Mientras él escriba, leeremos buenas novelas


Si alguna vez había tenido alguna reticencia hacia el autor de «Cujo» («escritor de Best Sellers», «del terror y la ciencia ficción no puede salir nada serio», «escribe libros como si fabricara Ford Ts»), ahora me declaro ferviente admiradora de uno de los novelistas más grandes que ha dado esta época de entre siglos en que vivimos.

Stephen King es a la literatura lo que Hitchcok al cine: son autores que buscan la satisfacción del gran público y que además ¡lo consiguen! Sus obras son comerciales y poco pretenciosas, pero además tienen destellos de genialidad y la suficiente carga de profundidad para enganchar a audiencias más exigentes, siempre que estas estén libres de prejuicios.

Con «La torre oscura», su proyecto más ambicioso, King nos arrastra a un mundo salido de la imaginación de una mente híbrida entre Tolkien y Sergio Leone, y desde ese momento hace que la búsqueda de Roland también sea nuestra, y que el hombre de negro, sea también nuestro némesis.

Pero lo que de verdad me ha dejado boquiabierta es su ensayo «On Writing (Mientras escribo)». Impresiona (quizá por ser la primera vez que «oía» su verdadera voz sin el filtro de un personaje y una historia) la sencillez y claridad con la que explica sus argumentos y el compromiso que demuestra con toda una vida dedicada a contar historias.

Todo ello unido a su habitual sentido del humor lleno de ironía, hace que la lectura de esta clase magistral sobre el oficio del novelista y el difícil proceso creativo sea un auténtico placer.

Me gustó especialmente su definición de la escritura como un intercambio de mensajes telepáticos con el lector a través del tiempo y la distancia. Lo convierte en un acto muy íntimo con otra persona que puede llegar a adquirir cierto grado de «magia» cuando se consigue transmitir una emoción. Es por esto que leemos… y que escribimos.

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¡Larga vida a King!

Nunca me había considerado fan de Stephen King, aunque sí había leído (y disfrutado mucho) algunas de sus novelas: con «El misterio de Salem’s Lot» me pasé el verano del ’93 durmiendo con la persiana bajada (si bien es cierto que mi filia/fobia por los vampiros viene de antiguo).

«Needful Things » (el título en español es «La tienda», pero los que lo hayáis leído estaréis de acuerdo en que es mucho peor) me pareció escalofriante, pero más que por cualquier fuerza sobrenatural, por el propio egoísmo del ser humano en su sentido más material y por cómo demuestra que somos esclavos de lo que poseemos (no sé si King pretendía reflejar esto, pero ya sabéis que la literatura finalmente no es de quien escribe sino de quien la lee, y bla, bla, bla…).
Tanto «La mitad oscura» como sus recopilaciones de relatos más breves, esos de «después de media noche» me resultaron tan intrigantes como entretenidas y siempre impregnadas de ese ambiente tan reconocible, tan Castle Rock, que hace que te sientas como en casa (suponiendo que tu casa se encuentre en una pequeña ciudad de Nueva Inglaterra en la que todos sus habitantes ocultan algún inconfesable secreto y los extraterrestres/vampiros/infraseres por determinar acechan a la vuelta de cada página).

La Stephen King’s experiencience no se reduce solo a la lectura, ya que como sabéis, su obra se ha colado en las salas de cine/videoclubs/teles/e-mules varios, muchas veces con más pena que gloria:

De las adaptaciones que conozco, las que más me gustan son, y no necesariamente en ese orden: «Carrie», «El resplandor», «La zona muerta», «Misery», «Dolores Claiborne» («Eclipse Total») y «La milla verde» (la mayor parte del resto se podrían describir utilizando un abanico de calificativos que abarcan desde «simplemente malas» hasta «menuda labia el productor que haya conseguido llevar a cabo tamaña bazofia inmunda», incluyendo «La rebelión de las máquinas», dirigida por el propio King, que ya hay que tener cuajo…
Sin embargo una de sus adaptaciones no es que me guste, sino que es una de nuestras pelis de culto en casa. Se trata de la conversión del relato «The body» en la película «Stand by me» (Cuenta conmigo), de Rob Reiner. Una nostálgica historia sobre el final de la infancia con un casting muy ochentil (se estrenó en 1986, curiosamente el mismo año en que King perpetró «La rebelión de las máquinas») que incluía a uno de «los dos Corey» (el que sigue vivo) y uno de los Phoenix (el que está muerto).
Decía que nunca me había considerado fan de Stephen King, pero la recomendación de un amigo al que nunca estaré lo bastante agradecida, lo ha cambiado todo. Pero eso os lo cuento más tarde porque esto me está quedando un poco largo…
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