This Must Be The Place (Paolo Sorrentino, 2011)

Joder… tengo unas ganas de ver a Sean [pronúnciese /Shon/, por el amor de Dios, que se oye cada cosa…] Penn haciendo un papel de señor corriente, que si él lo supiera me enviaba sus guiones para que le escogiera yo la próxima película…
Mira que me gusta a mí este hombre, y vaya latazo que en todas las pelis en las que le he visto últimamente tenga que dar grima o ser más raruno que imaginarse a tu madre bailando desnuda con una pitón albina (ya, esta noche alguno va a tener pesadillas… ;p): o va del palo “atormentado por pedregal” como en la insoportable (pero soy fan!) “El árbol de la vida”, o es la marica definitiva de “Milk”. Si no está en todas sus escenas subido en un avión soltando rollos extraños como en “It’s All About Love”, es porque va de sosias de Robert Smith con la agilidad física de Ozzy Osbourne… Sean, una peli romántica, un melodrama o algo!! Por el amor de Dios!! Pero claro, como él es actor-actor, pues qué se le va a hacer. A ver si hay suerte y le ofrecen un Tenorio, por lo menos, a ver si le veo pillar cacho…
“Yo a los palacios subí,  yo a las cabañas bajé, y en todas partes dejé memoria amarga de mí.”
De la peli ésta había escuchado yo sapos y culebras, pero ya me conocéis: ¿cuándo he desperdiciado yo la oportunidad de meterme en algo potencialmente dañino? En la vida de Dios… Así que allá voy yo, viernes por la noche, después de una semana cuando menos peculiar, a meterme en vena dos horas de cine de autor espeso, con una línea argumental casi invisible, personajes intrigantes pero que después te dejan igual, y un ritmo pausadito, pausadito, paaauuussaaadiiiiiiiiiitoooooo (esto último lo he escrito en balleno para que os hagáis una idea…).
Como ya sabréis, la cosa empieza con que Penn es Cheyenne, una estrella del pop retirada. Pues media hora después, todavía no ha pasado nada. Vale que conocemos mejor al personaje y a su entorno de encanto gótico, pero ¡señores! ¡que esto es cine! De verdad que cada vez veo más pelis que se deberían exhibir en los museos y no en los sitios donde la gente normal vamos a comer palomitas, hombre ya…
Barra de labios tan permanente que no se quita ni con cunnilingus! (Me da que su nicho de mercado está en el mundo lésbico…)
Y el caso es que la película tiene algo… no sé, mi lado gafapaster estaba gozando en cierto sentido de la bizarrada y de las frases de Penn, y de volver a ver a McDormand, y de la música y universo de Talking Heads, etc. Pero mi lado “persona humana con sueño” no paraba de mirar la barra del streaming y darme cuenta de que eso no avanzaba y cada vez me importaba más un pijo si el friki este encontraba al nazi que torturó a su padre o no.
Desde luego lo mejor, la banda sonora.

Razones objetivas (y otras no tanto) por las que afirmar que “El árbol de la vida” de Malick es una de las pelis más pretenciosas de la historia

El árbol de la vida poster

Ya sabéis que Terrence Malick es un director de culto. Con sólo seis películas en su filmografía ya ha conseguido los más prestigiosos galardones y su cine tiene una reputación de obra de autor profunda y hermética. Pero vamos, que a mí no me la da. Sus historias no me parecen nunca tan profundas como las pinta y su formas me resultan espesas y retorcidas. Total, que desde mi punto de vista es un tío que aburre a las ovejas y epata a los snobs (y lo digo como Oveja Snob que soy, claro).

Con su nueva obra ya se lleva la palma, y nunca mejor dicho teniendo en cuenta que en Cannes triunfó por todo lo alto. No obstante, creo firmemente (y muchos están de acuerdo por lo que parece, así que hay gran división de opiniones) que está película no sólo es pretenciosa y grandilocuente sino que se trata de un ejercicio masturbatorio en toda regla para orgasmo de sus fans y de todos aquellos que van al cine a comprobar lo listos que son y a regodearse en su extremada sensibilidad (y que conste que sé de lo que hablo porque yo soy una de ellas, aunque no comulgue con el rollo del Texano).

