, aunque ninguna me ha fascinado como esta…)
Lo siento, porque los bajos petardean, pero el que no haya disfrutado de este directo en Roseland con la Filarmónica de Nueva York y una Beth Gibbons en estado de gracia (con la rabia que me da esa expresión, que siempre me ha sonado a chiché, pero es que es lo que hay…) que lo busque, porque es de esas cosas por las que merece la pena vivir. Y no exagero nada.
6. Eat the Rich, Aerosmith

Mis primeras vacaciones por mi cuenta. Seis locas de 20 años en un apartamento diminuto en lo más profundo de la Costa del Sol. Aquello nos debía de parecer Las Vegas…
El mejor momento era el de arreglarse para salir: ninguna se ponía su propia ropa y la laca corría bastante más que el alcohol (que nadie fume cerca de esas chicas, por el amor de dios!!).
También nos gustaban “Crazy” o “Amazing”, claro que sí, pero con esta montábamos el numerazo. A ver quien era el DJ que se negaba a ponerla…
5. Bulls on Parade, Rage Against the Machine

Lo que me ha recordado otra de aquella época y un viaje con las mismas petardas volviendo de la sierra en un 127 color café con leche en el que no éramos capaces de encontrar más que la luces de posición. Yo era la única que tenía carnet, así que para imaginarse el percal… Las lumbreras pretendían que bajáramos el Puerto de la Cruz Verde con la palanca de la ráfaga sujeta con una goma al volante… Inaudito.
Sobre Tom Morello y su tropa, qué os voy a contar, nos hacían sentir tan rebeldes…
4. Even Flow, Pearl Jam

Sobre estos ya lo dije todo aquí un día que me encontraba terriblemente nostálgica…
Cualquier tema del Ten habría servido, by the way…
3. Losing my religion, R.E.M.

Esta no es muy original, desde luego, pero mitiquísima… Además en dos fases: en su momento me trae recuerdos de las fiestas de La Puebla y de desengaños amorosos (bueno, sólo de uno, pero parecieron más…) de esos que marcan pero que, sorprendentemente, no te hacen aprender nada…
Muchos años más tarde en el local, una de las pocas canciones que llegué a tocar de principio a fin. No me cansaré de decir que hacer música es la cosa más divertida que se puede compartir con los colegas…
2. Karma Police, Radiohead

Esta canción es Limerick. Es una casa en St. Nessans Park con otros cinco desconocidos con los que viví momentos surrealistas y a los que jamás podré olvidar, a pesar de que sólo uno siga rondando mi vida aunque sea virtualmente (ya sabes que siempre fuiste mi debilidad, pequeño ;p).
Es un viaje interminable (y diario) en autocar a través de las fantavillosas carreteras irlandesas y una cinta con “The Bends” por una cara y “OK Computer” por la otra…
Y es una decisión difícil, una encrucijada and a proposal.
1. Sweet Child O’ Mine, Guns N’ Roses

Pues esta es mi canción favorita de todos los tiempos y que puedo decir que he cantado a coro con Axl Rose… Otro momento emocionante de concierto, y este con el recuerdo todavía calentito!!
Este tema siempre ha estado ahí, pero sobre todo me retrotrae a cuando empezaba a salir y todo era “as fresh as the bright blue sky”. Bendita inocencia.
Me he dejado muchas, igual un día me animo y hago otra playlist, pero tendrá que pasar un tiempo porque no os vayáis a creer que este momento terapia no ha sido duro…

Pearl Jam y mi juventud perdida


Esta semana Rock Reaktor (Radio 3) ha dedicado su programa a esta banda que, como a muchos de los que estamos más cerca de los 40 que de los 30, nos está acompañando a modo de score a través de nuestras peripecias vitales (o esta cagada con momentos de brillantez que llamamos vida…)

El descubrimiento de Pearl Jam me pilló en ese pequeño infierno lleno de inseguridades y esperanza conocido como Secundaria. Mi primo David, que es tres años mayor (cúanto se notaban a veces esos tres años y poco otras…), nos trajo a casa el «Ten» en vinilo y mi hermano se lo grabó en una TDK que tenía por la otra cara Alice in Chain (de los que siempre me atrajo esa oscuridad sin límites). Son incontables los viajes en coche y las «post raves» (o mañanas de bajón) que habrá amenizado esa cassette en años sucesivos.

Si Nirvana se adaptaban como un guante al lado más depresivo de finales de mi adolescencia, Pear Jam eran la rabia, la rebeldía y el grito de batalla encarnado en la voz de Eddie Vedder. Era una época en la que todo estaba por escribir, donde cada experiencia era «la primera vez», donde te sentías atrapado entre la multitud de opciones porque TODO ERA POSIBLE.

Entonces había que tomar decisiones, aceptar desengaños, asumir los errores, pedir perdón, ya sabéis… madurar. Y este es el camino que han seguido también en paralelo Pearl Jam, negándose a permanecer anclados a un estilo a medida que sus propias vidas les llevaban por diferentes caminos.

«Yield» coincidió con la llegada de una nueva esperanza una vez alcanzado ese punto en que, tras sucesivas crisis de identidad, acabas por reconocerte a ti mismo y empezar a querer (vale, sí, siempre con algún toque de autocompasión) a esa persona bastante perdida y que, como Walt Whitman, alberga multitudes, que eres tú mismo.

Pero esos momentos de lucidez se vuelven a ver enmarañados entre la multitud de sucesos de finales de los 20 y principios de los 30, periodo en el que te acaban pasando las cosas que definen lo que será el resto de tu vida: trabajos que acaban por dibujar qué será tu carrera; relaciones (cortas, largas, one off; tormentosas, felices, carentes de sentido) que te marcan emocionalmente; amistades que pasan y amistades que perduran; viajes y experiencias que te enriquecen o que te llevan hasta límites inesperados…

De esa forma cuando en los 30 echas la vista atrás, descubres que además de tus grandes éxitos tienes una colección de rarezas y caras B dignas de un recopilatorio, algo así como tu «Lost Dogs» particular.

 


Y la vida sigue, y el mundo cambia, y la movida en el nuevo siglo está en Internet, y los Pearl Jam que son muy cucos, editan allí sus discos; y yo, que siempre llego un poco tarde a todo (pero hay que saber llegar, como dice la Ranchera) he empezado a dejar de ser sólo usuaria para tratar de aportar algo y de paso seguir rayando a mis amigos, ahora en formato digital.

Una nueva reinvención de mí misma, una nueva etapa, un nuevo comienzo («back again and back again«) y por supuesto, una nueva esperanza para seguir soñando y para creer que la vida será aquello que queramos que sea(o que la juventud, como época de aprendizaje) puede durar aquello que queramos que dure.

[Sé que me he puesto un poco nostálgica y oscura (casi Emo) así que rezo porque no se topen en mi camino Radiohead…]

Si os interesa hacer este viaje por vosotros mismos (y echar alguna lágrima en memoria de vuestra inocencia perdida), aquí tenéis el programa listo para escuchar.

P de Pearl Jam (Rock Reaktor)