Lemmy: 49% Motherfucker 51% Son of a Bitch (Greg Olliver y Wes Orshoski, 2010)

Lemmy_poster

Fascinada me hayo después de haber disfrutado de este rockumentary sobre el bajista y fundador de la banda Motörhead, también conocido como El Dios del Rock’n’Roll, ahí es nada…

Este verano tuve el privilegio de verle en directo en el concierto que dieron en Leganés y ya entonces os conté cómo me impactó, incluso en la distancia, por su personalidad y su carisma además de por la música que hace.

En esta película nos acercamos a la vida del inglés, leyenda viva del rock, Ian Fraser Kilmister, que hace ya tiempo que pasó a la historia con el sobrenombre de “Lemmy”. Dónde y cómo vive cuando no está de gira (una vida bastante white trash en un piso de alquiler de 900 pavos al mes atestado de trastos –o tesoros, según se mire- a pocas manzanas de Sunset Boulevard -sí, claro, en L.A.-); lo que piensa sobre la vida, el amor, las drogas, el rock, etc.

Lemmy and the Lamb

Sin reventaros toda la peli (ésta no os la recomiendo, ésta la tenéis que ver aunque no os interese el heavy metal ya que, no sólo Lemmy trasciende a la propia música, sino que es realmente divertida e interesante…) os diré que me ha impresionado especialmente el saber cómo le influyó definitivamente el abandono por parte de un padre al que ni siquiera conoció. Me ha encantado oírle decir que “los duros” eran los Beatles y “las nenazas” los Stones (yo siempre lo he pensado pero ahora que tengo los argumentos de toda una autoridad –no os olvidéis que este señor se acuerda de cuándo no existía el rock’n’roll- no dejaré de proclamarlo…).

Me ha divertido mucho verle explicar que, si es un nazi (cosa de la que se le acusa por ser un fanático de su iconografía y estilismos –y quien le culpa, los nazis serían lo que fueran pero sabían vestir-), debe de ser el peor fucking nazi de la historia (habida cuenta de las novias negras que ha tenido, entre otras cosas…). Me ha conmovido su manera de contar cómo fue expulsado de los Hawkwind y decir con gran nostalgia que esa era la banda con la que le hubiera gustado tocar toda su vida… (eso por no hablar de cuando nos relata la historia de su primer y único gran amor).

Lemmy Motörhead

Y es que Lemmy es un romántico, sin lugar a dudas. Es la autenticidad personificada, “un hombre de verdad”, el rock en estado puro. Destila tanta clase como whiskey y su carisma no tiene parangón. No es de extrañar que todos los que tienen algo que decir en la escena rock actual (desde Alice Cooper hasta James Hetfield, de Jarvis Cocker a David Grohl pasando por Slash -joder, si hasta el mismísimo Príncipe de las Tinieblas le tiene por ser de otro mundo por su aguante con la bebida…-) le rindan pleitesía y hablen de él tan bien que uno se podría pensar que ya está entrando en el Walhalla.

Muy al principio del documental veréis a Kat Von D. (la preciosa y talentosa tatuadora de Miami Ink y L.A. Ink) decir algo así como que Lemmy es su prototipo de hombre ideal. Sí, yo también me reí. Al acabar la película ya no me reía tanto. Mucho me temo que Lemmy es la clase de hombre que nos gusta a todas. Otra cosa es que lo podamos atrapar!

Una petarda en el Reino del Metal: Concierto de Judas Priest+ Motörhead +Saxon en Madrid (30/07/2011)

Cartel

Ya os podéis imaginar que yo de heavy tengo poco, tirando a nada: vale que en mis años mozos estuve alguna vez en el Barras; que una vez me agarré un amarillo en el Canci que si no llego a potar, la palmo fijo; que en determinada época me han gustado bastante Metallica o AC/DC (aunque en realidad lo que más se ajusta a mi gusto y personalidad son bandas como Aerosmith, Guns N’ Roses y el Bon Jovi ochentil…); pero lo que de verdad me pasado toda la vida es que he tenido, por una parte, una gran curiosidad por determinados géneros musicales aunque a priori no me sedujeran con facilidad y, por otra parte, un jodido imán para acabar relacionándome con metaleros sin remedio (gente auténtica donde los haya, que todo hay que decirlo…)

Total, que una cosa te lleva a la otra y al final acabas pasando seis horas en el Reino del Metal durante un tórrido día veraniego en compañía algunos de los hombres de tu vida: uno de mis primero cicerones por el mundo del hard rock: mi valonqar (o hermano pequeño, para los no iniciados en el alto valyrio); Harvey y Juan Luis, uno de sus mejores amigos (el que fuera bajista y compositor de la mayoría de temas míticos de Obús, auténtica historia viva del rock duro en español); un Jm Rod que, acompañado también de su tío y en su primera incursión en el universo heavy metal puro y duro, parecía fascinado por el ambiente y sorprendido por lo extremo del sonido y que me parece que desde ahora no va a perder ripio); y el Hombre Tecnológico, heavy de nacimiento de aquellos que en los ‘80 llevaban chalecos vaqueros de mangas extirpadas y decoración casera a base Tipex (en su momento me parecía una aberración a la moda pero si lo pienso ahora, como que me pone bastante….).

I was there!

Escalofriante testimonio gráfico de que la Bruja Avería sigue viva y le va el rock, a la muy pájara…

El Reino del Metal se encontraba el sábado en La Cubierta de Leganés, y prueba de ello son las 5.000 personas (sold out!) que allí había dispuestas a darlo todo para demostrar que el rock no ha muerto y que los heavys son gente con memoria a pesar de que su música no cuente con el beneplácito mainstream.