Mi amiga Perse dice en su post sobre esta peli: “Ni voy a entrar a decir si es pretenciosa o no, por que esto solo es mi opinión”. Pues yo sí que lo digo. La peli es pretenciosa a más no poder. Y la pretenciosidad (aunque sea sublime, como en este caso) es un hecho objetivo y es nuestra percepción sobre ella la que es subjetiva y por lo tanto, opinable. Estas son las razones con las que argumento mi premisa.

1. El título (y el tema, por extensión): ¿El árbol de la vida? Pero por el amor de Dios, ¿es que puede haber algo más pretencioso que querer, con una película, captar la esencia misma de la vida? Ya en su día cuando me enteré de cómo había denominado Malick a su nueva peli empecé a resoplar, y no he parado hasta hoy. De hecho, cada vez que pienso o digo “El árbol de la vida”, lo acompaño de un resoplido con los ojos entornados a lo Belén Esteban y de un movimiento de negación con la cabeza.

TITULO

“La iba a titular El sentido de la vida pero se me adelantaron los Monty Python, esos bastardos…”

[Por supuesto, considero que el cine puede captar la esencia misma de la vida, pero el hecho de plantearlo de manera tan expresa como lo hace Malick, como si al comprar una entrada para ver su película nos hubiéramos armado con la piedra filosofal, es una prueba de pretenciosidad mayúscula.]

2. El guión y la historia: Lo de empezar con una cita bíblica de Job es una provocación en toda regla teniendo en cuenta que nos esperan dos horas y pico de imágenes inconexas de un preciosismo vacuo y de silencios recargados. Terrence, si es que me lo pones a huevo…

Nos cuenta la historia de una familia desde el punto de vista del hijo mayor, comenzando con la muerte de su hermano cuando éste cuenta sólo 19 años de edad. Y entonces es como cuando estás contando una anécdota y dices: “Espera, espera… Voy a empezar desde el principio”. Sólo que Malick lo hace literalmente y se remonta A LA CREACIÓN DEL UNIVERSO!!! Yo creo que lo único que hubiera superado a esto en pretensión es poner una entrevista de Dios. Aunque no descartéis que aparezcan sus comentarios en la versión en Blue Ray… Todo esto convierte la película en una enorme sinécdoque al intentar contarnos, sin ningún disimulo, la parte por el todo.

Abstracción

“Esto no se sabe qué es, pero si lo miras fijamente se te queda impregnada en la retina una idea de infinitud de lo más trascendente”.

Después de un rato interminable de imágenes (espectaculares, eso sí) a lo “National Geographic meets IMAX”, llegamos al origen y evolución de esta familia formada por un padre autoritario y violento de esos de “haz lo que yo digo y no lo que yo hago” (Brad Pitt), una madre comprensiva, paciente y cariñosa (Jessica Chastain) y sus tres hijos varones.

No os creáis que porque no me haya gustado la película no he captado la metáfora: el padre simboliza a ese Dios implacable y cruel de la tradición judía del Antiguo Testamento y la madre es la Diosa Naturaleza, siempre justa y amorosa, el Dios cristiano que nos vendieron reformadito en el Nuevo Testamento.

Y es que a este Malick me parece que le pasa como a Almodóvar, que los curas lo debieron de dejar hecho polvo porque nos encontramos por todas partes, y de manera asfixiante, esa idea de la culpa tan judeo-cristiana que, a los que no hemos sufrido una educación religiosa, nos da hasta algo de risa. Y el hecho de sentirse culpable de existir no le da derecho a soltarnos un sermón de dos horas que parece una Atalaya filmada o un examen de la Universidad Pontificia.

3. La puesta en escena: Esto es lo más pretencioso de todo. Planos rupturistas que se pasan el rácord por el Arco del Triunfo (y hasta por la Victoria de Samotracia), un montaje absolutamente exasperante y una voz en off de las que cabrean (media peli me he pasado con los ojos en blanco, no digo más…), todo ello unido a las imágenes ultra poéticas (que yo compararía con un Góngora pero en HD, y habiendo yo sido siempre mucho más de Quevedo, pues ya me diréis…) acompañadas de música clásica nos envían un mensaje claro (o al menos a mí es el que me ha llegado): soy el Picasso del cine.

Y es que es cierto que esto no es una película, en realidad, es cine abstracto y/o surrealista. Recuerda mucho al Buñuel&Dalí de “Un perro andaluz” mezclado con los peores defectos (vaaaaaaaale, y alguna de sus virtudes…) de “2001: Una Odisea en el espacio” y sazonado con un poquito de la inquietante demencia onírica lynchiana para terminar de elaborar este indigesto pastel.

Luego le ha metido unas cortinillas con unos planos de una llamita o fuego fatuo para separar las partes que, no sé porqué, me han hecho pensar en la cunita de “Intolerancia” de Griffith y, espero que sean imaginaciones mías, porque el asunto me ha sentado fatal…

4. Las interpretaciones: a Brad Pitt no sé quien le habrá engañado, pero últimamente le ha dado por querer convertirse en un nuevo Brando o algo así (pretensión, pretensión, pretensión) y en este trabajo concretamente (y como en la espantosa –con sus momentos- “Inglorious Basterds”) está fatal: sigue poniendo esa cara con la que ya me horrorizó en la peli de Tarantino. Jessica Chastain me ha gustado más, aunque es verdad que está como ida (tampoco me extraña, debía de estar flipándolo en el rodaje con todo aquello…).

Pero lo que Malick ha hecho con Sean Penn no tiene nombre. Bueno, sí lo tiene: gran putada. O sea, me coges a uno de los mejores ACTORES del momento, me lo pones trajeado por un pedregal y le haces decir cuatro frases con cara de haba en una secuencia que parece fusilada del momento LSD de “Easy Rider”; luego cuatro frases más en off y te quedas tan fresco. No me extraña que el ex de Madonna esté algo decepcionado con el resultado…

Sean Pean en el pedregal

Como imagen del infierno existencial me parece algo obvia, pero claro, qué sé yo de cine (y menos aún de la vida)…

5. El final y el mensaje: EN ESTE CASO PUEDE HABER ALGUN SPOILER (aunque no será grave ya que la peli no termina de contar absolutamente nada…).

Con una secuencia que parece inspirada en los criticados finales de “Lost” o “The Lovely Bones”, en una playa a lo “Inception” (pero infinitamente menos emotivo que ésta última; de hecho a mí “El árbol de la vida” no sólo no me ha arrancado ninguna lágrima sino que ni siquiera ha estado cerca de conseguirlo), y con un concepto más cercano a un anuncio de seguros de vida (el Hombre Tecnológico dixit), el final es una delirante pantomima más vista que el TBO en la que vuelve a subrayar el mensaje explícito de la película: Que la vida es dura y bella a la vez (aunque sigamos sin entender porqué hay niños con infancias infelices y padres que sobreviven a sus hijos). Pero no creo que para descubrir eso, que todos sabemos, haya que perder dos horas de tu vida con un ejercicio artístico que, si bien tiene momentos hermosos y alguna escena interesante (que conste que me ha gustado muchísimo la del ahogamiento, por ejemplo; también me ha intrigado sobremanera ese momento en que una silla se mueve sola, si alguien lo entiende que me lo explique, por favor!!!), peca demasiado de querer ser trascendente y que me ha resultado mortalmente aburrida.

Aunque una cosa es cierta: después de esas más de dos horas apreciarás mucho más la vida y tu libertad.