Llegamos al recinto al poco de abrir las puertas y, después de vender una entrada que nos sobraba debido a una baja (sufrimos dos bajas ese día, la del Gran MIG fue una gran putada y espero que haya recuperado sus ojos!!), a las 18:30 estábamos entrando (lo siento, pero saltarnos la cola en los conciertos se ha convertido ya en un ritual y una cuestión de principios…) así que pudimos coger buenos sitios en la grada e ir entonándonos con unos minis (que si lo llegamos a saber, pillamos 50 litros, porque más tarde, la pésima organización del recinto hizo prácticamente imposible hacerse con suministros líquidos).

A las 19:30, con el aforo prácticamente completo y con esa puntualidad que, según Juan Luis que tocó con ellos en su día, caracteriza a los guiris, empezaban los Saxon: me pareció que estaban en buena forma (sin poder comparar con sus mejores momentos ya que desconocía por completo a esta banda), tanto física como musical y que su cantante tenía una voz estupenda y un melenón de no creer, aunque el estilo de estos británicos resulta de lo más tipicón de esos ochenta tan tremendos y ese rollo de serpientes y espadas me parece algo trasnochado, I´m so sorry…

Saxon

Photo by Jm Rod (que es mucho mejor fotógrafo que yo…)

El resto de la audiencia no estaba de acuerdo conmigo, a juzgar por el entusiasmo y las ganas con que respondieron a la actuación de Saxon y a cada uno de los gestos con los que el vocalista demandaba su participación. Además era obvio que todos estaban fresquitos y con ganas de desgañitarse.

[Un inciso: no conseguíamos ponernos de acuerdo sobre la media de edad del lugar porque unos decíamos que en torno a los treinta y otros pensaban que estaba más cerca de los cuarenta. La verdad es que había mucha melena blanca al viento pero también había algún que otro adolescente por ahí bajando la media…]

Después llegaron Motörhead, que como bien dice el Hombre Tecnológico, tienen un estilo por el que ha pasado muchísimo mejor el tiempo, es más, podríamos decir que suenan totalmente actuales con ese trash metal sin concesiones y perpetrado sin adornos ni florituras en la puesta en escena: sólo tres tíos tocando, pero eso sí, a toda hostia… El archifamoso y carismático Lemmy me impactó desde su presentación (a pesar de su voz tremendamente cascada): “We are Motörhead. We play Rock&Roll”. Toda una muestra de humildad y una declaración de intenciones. Impresionante también el batería y ese doble bombo atronando a velocidad increíble.

Tanto me inspiraron Lemmy y su banda que decidí aventurarme a por unas bebidas (como buena hembra recolectora que soy…) y sufrí esa pésima organización que os comentaba: como una hora me tiré por esos mundos de Dios y por desgracia presencié muy de cerca una escena de lo más desagradable cuando uno de los macarras de seguridad se enzarzó con un tío y acabaron llevándoselo en volandas entre varios con ninguna pinta de ir a leerle sus derechos. La violencia en directo es una de las cosas que más me espantan de este mundo, degrada al ser humano…

Por suerte, después también me eché unas buenas risas con la gente que esperaba en la cola del bar a cuento de los 60 pavazos que nos habíamos gastado para estar contemplando a los camareros zombies que había contratado la organización en lugar de estar viendo al mítico inglés y a punto estuvimos de iniciar una rebelión para tomar la barra (aunque pensando en esos bestias de seguridad que se creían The Hell Angels, a mí se me quitaban las ganas).

Menos mal que conseguí volver con mi preciada carga a tiempo de disfrutar del “Ace of Spades” porque era la única canción que conocía XDD…

Por último llegó el plato fuerte de la noche: los ansiados Judas Priest (yo llevaba la vida entera oyendo hablar de las virtudes vocales de Rob Halford y de su extremadamente valerosa salida del armario en un mundo de “hombres de verdad”, así que estaba expectante)…

Y bueno, tengo que decir que la primera parte de su actuación (estuvieron tocando durante más de dos horas) me aburrió bastante. Reconociendo la obvia calidad de los músicos y que Mr. Halford es el hombre con la voz más bonita de la tierra, ya esté hablando (voz profunda y un exquisito acento:siempre he pensado que la voz es uno de los principales atributos que definen a un hombre come il faut, pero a lo mejor es sólo una de mis infantiles perversiones…), cantando o gritando en las octabas más altas. Pero toda esa epicidad grandilocuente de su temas más modernos me llegó a tocar bastante las pelotas (sin tener yo nada de eso).

Es en la puesta en escena donde The Metal God saca todo su viril mariconismo con esos trajes excesivos (le gusta el brilli-brilli más que a la Gaga…) que llevaría hoy día Tino Casal si viviera y tuviera un rendez-vous en La Ostra Azul y esas posturas a lo Rocío Jurado que son de traca. Por lo demás, bastante bien para sus 59 años.

rob-halford

El leatherismo plumífero elevado a su máxima expresión.

La cosa mejoró bastante con la llegada de esos clásicos imperecederos que hasta yo conozco y admiro como “Turbo Lover”, “You’ve Got Another Thing Coming”, “Painkiller”, “Breaking the Law” (que Halford debe de estar hasta los güevos de cantarla porque dejó que la coreara el público sin entonar una nota, pero eso sí, sin parar de animar y de “menearse”) y mi favorita: “Living After Midnight”.

Todo un himno!

En cuanto al show: fuego, luces y láser para dar colorido a la función, aunque nada que no hubiéramos visto ya el día de Axel Rose y su banda. Lo más esperado: el momento Harley para alimentar la leyenda urbana de que una vez se le piró la moto y se cargó a un tío.

El caso es que salimos de allí con buen sabor de boca, sordos perdidos y reventados, como debe de ser tras un concierto de rock!!

Rock